Bien, esta es la sorpresa que les
tenía reservada. Mañana domingo vuelo a Tokio. Mi vuelo sale a las 12.50 y
tarda unas 16 horas, incluyendo una escala en Ámsterdam (volamos con KLM).
Teniendo en cuenta que la diferencia horaria es de 7 horas, hemos de añadir esa
diferencia a las 16 horas de vuelo, lo que nos da 23. Es decir, que llegaremos a
Tokio el lunes a eso de las 11.50, hora local, con un jet lag de puta madre,
porque supongo que saben que lo que más despista al cuerpo es viajar contra el
sol. Cuando yo viajaba a Sri Lanka, teníamos el jet lag allí, y apenas lo
notábamos a la vuelta. Sin embargo, si uno viaja a USA o México, el jet lag lo
sufre al volver. Me espera un viaje de 13 días, en el que vamos a visitar Tokio,
Kamakura, Niko, Takayama, Shirakawago, Kanazawa, Kyoto, Nara, Hiroshima,
Mishayima y Osaka, en cuyo aeropuerto tomaremos el avión de vuelta, otra vez
vía Ámsterdam.
Les detallo el recorrido por si
quieren reconstruirlo en un mapa durante estos días, como entretenimiento
alternativo a la lectura de mi blog, en el que les voy a dar descanso durante
este tiempo, porque no tengo previsto llevarme el ordenador portátil, en parte
por aligerar de peso mi equipaje, pero sobre todo por una razón fundamental: no
voy solo y me parecería una falta de educación con mis acompañantes dejarlos de
vez en cuando tirados para irme a mi cuarto a escribir un post. Es muy
diferente cuando viajo solo, como en el caso reciente de San Petersburgo. Si
estoy solo en una ciudad, a menos que tenga algún plan que conlleve trasnochar,
no pinto ya mucho en la calle una vez que se ha hecho de noche. En los meses en
que la noche es larga, dispongo de mucho tiempo en la habitación de hotel, que
puedo dedicar a escribir. Lo que sí me llevo es el Ipad, para enterarme de las
noticias y de los resultados del Deportivo, pero el Ipad sólo me permite subir
al blog textos sin formatear, sin fotos ni vídeos. No creo que suba nada,
aunque no lo descarto al 100%. Eso sí: tomaré notas para contarles luego mi
excursión a la tierra de Haruki Murakami.
El viaje lo llevo preparando
mucho tiempo, lo que viene a corroborar algo en lo que siempre les insisto:
aunque parezca lo contrario, yo no cuento en el blog todo lo que me pasa, ni
todo lo que hay en mi cabeza. Sólo lo que me parece que puede ser adecuado para
escribir dos folios y subirlos a la nube. La posibilidad del viaje me surgió en
marzo, cuando acababa de accidentarme y no tenía ni idea de que la recuperación
se alargaría tanto. El viaje lo organiza una empresa de actividades culturales
que se llama Aularte. Me apunté y fui pagando los diferentes plazos en que se
divide el coste del viaje, que es alto, como se pueden imaginar. El otro día
tuvimos una primera reunión para los últimos detalles, dudas y consejos.
Componemos el grupo 16 personas, un número bastante abarcable y grato. Viene
con nosotros desde Madrid una persona de Aularte, experta en cultura japonesa,
y en Tokio nos espera un amigo suyo que vive allí, casado con una japonesa. Los
dos han diseñado el recorrido y nos acompañarán durante todo el periplo.
Así que, contra lo que creía mi
amigo X, estos días estaba exultante, pero no por haberme reincorporado al
trabajo, sino por mi programa de viajes, en los que me voy a resarcir de mi
encierro de seis meses y medio en la Comunidad de Madrid, que me hicieron hasta
plantearme cambiar mi perfil personal de blogger, eliminando lo de viajero
recalcitrante. Este va a ser mi primer viaje de vacaciones del año, así que no
me tengan envidia, que estoy seguro que la mayoría de ustedes se han ido a la
playa en verano, si no a sitios más lejanos. Ya les he contado que el nuevo
equipo de gobierno del Ayuntamiento (ya lleva año y medio), sabe que existo y
valora mi trabajo de difusión de la marca Madrid allí donde me manden. El año
pasado salí a contar Madrid a tres universidades alemanas, último viaje de mis
años de penuria administrativa, que me financié yo mismo, y con cargo a mis
días de vacaciones. Desde entonces he viajado a Hamburgo, a Londres y a Piter.
Y ya tengo un cuarto viaje apalabrado para primeros de noviembre, esta vez a
Marsella, que ya les contaré más en detalle, pero que ya les puedo anunciar.
Así que bastante recalcitrante, como pueden ver.
Entre los viajes de trabajo, el
de Piter ha sido especialmente grato y no creo que el de Marsella lo supere. Me
sentí muy a gusto por allí, el congreso fue interesante y tuve la sensación de
que estaban encantados con mi presencia. Mi intervención resultó bien y pude
conocer a una serie de personas con las que he intercambiado correos y espero
seguir en contacto, como Jacques Besner, Ian Li Kam Wa y Ray Sterling el hombre
de la Universidad de Louisiana. Sergey Alpatov me ha enviado una carta oficial
de agradecimiento, que alguien le habrá preparado, porque no sabe ni patata de
inglés. Es una misiva formal, que he incorporado a mi colección. Y luego está
Svetlana Bukreeva, con quien he intercambiado fotos y que me ha escrito una
carta más personal, en la que dice que por supuesto que me llamará si viene
algún día a Madrid, algo desgraciadamente bastante improbable en los próximos
tiempos. Y concluye con una frase que me encanta: your presence at the conference made it for me more joyful. Mi
presencia hizo que la conferencia resultara más grata para ella. A mí me
sucedió a la viceversa.
En cuanto a Japón, es una tierra
que hace tiempo tengo ganas de conocer. Los japoneses son una gente muy
especial. Son educados, corteses, hospitalarios, confiados. Les gusta cumplir
sus programas con puntualidad y disfrutan haciendo lo correcto. He recibido a
muchos grupos de japoneses, que se diferencian mucho de las otras delegaciones
extranjeras. Si, por ejemplo, tienen una cita programada de 11 a 12 de la
mañana, les encanta que empieces a hablar a las 11 en punto. Escuchan con suma
atención en silencio. Y, a las 11.45, se puede ver que empiezan a consultar sus
relojes y se ponen un poco nerviosos. Quieren estar a las 12 en punto subiendo
a su autobús, por cortesía con el conductor (quizá un garrulo de cualquier zona
interior de España) y necesitan cinco minutos para saludarte y darte las
gracias. Para ello forman una cola y cada uno te hace una reverencia y te hace un
pequeño obsequio de su tierra, como un pin, un llaverito o un imán para la
nevera, o simplemente te da su tarjeta
de visita, siempre con las dos manos, que has de mirar con atención y ponderar
debidamente, es de muy mala educación guardártela sin mirar.
Nos contaron que en Japón está
prohibido fumar por la calle, pero puede hacerse en cualquier espacio cerrado.
Al revés que aquí. Se hace eso por mantener el espacio público impoluto y sin
colillas. Eso supone que en los hoteles sigue habiendo habitaciones de
fumadores y no fumadores. En todas las ciudades que visitaremos nos han
reservado habitaciones de no fumadores, pero nos advirtieron que no nos
mosqueáramos si olía a tabaco, porque allí fuma todo el mundo donde le da la
gana, excepto en la calle. Parece que tampoco hay papeleras, por lo que no es
muy recomendable sacarse, por ejemplo, un café del Starbucks Coffee, porque te
quedas con el vasito todo el día. Además de Murakami, tengo especial debilidad
por los Ramen Bar y los diversos tipos de tabernas en las que entras y te sacan
unas tapas. Los japoneses comen poco y muchas veces hay que insistirles en que
quieres repetir.
Y luego está el tema de la
religión. El sintoísmo es una especie de animismo oriental en la que hay
multitud de dioses y es compatible con el budismo, que se entiende más como una
especie de filosofía. Entre la multitud de dioses, tú eliges uno, porque te lo
recomienda tu familia o algún amigo o conocido, al que le ha ido bien con ese
dios. Entonces le pides que te salga bien el examen de física, o que te
asciendan en el trabajo. Para ello has de hacerle una ofrenda. Pero, si no te
da resultado, lo mandas a la mierda y te buscas otro dios más diligente y
dispuesto a ayudarte. La religión es, pues, un concepto transaccional.
El viaje se desarrolla
íntegramente por la isla de Honshu, la más grande del país y por la que nos
moveremos en diversos transportes públicos, como el famoso tren bala. Vamos a
visitar numerosos templos, ascender a los llamados Alpes japoneses y hasta
asistir a una fiesta del sake, en la que se celebra la producción del primer
sake de la temporada. Les prometo tomar notas y hacerles luego unos posts de
resumen. Pórtense bien en estos días y aprovechen, que sin mi blog se vive
estupendamente.
Sayonara…
No hay comentarios:
Publicar un comentario