Dejaremos hoy mis nostalgias
japonesas para hablar de un libro que les recomiendo a pies juntillas. Alí y Nino (Kurban Said, 1937), editado
por Libros del Asteroide, pueden conseguirlo en cualquier librería un poco al
día. Esta novela está unánimemente considerada como el libro más importante de
la literatura de Azerbaiján, como lo puede ser El Quijote de la española o el
Ulises de la irlandesa, pero, igual que estas, trasciende de la realidad local
para tratar de temas universales. Y, además, nos da una idea del trasfondo en
que discurre la historia, una región, la Transcaucásica en la que conviven tres
países, tres etnias y tres religiones secularmente enemistadas, en un
enfrentamiento que continúa a día de hoy, como se puede ver contemplando
simplemente el mapa. Hablo por supuesto de Azerbaiján (musulmán de la rama
chií), Armenia (católica de Roma) y Georgia (ortodoxa).
Ese enfrentamiento que hunde sus
raíces en la noche de los tiempos, se ve acentuado por dos factores que no
pueden dejar de tenerse en cuenta. UNO, en Azerbaiján hay petróleo en
abundancia. Basta excavar someramente en cualquier esquina del país, para que
el oro negro brote incontenible. DOS, al norte de la cordillera del Cáucaso,
está nada menos que el gigante ruso, que a lo largo de la historia ha
controlado la región, con el pretexto de evitar que se peguen entre ellos y una
razón adicional, relacionada con la existencia de crudo prácticamente en superficie.
Les recuerdo además que el gran coloso ruso no se anda con tonterías cuando ha
de hacer de gendarme, como se ha visto por ejemplo en Chechenia, un enclave
musulmán al norte de estas regiones.
La acción del libro transcurre en
la segunda década del siglo XX, de hecho la historia se ve alterada por el
estallido de la Primera Guerra Mundial. La zona salió bastante dañada de esa
guerra, los armenios fueron masacrados en un genocidio que los turcos aun se
niegan a reconocer. En 1920, las tres repúblicas se adhirieron a la URSS, en
donde estuvieron hasta su derrumbe en los 90. El petróleo azerí tuvo un papel
decisivo en la Segunda Guerra Mundial. Pero el fuerte nacionalismo de las tres
etnias sobrevivió a este largo período y brotó en cuanto llegó el señor
Gorbachov. Ahora mismo, Azerbaijan tiene un enclave en territorio armenio,
Najichevan, y Armenia tiene un enclave en territorio azerí, Nagorno-Karabaj.
Esta historia violenta y atormentada explica que no se conozca la identidad del
autor de Alí y Nino (Kurban Said es un seudónimo), novela publicada en Alemania
en 1937, tiempos convulsos también.
Pero, en 1913, cuando la historia
comienza, Bakú, la capital azerí a orillas del mar Caspio, es una ciudad en
donde corre el dinero, consecuencia del petróleo, en donde hay ópera y teatro y
en donde las veladas terminan en fiestas con champán y vestidos de noche. En
ese medio se desarrolla la historia de amor entre Alí Kan Shirvanshir, un joven
musulmán de familia acomodada, y Nino Kapiani, una adolescente georgiana de una
belleza extraordinaria. En ese tiempo, las tres etnias conviven en la cultivada
Bakú sin excesivos problemas, aunque la sangre le tira a cada uno para su lado.
Prueba de esa tolerancia es el hecho de que Alí está terminando sus estudios en
un Instituto secular no musulmán, de los que el Imperio ruso tiene distribuidos
por todos sus dominios.
La historia de amor entre ambos jóvenes tiene algo de Romeo y Julieta pero, en mi opinión, supera ampliamente el modelo, al tratarse de una historia casi contemporánea y con un contexto sociopolítico muy bien reflejado. Además de la pareja protagonista hay un ramillete de personajes secundarios inolvidables, como el gordo armenio Najararyan, el mentiroso compulsivo Arslan Aga, o el campesino Seinal Aga, en cuyas tierras brota petróleo, lo que lo convierte en un multimillonario atormentado por el convencimiento de que ese destino afortunado tiene que tener una contrapartida, que sobre su cabeza pende una terrible amenaza que antes o después se manifestará. No me resisto a trascribirles el arranque de la novela, sus primeros párrafos, en los que ya está condensado todo el conflicto que subyace en la historia. Les prevengo que las comillas iniciales no son mías, sino del libro. Destacan, por tanto que se trata del discurso de alguien que está hablando.
«Europa está rodeada de mar por el norte, el sur y el oeste. Las fronteras naturales del continente son el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, y el océano Ártico al norte. El extremo septentrional de Europa, según la ciencia, es la isla de Mageroya; el extremo meridional es Creta y el occidental, el archipiélago de Dunmore Head. La frontera oriental de Europa se extiende a lo largo de los Urales por el Imperio ruso y, cruzando el mar Caspio, atraviesa Transcaucasia. Sobre esto la ciencia aún no se ha definido. Algunos estudiosos piensan que la región situada al sur de la cordillera del Cáucaso pertenece a Asia, pero otros opinan que estas tierras han de considerarse Europa, especialmente si se tiene en cuenta su desarrollo cultural. Así que, niños, el que nuestra ciudad haya de pertenecer a la avanzada Europa o a la atrasada Asia va a depender en parte de cómo os comportéis vosotros.»
El profesor
sonrió, satisfecho. Los cuarenta alumnos de tercer curso del Instituto de
Bachillerato de Humanidades del Imperio Ruso, de la ciudad de Bakú, en
Transcaucasia, nos quedamos sin respiración ante este saber tan profundo y ante
el peso de nuestra responsabilidad.
Éramos treinta
musulmanes, cuatro armenios, dos polacos, tres sectarios y un ruso, y estuvimos
un rato callados. Entonces Mehmed Haidar levantó la mano desde la última fila y
dijo:
«Perdone,
profesor, pero es que preferimos quedarnos en Asia.»
Estarán de acuerdo conmigo en que
es un pasaje delicioso. La historia está contada por Alí en primera persona.
Alí es un personaje atormentado, desgarrado entre el mundo laico que representa
Nino, en donde se bebe champán y se va al teatro, y la tradición chií que le
transmite su propia familia. Son reveladores los consejos que le dan tanto su
padre, hombre tolerante, como su tía que viene de visita desde Persia con sus
cuatro esposas. Ambos destacan el hecho de que Nino sea demasiado estrecha de
caderas para darle hijos, o que se exhiba en las fiestas medio desnuda (se refieren
a los escotes y a los brazos descubiertos). También le recuerdan que un buen
musulmán no debe nunca perdonar, que eso de perdonar es una mariconada de
infieles. Y que la mujer carece de entendimiento, no es más que un trozo de la
propia tierra, aunque no se la debe pegar cuando está embarazada.
Esta ideología no ha cambiado,
cien años después y el libro es útil para conocerla desde dentro. Alí se debate
entre el mundo de sus raíces y la modernidad europea que representan los
georgianos. Sin embargo, Nino es un personaje femenino extraordinario, de una
pieza. Ella se siente europea, pero también está segura de su amor por Alí, al
que quiere tener a su lado, ya sea en un mundo avanzado y europeo o en un lugar
de costumbres diferentes. Es un personaje que sorprende por su modernidad en
una historia de hace cien años. No olvidemos que se trata de una niña que está
todavía en el colegio. Juntos, Alí y Nino están descubriendo sus cuerpos y su
sexualidad. Y la historia contrapone también los frondosos bosques de Georgia
con el desierto implacable que rodea a la ciudad de Bakú.
Podría ponerles algún otro
extracto maravilloso, pero no quiero alargar más este post. Es un libro escrito
en una prosa como mágica, con un punto épico, que recuerda a Las Mil y Una
Noches, que está todo él bañado en un fatalismo que amaga siempre con destruir
la belleza de una historia enmarcada en un contexto destinado a desaparecer.
Los diálogos entre los personajes son enfáticos, conscientes de su
trascendencia, como el libreto de una ópera. Hacía tiempo que no disfrutaba
tanto con un libro, como con este Alí y Nino. Con él inauguramos la temporada
del club de lectura Billar de Letras el pasado lunes (yo me lo había leído
entre el viaje de ida y el de vuelta a Japón). Mi compañera, escritora y amiga
Pilar Mañas, planteó en el club la posibilidad de que detrás del seudónimo se
escondiera una mujer, porque es realmente sorprendente que un narrador
masculino capte tan bien la sensibilidad
de la protagonista.
En fin, no sé a qué esperan para bajar
a una librería y comprárselo. Alí y Nino es un clásico, como el Quijote o Los
Miserables, sólo que más corto. Una historia de amor universal, en un contexto
complejo que hoy no ha variado nada, como vemos en las noticias de cada día.
Parece que se han hecho dos películas sobre la historia, una antigua y otra por
estrenar. Y, en Georgia, en la ciudad costera de Batumi, con sus playas bañadas
por el mar Negro, la escultora georgiana Tamara Kvesitadze ha erigido una
estatua metálica de 8 metros a esta pareja inolvidable. La estatua se mueve a
lo largo del día, escenificando su acercamiento y alejamiento. Les dejo un
vídeo donde pueden ver esta estatua. Que disfruten del puente. Yo me voy a Marsella y escribiré mi siguiente post desde allí. ¿Que no lo sabían? Bueno, pues así se llevan la sorpresa.