Y ustedes que lo lean. Para que vean cómo les quiero,
voy a escribir algo rápido, aunque esto me suponga salir una hora más tarde de
viaje. En cuanto termine mi texto y lo suba cogeré el coche y saldré en
dirección a Las Hurdes, en donde me pasaré este puente de la Inmaculada
subiendo y bajando sierras con mi grupo senderista. Ya sé que algunos no me
otorgan mucho crédito cuando digo que estoy cada vez más ocupado en el trabajo,
pero es lo cierto. Y eso que ahora baja bastante el asunto de las visitas de
delegaciones extranjeras, que no se reaviva hasta bien entrada la primavera. Yo
me había organizado la vida para escribir en el blog en mis ratos libres de por
la mañana y tener las tardes llenas de actividades de todo tipo. Pero ahora,
las mañanas no me dan tregua y me resisto a cancelar algunas de mis locuras
vespertinas.
Algunos me han dicho que les
sorprendía el tono crispado de mi anterior post, pero es que es un tema que
todavía me indigna. No me sorprende que los gobiernos europeos se hayan
conjurado para solucionar el problema de los refugiados por el sistema de
darles patadas en el culo, como la Petra Laszlo esa, a la que deberían de
erigirle una estatua por anticiparse a su tiempo, coceando a unos cuantos.
Tampoco me extraña mucho que esta mierda de prensa que tenemos se haga la loca
sobre la reunión del domingo pasado y la incalificable infamia que en ella se
decidió de forma colegiada. Lo que me cabrea es que la gente no diga nada, que
se corra un tupido velo sobre el tema y nos dispongamos todos a celebrar la
Navidad, con el champán de costumbre, más los langostinos, los villancicos, los
matasuegras y las zambombas, zumba, zumba, zumba. Menuda mierda. He buscado en
todos los medios, hasta los últimos rincones. Y, honradamente, aparte de mi
post del otro día, sólo he encontrado una referencia: en los chistes del gran
Forges, hay un humilde recuadrito en una esquina, que reza: “Pero no te olvides
de los refugiados”. Algo es algo, aunque este señor estuvo más de un año con un
mensaje similar sobre Haití, sin resultados apreciables en las conciencias de
los lectores.
En cualquier caso, todo esto se ha
producido a partir de la endiablada situación de Siria, un país que amo y que
visité cuando estaba en paz. Es difícil explicar lo que ha pasado allí, la
gente estaba bastante hasta los huevos de Assad y pensaron en sumarse a la
primavera árabe, que finalmente sólo ha prosperado en Túnez y ya veremos lo
que dura. Pero la problemática de este país es muy compleja y viene ya de
antes. Les pongo un vídeo que explica muy bien esta problemática. Les
recomiendo que lo vean con atención. Merece la pena.
Por lo demás, es cierto que no
estoy de muy buen humor estos días y no sólo por la llegada de la Navidad.
Algunas compañeras de trabajo muy queridas han sufrido desgracias tremendas en
el anterior fin de semana y eso es algo terrible que siempre te deja el ánimo
tocado. Desde aquí mis mejores deseos para ellas. No es este foro lugar para
duelos y hemos de seguir adelante, el reloj del mundo no se para, pero lo
cierto es que las perspectivas para estas fiestas en las que todo se detiene
tres semanas, para dedicar el tiempo a sonreír estúpidamente, pues ya saben que
no son mi período favorito del año, qué le vamos a hacer. Aún así, no he parado
demasiado en los últimos días. Subí al FNAC para comprarme un móvil nuevo, aprovechando el Black Friday. Aún no he podido estrenarlo, porque estoy
intentando salvar mis contactos y fotos del móvil viejo, algo complicado que requiere
un tiempo que yo no tengo. Pero ya les adelanto que me he comprado un BQ, marca
española, aunque monte sus aparatos en China. Hay que hacer patria. Y encima no
usa coltán, el material por el que muere más gente en África y Latinoamérica.
El domingo continué la cosa
comprándome una serie de libros, que obviamente aun no he leído pero que les
recomiendo. De viaje por Europa, las
crónicas de Gabriel García Márquez de cuando era corresponsal en París de El
Espectador y tuvo que viajar a la Hungría recién aplastada por los soviéticos
en 1956 y demás países de detrás del telón de acero. Imagino muy interesantes sus
reflexiones. Era un extraordinario periodista y lo que cuenta es unos años
anterior a la revolución en Cuba. Pequeño
fracaso, de Gary Shteyngart, libro autobiográfico, que relata las vivencias
de un niño de una familia de Leningrado que se traslada a Estados Unidos en
virtud de un tratado Brézhnev-Carter y pasa de un mundo en blanco y negro a
otro en technicolor, aunque no todo es finalmente maravilloso. Uno más: Sheila Levine está muerta y vive en Nueva
York, de Gail Parent. No les desvelo la trama para no estropeárselo.
El lunes me sometí a un
reconocimiento médico rutinario de los que me paga el Ayuntamiento cada dos
años. Las cosas que se veían a primera vista estaban bien. El electro espectacular,
etc. El resultado de las analíticas aún no lo tengo, toco madera. Por la tarde
me fui a correr al Retiro para celebrarlo. Luego averigüé que no debía de
haberlo hecho, porque el aire tenía una concentración de NO2 que desaconseja el
deporte al aire libre. El martes fui en Metro al trabajo. Además de por la
recomendación de la señora Carmena, porque desde ese día ya no tengo plaza de
garaje en el trabajo. Resulta que, con los del PP, las plazas se daban a los
jefes, hasta el nivel 28 (el que yo tengo), a modo de derecho de pernada. Las
que sobraban, se sorteaban. Los de Ahora Madrid han decidido que ahora se
sortearán todas, desde la del Concejal a la del último ordenanza. Me parece muy
bien, el otro sistema era muy injusto. Lo que pasa es que se ha sorteado y a mí
no me ha tocado.
El miércoles era el día que había
elegido para nadar. Así que probé un sistema nuevo: fui con el coche, aparqué en el
polideportivo, donde hay plazas de sobra, y caminé hasta la oficina, por la
pasarela que cruza sobre las vías del tren y la M-40. Diez minutos. Así que no
me puedo quejar. Al salir caminé otros diez minutos, me hice mis 30 largos, me
duché y cogí el coche para ir a mi casa, descansar un poco y marcharme a mi
taller de conversación inglesa, donde estuve hasta cerca de las 23.30. El
jueves me pasé la tarde planchándole camisas a mi hijo, porque la señora que
viene a mi casa a limpiar y planchar está de baja. Y a las 20.30 salí a cenar
con mis hermanos y sobrinos, al mismo restaurante indio de la semana pasada,
porque debíamos concretar determinados puntos de un asunto que nos traemos
entre manos y que no les voy a contar, porque no me da la gana. Tras los
gin-tonics de rigor, acabamos a las doce de la noche, y luego me fui andando a
casa para bajar la cena. Así que me dirán ustedes: ¿cuándo coño escribo yo en
el blog?
Me voy a Extremadura. Pásenlo
bien. Seguimos a la vuelta.
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