miércoles, 2 de diciembre de 2015

453. Todos somos Petra Laszlo

Seguro que ya ni se acuerdan de ese nombre. Les refresco la memoria. Petra Laszlo es la reportera húngara que subió al estrellato cuando un compañero de profesión la filmó dando coces y poniendo alevosas zancadillas a los refugiados sirios que corrían intentando entrar en su país. Tal vez recuerden que esta señorita fue despedida de su trabajo a raíz del incidente, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. Y, por cierto, uno de los coceados sigue trabajando (supongo) como ayudante del entrenador del Getafe F.C. gracias a la mediación del Ser Superior, que vio en este asunto (supongo) una forma de vender más camisetas all over the world. De todo ello se habló en el Post #429, “Los que la cagan”, allá por el mes de septiembre.

Eran tiempo de buenismo, de que vengan todos, que aquí los acogemos. Cuando yo estuve en Hamburgo, un mes después, la ciudad se preparaba a recibir a 18.000 refugiados, del total de 800.000 que alojarían en toda Alemania. Incluso pude ver desde el coche los campamentos en donde ya se cobijaban los primeros, en unas jaimas de buen tamaño ordenadas en apretadas formaciones en suelos libres de propiedad municipal. De acuerdo con las instrucciones federales, la ciudad-estado de Hamburgo daría a sus refugiados alojamiento y comida hasta que pudieran ganarse el pan por sí mismos, con un máximo de un año.

Al señor Mathias Kock, con quien me entrevisté, aquello no le hacía demasiada gracia (por cierto, aprovecho para rectificar su cargo: no era el ministro, sino el subsecretario de Urbanismo y Vivienda, lo he comprobado después, cuando he vuelto a conectar con él). Decía que no sabía de dónde debían detraer recursos para esa tarea. Le irritaba el hecho de que, siendo ellos del SPD, debían cargar con una directiva de la señora Merkel, acreditada derechista a la que su propio partido no apoyaba en esta deriva humanitaria. La señora Merkel, como todos nosotros, estaba todavía horrorizada por la magnitud de la avalancha y tenía, como todos nosotros, pesadillas en las que se le aparecía el niño ahogado en una playa turca.

Por nuestra tierra corrieron vientos de admiración por la valentía de Merkel, enfrentada a las reticencias de su propio partido, especialmente en Baviera. Más al norte y al este, en la Sajonia que visité en junio, los movimientos neonazis, como Pegida, hacían manifestaciones de forma cotidiana contra la acogida de refugiados y comenzaban a perpetrar otras acciones más violentas, como agresiones a ciudadanos de aspecto turco, o quema de edificios que se presumía serían habilitados como albergues. Todo eso resistía la señora Merkel, en quien algunos malpensados imaginaban intenciones menos nobles, ligadas a la baja natalidad germana y la necesidad de contar con gente dispuesta a asumir los oficios más duros y menos valorados en la clasista sociedad alemana.

En este blog nos reímos de los eslovacos que dijeron que ellos no acogían a nadie, porque no tenían mezquitas. Cuando la señora Merkel se dirigía a los países de la Unión, reunidos en alguna de sus cumbres, para preguntar que quién se apuntaba a la tarea de realojar a los que escapaban de la guerra y el horror, todos se ponían de canto, agachaban la cabeza y se rascaban la coronilla para disimular. Entonces pensábamos: claro, estos son gobernantes de derechas, son la casta, los corruptos, los lacayos del poder económico. Pero nosotros, el pueblo, somos solidarios y daremos cobijo a nuestros hermanos sirios. Como símbolo de ese sentimiento, el equipo de la señora Carmena desplegó una hermosa pancarta en el edificio de Cibeles, que rezaba: Welcome refugees.

Pero esos refugiados no llegaron nunca. Y me temo que ya no vengan. Porque todo ese espíritu solidario se ha ido a la mierda. ¿Qué ha pasado para un cambio tan radical? Pues ha pasado que unos malnacidos han matado en París a cerca de 150 personas que se divertían viendo un concierto o tomando una copa en una terraza. Y eso lo ha trastocado todo. Los neonazis y la señora Le Pene (es el corrector del Word el que me añade la e final, se lo juro) se apresuraron a manipular el asunto, diciendo que claro, que acogiendo a tanta gente era normal que entre ellos se nos colaran los yihadistas. Eso no se lo creyó nadie, todos sabemos que los autores de los crímenes de París eran desclasados de las banlieues, nacidos en Francia, y que los  que vienen huyen precisamente de la guerra y de la barbarie del Isis, que te rebana el pescuezo por cualquier minucia o hasta por capricho. Pero, a partir de ahí, las cosas han tomado una deriva irreversible y la señora Merkel ha tirado la toalla.

Lo cierto es que esta Europa está en crisis, en primer lugar económica, a la que no se le ve la salida. Por el contrario, la recuperación sigue brillando por su ausencia. También estamos en crisis de identidad, lastrados por una burocracia excesiva e ineficiente, además del hecho de que somos demasiados países los que nos hemos integrado en la Unión, dificultando enormemente la toma de decisiones. Y, si además nos tenemos que defender de los yihadistas campando por nuestro territorio, pues estamos cojonudos. Como para encima dedicarnos a acoger refugiados. Ese es el verdadero origen del giro que ha dado la situación y que ha cristalizado en el vergonzante acuerdo con Turquía. Tal vez ustedes no se hayan enterado bien, o no hayan valorado la magnitud de la traición que se ha cometido este domingo con los refugiados sirios. AQUÍ pueden leer la noticia y ver la foto de la vergüenza, con todos los jefes de Estado posando.

Como lo oyen. Le hemos dado 3.000 millones de euros a tocateja a Turquía, a cambio de que detenga allí a los sirios que huyen del infierno. Ya no queremos que vengan. Hay que joderse, cuánta hipocresía. Como los sirios escapan en su mayoría por la frontera turca, se paga a los turcos para que los retengan allí. Y además, a partir de ahora, a los que consigan llegar a Europa (no sé por dónde) se les someterá a un duro escrutinio para decidir si son refugiados políticos o económicos. En el segundo caso, se les factura de vuelta a Turquía. Así que de los 800.000 que iban a acoger en Alemania (la cifra llegó a subir al millón), nos vamos a quedar casi en cero. Apenas los que hayan  tenido la suerte de llegar antes del bloqueo y pillar algún empleo, como el ayudante de entrenador del Getafe (se le apareció la Virgen de Fátima el día que Petra Laszlo le dio una coz). Al resto, rápidamente los mandarán de vuelta, con el pretexto de que les falta una póliza.

Ellos que se las prometían felices en una Europa acogedora y solidaria. Su destino será ahora muy distinto. Su destino será hacinarse en campos turcos de refugiados en la misma frontera con Siria. Con sus penurias aliviadas por voluntarios de las ONGs. Como los palestinos en Líbano. Porque no duden que Turquía se va a gastar los 3.000 millones en otras cosas, como reforzar su defensa para poder provocar a los rusos. Lo ha dicho muy claro Rajoy al salir de la cumbre: que los problemas se resuelvan allí donde tienen lugar. Raro que no haya dicho: al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. ¿Y nosotros, el pueblo, qué hemos hecho? Nada. Ni una sola manifestación. Nosotros a jalear el no a la guerra y la marcha del clima. El País, se ha permitido incluso sacar un editorial vomitivo alabando el acuerdo, centrado en lo bueno que es atraer a Turquía a la Unión Europea, como forma de desactivar el islamismo radical. Ni una palabra sobre la infame mirada a otra parte, frente a la falta de derechos en Turquía y la creciente islamización de su régimen. Y, por supuesto, ni mención a los refugiados.

Este es el mundo que tenemos. Una mierda de mundo. En Europa estamos emulando a los eslovacos. Mirando hacia dentro y enterrando la cabeza en el suelo, como el avestruz. Y luego nos sorprendemos de los atentados. Anteayer en EL DEBATE, organizado a mayor gloria de El País, no hubo ni una sola mención a la vergüenza del domingo. Estupendo. ¿Y dónde están las voces críticas? ¿Qué dice eldiario.es? ¿Qué opina de esto Soledad Gallego Díaz o Maruja Torres? No se oye una sola voz en contra de este escándalo. Ya todos los europeos somos Petra Laszlo. Hemos echado a los refugiados a patadas. Esa señora debería recuperar su puesto de reportera, porque fue una pionera de la insolidaridad europea (en realidad, puede que ya la hayan contratado de nuevo, no me extrañaría lo más mínimo). Disculpen mi tono, tan diferente del habitual. Es que estoy indignado. Me indigna la infamia de los gobiernos europeos, el silencio cómplice de la prensa y la pasividad del personal, que hace como que no se entera. Váyanse todos a la mierda.

           

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