Seguro que ya ni se acuerdan de
ese nombre. Les refresco la memoria. Petra Laszlo es la reportera húngara que
subió al estrellato cuando un compañero de profesión la filmó dando coces y
poniendo alevosas zancadillas a los refugiados sirios que corrían intentando
entrar en su país. Tal vez recuerden que esta señorita fue despedida de su
trabajo a raíz del incidente, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. Y, por
cierto, uno de los coceados sigue trabajando (supongo) como ayudante del
entrenador del Getafe F.C. gracias a la mediación
del Ser Superior, que vio en este asunto (supongo) una forma de vender más
camisetas all over the world. De todo
ello se habló en el Post #429,
“Los que la cagan”, allá por el mes de septiembre.
Eran tiempo de buenismo, de que vengan todos, que aquí los acogemos.
Cuando yo estuve en Hamburgo, un mes después, la ciudad se preparaba a recibir
a 18.000 refugiados, del total de 800.000 que alojarían en toda Alemania.
Incluso pude ver desde el coche los campamentos en donde ya se cobijaban los
primeros, en unas jaimas de buen
tamaño ordenadas en apretadas formaciones en suelos libres de
propiedad municipal. De acuerdo con las instrucciones federales, la ciudad-estado
de Hamburgo daría a sus refugiados alojamiento y comida hasta que pudieran
ganarse el pan por sí mismos, con un máximo de un año.
Al señor Mathias Kock, con quien
me entrevisté, aquello no le hacía demasiada gracia (por cierto, aprovecho para
rectificar su cargo: no era el ministro, sino el subsecretario de Urbanismo y
Vivienda, lo he comprobado después, cuando he vuelto a conectar con él). Decía
que no sabía de dónde debían detraer recursos para esa tarea. Le irritaba el hecho
de que, siendo ellos del SPD, debían cargar con una directiva de la señora
Merkel, acreditada derechista a la que su propio partido no apoyaba en esta
deriva humanitaria. La señora Merkel, como todos nosotros, estaba todavía
horrorizada por la magnitud de la avalancha y tenía, como todos nosotros,
pesadillas en las que se le aparecía el niño ahogado en una playa turca.
Por nuestra tierra corrieron
vientos de admiración por la valentía de Merkel, enfrentada a
las reticencias de su propio partido, especialmente en Baviera. Más al norte y
al este, en la Sajonia que visité en junio, los movimientos neonazis, como
Pegida, hacían manifestaciones de forma cotidiana contra la acogida de
refugiados y comenzaban a perpetrar otras acciones más violentas, como
agresiones a ciudadanos de aspecto turco, o quema de edificios que se presumía serían habilitados como albergues. Todo eso resistía la señora Merkel, en quien algunos
malpensados imaginaban intenciones menos nobles, ligadas a la baja natalidad
germana y la necesidad de contar con gente dispuesta a asumir los oficios más
duros y menos valorados en la clasista sociedad alemana.
En este blog nos reímos de los
eslovacos que dijeron que ellos no acogían a nadie, porque no tenían mezquitas.
Cuando la señora Merkel se dirigía a los países de la Unión, reunidos en alguna de
sus cumbres, para preguntar que quién se apuntaba a la tarea de realojar a los
que escapaban de la guerra y el horror, todos se ponían de canto, agachaban la
cabeza y se rascaban la coronilla para disimular. Entonces pensábamos: claro,
estos son gobernantes de derechas, son la casta, los corruptos, los lacayos del poder económico.
Pero nosotros, el pueblo, somos solidarios y daremos cobijo a nuestros hermanos
sirios. Como símbolo de ese sentimiento, el equipo de la señora Carmena desplegó una hermosa pancarta en el edificio de Cibeles, que rezaba: Welcome refugees.
Pero esos refugiados no llegaron
nunca. Y me temo que ya no vengan. Porque todo ese espíritu solidario se
ha ido a la mierda. ¿Qué ha pasado para un cambio tan radical? Pues ha pasado
que unos malnacidos han matado en París a cerca de 150 personas que se
divertían viendo un concierto o tomando una copa en una terraza. Y eso lo ha
trastocado todo. Los neonazis y la señora Le Pene (es el corrector del Word el
que me añade la e final, se lo juro)
se apresuraron a manipular el asunto, diciendo que claro, que acogiendo a tanta
gente era normal que entre ellos se nos colaran los yihadistas. Eso no se lo creyó
nadie, todos sabemos que los autores de los crímenes de París eran desclasados de las banlieues, nacidos en Francia, y que los que vienen huyen precisamente de la guerra y de la
barbarie del Isis, que te rebana el pescuezo por cualquier minucia o hasta por
capricho. Pero, a partir de ahí, las cosas han tomado una deriva irreversible y la señora Merkel
ha tirado la toalla.
Lo cierto es que esta Europa está
en crisis, en primer lugar económica, a la que no se le ve la salida. Por el
contrario, la recuperación sigue brillando por su ausencia. También estamos en
crisis de identidad, lastrados por una burocracia excesiva e ineficiente,
además del hecho de que somos demasiados países los que nos hemos integrado en
la Unión, dificultando enormemente la toma de decisiones. Y, si además nos
tenemos que defender de los yihadistas campando por nuestro territorio, pues
estamos cojonudos. Como para encima dedicarnos a acoger refugiados. Ese es el verdadero
origen del giro que ha dado la situación y que ha cristalizado en el vergonzante acuerdo
con Turquía. Tal vez ustedes no se hayan enterado bien, o no hayan valorado la
magnitud de la traición que se ha cometido este domingo con los refugiados
sirios. AQUÍ pueden leer la noticia y ver la foto de la vergüenza, con todos los jefes de
Estado posando.
Como lo oyen. Le hemos dado 3.000
millones de euros a tocateja a Turquía, a cambio de que detenga allí a los
sirios que huyen del infierno. Ya no queremos que vengan. Hay que joderse, cuánta
hipocresía. Como los sirios escapan en su mayoría por la frontera turca, se
paga a los turcos para que los retengan allí. Y además, a partir de ahora, a los
que consigan llegar a Europa (no sé por dónde) se les someterá a un duro
escrutinio para decidir si son refugiados políticos o económicos. En el segundo
caso, se les factura de vuelta a Turquía. Así que de los 800.000 que iban a
acoger en Alemania (la cifra llegó a subir al millón), nos vamos a quedar casi
en cero. Apenas los que hayan tenido la suerte de llegar antes del bloqueo y pillar algún empleo, como el ayudante
de entrenador del Getafe (se le apareció la Virgen de Fátima el día que Petra
Laszlo le dio una coz). Al resto, rápidamente los mandarán de vuelta, con el
pretexto de que les falta una póliza.
Ellos que se las prometían
felices en una Europa acogedora y solidaria. Su destino será ahora muy
distinto. Su destino será hacinarse en campos turcos de refugiados en la misma frontera con Siria. Con sus penurias aliviadas por voluntarios de las ONGs.
Como los palestinos en Líbano. Porque no duden que Turquía se va a gastar los
3.000 millones en otras cosas, como reforzar su defensa para poder provocar a los rusos.
Lo ha dicho muy claro Rajoy al salir de la cumbre: que los problemas se resuelvan
allí donde tienen lugar. Raro que no haya dicho: al que Dios se la
dé, San Pedro se la bendiga. ¿Y nosotros, el pueblo, qué hemos hecho? Nada. Ni
una sola manifestación. Nosotros a jalear el no a la guerra y la marcha del
clima. El País, se ha permitido incluso sacar un editorial vomitivo alabando el
acuerdo, centrado en lo bueno que es atraer a Turquía a la Unión Europea, como
forma de desactivar el islamismo radical. Ni una palabra sobre la infame mirada a otra parte, frente a la falta de derechos en Turquía y la creciente
islamización de su régimen. Y, por supuesto, ni mención a los
refugiados.
Este es el mundo que tenemos. Una
mierda de mundo. En Europa estamos emulando a los eslovacos. Mirando hacia dentro y enterrando la cabeza en el suelo, como el avestruz. Y luego nos sorprendemos de los atentados. Anteayer en EL DEBATE, organizado a mayor gloria de El País, no hubo ni una sola mención a la vergüenza del domingo. Estupendo. ¿Y dónde están las voces críticas? ¿Qué dice eldiario.es? ¿Qué opina de esto Soledad Gallego Díaz o Maruja Torres? No se oye una sola voz en contra de este escándalo. Ya todos los
europeos somos Petra Laszlo. Hemos echado a los refugiados a patadas. Esa señora debería recuperar su puesto de reportera, porque fue una pionera de la insolidaridad europea (en realidad, puede que ya
la hayan contratado de nuevo, no me extrañaría lo más mínimo). Disculpen mi tono, tan diferente del habitual.
Es que estoy indignado. Me indigna la infamia de los gobiernos europeos, el
silencio cómplice de la prensa y la pasividad del personal, que hace como que
no se entera. Váyanse todos a la mierda.
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