Estamos aquí tan idiotizados
entre el prusés y los afanes para
formar gobierno, que nos olvidamos de lo que pasa fuera. Como ya estoy hasta la
coroneta, escolti, del prusés y del
señor Mas, y de Rajoy y Pedro Sanchez, y de Susana y Soraya, y de Iglesias y
Rivera, pues les voy a proponer cerrar el año alejándonos de este escenario tan
casposo y aburrido. Vayámonos al espacio, a millones de kilómetros de la Tierra
y veamos lo que está pasando en aquellas desoladas lejanías. Hace años, la ciencia
ficción nos trasladaba a mundos no por imaginarios menos sugerentes. Estrellas con
connotaciones poéticas a años luz de la Tierra, como el Alfa de Centauro, la
más cercana, donde hacían su primera escala los viajes interestelares, o el
Delta de Casiopea, casi a cien años luz, que se presumía habitada por extrañas
criaturas alienígenas.
Van pasando las fechas clave de la ciencia ficción histórica, sin que nada tremendo suceda: el 1984 de Orwell, el 2001 de Arthur C. Clarke. Pronto pasaremos también el 2024, la fecha en que transcurre Blade Runner, la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos. Y pasará también sin pena ni gloria. No hace falta recurrir ya a la fantasía. La pesadilla del cambio climático ha llegado y está entre nosotros. Ya han podido ver a la gente tomando café en las terrazas de Broadway en pleno diciembre, las estaciones de esquí arruinadas, la gente bañándose en las playas del Mediterráneo y las plantas floreciendo en pleno invierno, creyendo que están en primavera. La realidad supera siempre lo que pueda imaginar el escritor o guionista más descabellado. Este año, el cambio es ya innegable. La cumbre del clima en París ha sacado un acuerdo de mínimos que llega tarde, acuerdo en el que ha habido que sustituir el tiempo verbal deberá por el condicional debería, para conseguir la firma de los USA.
Van pasando las fechas clave de la ciencia ficción histórica, sin que nada tremendo suceda: el 1984 de Orwell, el 2001 de Arthur C. Clarke. Pronto pasaremos también el 2024, la fecha en que transcurre Blade Runner, la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos. Y pasará también sin pena ni gloria. No hace falta recurrir ya a la fantasía. La pesadilla del cambio climático ha llegado y está entre nosotros. Ya han podido ver a la gente tomando café en las terrazas de Broadway en pleno diciembre, las estaciones de esquí arruinadas, la gente bañándose en las playas del Mediterráneo y las plantas floreciendo en pleno invierno, creyendo que están en primavera. La realidad supera siempre lo que pueda imaginar el escritor o guionista más descabellado. Este año, el cambio es ya innegable. La cumbre del clima en París ha sacado un acuerdo de mínimos que llega tarde, acuerdo en el que ha habido que sustituir el tiempo verbal deberá por el condicional debería, para conseguir la firma de los USA.
Pero ya saben que el ser humano
es el ente capaz de lo mejor y de lo peor. Así que, además de crear las condiciones
para este cambio climático de consecuencias desconocidas, también somos capaces
de acometer hazañas ciertamente prodigiosas. ¿Han oído ustedes hablar de la
nave Rosetta? Si la respuesta es sí, no tienen por qué seguir leyendo,
ya estarán al tanto de lo que voy a contarles. Para los que no la conozcan,
ahí va esta sugerente historia. La nave Rosetta es un proyecto de la Agencia
Espacial Europea ESA. A partir de la idea de que los cometas pueden tener la
clave del origen del mundo, la ESA lleva décadas intentando estudiar la fugaz
esencia de estos misteriosos vagabundos del espacio. En 1986, la nave Giotto, otro proyecto
de la ESA, consiguió acercarse a una distancia prudencial del gran cometa Haley
y hacer algunas fotografías. Después de eso, el reto era posar un módulo sobre
la superficie de algún cometa.
El problema era peliagudo. Para
empezar, se necesitan al menos ocho años de vuelo para llegar a cualquiera de
estas rocas voladoras. Y, además, hay que economizar energía, por lo que se pensó acercar la nave a algunos planetas y aprovechar la fuerza de sus respectivos campos gravitatorios para tomar impulso. Por último, hay que acompasar la velocidad y la
trayectoria de la nave a la propia del cometa, para conseguir un aterrizaje (o acometizaje, o como coño se diga) suave y sin daños a sus
instrumentos. A finales de los 90, el proyecto estaba listo. La nave, de cinco
toneladas y bautizada como Rosetta, se acercaría a Marte y a la propia Tierra
las veces que hiciera falta hasta propulsarse en busca del cometa Wirtanen, el
elegido para el proyecto, un trozo de hielo de apenas un kilómetro de diámetro.
En julio de 1999 se presentó el plan de vuelo. La nave despegaría en 2003 y
llegaría al cometa en 2012. Debería acompasar su movimiento al del cometa,
acercarse a unos dos kilómetros y empezar a fotografiarlo. Y soltar un pequeño
robot, llamado Philae, de apenas 100 kilos, que debería posarse suavemente para no
salir rebotado por la falta de gravedad y lanzar enseguida unos arpones para
afirmarse. Aquí ven una recreación fotográfica del asunto. La nave madre, esa especie de gran libélula que despliega sus gigantescas alas hechas de paneles solares, en el momento de parir a su hijo, el pequeño Philae, que se apresta a posarse sobre la superficie helada del cometa.
Pero en diciembre de 2002, un
cohete Ariane de prueba, similar al que debía proyectar al espacio a la nave Rosetta, estalló y se desintegró poco después del lanzamiento. La ESA decidió retrasar
el lanzamiento de la nave, que no se produjo hasta el 2 de marzo de 2004. Ese
día Rosetta salió finalmente, con destino a un cometa diferente: el llamado 67P/Churiumov-Gerasimenko. La nave
estaba programada para llegar al cometa a comienzos de 2014. Antes atravesaría
el llamado cinturón de asteroides, lo que aprovecharía para estudiar y fotografiar a dos de ellos.
Las placas solares gigantes de la nave le permiten
captar la radiación solar y recargar las baterías de sus diversos dispositivos.
Pero a mediados de 2011, debía entrar en modo hibernación por estar demasiado
alejada del sol en su aproximación a la trayectoria elíptica de 67P. Vean esta animación,
elaborada por la propia ESA, en la que se observan todos los movimientos de la nave. Póngansela en pantalla grande. El sol en el centro, las órbitas prácticamente circulares de Mercurio, Venus, la
Tierra y Marte. Afuera, el gran Júpiter asoma a veces.
El despertar de Rosetta, tras 31 meses de hibernación, estaba
programado para el 20 de enero de 2014, exactamente a las 10 de la mañana. La
nave debía enviar una señal de confirmación del despertar más o menos a las
18.30, pero se retrasó unos 45 minutos, lo que causó un gran nerviosismo en los
científicos, que luego estallaron de júbilo. Inmediatamente empezó a enviar
toda la información recopilada a lo largo de esos más de dos años y medio de sueño con un ojo abierto. Comenzó entonces a acercarse al
cometa, al que empezó a fotografiar como un
punto en la lejanía, que poco a poco iba aumentando de tamaño. Estaba previsto que alcanzara su destino en la
primera semana de agosto. En julio, la nave empezó a encender en breves lapsos
sus motores de frenado. En agosto ya estaba en la órbita del cometa, un
pedrusco de unos 4 kms de diámetro que deja tras él una cola de gases de 19.000 kilómetros.
Precisamente, el interés por los cometas se basa en la idea
de que son los elementos más inalterados de nuestro sistema solar, que se mantienen
tal como eran hace 4.500 millones de años, momento en que se estima que se formó el sistema solar. Se cree
que el agua de nuestros océanos no tiene origen interno, de la Tierra, y podría haber
sido aportada por asteroides o cometas que hubieran chocado con ella. AQUÍ
pueden ver un gráfico que muestra las características de Philae y la trayectoria de la maniobra del aterrizaje, programado para el 12 de
noviembre del año pasado. El robot tomó tierra en el cometa con puntualidad germana y empezó a
mandar señales, entre ellas mensajes de Twitter. “Ahora que estoy seguro sobre
el suelo, este es el aspecto que tiene mi nuevo hogar 67P desde mi posición”,
escribe con sus primeras fotos. El robot es una criatura tierna, que parece
tener sentimientos, se hace selfies y envía comentarios ingeniosos. Se comunica
en todo momento a través de su madre Rosetta, por lo que, cuando ésta queda oculta
en su órbita, los mensajes se interrumpen.
Pero Philae apenas tenía batería para tres o cuatro días.
Después, cayó en el silencio planetario. Más o menos era lo previsto, aunque había sucedido algo que no estaba en el cuaderno de ruta: el
robot, criatura, parece que rebotó dos veces al intentar posarse y no consiguió afirmarse hasta la
tercera. La idea era que se hubiera posado en un lugar prominente, desde el que pudiera captar la
radiación solar, aprovechando que el cometa se dirigía a su punto más cercano
al sol, pero no no se sabe si quedó finalmente en el lugar previsto o está medio a la sombra.
Antes de agotar sus baterías primarias, se le ordenó entrar en hibernación. Durante su breve tiempo de comunicación, Philae había enviado algunos datos cruciales. El
análisis de los líquidos que eyecta el cometa por su cola, revela que no tienen
nada que ver con el agua de la Tierra. Así que, por ahora, parece descartarse que el agua de los océanos venga de algún cometa.
Mientras tanto, Rosetta seguía mosconeando alrededor de la roca, cada vez más cerca. Y en julio de este año se produjo el milagro: Philae se reactivó de nuevo y reanudó el envío de información a Rosetta. No se sabe si fue debido a la cercanía del sol o a la proximidad igualmente cálida de su madre voladora. Durante tres días envió nuevos y sorprendentes datos. De acuerdo con ellos, en el cometa hay moléculas precursoras de proteínas, azúcares y hasta de ADN. Dieciséis productos orgánicos en total. El origen de la vida en la Tierra. Se refuerza la teoría de que estos elementos llegaron en algún cometa que chocó contra nosotros. El 13 de agosto era el día en que el cometa alcanzaba el perihelio, el punto más cercano al sol. Pero Philae se había quedado mudo de nuevo. Los científicos están convencidos de que está vivo. Yo creo que a lo mejor está deprimido. Los datos que Rosetta, a su vez, sigue remitiendo, revelan evidencias de oxígeno en la cola del cometa.
Mientras tanto, Rosetta seguía mosconeando alrededor de la roca, cada vez más cerca. Y en julio de este año se produjo el milagro: Philae se reactivó de nuevo y reanudó el envío de información a Rosetta. No se sabe si fue debido a la cercanía del sol o a la proximidad igualmente cálida de su madre voladora. Durante tres días envió nuevos y sorprendentes datos. De acuerdo con ellos, en el cometa hay moléculas precursoras de proteínas, azúcares y hasta de ADN. Dieciséis productos orgánicos en total. El origen de la vida en la Tierra. Se refuerza la teoría de que estos elementos llegaron en algún cometa que chocó contra nosotros. El 13 de agosto era el día en que el cometa alcanzaba el perihelio, el punto más cercano al sol. Pero Philae se había quedado mudo de nuevo. Los científicos están convencidos de que está vivo. Yo creo que a lo mejor está deprimido. Los datos que Rosetta, a su vez, sigue remitiendo, revelan evidencias de oxígeno en la cola del cometa.
Un cometa que ya ha empezado a alejarse del sol, lo que garantiza
la muerte definitiva de Philae. Y aquí lo más sorprendente: los días 22 y 25 de diciembre,
el robot emitió un par de bips. Como de despedida. El primero supongo que quería decir: Vaya, otro año que no me toca la Lotería. El segundo tenía sin duda por objeto felicitarle las pascuas a su madre. Tal vez no se crean todo esto, pero lo
cuenta nada menos que la Voz de Galicia. AQUÍ pueden comprobarlo. En unos días se perderán todas las esperanzas de recuperar
al entrañable Philae. A partir de enero el sol empezará a quedar demasiado lejos de nuestro atribulado y tierno robot. Su madre, la nave Rosetta, seguirá su mismo destino. Estaba previsto que continuase mandando información un mes más, pero parece que han prorrogado su misión durante otro año. Después se posará
sobre el cometa y se abandonará al vacío de la muerte a millones de kilómetros de nosotros, al lado de su querido hijo, para pasar juntos a la eternidad. Un final muy alejado del habitual de las películas de Spielberg.
Y nosotros aquí, preocupados por si Rajoy ha dormido bien, o si a Mas le ha salido un sarpullido asambleario. No me digan que no son mucho más
apasionantes estas otras historias reales, que han dejado en juego de niños a
la literatura de ciencia ficción. El mundo está lleno de relatos luminosos.
Aprovéchenlos. Amanece 2016 y yo también aprovecho para enviarles mis
mejores deseos para los tiempos que vienen. Que pasen unas felices fiestas y que tengan un estupendo año nuevo.