Así es como les tengo, pendientes
de un hilo, pero no sufran, que no los voy a dejar tirados. A una semana de
irme a Hamburgo y con un cerro de cosas por hacer, aquí me tienen aprovechando un
pequeño pliegue del tiempo para ponerlos al día. No se preocupen, hombre. Ya
les he dicho que tengo intención de mantener el blog, aunque in a slower frequency. Esta semana es
crítica, porque voy muy retrasado en la escritura de mi texto de 15 páginas
sobre Madrid Río, y además he de elaborar un cuestionario de temas a plantear a
los alemanes y una memoria convincente sobre esta aventura, para incorporarla a
la petición (firmada por mi Director General) a Recursos Humanos para que me consideren
los días 13 y 14 como jornadas de trabajo externo. Como también les he dicho, se
trata de un test decisivo para confirmar si los tiempos han cambiado de verdad.
Durante el Trienio Negro
felizmente finiquitado, una petición como esta habría acabado en la papelera.
La carcelera nazi que nos controlaba el horario hubiera argumentado que nadie
me había dado orden de ir a Hamburgo, que lo hacía yo como cosa mía. Eso es
verdad. Pero no es menos cierto que no me voy a Hamburgo de vacaciones. Que he
tenido una iniciativa de la que espero sacar unos determinados resultados que
resulten útiles para la ciudad y el Ayuntamiento para los que trabajo. Resultados
que tampoco puedo garantizar al cien por cien. Pero me pago yo el billete y la
estancia de dos noches. Así que veremos si mi petición prospera. Desde la
cúpula municipal se nos impulsa a tomar iniciativas, pero yo, hasta que no lo
vea, no me creeré que me dan esos días como jornadas de trabajo fuera de la
oficina. Recursos Humanos no es el
nombre real de la unidad que tiene que concederme los días. Tampoco lo era Asuntos Internos, como llamaba yo a los
de antes (mal rayo les parta).
El caso es que esos textos que he
de escribir me ocupan los pequeños lapsus de tiempo libre que tengo a lo largo del día y
que en este último mes usaba para escribir mis posts. Porque no se crean que mi
peripecia laboral ha cambiado bruscamente de un día para otro. No, no. Ha sido
un proceso gradual. En realidad fui yo el que cambié de actitud y empecé a
preparar cosas por mi cuenta. Lo demás fue rodando. Cuando empecé a bailar bajo
la lluvia, no tenía ninguna seguridad de que fuera a perder mi condición de
funcionario menguante, de sujeto amortizado en trance de convertirse en invisible.
Podría decir como James Brown: I knew that
I would, pero no es cierto. Yo no supe que pasaría. Vale, tranquilos, que ya se lo
pongo: I feel good, I knew that I would
now.
Además de escribir esos textos, resulta
que me espera una semana marinera. Esta mañana me la he pasado entera fuera de la oficina, por lo
que les cuento más abajo. El jueves he de recibir a una delegación del Ayuntamiento
de Leiden, pequeña ciudad holandesa cuyos funcionarios quieren enterarse de
todo lo concerniente a Madrid Río, en el contexto de la historia del urbanismo
madrileño. Se lo contaré en inglés a primera hora en un local que me presta la
Junta de Distrito de Arganzuela, desde la que saldremos luego a dar una vuelta en
bicicleta por el parque. Es decir, toda la mañana ocupada. Y el viernes tengo a otra visita, esta
vez de Helsinki. Por fortuna, estos vienen a la oficina de mi destierro y no seré
el único orador, por lo que sólo me harán perder una hora.
Ya sé lo que están pensando. Que
podría haber usado el fin de semana para escribir mis textos. Pero es que en
el fin de semana tampoco he parado. El viernes me tuve que quedar en el curre
hasta las cinco de la tarde para redondear horario (era último día de mes y,
como les digo, aun no sé si esto lo controla Recursos Humanos o Asuntos
Internos, y no conviene hacer probaturas antes de tiempo). A esa hora me
fui a casa y bajé a correr. Después de ducharme y cenar, salí caminando hasta
el antiguo Café Lyon, enfrente de Cibeles. Este lugar se llama ahora The James Joyce Irish Pub y presta su
local para conciertos. A las 11 estaba programado el concierto del grupo Roma, que lidera mi colega Manolo
Maestre, después de Jimmy Hendrix el mejor guitarrista que he visto nunca y no
exagero. Este hombre ha tocado más de 20 años en grupos locales de heavy metal, antes de montar su propio
grupo, que completan su mujer (cantante), bajo y batería. Hubo que esperar a
que terminara el partido del mundial de rugby que daban por varias pantallas gigantes,
para que pudieran empezar a tocar.
Total, que acabamos a la una y
media. El sábado estaba reventado y resacoso, así que dediqué la mayor parte
del día a leer, porque he de terminarme el libro de Murakami cuanto antes, para
poder meterme con el primero del Club de Lectura, cuya rentrée tendrá lugar el próximo 20 de octubre. Y bajar a un bar a
ver el partido del Dépor por la tarde. El domingo, fui al cine a ver Irrational Man, la última película de
Woody Allen, que les recomiendo sin dudarlo, aunque reconozco que con este señor, igual
que con Murakami, no soy una fuente muy imparcial. Allen es un genio y además
un currante: cada año hace al menos una película. Algunas son peores. En mi
opinión, ésta es de las buenas. Si les gustó Match Point, digamos que ésta
explora la misma senda argumental, con un guión redondo en el que el más mínimo
detalle acaba siendo trascendental, y con un Joaquin Phoenix extraordinario, como
siempre.
Fui al cine a las 4 de la tarde,
porque a las 7 había quedado en el Café Central con mi amigo Werner, compañero de
aventura en Hamburgo, para centrar un poco los aspectos técnicos de lo que
vamos a hacer por las tierras hanseáticas. Werner es el padre de este viaje (y
yo la madre), que concebimos en otra reunión loca en la que terminamos cogiendo
dos bicicletas del sistema público de la señora Botella, para volver a casa. Esta
vez continuamos con medio chuletón en el Viña-P, en plena Plaza de Santa Ana, donde
proseguimos nuestra tarea de cultivar ideas para esta aventura de resultado
incierto. Eran las mil y monas cuando me despedí de él y enfilé la calle
Huertas hasta mi casa, bajo una llovizna insidiosa, fenómeno climatológico al
que saben que los coruñeses somos inmunes.
Y ya que hemos hablado de lluvia,
esta mañana ha caído un chaparrón importante y ¿qué ha pasado? Pues lo
previsible. Un atasco estratosférico. En esta ciudad, en cuanto caen cuatro
gotas, los conductores se atocinan, les entra la cagueta y el tráfico se
colapsa. Si los de La Coruña hicieran eso, la ciudad estaría todo el año
atascada. Por fortuna, esta mañana he usado el transporte público y me he ido
al trabajo en Metro. No lo he hecho por la lluvia, sino porque tenía que ir al
Ministerio de Fomento para participar en la jornada inaugural del Mes Mundial
de Hábitat, como flamante miembro del Comité Nacional en representación del
Ayuntamiento. Esté Comité lleva más de 20 años funcionando y nunca había habido un
representante formal de la ciudad de Madrid. Ya estaba el PP en el poder
municipal cuando se creó.
Así que, igual que en la Semana
de la Movilidad se producen unos atascos gigantescos, hoy hemos brindado por el
Día Mundial del Hábitat con un colapso urbano integral. Cosas de una ciudad completamente desfasada en política de movilidad. La jornada se acababa a mediodía, así que
he cogido el 27 y me he ido a casa. Antes de comer, me he tomado una caña en El Brillante y se
me ha ocurrido decirle a Álvarez que quería hacerme una foto con él, con el
uniforme de camarero, para colgarla en el blog. Menuda bronca me ha echado.
Pero bueno –decía–, a qué tanta foto y tanta mariconada. Hombre, como te vas a
jubilar… ¿Quién lo ha dicho? Joder, Álvarez, tú mismo me lo dijiste, que te vas
el 1 de noviembre. Pues de eso, nada: de aquí no me mueve nadie hasta las navidades y luego ya veremos. En fin, qué carácter
tiene este hombre, oyes. Ya que no puedo cerrar este post con la foto que se
merece, pues les pondré otra que no le va muy a la zaga. Corresponde a la sesión del Club de Lectura
con Leonardo Padura, que entonces no sabía que unos meses más tarde sería
galardonado con el premio Princesa de Asturias de las letras. El de la izquierda es otro
ilustre: el gran Ronaldo Menéndez, sublime escritor cubano que dirige nuestro Club. Que duerman bien. Y no
sean angustias. Esto sigue. Como decía mi padre: hasta que nos muéramos.
Querido amigo: la foto que nos prometes con Padura y Menendez está en blanco. Ya sabes, no estoy dispuesto a consentir fallos en este blog. A reponerla.
ResponderEliminarAlfred.
Amigo, esto es como una tortura. Como no sé exactamente por qué pasa unas veces y por qué se arregla luego, pues no sé cómo arreglarlo. He hecho una maniobra de borrarla y volverla a subir. Ya me dices si ha funcionado. Luego tal vez no tenga tiempo de intentar más cosas. Gracias por tuayuda.
EliminarLamento torturarte y dar el coñazo con este tema de la iconografía, yo sigo sin poder ver la foto y para más coña veo que en el siguiente comentario hacen referencia a ella y encima dice que es impresionante. No te preocupes, me conformaré con los textos. Gracias.
EliminarNo se que ha ocurrido pero ya veo la foto. Cousas do demo. Que disfrutes en tus viajes y te cuenten los días como trabajados, pues es lo que son. Gracias de nuevo.
EliminarAmigo Alfred, esto de los sistemas informáticos es cosa de meigas. No dejes de avisarme cunado te pase esto con una de mis fotos. Intento encontrar una solución definitiva, para que ya no pase más, pero aun no he dado con ella. Un abrazo.
EliminarImpresionante la foto de la reunión de rabadanes, como decíamos hace años. Seguro que no desmereces demasiado de tus compañeros, aunque hayas derivado en bloguero. Felicidades. Y no dejes de escribir, en el blog o donde sea. Has parado cinco días y ya detecto yo una bajada de calidad correspondiente (es coña, por supuesto).
ResponderEliminarGracias por tus elogios. Procuraré seguir regando el tiesto del blog, que tanto me divierte cultivar. Y lo de la bajada de calidad será coña para ti, pero yo lo estoy notando también.
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