Ese soy yo, sí señor. Hace año y
medio, en mi post #107 “Punto y seguido al Hombre Nuevo”, me proclamaba
encantado de que me hubieran trasladado a un edificio de la periferia, de trabajar
en una oficina paisaje y otras novedades, en un texto que acababa con las
siguientes palabras: Están ustedes ante el Hombre Nuevo, primaveral, optimista, bajo en colesterol, con la ITV superada, con nuevo despacho (es un decir), con la casa llena con las plantas que me he llevado del despacho viejo, con mi Smartphone cargado con la música que más me gusta y mis auriculares a estrenar, listo para continuar la pelea y seguir escribiendo en mi blog, mientras paso las mañanas bailando al son que me toquen. ¿Acaso debería estar amargado? Yo creo que no. Sólo me falta que el Deportivo salga del Domingo de Resurrección con posibilidades de quedarse en Primera. Para eso debe ganar o empatar en casa del Mallorca. Veremos. El Deportivo es también un Equipo Nuevo, desde que ha llegado un entrenador de la tierra, que lo primero que ha hecho es mandar a la grada al negro Evaldo ¡¡¡Arre carallo!!!
En
este año y medio, el Dépor bajó a Segunda, volvió a subir, se deshizo de su
entrenador gallego y hasta del presidente
de la cara de berberecho (eso dice el seguidor más entusiasta de mi blog, a
quien no he podido identificar todavía para darle el abrazo que le debo; yo más
bien lo veía clavadito a un rodaballo), y otra vez lucha por no caer a las
catacumbas: para eso tiene que conseguir que al final de la Liga haya, al
menos, tres equipos por detrás de él. O sea, que, en este aspecto, estamos como
siempre. En mi tierra, donde abundan los optimistas como yo, suele decirse: Estades
millor que queredes. Por el camino se nos ha quedado uno de los seguidores
del blog más fieles y queridos, cuya personalidad y sentido del humor tanto se
echa de menos, una pérdida que siempre tendremos presente.
Lo
del nuevo edificio pronto se reveló como algo nefasto, y así quedó registrado
en el post #237 “Espectros en el Campo de las Naciones”. Ahora mismo, mis
compañeros y yo nos sentimos aherrojados en esta especie de Isla de Alcatraz,
eso sí, en situación carcelaria de tercer grado, lo que se conoce como régimen
abierto o pase pernocta, que nos permite salir a dormir a nuestros domicilios. En
este punto, con la legislatura ya de capa caída y la señora jefa liberada
después de anunciar su retirada de la competición, no queda otra que aguantar
el tipo, apretar el culo y cruzar los dedos, a ver si vienen tiempos mejores. Y
pasar lo más desapercibido posible, como en la mili.
Otro
tema que ha evolucionado es el asunto del running. Después de casi 30 años
corriendo, por primera vez tuve molestias en la espalda a finales de 2013. Paré
de correr durante unos ocho meses (con lo que me demostré a mí mismo que no soy
un adicto), pero la molestia en la espalda no desapareció. Ahora he vuelto al
tajo, siguiendo los consejos de mi amigo Juanmi el Guitarrero, el luthier del
barrio, del que ya les he hablado. De acuerdo con él, uso una faja de neopreno,
bajo la que me doy una capa de Traumeel, y, de esa guisa, salgo a correr los
lunes, miércoles y viernes por El Retiro, bajo los castaños de Indias ya
dorados por el otoño, que este año viene precioso. Completo mi parte física
yendo a nadar un día por semana, martes o jueves, en función de mis restantes
actividades. Lo hago al salir del curre, en el Polideportivo Luis Aragonés, a
diez minutos de mi oficina y más o menos por donde desarrollaba sus actividades
el Pederasta de Ciudad Lineal. Para mí, la noticia no es que lo hayan atrapado,
sino que esta vez no es un cura, con perdón de sensibilidades afines. Se
preguntarán ustedes: ¿y la espalda? Pues me sigue doliendo, pero cada vez
menos.
Pero,
tal vez lo que más define mi nueva etapa de hombre supernuevo es la cantidad de
medicamentos y sustancias euforizantes que consumo, algo que en cierta forma me
supone asumir por primera vez que soy una persona mayor que ha de tomar sus
pastillas con regularidad, porque si no, no sirven para nada. En mi mente tengo
asociada la imagen de los viejos con una cajita, llamada pastillero, de la que
en cada comida sacaban cuatro o seis grageas que se calzaban obedientemente entre
plato y plato. He aquí los potingues que me administro, por si les sirven de
indicativo.
-Seis pastillas diarias de colágeno con magnesio, de
las comercializadas por la doctora Ana Lajusticia. Están recomendadas para la reconstrucción
de los diversos tejidos del cuerpo dañados, tanto por el deporte, como por la propia
vejez. Dos al desayuno, dos a la comida, dos a la cena.
-Un frasquito de Artilane por las mañanas, para las
articulaciones de las rodillas. El Artilane, tiene también colágeno y ácido
hialurónico, que no sé lo que es, pero debe de ser buenísimo. Además es lo que
toma el rey padre, para sus maltrechos tendones.
-Una pastilla de Crestor, 10 miligramos, cada dos días,
para el colesterol. En realidad es el único medicamento tradicional que tomo,
bajo prescripción médica. Lo demás son ayudas de parafarmacia que me
autorreceto yo mismo.
-Aproximadamente dos veces por semana me desayuno un
té de ginseng rojo coreano, que está malísimo (puede suavizarse con miel), pero
que, tomado en ayunas, te pone como un tiro para todo el día. Me regalaron una caja
los de una delegación de Seul, de esas que recibo y paseo por la ciudad y es
realmente un invento. Procuro no abusar, sólo lo tomo los días en que tengo un
programa apretado.
A
todo esto hay que añadirle un par de cafés y en torno a un litro de cerveza al
día. Después de un mes a este ritmo, me veo cada vez más cerca de correr alguna
carrera de 10 kilómetros, de las que se organizan en los barrios de
Madrid. Como llegaré a la meta en el pelotón de cola, no me veré obligado a
pasar el control antidoping. Si no, estaba apañado
Por
último, la otra seña de identidad de mi condición de hombre supernuevo es mi
ordenador formateado y con el Windows-8. Bueno, me ha costado, pero ya lo tengo
y es extraordinario. Un amigo me había prevenido: él había formateado su
ordenador y lo siguiente que hizo fue llevarlo al Punto Limpio. Espero que no
sea mi caso. De momento, para celebrar el estreno, les voy a poner un poco de
música (en el curre tenemos el youtube capao). Algún lector me ha acusado de no poner nunca rock de después de los 70.
Es que, para mí, lo que se hizo en esos años no se ha igualado. No obstante, ahora
se graban cosas decentes. El joven que le pongo abajo se llama George Ezra y es inglés.
Tiene 21 añitos (podría ser mi nieto) pero, preguntado por sus referencias
musicales, cita a Bob Dylan y a Woody Guthrie. No va descaminado el zagal. Este
mismo año ha conseguido un bombazo con el tema Budapest. Aquí lo tienen.
No
me digan que no les ha gustado. Es muy pegadizo eso de uuuuuh, I'd leave it all. Por ti lo dejaría todo, nena. Aprovechando el éxito, el mozo anda de gira
por Europa y recalará por Madrid el próximo día 10 de octubre. Si me decido a
ir a verlo, habré de tomarme un té de ginseng rojo coreano ese día. Hombre, hay que reconocer que los
clásicos son los clásicos. En 1959, uno de los que más molaban era Eddie Cochran.
Era un crack. Tenía también 21 añitos. Por aquello de cambiar de sabor, les dejo un vídeo de ese año, rescatado de la TV. Duerman bien.
Con 21 años cualquiera tiene esa frescura. Desde luego que yo prefiero el uuuuuh c'mon everybody, que el uuuuuh I'd leave it all, pero te agradezco que nos hayas descubierto al chaval. No tenía ni idea de su existencia y la canción tiene gracia.
ResponderEliminarA mí también me gusta más Eddie Cochran, pero eso sólo indica la edad que tengo. Por cierto, anoche, con la premura de acabar mi post antes de cenar, se me olvidó citar que me he pasado al champú Fructis-Adiós-Daños y, desde entonces tengo el pelo como el cabezal de una fregona Vileda (o como si hubiera metido dos dedos en un enchufe). Otra de las señas de identidad del hombre supernuevo.
EliminarLo del ácido hialurónico debe de ser la hostia de bueno; Carlitos de la Vega lo recomienda muy vivamente y no hay más que verle, está tan seductor.
ResponderEliminarComo dice el de la conversación telefónica xxx (Entrada nº266): Pues yo no noto nada. Y tampoco me ha dicho nadie que me vea más joven. Tal vez sea algo para evitar mayores deterioros, pero de ahí a arreglar los anteriores, va un mundo.
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