Bueno, ha sido contarles mis
aventuras ciclistas del viernes con una guapa rubia quebecoise y
generarse una expectación desmedida acerca de cómo terminó la cosa, no sólo por
parte de un comentarista cachondo que me vacila al respecto, sino de varios
compañeros/ñeras del curro, que dicen descubrir una luz especial en mis ojos
esta semana, que me ven inusualmente contento, de lo cual coligen que todo eso
que digo de la primavera y la luz de la ciudad son en realidad simples
metáforas de una especie de beatitud o plenitud interior, próxima al nirvana,
en el que habría entrado tras mi encuentro con la señora Lemieux.
Desde luego, cuidao que sois ustedes cotillas y malpenzao’, joé,
cagüen mis muertos. Está bien. Les cuento. La señora Lemieux trabaja
en el Área de Cultura del Ayuntamiento de Québec. Lógicamente, su programa
incluía El Matadero y otros centros, como La Tabacalera, un lugar alternativo
ligado, digamos, a una especie de cultura okupa tolerada. Quería visitarlo por
la tarde, después de comer, y yo me ofrecí a llevarla en coche hasta la puerta
(a mí no se me ha perdido nada en la Tabacalera). Me dijo que no, que
necesitaba caminar, y la entendí perfectamente: se había tomado dos copas de
vino blanco helado con la comida, y eso le había inducido que se le viniera
encima todo el cansancio del viaje transoceánico, la estancia en Granada y
aquella larga mañana de actividades.
Así que buscamos en el Google
Maps la ruta a pie a la Tabacalera y salimos a Legazpi. Allí le indiqué dónde
arrancaba el Paseo de las Delicias y nos despedimos con un abrazo de colegas.
Luego cogí el coche, me fui a casa y me eché una siesta merecida, tras cuatro
horas de esforzarme en entender el francés quebecois cerrado de mi guapa
interlocutora, que no paraba de hablar ni subida en la bicicleta. Necesitaba
también la siesta para coger fuerzas para el weekend de verdad, que
empezaba justo después y en el que me lo pasé muy bien y tuve momentos de especial
felicidad y alegría, que no les voy a detallar aquí porque corresponden al
nivel de intimidad que no se comenta en este foro público (momentos que son el
motivo principal de que esté tan contento estos días, y no los que algunos de
ustedes se maliciaban, so listos). Como ya he dicho otras veces, el que quiera
cotilleos, que se compre el Hola.
Y, para colmo, como si no tuviera
bastante con estas cosas, más el estirón del Deportivo hacia la primera
división, más el subidón de la primavera y todo lo demás, ayer me entero de los
resultados de las elecciones del estado de Québec y la victoria holgada de los
partidos que defienden el federalismo, frente a los paletos separatistas que
pretendían fragmentar el Canadá. Y no puedo dejar de pensar que, al menos la
parte más inteligente y avanzada de nuestro mundo desigual, camina en la
dirección correcta. A pesar de lo que está pasando en Ucrania. Los malpensados
que siguen mi blog seguro que creen que es mucha casualidad que justo ahora
salga este tema, pero les juro que yo no sabía nada de que el domingo hubiera
elecciones en el Québec. Por lo que leo, los resultados han sorprendido a todo
el mundo.
Este tema, y su relación con el
llamado conflicto catalán, se merece un post exclusivo que dejo para otro día.
Porque algunas de las cosas que he vivido en este bonito fin de semana de
primavera, sí que se pueden contar, ya que son atribuibles al personaje
protagonista del blog, ese que me esfuerzo en interpretar cada día. Ya saben,
ese tipo inasequible a la vejez y al desánimo, que no se arredra ante ninguna
dificultad, al que no le pasan putadas, ni se le mueren personas queridas, ni
se lleva disgustos de ningún tipo. El sábado noche, por ejemplo, asistí a la
presentación de la novela Todo lo que existe, que mi amiga Ángeles
Sánchez ha logrado publicar y que desde aquí les recomiendo vivamente. Creo que
no es un libro que se venda en todas las librerías; para hacerse con él hay que
pedirlo a través del Círculo de Lectores, o por alguna página como ésta que les
pongo a continuación y que incluye una reseña bastante precisa de la historia
que se narra.
Conocí a Ángeles a través de su
marido, mi colega Billy de la Calzada, arquitecto y bluesman de altura y todavía mejor persona, a quien está dedicada
la novela. Es una dedicatoria escueta, desnuda, que no requiere otras
explicaciones o detalles: uno abre el libro y en el centro de su primera hoja
dice “A Billy de la Calzada”. Hace más de un año leí un borrador del texto. Y el
otro día le compré cuatro ejemplares, uno para mí y tres para regalar dedicados
a personas que creo que sabrán apreciarla. Que una colega haya conseguido el
difícil anhelo de ver su primera obra larga en papel, es otro de los motivos
por los que estoy tan contento.
Ángeles es una mujer dulce,
cariñosa, maternal, próxima, siempre sonriente, y sorprende un montón empezar a
leer su libro y encontrarse en medio de una trama angustiosa, descarnada,
crispada, de mafiosos agresivos y violentos, de gente que se rige por la ley de
la calle, y encima contada desde el punto de vista de un adolescente que
intenta orientarse en ese medio difícil, un tipo con la confusión típica de
esos años en que uno se ve de pronto encerrado en un cuerpo de adulto, urgido
por unas hormonas que no dan tregua y teniendo que descubrir las claves de cómo
moverse en el mundo de los mayores sin salir dañado. La autora logra con éxito
meterse en la mente de ese personaje, con su típico lenguaje chulesco, de
ribetes incluso machistas, en un esfuerzo creativo admirable.
Lo curioso es que Ángeles
presentó el libro al concurso del Círculo de Lectores, donde fue seleccionado
por el Jurado junto con otras dos novelas, que se colgaron en la Web del club,
para que los socios las leyeran y votaran por la que les pareciese más
merecedora del premio. No es por pasión de amigo, pero las otras dos novelas
eran mucho peores. Sin embargo, el premio fue a caer a uno de esos bodrios, y
mi amiga se llevó un disgusto grande. Yo también me enfadé mucho y el fallo me
hizo replantearme la validez de estos concursos resueltos por el voto popular.
Pero, unas semanas después, los del Jurado telefonearon a Ángeles. Le dijeron
que no estaban de acuerdo con el veredicto popular, que no tenían duda de que
su novela era la mejor, y que, por primera vez en la historia del premio y en
contra de sus propias bases, iban a recomendar la edición de un finalista. A
partir de aquí, todo fue sobre ruedas.
Así que no sé a qué esperan para
hacerse con la novela. Es un relato con un comienzo demoledor, cuya tensión no
cede hasta el final. Ya sé que no hacen demasiado caso de mis recomendaciones,
pero yo soy tozudo y siempre les insisto. Por ejemplo, el otro día les hablé de
la película El mundo es nuestro y seguro que aun no se la han comprado.
Yo sí, el domingo en la FNAC, vale sólo 5€ y les repito que van a tener que
verla al menos dos veces, porque en la primera las carcajadas propias y ajenas
no les van a permitir entender completamente todos los diálogos. Yo sé lo que
les puedo o no recomendar. Por ejemplo, el domingo fui al cine a ver una
película cojonuda. Se llama Ida y es polaca. Es en versión original
subtitulada, en blanco y negro y en un formato cuadrado bastante pequeño. Quien
vaya a verla debe saber estas cosas.
Lo cierto es que, como dice
Carlos Boyero, la historia que se narra no podría contarse en color y con una
fotografía menos minimalista. La historia es tremenda, habla de dos mujeres,
tía y sobrina, en los años sesenta, que se ven en la tesitura de investigar el
pasado de su familia, para determinar por qué los jodieron como los jodieron.
Eso lleva a una conclusión terrible: que algunos polacos aprovecharon la
invasión nazi para delatar a sus vecinos judíos, bien por cobrarse viejas
afrentas o por pequeñas desavenencias vecinales, o simplemente para quedarse
con sus casas y sus tierras. Es un asunto universal. ¿O acaso creen que no pasó
lo mismo en nuestra guerra civil?
En fin, los demás autores de Blog
se mueren de envidia, porque el mío es el mejor, y lo que no entiendo es por
qué entran ustedes a otros foros. Me dicen que les han visto entrando en otros
blogs y no puedo tolerarlo, la gente se va a reír en mi cara ¡¡¡NO PUEDEN HACER
ESO!!! ¡¡¡YOU CAN’T DO THAT!!! ¿Que de qué va este último párrafo enloquecido?
Pues seguro que más de uno ya lo ha identificado. Es una transposición de la
letra que cantaba John Lennon en You can’t do that, extraordinaria canción
incluida en el álbum A hard day’s night. Hoy se cumplen 50 años de su
publicación. Y luego dice el amigo Groucho que si vamos velliños… Les dejo con
esta melodía estimulante. ¡Ah! Y, por supuesto: ¡¡AUPA ALETI!!
He sentido mucho no haber podido ir a la presentación de la novela de Ángeles. Lo tenía programado pero tuve que ir a Vigo por una cuestión familiar.
ResponderEliminarÁngeles fue compañera mía en la Comunidad de Madrid y puedo afirmar, con todo conocimiento, que los adjetivos con los que describes su forma de ser se ajustan perfectamente a ella y aún te quedas corto. Lo mismo digo de nuestro amigo Billy.
De la novela he leído el primer capítulo, que está abierto en internet y ya estoy con el gusanillo de seguir. Voy a comprarla, no sólo porque haya que comprar los libros que publican los amigos, tampoco por haberla recomendado tú, sino por la sensación que me dejó el capítulo que leí.
Pues ahí queda dicho. No te defraudará la continuación de la novela.
Eliminar¿Conque los cotillas "que se compren el Hola"? Los cotillas harán mucho mejor en leer el blog de cierto funcionario menguante, cuenta cotilleos muchísimo más sustanciosos...
ResponderEliminarDe acuerdo con tu apreciación sobre la novela de Ángeles, es excelente.
Desde luego que mis cotilleos son más divertidos que los del Hola, el problema es que no hay garantía de que sean ciertos, con lo que los cotillas sanos, como tú, querida amiga, se lo pasan pipa, mientras que los cotillas insanos no encuentran lo que les gustaría encontrar y acaban jodidos.
EliminarEn cuanto a "Todo lo que existe", pues voy a ver si encuentro hueco para releerla en condiciones. Yo creo que me va a gustar incluso más que la primera vez.