Pasado el solsticio con su pequeña ola de calor, aperitivo de lo que viene (hoy se ha moderado un poquito la calorina), pues aquí me tienen rematando la primera mitad del año, en la que no me puedo quejar de lo vivido en estos seis meses. Ha sido un tiempo bien interesante y entretenido. En el campo profesional, he tenido una colaboración fructífera con mi amigo Alain Sinou, de la Université Paris 8, que empezó con una visita suya en Navidad, en compañía de una señora llamada Victoire, octogenaria, medio sorda y muy divertida. Después, acudí a Paris en donde di dos clases en su máster. Luego vino él con sus alumnos y tuvimos tres días de actividades muy intensas, incluyendo un encuentro con la Directora General de Vivienda del Ayuntamiento. Por último, en una segunda visita mía a París nos hicimos un viaje estupendo para visitar Normandía, con un tercer colega, que se llama Lluis, también octogenario, medio sordo y divertidísimo, cerrando la simetría de nuestra relación.
Sin salir del terreno profesional, tuve un encuentro con la investigadora urbana sueca Jenny Stenberg, recibí a una delegación de la ciudad holandesa de Almere y a otra de una empresa pública coreana que construye autovías y también a la surrealista partida de Brazzaville que finalmente resultó ser un completo bluff. Por lo demás, he seguido a tope con el yoga, el inglés, la guitarra de blues y el club Billar de Letras en el que tuve una crisis intermedia, aunque finalmente he decidido continuar después del verano. En cuanto al running, llevo ahora una temporada un poco más desentendida del tema, aunque espero retomarlo. En cuanto al blues, he asistido a diversos conciertos relacionados con el grupo de amigos vallecanos, he visto dos veces a Ghalia Volt (en Madrid y Baeza) y una a Samantha Fish (en el Bataclan de París), incluyendo saludo y firma de discos de mi diva favorita.
De viajes tampoco ha ido mal la cosa. Empezando por uno primero a París para mis clases, además de la visita al Louvre de Lens y celebración de mi 72 cumpleaños en Lille con mis hijos. Un segundo a Baeza ya reseñado. Un tercero a Cáceres para asistir al Womad, con mi amigo Henry Guitar. Y un cuarto a Paris, Normandía, Lille, Ámsterdam y Utrecht, como los anteriores, debidamente reseñado en el blog. En otro orden de cosas del ámbito personal, he cambiado de coche para hacerme con un Toyota Corolla nuevo para los próximos cuatro años y he renovado mi ordenador, porque el viejo se me había llenado de hormigas. Estaba pensando también en cambiarme de móvil, pero un amigo me ha dicho que pruebe a limpiarlo de mierda (vídeos, fotos a millares, etc.) y lo cierto es que, desde que me he puesto a ello va cada vez mejor. Sólo tendría que cambiarle la funda, que está que da asco.
Pero sin duda, la mejor noticia de este semestre ha sido la llegada a casa de mi nuevo y querido colega, el gato Tarik Marcelino Martínez, un animal ciertamente singular. Es un gato muy bien plantado, que está muy a gusto en el mundo, que no tiene miedos ni traumas. Es cariñoso, confiado, súper curioso, juguetón, solidario, todo el tiempo pendiente de lo que hago para acompañarme y apoyarme. Es hospitalario, sociable y acogedor, le encanta que venga gente a mi casa. Además ya he comprobado que no me va a impedir viajar. Para escapadas hasta de cinco días (como la de Cáceres) se puede quedar solo, siempre que se le deje bien aviado. Y para viajes más largos puedo llevarlo a casa de África, en donde se dedica a provocar peleas con Ulises y Mina, de momento sin consecuencias demasiado cruentas.
Como no podía ser de otra manera, ha habido también malas noticias. Al bluff de Brazzaville hay que sumarle mi empeño en votar a Recupera Madrid y la debacle de la izquierda en las elecciones locales y autonómicas. La llegada de Vox a los Ayuntamientos y Comunidades es catastrófica y aún estamos a tiempo de parar su acceso al Estado, pero de esto ya hablaremos en otro post. El Depresivo de La Coruña ha vuelto a morir a la orilla, como cada año, a falta de un gol que lo hubiera llevado de vuelta a la Segunda División, un clásico que se repite año tras año. Pero sin duda, lo peor de todo ha sido el empeoramiento del estado de salud de dos amigos muy queridos y seguidores del blog, del que ya les hablé el último día. A este respecto, me van a permitir que me cite a mí mismo, algo que ya saben que me gusta. A primeros de 2009, yo gané el premio de novela corta Encina de Plata con un relato llamado La Human Race. Hace catorce años ya de ese evento, pero les voy a entresacar parte del parlamento que hace uno de los personajes, octogenario, medio sordo y divertido, aunque el parlamento corresponde a un momento de bajón, después de marearse en medio de un sarao, del que se lo han tenido que llevar a rastras a su casa. Cito textualmente:
…por mucho que te esfuerces, la vida es sólo
un camino a la vejez y la soledad. Los creyentes de las distintas religiones
piensan que hay algo después, pero los agnósticos no tenemos ni siquiera ese
consuelo. Lo que pasa es que, mientras no ves acercarse a la muerte, te crees
que a ti no te va a pillar nunca. Cuando uno es joven se siente inmortal, se
cree que el tiempo es infinito. Luego el tiempo se va acelerando y entonces
empieza a haber bajas. Y más bajas. Y más bajas. Al principio lejanas, luego
cada vez más cerca, hasta que te rodean y te acorralan y al final te quedas
solo e indefenso.
Tenía yo 58 años cuando escribí esto (quién los pillara), pero ya anticipaba lo que iba a venir un día, y ese día ya ha llegado. Así que ánimo y adelante, mientras el cuerpo y la cabeza aguanten. El pasado domingo me pasé el día acompañando en su casa a uno de estos dos dolientes, que en general estaba bastante adormilado, lo que me permitió disponer de largos ratos para escribir mi post anterior. A partir de ahí continuaré con el relato de mis andanzas, casi una parte obligada de todos mis textos. El lunes 26 cumplí con mi sesión de yoga, comí en el Ricla y me recogí en casa, porque el calor apretaba ya duro. El martes tuve mi hora de inglés y a mediodía, bajo el sol inmisericorde, caminé hasta el restaurante La Llorería, que regenta mi amigo José y que no me canso de recomendarles.
Había quedado allí con mi última jefa del curre y mi compañera M. a las que quería enseñar el lugar y dar ánimos en estos tiempos difíciles en los que el urbanismo madrileño ha caído en manos del ínclito Borja Carburante, el hombre fuerte del Topillo, del que me cuentan que llegó al edificio APOT y se presentó a los jefes afirmando que de urbanismo no sabe nada, toda una declaración de intenciones. Mis amigas estaban muy preocupadas por el futuro, a pesar de que hicieron por pasar un buen rato conmigo y disfrutar de los manjares. José les aclaró que el nombre no se debe a que lloras de lo bueno que está todo, como decía una leyenda bastante extendida, sino a que es un lugar en donde puedes ir a llorar tus penas y sentirte confortado.
Pero la preocupación de mis amigas estaba justificada: a mi jefa la cesaron 24 horas después. Es algo muy injusto, el equipo del que yo formaba parte se ha dejado la vida por sacar adelante el Bosque Metropolitano y los demás proyectos estratégicos. Y ahora los van a disolver. Qué será del Bosque y demás iniciativas. Qué será de Madrid. Tal vez tengamos que volver a La Llorería, a ahogar nuestras penas en tequila reposado. El caso es que volví caminando bajo la solanera y descansé el resto de la tarde. Porque al día siguiente tenía un evento de bastante compromiso: la audición para los familiares de los alumnos que cerraría el curso de guitarra dirigido por el gran Henry. Estaba tan preocupado que hasta me tomé un té de ginseng rojo coreano en ayunas, como hago cada vez que tengo que hablar en público. Quedamos una hora antes, a las 18.30, para un último ensayo, preparar la sala, etc.
Vino bastante gente y la verdad es que la cosa quedó bien. Yo participé en la primera parte, con Henry y Carlos en las otras guitarras y el joven Borja a la batería. Tocamos tres blues de distintos ritmos en los que, después de desarrollar el tema base, cada uno disponíamos de doce compases para improvisar solos. Yo soy el peor de todos, pero hice lo que pude y la cosa salió bien, porque en medio de un grupo los errores no se notan tanto, sobre todo si sigues tocando y disimulas. A continuación, Henry tocó unas bossa novas de Jobim con Raúl y también Borja con una batería amortiguada. Y terminó la cosa con la parte electrificada, en la que yo todavía no puedo entrar, pero espero conseguirlo a partir de septiembre. Henry sacó su vieja Telecaster, Borja le dio réplica con su Yamaha y Carlos se puso a la batería. Entre otros temas, tocaron uno de Nirvana que salió fenomenal.
Como parte del público, asistió también mi amigo Críspulo, el batería, que no me había visto nunca en esas lides y me dijo luego que le había impresionado. Después, los asistentes se fueron a esperarnos a la terraza del bar Los Cuñaos. Nosotros ayudamos a recoger y guardar las sillas, los amplis y los instrumentos y luego nos sumamos. Cayeron allí dobles de cervezas y tapas en buena cantidad, y eso que yo no quería beber mucho, porque había venido en coche al estar cerrada la Linea 1 de Metro hasta noviembre. Acabamos la juerga pasada la medianoche y yo conduje de vuelta muy despacio, para no tener ningún mal encuentro con los del antidoping. Y dormí como un auténtico cura.
Ayer jueves estaba como nuevo, cero resaca. Tuve mi clase de inglés y a mediodía una sesión un poco abreviada de yoga y Ricla, porque quería estar a las 16.00 en casa, para conectarme a un Webinar de C40 sobre el nuevo plan urbanístico de París. He de decirles que, cuando me jubilé, avisé a los responsables de las redes C40 y Metrópolis de que ya cesaba como activo, por lo que no podría seguir siendo el representante de Madrid en dichas redes de ciudades. Y pedí seguir conectado. Mi amiga Lia Brum, de Metrópolis, me dijo que sin problemas. Desde entonces, recibo con regularidad sus publicaciones y asisto a algunos de sus workshops. Pero en C40 di con Julia López Ventura, la delegada de la red para la región europea, que me dijo que no se podía estar en C40 como jubilado. Es obvio que yo no pretendía seguir siendo invitado a congresos y similares, sino sólo seguir en contacto, pero esta señora no lo entendió.
Durante el primero de mis dos viajes a Párís de este año, quedé un día a comer con mi amiga Hélène Chartier y le comenté esta incidencia. Resulta que Hélène es ahora la directora de urbanismo de la red y está por encima de Julia. Y fue ella la que me reconectó para que siga estando al día de lo que se cuece en la red y en el mundo. Este es el primer Webinar al que asisto y, al estar en el grupo, me envían después la grabación de toda la sesión, que yo puedo a mi vez reenviar a mis contactos en Madrid, como Sonia de Gregorio, Elisa Pozo y otros. Y es muy triste comparar lo que están preparando en el Ayuntamiento de Paris con la política de movilidad de Madrid, en donde Borja Carburante sigue aumentando las facilidades al automóvil. Creo que algún día les obsequiaré con un texto centrado en este tema de la movilidad urbana, para poner los puntos sobre las íes.
Como ven, yo sigo manteniendo el ritmo. Para este verano, tengo preparadas algunas escapadas que ya les iré anunciando. Por ejemplo, el fin de semana del 15 me voy a Béjar, con Críspulo y Henry Guitar, para asistir al Festival de Blues del lugar. Hemos alquilado una casita rural a 750 metros del escenario y nos vamos a divertir. En el programa, el elegante bluesman californiano Tommy Castro, a quien vimos el año pasado en Cazorla y que viene como cabeza de cartel. Además el grupo Ten Years After, un histórico encabezado por el gran guitarrista Alvin Lee, que sin duda supera los 70 años y que supongo que conserva los derechos del nombre y tal vez toque rodeado de gente más joven. Más la Vargas Blues Band y otros. El festival es los días 14 y 15, pero nos vamos el 13 con la intención de acercarnos a visitar algunos pueblos más de la zona, como Hervás o La Alberca.
El siguiente fin de semana me voy a La Coruña para un sarao familiar que ya les contaré y al que probablemente vengan mis hijos. Pero antes de estos viajes, tengo algún plan más inmediato. Por ejemplo, el jueves que viene voy a ver a The Interrupters a la sala La Riviera. Interrupters son un grupo de Los Ángeles, de la factoría de Tim Armstrong, el líder de Rancid, grupo del punk histórico que acaba de sacar un disco después de seis años. Forman Interrupters los tres hermanos Bivona, guitarra, bajo y batería, arropando a Aymee la cantante. Hacen una mezcla de post-punk y ska bastante explosiva. Hace años les hablé de ellos en el blog, pero hace mucho que no los traigo. Tal vez la canción que más me gusta de ellos es Take back the power, con la que voy a cerrar este post sin más imágenes.
Lo cierto es que los coreanos no me han mandado ninguna foto de nuestros encuentros, voy a intentar reclamárselas. Y creo que de nuestra audición en Palomeras alguno de los familiares grabó un vídeo completo, pero tampoco me he hecho con él. Así que de momento, se quedan con los Interrupters. La letra es muy motivadora y viene bien para los tiempos electorales que nos esperan, en los que no vendría mal recuperar el poder, como exhorta la canción. Por cierto, le comenté a mi hijo Kike por teléfono que iba a ver a los Interrupters el día 6 y me contestó que él también, el día 4 en París, evento para el que tiene las entradas compradas desde hace mucho. Con él no hay forma de quedar de padre moderno. Les dejo ya con el tema. Pantalla grande y volumen a tope, por favor. Y, lo dicho, sean buenos como mi gato.
Lo siento mucho porque no vas a poder ver al magnífico guitarrista que era Albin Lee, uno de mis preferidos.
ResponderEliminarMurió en 2013, no me acordaba la fecha pero sabía que había sido hacía relativamente poco, teniendo en cuenta que a mi edad diez años no es nada. Sí me acordaba de haberme enterado de la noticia, que quizá se difúndió más por haber muerto en Estepona o Marbella. Le rendí el habitual tributo escuchando su música, entre otras cosas su estupenda versión de Hey Joe. Lo había visto actuar varias veces, tres de las cuales tengo constancia por mi colección de entradas, muy incompleta pero que me permite situar cosas interesantes. Las actuaciones que me constan son dos como Albin Lee y una como Ten Years After. Una en el Revolver de la calle Galileo y las otras dos en distintos Canciller, una en el del barrio de la Concepción y otra en el de San Blas.
Pues ya me jode, es obvio que no he seguido la trayectoria del grupo como tú, desde hace muchos años, aunque no olvido cuánto me gustaba el mítico I'm going home con el que asombraron en Woodstock.
ResponderEliminarEstán anunciados en Béjar como Ten Years After y calculo que será parte de su última formación, que mantiene los derechos del nombre. Tal vez deberían de anunciarse como Los Amigos de Alvin Lee, igual que hace el grupo de Rory Gallagher.