domingo, 26 de febrero de 2023

1.209. Rocking and cooking

Bien, esto sigue a toda marcha. El jueves, como les anuncié, después de ir al yoga, recalar en el Ricla (me tenían preparadas unas verdinas con codorniz escabechada para chuparse los dedos), acercarme al aeropuerto a recoger a una amiga, tomarme algo con ella y dejarla en su casa, caminé hasta el Metro Lavapiés para acercarme a la Plaza de España. Muy cerca de allí, en la sala Tempo, estaba anunciado a las 20.30 el concierto de Ghalia Volt. Mis amigos Dani y Jóse Peinado estaban ya dentro con la chica y su familia al completo. Bueno, menos el perro, que lo habían dejado en el hotel. Aprovechando que era pronto, me colé directamente al sótano, donde Ghalia estaba haciendo la prueba de sonido. Allí me enteré de que no habían vendido apenas entradas, una pena, porque de haberlo sabido le hubiera hecho yo una mayor difusión entre mis contactos. Me temo que Jóse no se entera mucho, Ghalia es un valor en alza en USA donde vive, lo que pasa es que ha querido hacer realidad un viejo sueño: llevarse a sus padres y a su hermano a recorrer España en una furgoneta.

El concierto de Madrid era el primero de la gira y también su primera actuación en España. Y nos reunimos allí a verla poco más de 20 personas. Al principio, la chica estaba lógicamente rayada y yo la entiendo muy bien porque eso es exactamente lo que me pasó a mí cuando dí mi primera conferencia en el Ateneo de Madrid: que de todos los contactos que convoqué sólo vinieron mi sobrina Eva y el padre de Corro (todavía me cabreo cuando me acuerdo) y acabé hablando más o menos para unas veinte personas. Ghalia Volt empezó un poco apagada, pero enseguida se animó y lo hizo con una de sus composiciones, que venía al pelo para la ocasión. It aint bad. Es esta una canción que anima a estar contento, a no dejar de pelear y a vivir el presente, una filosofía que encaja perfectamente con la mía. Y donde aprovecha para poner verdes a los que se están todo el día quejando. Su estribillo: It aint good, it aint bad, but if it aint bad, it’s pretty good. Es decir: Esto no es bueno, esto no es malo, pero si esto no es malo, entonces es bastante bueno. Con su curioso acento, la tradujo al español, convirtiendo el último verso en “entonces es de puta madre”. Escuchen la canción.

Pues así fue el concierto: de puta madre. Esta mujer es portentosa, ya saben que ella toca todos los instrumentos y tiene un amplificador de bajos que multiplica por diez el sonido que ella pulsa con el pulgar en las cuerdas más graves, y otro de agudos que hace sonar las cuerdas finas que toca con los demás dedos, porque no usa púa. Por cierto, ella tiene otra versión, acompañada por un grupo, con bajo, batería y teclista, con la que acaba de terminar una gira europea, que se cerró en su Bruselas natal. Entonces agarró a toda la familia, perro incluido, alquilaron una furgoneta (que conduce básicamente ella) y se vinieron a España a recuperar sus ancestros, tocar por un montón de sitios en Andalucía y visitar a sus abuelos maternos en Barbate.

Aparte de todo, Ghalia es muy simpática y hablaba por los codos entre canción y canción, con su extraño acento medio andaluz, medio sureño de los USA. Y, por cierto, contó una cosa que yo no sabía: que esto de la One Woman Band viene de la pandemia, cuando tuvo que despedir a todos sus músicos y sobrevivir tocando ella todos los instrumentos. Su explicación: necesitaba, por ejemplo un batería, pero no le podía pagar y no conozco a ningún batería que toque gratis; con una excepción: mis piernas. Desde entonces simultanea sus dos versiones en sus giras, aunque, lógicamente prefiere tocar con su grupo. Con Jóse y Dani, nos tomamos tres rondas de cervezas a palo seco, porque el Tempo no tiene ni unas tristes pipas, pero va en la línea del apéro de la gente joven en Francia. También grabamos algún fragmento, como este. Es el final del viejo tema You gotta move, que hasta los Stones versionearon.

Por cierto, le pregunté a Jóse si este año iba a traer también a Samantha Fish y me dijo que imposible, que estaba prácticamente firmada para venir al Bilbao BBK Live, pero que al final lo había cancelado. Y que el caché lo había subido casi al doble respecto al año pasado. Esto es algo que yo ya me temía, Sam es buenísima, su carrera está en plena expansión y cada vez va a ser más caro verla. El año pasado yo la vi tocar en Cazorla, Jerez de la Frontera y Bruselas. Y, por ejemplo, la entrada del concierto de Bruselas me costó 26€. Este año, antes de irse de gira por Australia donde está ahora, he consultado cuánto valían las entradas de sus conciertos en USA y andan ya por los 50$. Yo he descubierto a esta chica cuando nadie la conocía y gracias a eso he podido verla tres veces y una cuarta que tengo en la recámara: París 31 de mayo, sala Bataclan.

Pero volviendo a Ghalia, los escasos asistentes la ovacionamos como se merece. Luego, a medida que iba desfilando la gente hacia la salida, Jóse, Dani y yo nos quedamos por allí con la familia, para ayudarles a subir a la puerta todo su aparataje, incluyendo sus pesados bafles de bajos y agudos. El padre fue a por la furgoneta y les ayudamos a cargar. Pero antes, estuve con ella en un patético meets and greets. Patético, porque fui el único que se puso en la inexistente cola para que me firmara el vinilo de su último disco. También quise hacerme un selfie con ella, para mi colección de FOTOS, con las mayúsculas que creó Paco Couto. Abajo tienen el resultado del selfie, otro con mi amigo Dani y otro más en mi casa con el disco firmado por la diva.










Una noche redonda. Cogí el Metro de vuelta a Lavapiés y caminé por la ciudad helada hasta mi casa. El viernes estuve toda la mañana tirado en casa, dedicado al noble arte del Samanthing, que el alcohol hay que descansarlo, como decía Lola Flores. Por la tarde vino a casa una chiquita para un asunto de negocios de los que no se cuentan en el blog y la recibí con un té Earl Grey, preparado con mi De Longhi Magnífica, que también hace tés, y unos pastelitos que bajé a comprar a la pastelería Motteau, la mejor del barrio. Y todavía me tocó bajar a tomar un vino por el barrio en una celebración de cumpleaños, o sea que el día tampoco estuvo mal. Ya saben: no estuvo bien, no estuvo mal, pero si no estuvo mal, estuvo de puta madre.

El sábado fue un día bastante interesante para mantener el buen ánimo. Amanecí y me obsequié con un expreso y medio litro de agua, como hago cuando voy a salir a correr. Pero esta vez no iba al Retiro, como suelo hacer los sábados, sino a la academia de yoga, a recuperar la clase perdida del lunes, que me pilló volviendo de París y además era luna nueva. La clase era a las 10.30 con el dueño de la academia, con quien estuve hablando de la posibilidad de hacer una visita a Madrid Río con todos los grupos de yoga. Quedamos en dejarlo para después de Semana Santa, que haga más calorcito. Terminé a las 12 y entonces caminé rodeando el Mercado de San Miguel y cruzando la Plaza Mayor, para llegar a La Casa de las Torrijas. Allí me obsequié con una torrija de leche, un dedalito de vino dulce y luego un café con leche. Caminé de vuelta a casa y me dispuse a hacer la comida.

Mi idea era estrenar mi paquete de ras el hanut, comprado en el mercadillo callejero de los domingos de Lille, para prepararme un plato marroquí. Pero tenía que sacar media pechuga de pollo del congelador y dejarla que se descongelara adecuadamente. Eso me hizo comer bastante tarde; ya iba retrasado después de haberme desayunado una torrija de tamaño natural a las 12. Pero me salió un plato buenísimo: Pollo al Ras el Hanut. La receta es bastante sencilla y llegué a ella de forma un tanto intuitiva, porque esto de cocinar es cuestión de practicar y uno va mejorando poco a poco sus prestaciones. Para empezar, el pollo, debidamente descongelado, hay que cortarlo en daditos y ponerlo en un tazón con sal y pimienta negra abundantes, dándole vueltas con una cuchara para que pille el salpimentado.

Luego, en una cocotte como la mía o en una cacerola cualquiera, se echan dos cebollas pequeñas o una grande, picadas bastante finas y también uno o dos ajos, con bastante aceite de oliva, a que se vaya haciendo a fuego muy lento. Cuando la cebolla esté ya prácticamente desecha, pero sin dorarse demasiado, se le echa un buen chorro de tomate Orlando, un par de cucharadas medianas de ras el hanut y se le dan vueltas enérgicamente durante diez o quince minutos a un fuego un poco más alto. Como toque personal, les diré que yo no dejé que la cebolla y el ajo se hicieran una pasta, porque no me importa luego encontrarme trocitos de cebolla en medio del guiso. Y también que le suplementé las especies con un poco de comino, para darle un toque aún más moro (el ras el hanut ya lleva comino, junto con muchas otras especias).

En paralelo a esta elaboración, en una sartén se pone aceite a fuego muy alto y cuando ya está caliente, se echan los daditos de pollo y se fríen dándoles vueltas para que se sellen por todos los lados y se queden medio crudos por dentro. Entonces se echan en la cazuela, se le añade nata, o leche de coco o agua o una mezcla de las tres, y se deja cocer unos veinte minutos. Yo no tenía leche de coco, así que le eché mitad nata y mitad agua. El guiso hay que dejarlo que se reduzca, corregir de sal y luego apagarlo y taparlo a que repose unos cinco o diez minutos. Lo normal es acompañarlo con un arroz blanco y servirlo con el arroz separado en los platos. Pero yo tenía unos champiñones en láminas que se me iban a estropear, así que sustituí el arroz por los champis, pasados por la sartén. El resultado lo pueden ver en esta imagen.  


Terminé de comer como a las cinco de la tarde, hora a la que empezaba el partido Deportivo de La Coruña – Badajoz, que lo daban en gallego en la Web de la TeleGaita. Me conecté, derivé la imagen al televisor con mi conexión HDMI y me dispuse a sufrir como de costumbre. Pero no sufrí nada: el Dépor ganó 5-0 con dos goles de Lucas Pérez y dominando el partido de principio a fin. La verdad es que ya era hora de que mi equipo diera un puñetazo encima de la mesa y presentara su candidatura al puesto de líder, que da derecho al ascenso directo. De momento va de segundo a un punto del líder, pero esto es una maravilla si tenemos en cuenta que hace unas cuantas jornadas estaba a diez puntos del primero.

En cuanto acabó el partido, me bajé al Metro para acercarme al Hospital Gregorio Marañón, a visitar a mi amigo Mariano que lleva allí unos días ingresado por un tema respiratorio. Lo encontré de muy buen ánimo y esperanzado de que le den ya el alta este lunes o martes. Querido Mari, como tú eres de los seguidores más fieles de este foro, aprovecho para mandarte un saludo con mis mejores deseos. Esta mañana me he levantado y he salido al Retiro, a una temperatura de 2 grados, para hacer la carrera que no hice ayer. He estado el resto de la mañana tranquilo, haciendo cosas diversas, me he comido el resto del pollo al ras el hanut, esta vez con el correspondiente arroz blanco, me he echado una siesta fastuosa y me he puesto a escribir para ustedes.

Ya ven que esto es un no parar. Mañana ya me toca otra vez yoga. El martes he de ir al edificio APOT para entrevistarme con Isabel Calzas, Directora General de Vivienda y Rehabilitación, a la que he liado para que les dé una clase a los chicos del máster de Alain, que ya vienen la semana siguiente y necesitamos concretar los últimos detalles. El miércoles tendré mi clase de guitarra y el jueves, después del yoga y el Ricla, cogeré mi coche y me bajaré a Baeza (Jaen) donde he reservado un par de noches en un hotel del centro para ver otra vez a Ghalia Volt, que toca en el Café Teatro Central a las diez de la noche del viernes. Me voy el jueves para tener todo el día para ver los monumentos de esta interesantísima ciudad barroca. Y el sábado, vuelta a coger el coche para llegar a comer a Madrid

En realidad, desde que me he jubilado, he recuperado mi conexión con el blues y el rock, tanto tocando como yendo a conciertos. Era algo que había perdido en mis años de padre de familia y provecto funcionario municipal. Y, desde luego, hasta la llegada de Sam, Ghalia y otros artistas que han revitalizado la escena y los directos, la música estaba en una especie de impasse, que había llevado a la ruina al mercado del CD y hacía que personas como yo no tuviéramos otros ídolos que los de los buenos tiempos, todos muertos o septuagenarios. Esa sigue siendo la situación ahora, aunque animada por las nuevas figuras del blues. Por ejemplo, el gran Van Morrison, cuyo nuevo disco se publicará el 10 de marzo, ha adelantado otra nueva canción que les pido que oigan. A este señor parece que le ha dado por el sonido Nueva Orleans. 

Y, sin salirnos de este mundo, les contaré un asunto que tiene llenos de expectación a los viejos rockeros. Los Rolling Stones están en Los Ángeles grabando su próximo disco, el primero con canciones originales desde hace seis años. Y dicen los rumores que por allí se ha pasado Paul McCartney para grabar algunas pistas con su bajo. Eso ha generado la posibilidad de que también convoquen a Ringo Star para la batería. ¿Se lo imaginan? El viejo sueño: unir a los Beatles y a los Stones. Es algo que parece lógico. Los Stones han perdido a su bajo y a su batería, el primero por abandono y el segundo por fallecimiento. Y de los Beatles sobreviven precisamente su bajo y su batería. Estaremos al tanto.

Pero les he hablado sólo de lo que me espera la próxima semana, que es relativamente tranquila. Porque el finde del 5 de marzo aterriza en Madrid Alain Sinou y el lunes llegan sus alumnos, a los que tengo que atender hasta el viernes, como ya se irá contando. Después me viene una semana de relativa calma, antes de que venga la delegación de Brazzaville, que parecen bastante seguros de que esta vez les darán el visado correspondiente, lo que me asegura otra semana de locura antes de la llegada de la primavera. Pero esa semana intermedia de relativa tranquilidad está marcada por el advenimiento de mi nuevo socio Tarik Marcelino Martínez, que dice mi amiga Tato que me lo traerá en torno al día 15. De momento conténtense con ver otro vídeo y comprobar qué mimoso es y cómo se lleva con un perrito y con su ama hasta ahora, a la que cuida de no morder demasiado fuerte, como haría si quisiera. Estoy deseando verlo en mi casa.

No me canso de decirles que mi vida es un blog y que el relato de mis aventuras me impide comentar temas de la actualidad, pero todo llegará. De momento, las buenas vibraciones de estos días se han completado hoy con la noticia de la liberación de mi paisana Ana Baneira, detenida en Irán desde antes de Navidad por el régimen de los ayatollahs. Durante estos meses me he mordido la lengua para no decir casi nada en el blog, convencido de que las gestiones para liberarla se estaban haciendo con la discreción necesaria. Ahora sólo falta que suelten al aventurero de Guadalajara que quería ver los partidos de España en Qatar y al que también encarcelaron los ayatollahs. Nada mejor para terminar que la imagen de esta mi paisana veinteañera y activista, fotografiada en nuestra tierra. Sean buenos.

PD. Y cuando ya estaba a punto de darle al botón “Publicar”, me entero de que ha perdido el Barcelona. Todo son buenas noticias en este fin de semana gélido. 




2 comentarios:

  1. Sí señor, buenas noticias, hasta ganó el Celta que últimamente andaba rondando la zona de descenso. Soy Paco Couto, aunque salga como Anónimo.

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    1. Pues una noticia estupenda. Yo quiero que el Celta aguante en Primera y a ver si el Dépor sube y volvemos a tener derbys en condiciones. Un abrazo.

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