sábado, 28 de enero de 2023

1.203. Cordura, literatura y atriles

Pues en continuidad con mi último post les contaré que el día 23, una vez que publiqué mi entrada anterior, desarrollé mi actividad habitual de los lunes, es decir, fui al yoga, comí algo en el Ricla y luego hice una serie de recados, como ir a comprar más café en La Mexicana, para mi insaciable De Longhi Magnífica, recoger unos zapatos que le había dejado al remendón del mercado para que les pusiera medias suelas y recuperar también el abrigo heredado de mi hijo Kike con el que me paseé por media Europa sin ser consciente de que tenía los bolsillos descosidos y, en consecuencia, herméticamente abiertos, como les conté. El sastre al que se lo dejé para que lo arreglara es un buen tipo al que la vida ha arrastrado a una especie de soledad en compañía de su madre y un perro, no se sabe cuál de los dos más anciano. Hay que dejarle allí la prenda a componer y luego pasarse por su chiscón de vez en cuando, porque él no te llama para decirte que ya está. Llegué y me preguntó que cómo era mi abrigo. ꟷNo sé ꟷle contestéꟷ, es una prenda de skater, yo creo que de cuero o similar.

Lo encontramos al fin. Estaba arreglado perfectamente. Pero me corrigió: ꟷEsto no es cuero, esto es cordura. Era la primera vez que escuchaba esa palabra hablando de prendas de vestir. El tipo me explicó que la cordura es un material muy resistente conseguido a base de trenzar fibras de nylon de forma compacta y tupida. Tiene una gran resistencia a las rozaduras, es impermeable y dura mucho por lo que está muy valorado entre los moteros, los skaters, los militares y los aventureros de largo recorrido. Es el mismo material del abrigo que me compré estas navidades, así que ahora tengo dos para resistir los fríos europeos y lo que me echen. Volví a casa un poco cansado después de todos esos recados, pero es que no tenía otros días para ocuparme de esos temas. Porque el martes y el miércoles tuve que madrugar para asistir a las Jornadas de divulgación del proyecto Bosque Metropolitano, que se celebraron en Cibeles, cuyo anuncio pueden ver abajo.


Ambos días estaban llenos de conferencias y mesas redondas muy interesantes, con un descanso a las once para un café y otro a las dos para comer en formato coctel y seguir luego hasta las cinco y media. Es este un proyecto municipal, el último en el que yo trabajé en sus primeras fases, que en estos casi dos años que llevo jubilado ha adquirido un volumen y una trascendencia para el futuro de la ciudad ya imparables, gracias al trabajo ingente que han desarrollado mi jefa, mi compañera M. y su equipo. Entre todas organizaron unas jornadas impecables de las que salieron muy reforzadas y con la moral por los cielos. Otro día les cuento más en detalle las características de este proyecto. Porque hoy quiero centrarme en otros temas. Por cierto, mi amigo Werner vino desde Asturias específicamente para asistir a estas jornadas y se volvió encantado.

En cuanto a la delegación de Brazzaville, finalmente parece que ya han tenido su reunión en la embajada de España en Kinshasa, para lo que mi jefa hubo de firmar electrónicamente la nueva respuesta con la lista de doce participantes. Lo hizo a tiempo, desde su móvil, en un descanso de las jornadas. Yo le había dicho a Werner que por qué no les mandábamos un simple pdf con la nueva lista, pero me contestó que no era una buena idea, porque los de la embajada chequeaban minuciosamente las firmas electrónicas de estos documentos para evitar la picaresca de la gente que quiere irse del país. En fin, les mandamos el nuevo documento y ya no hemos vuelto a saber de ellos. Otra vez no nos cogen el teléfono y eso en la dinámica conductual de los africanos quiere decir que aún no tienen el visado.

El miércoles, después de la larga jornada del Bosque, Werner y yo nos reunimos en el café Vertical para ir pergeñando el programa de la visita, cuya logística es compleja: charlas, salas, visitas de campo, transporte. Werner se volvía a Asturias al día siguiente temprano, pero yo no podía quedar a cenar con él, porque tenía mi clase de blues en Palomeras. Tuve el tiempo justo de subir a casa, coger la guitarra e irme al Metro. Esa noche estaba reventado, ya no estoy acostumbrado a estas jornadas tan intensas. Y la del martes tampoco había sido moco de pavo. Ese día pude subir a descansar un rato, antes de conectarme para la primera sesión del año del club Billar de Letras, que fue de 19.30 a 21.30. Justo para luego cenar algo rápido y a dormir. Con estas jornadas de Cibeles me salté una clase de inglés y mi habitual entrenamiento por el Retiro de los miércoles. Pero es que ya he entrado en la fase de sinvivir king size.

La sesión de Billar de Letras versó sobre el libro Piñen, de la escritora chilena Daniela Catrileo, cuya imagen tienen aquí a la izquierda. Esta señora es descendiente de indios mapuches, la etnia más guerrera del cono sur, que resistió a los españoles durante cien años para luego llegar a un acuerdo por el que se les reconocían más o menos sus derechos históricos. Los mapuches tienen una resiliencia prodigiosa y mantienen su lucha secular y su idioma, el mapudungun cuyos términos se han infiltrado ya en el habla de calle de los chilenos. En este blog se ha hablado ya del newen, palabra mapuche que designa precisamente esa energía, esa fuerza para resistir característica de su raza. Piñen es otra palabra mapuche que se refiere a esa roña que se queda adherida al cuerpo, mezcla de sudor y polvo y que es tan difícil de limpiar cuando lleva años atesorada.

Los mapuches son también un pueblo viajero y aventurero, que acostumbran a emigrar, de modo que ahora mismo hay ya más mapuches en el área metropolitana de Santiago que en sus tierras originales. La mayoría viven en los llamados barrios de blocks, especie de alojamientos temporales convertidos en permanentes, construidos por el gobierno con prefabricados y materiales de baja calidad. Y ese es el ambiente que describe Daniela en los tres relatos largos independientes que componen el volumen titulado Piñen. La marginación, la miseria, la incultura, el racismo, el machismo de estos enclaves suburbiales. Es un libro que a mí me gustó bastante, pero no me atrevo a recomendarles, porque es muy específico y habla de una realidad que no a todo el mundo interesa.

Especialmente me gustó el tercer cuento, en el que se cuenta la relación de dos niñas amigas que emigran a los blocks y sucesivamente descubren que son mapuches (y por eso discriminadas) y también mujeres (y por eso igualmente relegadas). Ambas son muy listas y consiguen darle la vuelta a esa valoración y se convierten en dos jovencitas punkies, las más modernas de Santiago, que con su tribu acaban creando poesía, cultura e identidad en torno al rock, pero sin perder su divisa cultural mapuche. Me sentí muy concernido por esta temática. En mis años de post-adolescente rockero, mi padre estaba muy preocupado de que yo no alcanzara el estatus de mis hermanos mayores, porque me interesaba el rock, llevaba el pelo largo y me vestía con jeans baratos, y yo le decía que era justo al revés, que lo que yo quería era ir más allá que ellos. La sesión del club fue interesante, Daniela es una buena conversadora, que se dedica sobre todo a la poesía, la enseñanza y el feminismo.

Pero Piñen es un libro muy cortito, que se puede leer casi en una tarde. Y eso me ha permitido leer en este tiempo una novela que, esta sí, les recomiendo sin dudarlo. Me refiero al último libro escrito y publicado por mi amigo el director de Billar de Letras Ronaldo Menéndez, que se llama El proceso de Roberto Lanza. Hasta ahora, los libros de Ronaldo giraban en torno a temáticas cubanas, enhebrados alrededor de sus recuerdos. Esta es su primera novela cien por cien española y, si la recomiendo en mi blog, no es porque sea amigo mío, sino porque está muy bien escrita, como todas las suyas, plantea temas bastante delicados y tremendos y está de plena actualidad. Vean abajo una imagen del autor y el libro.


Digo que el tema está de actualidad y estoy pensando en el caso Dani Alves. No hace falta que diga que el tal Dani Alves me parece un animal y un impresentable, que se merece todo lo que le pueda pasar a partir de ahora. Yo ya le tenía catalogado de repelente por sus proclamas a favor de Bolsonaro y pidiendo la anulación de las elecciones brasileñas, uniéndose a la cacofonía de los que están convencidos de que fueron fraudulentas, como Neymar y otros, sin olvidarnos del bueno de Donato (bueno como futbolista) del que en su día Gil y Gil dijo que era un muerto de hambre y que acabó siendo figura decisiva del Súper Dépor. Este sujeto ha pedido específicamente que el ejército se subleve y tome el poder por las armas.

Pero volvamos a Alves. Este tipo, como digo, es un cabrón y lo que hizo en la noche de autos en una discoteca de Barcelona, no tiene pase, revela hasta qué punto puede ser malo un personaje en un momento dado. Además, es tonto, porque se ha venido él solito a meterse en la boca del lobo, cuando se podía haber quedado en México. A partir de todo eso, con el personaje se ha puesto en marcha la dinámica de la cancelación. Ya saben lo que es eso, con el poder actual de las redes sociales, un tipo que la caga de esa manera es cancelado. Lo hunden. Un efecto inmediato: su mujer, que es canaria, ha borrado de su perfil de Instagram todas las imágenes en las que aparece su todavía marido. El mecanismo de la cancelación es terrible y difícil de frenar una vez iniciado. Y hay además procesos de cancelación retrospectiva, como los que sufren Polansky o Woody Allen, dos directores extraordinarios de cine, a los que se persigue por cosas que hicieron de jóvenes, siendo ahora octogenarios. Prefiero no opinar sobre esta línea retroactiva, ustedes me entenderán.

Pero el problema es cuando ese mecanismo se pone en marcha alrededor de un personaje inocente y eso es lo que relata Ronaldo en su novela. Les cuento de qué va (si prefieren dejar de leer aquí y comprarse el libro, adelante). Roberto Lanza, protagonista de la historia, es un tipo normal, algo retraído socialmente, como puedo ser yo o cualquiera de nosotros. Tiene una pareja con la que es feliz y un niño de unos ocho o nueve años. Precisamente, un día en el que va a recoger al niño al colegio, la profesora le pide que entre un momento porque tiene algo que comentarle. Entonces le dice que el chaval, después de hacer deporte, cuando ella le estaba ayudando a ponerse los calzoncillos, le ha pedido que le diera un beso ahí abajo. Digámoslo con todas sus letras: en el pito. Y ha añadido riendo que su padre se lo hacía. Ella es consciente de que los niños dicen tonterías e inventan cosas, pero tiene que hablarlo con Roberto y observar su reacción, para valorar la posibilidad de activar el protocolo correspondiente.

Roberto se muestra sinceramente sorprendido. No tiene ni idea de por qué el niño ha dicho eso, pero observará su comportamiento, etc… La profesora se da por satisfecha y la cosa queda así. El problema es que Roberto se empieza a comer el tarro. ¿Por qué ha dicho eso su hijo? A él le gusta mucho bañarlo (como a mí, bañar a un hijo es una de las cosas más deliciosas que existen). Y cree recordar que en alguna ocasión, recién bañado y seco, le hacía pedorretas en el ombligo, cosa que al chaval le provocaba una risa incontenible. ¿Tal vez un día le ha rozado un poco sin darse cuenta? Pero la cosa se va complicando. Porque de alguna forma el tema se sabe entre los demás padres (es el propio Roberto quien lo comenta con un amigo y a este se le escapa delante de su mujer). El diabólico mecanismo se pone en marcha y Roberto ayuda a ello con decisiones equivocadas. Por un lado, empieza a captar miradas significativas de todo su entorno (en parte resultado de sus paranoias). Y además empieza a beber demasiado, lo que tampoco ayuda.

Y la marea de la cancelación alcanza a su propia mujer: el matrimonio se tambalea. Es la descripción de un descenso a los infiernos. Algunas de sus líneas equivocadas pasan por espiar a una vecina de enfrente que se ducha desnuda apenas velada por una mampara. La chica le descubre mirando, monta el pollo y la cosa llega a los oídos de su mujer. Además, en una conversación con otros padres, hablando sobre pornografía, alguien suelta que el mayor porcentaje de páginas vistas es de la línea sado-maso. Siente curiosidad y visita esa noche algunas de esas páginas. Su mujer, que ya está bastante mosca con todo el asunto, entra en su historial, descubre estas visitas y siente un asco infinito. Y la consecuencia es obvia: su propia mujer empieza a dudar si está casada con un pervertido y lo que ha dicho el hijo de ambos es cierto. No hay ningún proceso judicial, el proceso al que alude el título (en un guiño inequívoco a Kafka) es el de degradación de nuestro protagonista, que cada vez se hunde más.

Hasta aquí, el libro es inquietante, angustioso, incluso desagradable, porque es difícil empatizar con un personaje que se lo está haciendo tan mal (aunque habría que ver a cualquiera de nosotros en una peripecia como esa). Pero entonces, justo a la mitad del libro, se produce un giro de guión espectacular: Ronaldo en estado puro. En un momento dado, Roberto, que ya se ha separado de su mujer y está viviendo solo en un apartamento que le han prestado, concibe un plan enloquecido y lo lleva a cabo. Un día en que no le toca recoger al niño, se presenta en el colegio y se lo lleva. Tiene el coche listo, con gasolina y pertrechos, para salir carretera adelante, en dirección a Portugal, donde pasó sus vacaciones más felices con su mujer, antes de tener al chico. Y entonces el libro se convierte en una especie de road movie apasionante y deliciosa, que recuerda a Thelma y Louise y otras escapadas similares.

La segunda parte del libro es apasionante porque es un thriller, en el que vamos siguiendo las aventuras de la pareja y a la vez los progresos de la policía en su objetivo de localizarlos, tras la denuncia de la madre. Y es deliciosa porque se describe en toda su grandeza y esplendor la relación entre un padre y un hijo que se adoran. Roberto (de perdidos al río) se mete en las aventuras más disparatadas y el crío se lo pasa pipa viendo a su padre funcionar como una especie de supermán que se zafa de todas las trampas. El chaval no se ha divertido tanto en su vida. Y creo que pocas veces he visto contado de manera tan tierna lo que constituye la esencia de la paternidad. No les voy a revelar el final y sus detalles, pero el libro no es de terror, es amable, es razonable (aunque en la primera mitad se pasan malos ratos) y, como es previsible, el niño acaba por ser devuelto a su madre. Lo examinan médicos y sicólogos que concluyen que no sólo está sano en todos los sentidos, sino pletórico.

Y vuelve al colegio. Y aquí hay otro giro de guión magistral de Ronaldo. Porque el chaval está eufórico y empieza a contar a sus compañeros todo lo que ha vivido, debidamente engrandecido y fantaseado con todo lujo de detalles prodigiosos, reales o inventados. Y esto produce dos efectos. Por un lado, algunos niños empiezan a decir en sus casas: yo quiero que papá me secuestre, anda, porfa, que es muy diver. La otra es de cara al lector. El niño demuestra una capacidad de fantasear fuera de lo común, tal vez un día sea escritor, no le falta imaginación. Y esto cierra el círculo con el que empieza el libro: lo que le dice a su maestra en la página 1 y que desencadena toda la historia ¿es sólo una muestra de esa capacidad de fantasear? Ronaldo no lo aclara, en las obras maestras no hay por qué dejar todo cerrado y bien explicado, el objetivo de la literatura es ayudar a que nos hagamos preguntas y aportar un poco de cordura (no de la textil, sino de la otra).

Y nos queda hablar de los atriles. Les contaré que el jueves, a la vuelta del yoga y el Ricla, me pasé por uno de los guitarreros del barrio a comprar un atril. Como les he dicho, no practico con la guitarra todo lo que debiera y estoy tomando medidas. La primera: en cuanto llego de mi clase con Henry, saco la guitarra de la funda y la pongo a la vista. Parece una tontería, pero desde que lo hago practico mucho más. Y ahora tengo un atril, para intentar seguir mis partituras y no tocar de memoria. Es un atril plegable con funda y ayer por la mañana intenté montarlo y no fui capaz. Tuve que volver al guitarrero para que me lo explicara otra vez. Yo creo que tendría que haber en Youtube un tutorial de cómo armar un atril plegable. Como no he encontrado ninguno, he decidido hacer yo uno específico. Aquí lo tienen.


En fin, se lo creerán o no, pero ha sido instalar el atril y ponerme a tocar como un loco. No he tenido más remedio que escribir una letra sobre este hecho portentoso, sobre la base de una canción bastante conocida, que supongo que reconocerán enseguida. Esta mañana, he salido a correr al Retiro a -1 grados, ya hace un par de semanas que he empezado a usar mi equipación invernal después de años de no sacarla del armario. A la vuelta, he desayunado y, sin ducharme ni cambiarme, me he puesto a ensayar hasta que me ha salido más o menos aceptable. Es un tema apenas compuesto y ensayado, les pido que sean indulgentes con los numerosos fallos. Y sean buenos, como siempre.

lunes, 23 de enero de 2023

1.202. Desenredando la madeja

Bueno, este blog es ahora mismo una especie de madeja caótica como cuando un gato se mete en el saco de los ovillos de lana de colores y monta una zapatiesta de tamaño natural, con un resultado estéticamente precioso pero que requiere un trabajo minucioso y una paciencia infinita hasta volver a ser manejable. Yo tengo ahora una maraña de diferentes hilos de colores apenas esbozados y he de priorizar de cuál tiro primero. Necesitaría incrementar el ritmo de publicación de posts, algo inviable porque, por un lado, con el calendario que se me viene encima, no voy a tener tiempo ni siquiera para mantener el nivel de producción actual y, por otro, detecto un cierto nivel de agotamiento en mi público, que tal vez no soporte ya una mayor frecuencia de publicaciones. Así sin ser exhaustivo, los hilos que tengo pendientes de desarrollar son:

                            1.- Reseña de mi sinvivir, que sigue a toda pastilla.
                            2.- Análisis de la situación política, al comienzo del año electoral.
                            3.- Los temas urbanísticos que estoy preparando para mis charlas.
                            4.- El corazón y los pedos, revista de la actualidad del famoseo.
                            5.- Lecturas recientes, como lo último de Ronaldo Menéndez.
                            6.- La inteligencia artificial y el ChatGPT.
                            7.- El nacionalismo y sus derivas más recientes
                            8.- El Dépor y su trayectoria.

Estos temas y algunos más han sido esbozados en entradas anteriores y ahora mismo podría elegir cualquiera de ellos. Por una cuestión de orden, creo que debo empezar contando el vértigo de mi día a día, para que no se me quede descolgado, al menos mientras me sigan sucediendo historias que se merecen aparecer en el blog, que ya saben que mi vida es un blog desde hace bastantes meses. Los demás temas intentaré irlos engarzando poco a poco en ese relato de mis vivencias, de modo que los hilos de diferentes colores vayan conformando un tapiz, o una manta como esas que hacían nuestras abuelas con los restos de los jerseys desechados. Nos habíamos quedado el otro día, viernes, en que empecé la jornada dando un último repaso a mi post anterior, que había escrito la tarde antes, para por fin publicarlo. A última hora de la mañana tenía una cita con una amiga que se quiere comprar una televisión a crédito, necesitaba un avalista y no tenía nadie más a mano. La recogí con el coche y nos fuimos a un Media Markt de las afueras. Cumplí el protocolo y de paso me enteré de a cuanto se venden ahora las nuevas smart TV, que cada vez que mi hijo Kike viene a casa se queja de que tengo un televisor muy viejo.

Lo cierto es que yo no uso el televisor, salvo para ver en pantalla más grande algunos contenidos de mi ordenador: partidos de fútbol o películas y series de Netflix, cuya suscripción tengo gratis con mi contrato de WiFi con Orange. Ya les he dicho que no va con mi cultura eso de pagar por ver la tele. A mis años ya no voy a ceder en ese tema, creo que los contenidos de pago son tan malos como los libres y estoy esperando que algún día se rescate la fórmula del pay per view. Es decir, si llega (un suponer) la final de la Champions y la quiero ver, a mí no me importaría pagar, no sé, 30€ o hasta 40. Lo que no quiero es hacerme de una plataforma que me tenga conectado todo el año para darme la posibilidad de ver cada día mi ración de bazofia televisiva y luego un día la final de la Champions, por seguir con el ejemplo puesto. Aunque eso me costara los mismos 40€. No es una cuestión de roña, es de concepto. Yo no quiero suscribirme a ningún club que me admita a mí de socio, que decía Groucho Marx.

Tampoco me hago la tarjeta del Alcampo ni la de la FNAC, que me las ofrecen cada vez que voy a comprar algo por allí. Y, a propósito de esto, ya les he dicho que yo antes alquilaba películas sueltas de Filmin sin problemas. Entonces me convencieron de inscribirme en la plataforma pagando una cantidad pequeña al mes. Seis meses después y dado que durante ese tiempo no había vuelto a alquilar una sola película, me di de baja y se lo expliqué. Desde entonces ya no me dejan alquilar películas sueltas. La semana pasada les escribí una carta denunciando esto y preguntando si a lo mejor es que yo hacía algo mal. La contestación me llegó en unos días: Por un cambio en nuestro términos y condiciones los títulos de alquiler solo son los de estreno. Si no eres suscriptor solo puedes alquilar estos títulos, ya no existe la opción de alquilar cualquier título del catálogoPues yo los títulos de estreno me voy a verlos al cine.

Después de encargar el televisor de mi amiga, nos comimos unas hamburguesas en el mismo centro comercial y luego la dejé de vuelta en su casa. Pude echar una mínima siesta, pero luego tenía un segundo sarao. A las 20.30 había quedado en Antón Martín con Henry Guitar y sus amigos de la brass band vallecana. Se trataba de ver un concierto de funk en una sala de mi barrio que se llama La Caverna y para lo que todos habíamos sacado entradas por Internet y menos mal, porque cuando llegamos estaban agotadas. Pero yo les había propuesto quedar antes porque tenía un hambre de la hostia, después de mi hamburguesa de centro comercial de periferia. Nos acercamos a un bar de Santa Isabel que se llama Parrondo y es un clásico, que yo no conocía. Nos juntamos unos diez pero, con una o dos excepciones, todos habían comido cosas como cocidos, potajes, fabadas y similares y nadie tenía hambre.

Pedimos cervezas y vinos, y yo añadí unas patatas bravas y unas alitas que nos recomendó el camarero pero que resultaron estar en una salsa espesa que las hacía muy incómodas de comer. De las patatas aún comieron algunos, pero lo de las alitas fue un fracaso y luego estuvieron toda la noche cachondeándose de mí a cuenta de ello. Yo calmé mi hambre y alguno me ayudó, pero nos dejamos algunas alitas en el plato a pesar de que nos tomamos una ronda doble, en previsión de que las birras en el antro al que íbamos fueran mucho más caras. Caminamos por León y Huertas hasta coger el arranque de la calle Echegaray donde está La Caverna. Y, nada más llegar, reconocí el lugar. En mis tiempos se llamaba La Boca del Lobo y he visto yo conciertos allí para aburrir. Es un sótano bastante pequeño, por eso se acaban las entradas enseguida. El grupo que tocaba se llama Funk Mekanicae, hacen básicamente versiones y son muy buenos. Vean un vídeo del grupo, subido a Youtube.

Algunas cosas sobre el funk. Para mi es la música ideal para bailar. Es escucharla y se me empieza a mover el cuerpo. No me pasa eso con el reggaetón ni con las sucesivas variantes del rap. Es un tema generacional, como lo de la alergia a las plataformas audiovisuales. El funk es lo que yo bailaba en mi antepenúltima reencarnación, antes de convertirme en un padre de familia. Cuando Henry me dijo el miércoles en clase que si me apuntaba (él conoce al trompeta del grupo) no lo dudé ni un segundo. Y puedo asegurarles que el público del lugar era mayoritariamente sesentón, barbas y calvas a saco, con la excepción de las peñas de amigos de algunos de los músicos, que venían de claque y hacían mucho barullo. Para hacer un buen funk hacen falta dos cosas: un buen bajo y una buena cantante. 

No sé cómo se llama la chica que canta en Funk Mekanicae, pero es un animal escénico. El grupo no sería igual con otra cantante. Por cierto, en el vídeo anterior, de enero de 2020, estaba más gruesa que ahora, en estos tres años se ha estilizado bastante. El resto del grupo está formado por guitarra, bajo, batería, teclista y tres de la sección de vientos. Nada más entrar, dejé el abrigo en el perchero, me pedí un tercio de cerveza y me fui a la primera fila. Henry se vino conmigo, pero luego se volvió más atrás, para valorar la calidad del sonido. Yo siguiendo mi costumbre, grabé un solo vídeo, de tamaño medio, desde mi posición privilegiada de la primera fila, pero Henry hizo desde atrás muchos cortitos y en todos se me reconoce la calva bailando delante de la cantante. Abajo les pongo el mío y uno de los de Henry, a título de ejemplo.  



Acabó el concierto después de muchos bises, yo me quedé por allí y felicité sinceramente a la cantante, que era muy simpática y se mostró encantada de mis halagos. Eché de menos a Henry y algunos otros del grupo, los demás andaban por allí confraternizando con el trompeta y el resto de la banda. Imaginé que estaría en la calle fumando, así que fui al baño, recogí el abrigo y les dije a los de abajo que me iba a la calle. Pero resultó que arriba, junto a la entrada, había una pequeña barra y allí estaba Henry tomándose una birra con un amigo que se había encontrado y que me presentó. Me pedí una cerveza más, la cuarta de la noche ya, y me uní al dúo. No había nadie más por allí, salvo un chaval mestizo, sentado ante un tenderete con pincelitos y una paleta de colores acrílicos. Además de la chica que atendía la barra, que era muy mona y con la que una vez más entré a un juego de coqueteo de los míos.

La culpa la tuvo ella que nos preguntó si no queríamos hacernos un maquillaje mágico con el artista, que era sensacional. Los otros dos escurrieron el bulto, pero yo le pregunté a la chica de qué iba la cosa. Me dijo que el chaval era un amigo suyo, que era un verdadero artista, muy imaginativo y que lo de hacerse un maquillaje era gratis y nadie que se lo hubiera hecho se había quedado a disgusto. Entonces la miré a los ojos y le dije: ꟷVale, yo me lo hago si te lo haces tú también y luego nos hacemos un selfie. Me sostuvo la mirada y dijo: ꟷClaro, pero tú primero. Acepté y me fui donde el chaval, que se puso muy contento, manos a la obra. Según lo sentí, el tipo ponía puntitos de una pintura fosforescente a la luz negra del antro y con ellos trazaba lineas alrededor del ojo. Le di las gracias y volví a la barra. La chica dudó, tenía que dejar el bar desatendido, pero le dije que yo se lo cuidaba. Eran unos minutos. Al otro lado de la barra, Henry y su colega no salían de su asombro. La chica volvió enseguida y nos juntamos para el selfie. Y aquí tienen el resultado. 


La noche corría desbocada y, acabadas las cervezas, nos salimos a la calle a fumar (ellos; yo ya saben que no fumo). Había una animación considerable, en viernes noche y olvidado ya el miedo de la pandemia. Poco a poco nos fuimos juntando toda la peña, salvo algunas excepciones, como Manolo el trompeta, del que se comentó que no andaba muy animado últimamente y había cogido la costumbre de marcharse sin despedirse. Yo ya me quería ir a dormir, pero alguien propuso ir a tomar la última a la Plaza de Santa Ana, que está al alcance. Y allí que nos fuimos. No estaba la noche como para terraza, pero encontramos un bar que no estaba demasiado lleno. Y allí cayó mi quinta cerveza de la noche (otros llevaban más), en medio del ruidoso bullicio que tiene ya el personal a esas horas tardías.

Algunos me preguntaban en tono burlón qué coño era eso del maquillaje de puntitos pero cuando les enseñé mi foto ya nadie se rió más y seguro que más de uno hubiera vuelto a La Caverna sólo para hacerse un selfie como el mío. Eso sí, tuve que soportar que me recordaran cada poco las funestas alitas del Parrondo, pero la verdad es que estaba feliz. Acabamos las birras y caminamos hasta el Metro de Antón Martín, a punto de cerrar. Algunos hicieron amago de bajar a coger el último, para volver a su barrio vallecano. Pero Henry propuso acompañarme hasta Atocha para bajar las birras y coger luego un búho que controlaba él a esas horas, Y todos se apuntaron. Ya soy uno más del grupo, me falta tocar un poco mejor la guitarra para que me propongan alguna sustitución. Caminamos Atocha abajo hablando alto entre chanzas y risotadas. En la esquina de mi calle nos dimos abrazos y achuchones y subí a casa encantado de que me hubieran parido, en un ya lejano día. Me miré en el espejo y me hice una última foto antes de borrar la obra del artista del maquillaje. Véanla.  

El sábado me hubiera tocado salir a correr pero tenía una resaca importante y no estaba para carreras. Y ya saben lo que decía Lola Flores: uno se puede meter al cuerpo cualquier droga, o simplemente alcohol; pero luego hay que descansarla y recuperarse adecuadamente. Ese era mi plan para el sábado, cuidar el hangover, que dicen los ingleses. Así que, en cuanto desayuné, bajé un momento a la farmacia a reponer algunas medicinas de las mías y luego me puse el pijama y me dispuse a pasar el día en casa. Únicamente tenía planeado ver por la tele el partido del Dépor Femenino por la mañana y el del masculino por la tarde. El partido de la mañana no fue bueno, las chicas perdieron y dejaron escapar el liderato. Pero el partido me sirvió para no enterarme del ruido de la manifestación facha.

Me comí la segunda mitad de unos fusilli con brócoli, ajo y anchoas que me había hecho unos días antes, me eché un ratito y vi el partido del Dépor masculino que sí ganó finalmente 1-0, con gol de Lucas Pérez que ya lleva cuatro en tres partidos. Por la noche ya estaba recuperado del todo, cené una ensalada y me fui a la cama. Y el domingo bajé a primera hora a un Retiro medio congelado, ideal para correr. Por la tarde empecé a elaborar este post como descanso, después de todo un día de hacer diferentes gestiones para lo que se me viene encima en las próximas semanas. Esto es el sinvivir prospectivo. Mañana martes me acercaré al Centro-Centro, que es como se llama el salón de actos que hay en Cibeles. Empieza la primera de las dos jornadas programadas para la difusión del proyecto Bosque Metropolitano.

Como les he contado, la unidad administrativa en la que yo trabajé en mis cinco últimos años de activo, está volcada en dejar este proyecto lo más avanzado posible. Es un proyecto impulsado por Ciudadanos, partido que se autodestruirá en unos cuantos segundos, y sería bueno que el siguiente equipo político municipal se lo apropie y lo siga apoyando. Para eso es clave que se quede lo más adelantado posible. El concejal saliente se está volcando en la difusión y en la búsqueda de apoyos de todo tipo. Y yo no puedo faltar a estas dos jornadas, con programas muy interesantes de mañana y tarde, que tienen por objeto darle visibilidad a este proyecto, el último en el que yo trabajé. Ese interés del concejal explica el apoyo que nos han dado a Werner y a mí con el tema de los de Brazzaville, que finalmente se reactiva.

Como yo me barruntaba, los de la ONG Eveil d’Afrique tenían problemas para conseguir el visado, por eso no nos cogían el teléfono. Hace cuatro o cinco días pudimos por fin conectar. Nos contaron que el visado se lo da el Ministerio correspondiente, pero requiere el sello de la Embajada de España. Lógico. Sólo hay un problema. En Brazzaville no hay embajada española. Se ocupa de los asuntos de nuestros paisanos la situada en Kinshasa, al otro lado del río Congo. Ante la lentitud del procedimiento, nuestros amigos decidieron coger el toro por los cuernos, cruzar el río y plantarse en la embajada. Eso de cruzar el río no es sencillo, que yo sepa no existe ningún puente ni ferry, únicamente pequeñas barcas que han de enfrentase a prolijos controles fronterizos entre dos países que desconfían el uno del otro. Pero ayer domingo nos llamaron y parece que las cosas se precipitan.

Nos contaron alborozados que habían conseguido una cita en la embajada para el próximo día 31 y que les habían prometido que en 48 horas tendrían el visado. Teniendo en cuenta que pretenden salir de su país el 4 de febrero, la cosa está muy al límite, pero esto es algo muy típicamente africano. Con esta noticia, se han venido arriba y dicen ahora que unos colegas de otra ONG se quieren sumar al plan, con lo que no serían seis sino doce. No les hemos asegurado que se pueda hacer, pero ya nos han mandado la nueva lista de nombres. Todo muy africano, como ven. Por último, nos contaron que ya tienen reservados vuelos para los doce en las Ethiopian Airlines. Saldrían el 4 y tendrían que hacer dos escalas en Addis Abeba y en Roma. Moverse por el mundo no es fácil para la gente de estos países.

Tenemos un borrador de programa para ellos que ya les iré contando. También tengo un esquema de programa para Alain Sinou y sus alumnos en marzo. Recibir a cualquier grupo requiere buscar oradores, reservar salas, pensar en los transportes. Estos días he hecho muchas gestiones para ir teniendo todo listo. Como no soy africano, no me gusta dejarlo todo para la última hora. Los occidentales solemos programar nuestras actividades con tiempo. Vean si no el sinvivir en el que anda Samantha Fish, que ya tiene todo programado hasta octubre, incluyendo dos giras europeas y una australiana. Sam está ahora simultaneando conciertos de su banda con otros con Jess Dayton y suma a ambas líneas a otros músicos de nombre en el blues, como Eric Johanson, Jeremiah Johnson o Kenny Wayne Shepherd. A pesar de su actividad incansable, Sam ha ganado peso y empieza a tener unos mofletes de lo más apetitosos. ¡Madre mía! Eso sí que son cocochas y no las del Ricla. Para los que dicen que no es guapa, les dejo con un retrato reciente. Sean buenos, que yo me voy al yoga.

viernes, 20 de enero de 2023

1.201. Algunas cuestiones básicas

Pues miren ustedes por donde, el otro día había quedado con una amiga para ir a ver la última película de Kore-eda, pero finalmente la comida se estiró más de lo previsto y en una dirección inesperadamente interesante, en torno al ChatGPT y otras modernidades, de forma que, cuando miramos el reloj era ya muy tarde para llegar a la sesión de las cuatro. Decidimos en consecuencia obsequiarnos con un brownie exquisito acompañado por un café para continuar la charleta y dejar el cine para la segunda hora. Pero a las seis ya no daban la película de Kore-eda. Y nos cambiamos a ver Holy Spider, una película iraní de 2022 súper interesante y recién estrenada. Lo del ChatGPT todavía no lo entiendo al nivel mínimo como para hablar de ello en el blog, a pesar de los esfuerzos de mi amiga, pero de la peli sí que les quiero hablar.

Como les digo, es una película iraní, con director e intérpretes iraníes, pero se ha tenido que rodar en Jordania, bajo producción danesa (en Dinamarca es donde viven exilados todos los del equipo) y, desde luego, está prohibida su exhibición en Irán. Pero no se trata de una película política, sino de un thriller, que cuenta una historia que sucedió realmente. En una ciudad de tamaño medio, que no es Teherán, pero tiene el suficiente tamaño como para tener un barrio de putas, tan cutre como se pueden imaginar, empiezan a aparecer prostitutas asesinadas. Alguien las estrangula con su propio hiyab y las deja tiradas en una cuneta como si fueran animales. En la película, vemos desde el principio quién es el asesino, la cámara lo va siguiendo en su vida cotidiana. 

Pero no se trata de un asesino en serie, un sádico o algo parecido. No. Se trata de un justiciero, un seguidor de los ayatollahs que cree estar ayudando a limpiar la ciudad de pecadoras, para cumplir un mandato divino. Es un tipo al que vemos en su familia, con un par de hijos a los que trata con cariño exquisito, igual que a su mujer. Pero, algunas noches, después de cenar y acostar a los críos, dice que se va a dar una vuelta para tomar un café y lo que hace es ir al barrio rojo a cargarse a una nueva víctima. No disfruta con ello, incluso lo pasa mal, pero cree que está cumpliendo con su obligación, por haberse tomado al pie de la letra los mensajes del régimen. Y parece que la policía no se toma muy en serio la tarea de localizarlo e identificarlo, lo que motiva que una periodista de un medio de Teherán viaje a la ciudad para intentar averiguar qué está pasando. No les cuento lo que pasa después para no fastidiarles la visión del film, si es que deciden ir a verlo, cosa que les recomiendo.

¿Y por qué una historia como esa, que además es cierta, no se puede ver en Irán? Pues porque refleja muy bien el ambiente en una sociedad en la que no hay libertad, en la que las mujeres están maltratadas y relegadas a un segundo plano, debajo de sus hiyabs. Porque se ven los mamoneos de ese poder religioso corrupto, que empatiza mucho más con el asesino, al que en el fondo comprenden, que con esa periodista fisgona, a la que desprecian por mujer y por mantener una cierta independencia de cabeza y de comportamientos. El régimen de Irán es uno de los más terribles hoy en día sobre la faz de la Tierra. Esa misma policía que aparece en la película es la que detuvo y torturó hasta la muerte a la joven kurda Mahsa Amini por llevar el pañuelo un poco torcido mostrando parte del pelo. Y que lleva desde entonces reprimiendo a los ciudadanos que protestan por ese crimen.

Entre los más de mil detenidos en esas manifestaciones, el régimen ya ha ahorcado a cuatro, todos jóvenes entre 20 y 25 años. Antes de Navidad mataron a un estudiante y a un camarero de una cafetería, cuyo cuerpo colgando de una grúa de las más altas fue fotografiado y exhibido en los medios oficiales para que sirviera de ejemplo. El sábado 7 de enero ejecutaron a otros dos más, un campeón nacional de kárate (kurdo) y un entrenador de un equipo infantil de fútbol, que trabajaba como voluntario, o sea sin cobrar por ello. Hace unos días han ahorcado también a un ex alto funcionario del régimen, que tenía doble nacionalidad británica y estaba acusado de espionaje. Este último es un caso quizá más habitual en un régimen como este, pero lo de detener manifestantes, hacerles un juicio sumarísimo basado en confesiones arrancadas bajo tortura y cargárselos, es un paso adelante en esa deriva enloquecida. Y viendo esa película que les digo se puede palpar el ambiente que se vive en el país.

Donde recuerden que hay una serie de extranjeros detenidos con la excusa de su apoyo a los manifestantes por la muerte de Mahsa Amini, que en realidad han sido capturados para ser utilizados como moneda de cambio si se requiere. Entre ellos, dos españoles, de los que no se dice nada en la prensa. Yo quiero creer que el gobierno español y las familias de ambos están callados para no estorbar las presuntas negociaciones que se estarán llevando a cabo para que los liberen. Pero este es un blog zombie, que apenas siguen entre 30 y 40 personas, así que no tiene ninguna trascendencia que mencione el caso aquí. Se trata de un aventurero de Guadalajara, que echó a andar desde su casa con el proyecto de llegar andando al Mundial de Qatar a animar a España. Y una activista climática y social de La Coruña, que abandonó su empleo y su zona de confort en la ciudad para irse por el mundo a hacer cosas más interesantes. Ambos parece ser que están acusados de visitar la tumba de Masha.

Pero Irán no es el único lugar donde pervive un régimen autocrático que machaca a su población. Piensen en Corea del Norte. O en Afganistán, donde las mujeres no pueden ir ya a la universidad. O en Turkmenistán, donde está prohibido hablar del Covid. Al que lo pillen mencionándolo, lo meten al trullo. Es el único país del mundo en que no se ha registrado ni un solo caso: está prohibida su existencia. Y no son muy distintas las cosas en Rusia o en China, donde hay igualmente regímenes autoritarios y donde el ciudadano no tiene la misma libertad que en las democracias occidentales. Tampoco es muy halagüeña la situación en Cuba, como evidencia el hecho de que en 2022 abandonaron la isla en dirección a los USA cerca de 300.000 cubanos; por algo será. El indicativo de lo mal que se vive en estos países es la forma en que se trata a las mujeres o a los homosexuales, así como la censura sobre las actividades culturales de todos los sectores.

Y otra característica de estos regímenes es que, aunque sus líderes lleguen al poder mediante elecciones, luego cambian el marco normativo para poder perpetuarse. Lo intentaron Trump y Bolsonaro, pero les salió mal. Lo intentó Uribe en Colombia, pero el poder judicial no se lo permitió. Y lo ha conseguido recientemente el presidente de Túnez, que ha cambiando la Constitución para poder seguir indefinidamente, acabando con la única democracia formal del mundo árabe. Hace poco convocó unas elecciones para refrendar sus últimas medidas, en las que participó un 11% de la población, que lo ratificaron por un noventaytantos por ciento. Al final, resulta que los regímenes democráticos somos una minoría. Y dentro de esa minoría, el entorno de la Unión Europea es una especie de paraíso. En la mayor parte del mundo una mujer no puede salir a correr sola por un parque, como las que veo yo en el Retiro cada día.

Por eso tenemos que proteger ese pequeño paraíso en el que vivimos. Aquí se vive muy bien, comparativamente hablando, y por eso todo el mundo quiere venir, emigran y arriesgan la vida en pateras o como pueden. Y la mera existencia de un lugar como este supone una amenaza para los regímenes autocráticos. Por eso el señor Putin, que en sus aires de grandeza pretende restaurar el fenecido imperio ruso, ha empleado mucho dinero y esfuerzo en favorecer cualquier tendencia que debilite a occidente, desde conspirar para que eligieran a Trump, apoyar el Brexit o animar a los separatistas catalanes. Esto no es conspiranoia, está sobradamente demostrado y lo da por hecho Javier Cercas en la primera pregunta que le hace a Macron en su reciente entrevista. ¿No la han leído? Pues aquí se la transcribo.

Javier Cercas. El gran problema para mí, hoy, en Europa, en Occidente, es el problema de la democracia y la lucha entre el “nacionalpopulismo” y la democracia. Llamo “nacionalpopulismo” a algo que se hizo sobre todo visible, peligrosamente visible, en 2008 con la crisis, que fue enorme, que fue terrible, en España y en todas partes de Europa, de Occidente. Era un problema común de todos los europeos. Esta crisis fue solo comparable, quizá, a la de 1929. La de 1929 provocó la llegada al poder del fascismo, o la consolidación del totalitarismo, en toda Europa. Lo que provocó la crisis de 2008 fue la llegada al poder, o la consolidación, del llamado “nacionalpopulismo”. Por supuesto, hay muchas formas legítimas de interpretar la guerra de Ucrania, pero tal vez los historiadores del futuro entiendan que, de la misma manera que la II Guerra Mundial fue la culminación de la crisis de 1929, es obvio que la guerra en Ucrania es la culminación de esta gran crisis. Lo cierto es que Putin ha apoyado este “nacionalpopulismo” en todas partes. Ha sido importante para la llegada de Donald Trump al poder, en el Brexit, en Cataluña. Apoyó a la señora Le Pen y a Salvini. Creo profundamente que, hoy, los ucranios luchan por nuestros valores, por los valores de Europa, como los republicanos españoles en 1936. Entonces, por desgracia, Europa, la Europa democrática, abandonó a España, y el resultado fue un desastre total. Hoy, por fortuna, Europa ayuda a Ucrania. Pero la Guerra Civil española fue el prólogo de la II Guerra Mundial, su primer acto. Y creo que muchos hoy nos preguntamos si la guerra en Ucrania puede ser el prólogo de otra cosa, si existe la posibilidad de una extensión de esta guerra. ¿Cree que existe?

Macron ha venido a Barcelona a sellar un acuerdo con nosotros, un paso que une, no separa. Por eso lo han recibido los independentistas con una patética manifestación, en la que han exhibido su nuevo lema, que pueden ver en el cartel de abajo. Están equivocados, yo creo que s'ha acabat tot. Esto es como cuando Juan Carlos fue a hablar a Guernica y le interrumpieron cantando el himno vasco. Esta tontería del nacionalismo se debería de ir muriendo por inanición, aunque sé que esto no es más que un wishful thinking por mi parte. Yo creo que deberíamos de ir a un estado federado con Portugal, y no soy el único que lo piensa. Pero vean el cartel que les digo.

En cuanto a Cercas, es para mí una referencia, desde Soldados de Salamina, hasta Anatomía de un instante, libros de obligada lectura, como El impostor y otros. En general, estoy de acuerdo con lo que va diciendo este señor prácticamente al 100%. Y lo que afirma en esta especie de introducción, no es que yo lo suscriba, es que es lo que llevo defendiendo desde que abrí este blog hace más de diez años. El nacionalismo es un movimiento que nació en el siglo XIX con tintes claramente progresistas, pero ha ido poco a poco perdiendo ese carácter y ahora es lo más retrógrado que hay. Yo lo empecé a denunciar desde el principio del blog, en tiempos en que los seguidores de los distintos grupos nacionalistas se veían a sí mismos como los más majos del cotarro. Yo era entonces como una voz en el desierto, pero ahora ya no me siento tan solo.   

Un dato que quizá no conozcan. ¿Saben ustedes por qué en Francia no tienen tanta fuerza los movimientos nacionalistas como en España? En Francia hay bretones, normandos, corsos, vascos y alsacianos, entre otros. ¿Por qué están callados frente a un estado mucho más centralista que el nuestro? Pues se lo explico. En Francia había movimientos nacionalistas como los nuestros hasta la Segunda Guerra Mundial. Pero, en esa contienda, TODOS apoyaron al régimen de Petain, al gobierno filonazi de Vichy. ¿Por qué? Pues porque Petain les ofreció apoyarles en la generación de sus respectivos estados separados. Eso es una especie de pecado original que llevan a cuestas desde entonces. Ahora, tal vez la señora Le Pene les ofreciera algo similar, si no estuvieran tan debilitados.

En España, hubo intentos similares, los catalanes tuvieron determinados coqueteos con el nazismo al que plantearon la posibilidad de que apoyara la creación de un estado catalán independiente. Y, si leen ustedes el libro Verdes valles, colinas rojas, de Ramiro Pinilla, encontrarán algo muy similar. Este libro, de tres tomos gruesos, cuenta la historia de una saga de familias vascas hasta nuestros días. Y allí se narra con todo detalle una reunión del Comité Central del PNV en el que se discute si apoyar a Franco o a la República, con las tropas sublevadas ya a las puertas de Bilbao. Al final se decide resistir, pero la votación es bastante reñida y el resultado muy igualado.

En cuanto a lo de que los ucranianos están luchando por nuestra libertad y no sólo por la suya, pues también lo dije yo hace tiempo y coseché división de opiniones, como los malos toreros. Desde ciertas tendencias se sostenía entonces que Zelesky (¡un actor!) era tan malo como Putin y que los rusos se habían visto obligados a defenderse del acoso de la OTAN, razonamiento que yo comparé con el del ladrón que te roba y dice que es porque se ve obligado a ello por la desigualdad social que nos aflige. En vez de ayudar a los ucranianos, debíamos mirar a otro lado, como hicieron los gobiernos europeos con nuestra Guerra Civil. No quiero escarbar más en la herida de este tema, la deriva del mundo irá dando la razón a unos o a otros. Lo que sí quiero decir es que Putin no es un demonio, sino un ser humano, con rasgos de psicópata (falta total de empatía con los muertos que se suman diariamente a la cuenta que él ha abierto), pero humano al fin y al cabo.

Y como persona, me lo imagino ahora cansado y deprimido, porque su jugada de invadir Ucrania le ha salido fatal, el mundo libre está más unido que antes de esa invasión y su ejército ha demostrado ser bastante poco eficiente. Y, aunque se las da de supermán, es posible que sufra dolores articulares o alifafes de cualquier otro tipo. Veremos a ver por dónde sigue la cosa, pero el pueblo ruso no suele tolerar a los dirigentes que llevan a la muerte a sus jóvenes y empieza a haber rumores hasta de una dimisión a cambio de que le dejen retirarse a su palacio junto al Mar Negro, a rumiar su desánimo. Esto es más bien un wishful thinking (otro más) occidental, pero no es del todo descartable. Los políticos son seres humanos, envejecen, se desaniman, tienen malas digestiones y se tiran pedos como cualquiera.

Vean si no la repentina dimisión de nuestra admirada Jacinda Ardern como primera ministra de Nueva Zelanda, una de las mujeres a las que más se ha glorificado en este blog. Esta señora está simplemente harta de estar sometida a la presión 24/7 que se debe soportar en un cargo como el suyo y quiere volver a dedicarse a su pareja y a su hija. Si conocen la serie de la tv danesa Borgen, la protagonista enfrenta un dilema parecido, pero decide seguir de primera ministra y su familia poco a poco se va al garete. Creo que Jacinda habrá visto esta serie y habrá tomado nota. Yo he estado cerca de políticos de bastante altura. Por ejemplo, un señor subsecretario de un Ministerio, que me contaba que, a lo mejor, un domingo por la tarde se estaba duchando y entraba su mujer al baño con el teléfono. Que te llama el Ministro. Dile que me estoy duchando, que luego le llamo. No le puedo decir eso: es el Ministro. El tipo se secaba una mano, cogía el teléfono y escuchaba cómo su superior le daba instrucciones de cambiar unas comas (es un decir) de algún informe, instrucciones que perfectamente le podría haber transmitido el lunes por la mañana.

Como les digo, los políticos son humanos y se tiran pedos como cualquiera, pero esto de los pedos lo vamos a dejar para el siguiente post, que hay una etiqueta específica en el blog sobre este maloliente tema, que tengo bastante abandonada últimamente y hay que revitalizarla. Ya saben supongo que, corroborando lo que yo aventuré en mi post sobre la separación Vargas-Preysler, desde el entorno de la dama se ha filtrado ahora que el brillante premio Nobel se tiraba unos pedos hediondos a todas horas, algo bastante molesto para ella y también para su hija Tamara, ambas mucho más finas y educadas que el susodicho pedorro. Putin, seguramente también se tira pedos, pero su entorno le dice que huelen a Chanel 5. Y, entre Piqué y Shakira, la refriega está a punto de alcanzar el nivel pedorro de los otros. ¿Quién de los dos se tiraría los pedos más sonoros? ¿Eran los de ella en fa sostenido? ¿Los de él por la escuadra?

Mientras tanto, en este país de la periferia del mundo libre, seguimos encelados en temas como el de la Ley de Protección Animal. ¿Deben incluirse en ella los animales de caza? Yo estaría por decir que sí, pero incluiría en la Ley no sólo a los perros sino también al vicepresidente de la Junta de Castilla León, animal contrastado y sin duda merecedor de esa protección. Y ya que estamos, yo obligaría a los cazadores a escuchar el latido del corazón de sus presas y ver su funcionamiento en 4D antes de dispararles, y lo mismo a los toreros con sus toros. Tal vez el ChatGPT ayude a este tipo de previsualizaciones tan en boga últimamente. Sean buenos si pueden.

sábado, 14 de enero de 2023

1.200. Ni puta idea de cómo titular esto

Había puesto este título provisionalmente, como hago a menudo, esperando que luego se me ocurra un titular más adecuado. Pero todos los que me han venido a la cabeza me parecen peores, así que tal cual se queda. El caso es que llevo un tiempo sin comentar demasiado las cosas de la actualidad periodística nacional y mundial, por un doble motivo; por un lado, la reseña del sinvivir en el que me manejo apenas me deja margen para contar otras cosas y, por otro, la actualidad es tan tediosa que, salvo por lo que concierne a los temas del corazón (Preysler, Shakira), lo demás aburre hasta a los semáforos y yo no quiero que este blog sea aburrido. Por cierto, ya que andamos con el corazón a vueltas, más de un lector de esos que no entran a hacer comentarios sino que me los hacen por teléfono o en persona, me ha hecho llegar su preocupación por mi estado anímico y mi gestión de la soledad. Dicen estos bienintencionados seguidores que mi último post es casi una llamada de socorro y se basan para ello en mi comentario de cuánto echo de menos a una mujer que haga conmigo las cucharitas, para poder tocarle el culo a medianoche.

Opinan que mi texto es de primero de Psicología pero, miren ustedes por dónde, si yo he logrado llegar a los casi 72 que estoy a punto de cumplir sin necesitar ni una sola vez un psicólogo, pues tendrán ustedes que admitir que a mí no se me puede meter en el mismo saco que a los demás. Por eso escribo un blog como este, que no se parece a ningún otro. Ya he dicho que no me gusta demasiado descubrir los trucos literarios con los que escribo esta columna cada pocos días, pero hoy voy a hacer una excepción para revelarles una cosa. El tema de las cucharitas me vino a la cabeza al revés de cómo piensan muchos. Buscando en Youtube vídeos relacionados con el mundo del blues, llegó hasta mí el personaje de Abby, The Spoon Lady, que me parece extraordinario. Recuerden que, no hace mucho, les traje también una performance cojonuda de The Possum Scratchers, Las Zarigüeyas Pulgosas, un vídeo súper divertido de un inefable grupo de ancianos músicos callejeros.

Pues así fue la cosa: encontré el vídeo de Lady Spoon, me pareció muy adecuado para el blog, busqué un nexo de unión con mi rollo y aquí salió el tema de las cucharitas. Fue justamente así, y no al revés. Así que no hay motivo para que se preocupen por mí. Ya les he detallado los análisis que hago de mi situación sentimental. Por un lado, las mujeres que me gustan, no muestran un mínimo interés por mí y, por otro, las que se interesan por mis huesos, no me gustan. Son dos grupos que constituyen conjuntos disjuntos, en términos algebraicos. En paralelo, las más jóvenes, que son las que me siguen gustando, ya no me consideran un enemigo potencial, un ligón peligroso, con lo cual no se cuidan de poner una distancia de protección y eso me permite acercarme a ellas y mariposear un rato, con mis artes de seductor veterano. Si alguna vez intento ir un poco más allá, rápidamente me hacen la cobra y me doy por enterado. Esta esgrima es bastante divertida, al menos para mí, y no está en mis planes perderla por una mujer que me quiera en exclusiva y se proponga compartir su vida conmigo.

Esto último no es algo del todo imposible; puede que aparezca una excepción en alguno de los citados conjuntos disjuntos, pero es bastante improbable. En el caso de las jóvenes que me ignoran, tendría que ser una chica un poco incauta y, desde luego, en una relación secreta: ninguna chica superaría el trámite de presentarme a sus amigas/primas/hermanas/colegas y afrontar esa inevitable mirada que viene a significar: pero tú estás loca o qué, qué haces cargando con semejante vejestorio. En el caso de las abuelas que me hacen ojitos, yo al menos exigiría que la señora en cuestión tuviera casoplón en Los Ángeles, por aquello de por el interés te quiero Andrés. Ya les he contado también que uno de mis referentes conductuales es el personaje que interpreta Richard Gere en American Gigolo, Paul Schrader-1980, película que les recomiendo sin dudas de ningún tipo.

Así que ya lo saben: en mi anterior post, primero fue el vídeo de Lady Spoon y luego salieron las cucharitas y sus implicaciones. Es que lo de esta señora desdentada, conocida como Lady Spoon, es realmente un portento, según definición precisa de un comentarista anónimo. Ya saben que Samantha Fish es la mejor intérprete mundial de cigar box guitar. Lady Spoon no es que sea la mejor, es que es la única en el mundo capaz de sacar esa sonoridad de dos cucharas soperas. Les juro que el otro día me pasé la tarde entera intentándolo en la cocina de mi casa con dos de mis cucharas y no conseguí hacer nada ni parecido al trrrriquitrim-trim-trim de esta señora. Es dificilísimo. Les voy a pedir que vean otro vídeo tomado esta vez en plena calle en Asheville, una ciudad de Carolina del Norte. Comprobarán que Lady Spoon maneja también un timbre como los de los mostradores de los hoteles antiguos (¿lo habrá mangado subrepticiamente?), que hace sonar tres veces con el pie cada vez que alguien echa un billete en el sombrero, a modo de señal sonora de agradecimiento. Véanlo, please.

En estos días mi sinvivir ha continuado a toda vela, si bien estoy procurando descansar un poco y guardar fuerzas para lo que se me viene encima. El martes tuve mi clase normal de inglés, luego repasé y afiné el post que había escrito la tarde anterior y lo publiqué ya pasado el mediodía. Busqué entonces algo de comer y encontré en la nevera una cazuela con algo que había cocinado mi hijo Kike el sábado anterior, mientras yo andaba por ahí de francachela con Alain y su amiga octogenaria. Era un guiso con una textura intermedia entre sopa y puré, de un delicioso color calabaza claro y salteado de daditos de diferentes verduras. Saqué un plato y lo puse a calentar en el microondas, de donde enseguida empezaron a brotar efluvios de apio y otras delicias vegetales. Me vino a la memoria una palabra: minestrone. Era una sopa que sabía hacer mi madre y que me encantaba de chico.

Creo que hace tiempo que no probaba algo tan exquisito. Le mandé a mi hijo un Whatssap preguntándole si era una especie de minestrone o qué. Me contestó que quitara lo de especie de: era una minestrone de reglamento. Así que ya lo saben: ni los guisos del Ricla, ni las delicias culinarias del Can’Punyetas o de la Llorería. El plato del año: la minestrone de Kike. Voy a ver si me manda la receta que, como de costumbre, les pasaré en el blog. Después de la siesta, estuve trabajando mi texto sobre las chabolas y cené algún resto más para no irme a la cama en ayunas, que no es demasiado bueno. El miércoles salí temprano a correr por el Retiro, me duché, hice algunas gestiones on line y cogí el coche para ir al edificio APOT. Allí estuve cerrando el programa del día 7 de febrero con los de Brazzaville, aunque no sabemos si vendrán o no, pero había ya que reservar la sala para la conferencia y el autobús para la visita.

Ya saben que tengo diversas conexiones con el mundo africano y sé cómo es la mentalidad de esta gente. Nosotros les mandamos la carta de invitación con la lista de todos sus nombres como nos pidieron. Con eso parece que les era suficiente para solicitar el visado. Dejamos pasar las navidades y ahora les hemos empezado a llamar. Y no se ponen al teléfono. No es algo especialmente extraño. Los africanos, y la gente del tercer mundo en general, no comparten nuestra noción de ciertos conceptos, como la formalidad o la puntualidad. La forma en que viven el tiempo es también distinta. Ya saben que los negros suelen decir a los occidentales una frase que les hace mucha gracia: ustedes tienen los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo. Es un dicho muy popular en el África francófona. Suena más o menos como en el videoselfie de abajo, en el que me esfuerzo en poner voz de negro, con resultados bastante mediocres.

Pero las peculiaridades de las culturas africanas no se limitan a su diferente concepción del tiempo. Otra cosa muy típica: si tienen que darte una mala noticia en relación con algo a lo que se han comprometido, no dicen nada y dejan el tema pudrirse, aunque saben que te vas a enterar al final, es como si les diera miedo que te enfades. En este caso, creo que no les han dado el visado. Tal vez no se lo den nunca, pero no se atreven a decírnoslo. Y, además, con su concepción místico-mágica del mundo seguirán pensando que aún lo pueden obtener con tiempo para sacarse los billetes y cumplir con lo programado. Ya se ocupará Jehová o los diferentes dioses del animismo de echarles una mano. Mientras tanto, no dicen nada y esperan a ver si las cosas se arreglan solas. Sumando esto con la diferente valoración del tiempo y la programación, no sería raro que propongan un retraso de su visita, lo que, con lo apretado de mi programa, podría frustrar todo el asunto. Les tendré al tanto.

Después de cerrar estas gestiones en el APOT, me fui a comer con mi compañera M. con quien quería contrastar mi programa de intervenciones con los franceses del máster de Alain, porque mi amiga tiene siempre buenas ideas en la cabeza sobre la gestión del urbanismo en la ciudad. Una vez que me despedí de ella, me acerqué al bar de mis amigos a tomarme con ellos un chupito de hierbas y desearles feliz año. Luego conduje de nuevo a casa, descansé ligeramente y bajé a coger el Metro a Palomeras para mi clase de rentrée con Henry Guitar, después de dos semanas de pausa, en las que he practicado algo, cosa que mi profesor adivinó enseguida. Volví a casa bastante cansado, me zampé lo que quedaba de minestrone y me fui a la cama.

El jueves tuve mi habitual clase de inglés, en la que Ed nos anunció que se va un par de semanas a una playa colombiana, a unas cabañas con WiFi, desde donde daremos las clases en horarios diferentes para no hacerle madrugar. A mediodía cumplí con mi ritual de yoga y me acerqué al Ricla. Ya había pedido otra cosa de comer cuando Ana telefoneó a sus hijos al bar para preguntarles si estaba yo y les dijo que me cambiaran el menú, porque estaba a punto de terminar unas patatas con carne y con níscalos, que no había probado nunca. Apareció por allí poco después con la cazuela y realmente el cambio mereció la pena. Aunque la minestrone de Kike es imbatible. En general, los guisos de olla están más ricos después de un par de días, que no recién hechos. De vuelta en casa y tras la siesta reglamentaria, trabajé un rato en mi artículo sobre las chabolas de Madrid y por la noche me comí un par de huevos fritos con jamón

Ya ven que me cuido bien: deporte y buena alimentación, con presencia importante de platos de cuchara (que no de cucharitas, quién piensa en cucharitas con lo bien que vivo). Ayer viernes, me levanté dispuesto a descansar de todo ese trajín y disfrutar de algunos de los regalos de Navidad y otros que me he hecho a mí mismo en el año pasado. Como mi casa con el suelo perfecto y la pintura recién renovada. O el nuevo equipo de música, que me costó cero euros, gracias a la generosidad de mis amigos X y Paco Couto. A esto tengo que añadirle mi nueva coquette, de la marca Le Creuset. Me la compré de rebajas en El Corte Inglés y Kike, que venía conmigo, certificó que era un precio conveniente. La cosa viene del viaje que me hice por Europa en noviembre, durante el que constaté que en todas las casas francesas tienen una coquette para que los guisos de cuchara salgan estupendos.    

Y ayer la estrené, finalmente, para hacerme un potaje de garbanzos, espinacas y bacalao, según la receta que ya publiqué en el blog y que pueden localizar buscando en la etiqueta cocina. Lo que pasa es que yo les expliqué cómo hacerlo en una olla exprés, y con la coquette la cuestión se alarga a toda la mañana, pero de eso se trataba. Durante la elaboración me puse a buen volumen un disco de Chopin que contiene el Concierto nº 1 para piano y orquesta, seguido de cuatro mazurcas maravillosas; uno de los vinilos de mi colección histórica que ahora puedo volver a escuchar. Y les diré que el potaje me salió estupendo y tengo comida para algún día más. Tengo que comprobar si unos días después está aun más rico, antes de empezar a pensar en invitar a alguien a comer, de acuerdo con uno de mis propósitos de principio de año. Vean abajo un video del comienzo de la elaboración del plato y una foto del resultado, por supuesto, con una milnueve.


Ayer por la tarde estuve dejando correr las horas, le di otra vuelta a mi artículo, me puse a escribir para ustedes y dejé este texto casi terminado. Porque hoy tengo un programa diferente al de los demás sábados. No puedo correr por el Retiro, tal vez lo haga mañana, porque a las 10 tengo que conectarme a una clase de dos horas de inglés, para cuadrar las horas mensuales en las condiciones alteradas por el viaje de Ed a Colombia. Y a mediodía he quedado con una amiga en una créperie, para almorzar e ir al cine de tarde a ver Broker, la última película del director japonés Kore-eda, de quien tal vez conozcan la excelente Un asunto de familia, 2018. Para acudir a esta cita galante, estrenaré el otro regalo de Navidad que me he hecho a mí mismo, un abrigo de skater que me compré rebajado por Internet después de empezar a buscar por las marcas por las que se mueve mi hijo Kike. Ya les subiré alguna imagen.

Me gusta esto de las citas para el cine de tarde, porque dejan después un tiempo largo para las historias soñadas o reales de las que ya saben que nunca voy a darles detalles, porque integran la cara oculta o zona de sombra de mi vida. Y tendré el domingo para correr y luego descansar largamente, como está mandado desde el Antiguo Testamento, y no seré yo quien contravenga ese mandamiento. Pero estos días ha habido una noticia triste: la muerte del gran Jeff Beck, uno de los mejores guitarristas de la historia. En El País siempre han tenido unos comentaristas de rock nefastos y esta vez le ha tocado dar la noticia a un gilipollas cuyo nombre ni siquiera he memorizado, que dice que Jeff murió “repentinamente” de una meningitis bacteriana. Las comillas las pone él y no sé qué coño quiere decir con esas comillas, que ningún otro medio usa al dar la información. En las noticias inglesas dicen suddenly, sin comillas. No soy tan burro como para desearle a ese imbécil que se pille una infección similar para que entienda lo que quiere decir exactamente suddenly. Pero sí me van a permir que, desde mi blog, le diga que por mí se puede meter las comillas por el culo.

Jeff estaba bien de salud, tenía 78 años pero estaba delgado y se cuidaba. A modo de homenaje, les dejo un vídeo que grabó este verano con su amigo el actor Johnny Deep. Johnny acababa de pasar un calvario con el juicio por difamación subsiguiente a la denuncia de su ex Amber Heard, en el que finalmente ganó por goleada (otro día hablamos del tema) y Jeff lo invitó a sumarse a su grupo que estaba de gira. La canción que les pido que escuchen está dedicada a la memoria de Hedy Lamarr y cuenta cómo esta actriz fue encumbrada por los mismos que luego la hundieron. Jeff deja a su amigo el protagonismo de cantarla, aunque lo apoya con un par de solos marca de la casa (pueden ver cómo usa básicamente el pulgar, mientras con los otros dedos sostiene la palanca del vibrato, con la que juega todo el rato). La canción está compuesta por ambos con letra de Deep y un estribillo bastante triste que repite: no puedo creer, no quiero creer, en los humanos nunca más. Yo tampoco puedo creer que Jeff ya no esté entre nosotros. Sean buenos, una vez más.

martes, 10 de enero de 2023

1.199. Programas, bulos y cucharitas

¡¡Uffff!! Por fin se terminó la Navidad y ayer reanudé el ritmo normal de mi vida, aunque llamarle normal a mi ritmo de vida no es más que un eufemismo, una falsedad como esas que nos traen cada día las noticias, o las todavía peores que se creen los conspiranoicos crónicos, que son carne de fake. Les pondré más abajo unos ejemplos de bulos increíbles vertidos en las mal llamadas redes sociales, que cierta gente se traga sin rechistar y por eso se van a asaltar el Congreso USA, como al comienzo de 2021, o el de Brasilia, hecho lamentable con el que hemos dado inicio al Año del Señor de 2023. Entre tanto ruido, sólo encuentro una certeza: el Dépor jugó este domingo su primer partido desde la llegada del mesías Lucas Pérez y ganó tres-cero, con dos goles del susodicho y un tercero de penalti que el mentado Lucas no quiso tirar y se lo cedió a un compañero que lo marcó.

Quiso demostrar con ese gesto que él viene humildemente a arrimar el hombro y ser uno más, como anunció. Si hubiera marcado ese penalti, habría hecho hat-trick y se hubiera llevado el balón del partido firmado por todos sus compañeros, como manda la tradición. Como sólo marcó dos, no se pudo llevar el balón a su casa de Monelos, suponiendo que haya vuelto a vivir en el barrio, siendo como es millonario. En su anterior etapa de deportivista, después de hacer un partidazo en el que marcó varios goles, le preguntaron qué había hecho esa noche. Contestó que llegó a casa, dejó la bolsa de deportes y bajó al bar de la esquina a tomarse unas tazas de Ribeiro con algo de picar, con sus colegas de toda la vida, tras lo cual subió de nuevo a su domicilio y se tumbó en la cama a ver los videos de los goles de la jornada, actividad buenísima para inducir el sueño, como sabía muy bien el señor M.Rajoy, que se veía el Estudio-Estadio sin falta todos los domingos, para llegar fresco al despacho el lunes.

El domingo sólo pude ver por la televisión la primera parte del partido, porque mi sinvivir me reservaba una cita para unas cañas a las 8 de la tarde. Pero empezaré por ponerles al día de mi deriva hiperactiva de estos días pasados. Como les conté, el día 5 tuve inglés, yoga, comida en el Ricla y escritura del post anterior. El día 6, por el contrario, pude disfrutar de una jornada de descanso en casa, aprovechando que mi hijo Kike se iba con su señora a la fiesta de Reyes de casa de su madre, festejo del que yo me excusé como cada año, lo que me permitió dedicar la mañana a recoger y sanear las plantas de la terraza y pasarme la tarde dedicado a la lectura y al noble arte del samanthing, también conocido como tocarse las pelotas a dos manos.

El día 7 las cosas ya empezaron a ser diferentes. Inicié la jornada corriendo mis 6,5 kms por el Retiro a buen ritmo, pero era sábado entre festivos y tuve que dedicar el resto de la mañana a hacer diversos recados pendientes: ir a la farmacia a reponer mi medicación, acercarme a La Mexicana a por más café, comprar otros 12 litros de leche semidesnatada sin lactosa que, aunque Kike se tiraba por los suelos de risa cuando me vio llegar 20 días antes con una compra similar, lo cierto es que se estaba acabando y había que cargar más. Por cierto, he usado la expresión tirarse por el suelo de risa. Si estuviera en Asturias, diría en cambio esmendrellarse de risa, palabra muy expresiva del bable que deberíamos incorporar al lenguaje cotidiano, y que suele emplearse siempre que algo se desbarata, como una galleta o un polvorón.

Fui también a recoger un viejo abrigo de Desigual al que se le había esmendrellado la tela del cuello de tanto usarlo, así que lo había llevado a que le sobrepusieran un cuello de pana del mismo tono azulado y, de paso, que le cosieran en la pechera un patch de Samantha Fish que me vino de regalo en alguno de los discos suyos que compré por Internet. ¿Cómo dicen? ¿Qué no saben lo que es un patch? Joder, pues mírenlo en Google. En el Reino Unido hay incluso tiendas exclusivas especializadas en la venta de rockstar patches. Bueno, lo mejor es que vean mi nuevo look de bluesman. A ver si consigo otro de Ghalia Volt, que un groupie que se precie ha de llevar cosidos unos cuantos patches de sus estrellas de rock favoritas.


Ese día, Kike cocinó una pasta exquisita, que se mereció una siesta de las buenas, Porque luego, el programa se empezaba a apretar. Les he hablado mucho en el blog de mi amigo de París Alain Sinou, que me invita de vez en cuando a dar una clase en su máster de la París-Huit. Hace muchos años, mi amigo se quedó viudo. Su mujer, Mari-Luz, se murió de cáncer de pulmón a los 59, después de una gozosa vida de fumadora empedernida. Unos meses después, la mejor amiga de su mujer, también fumadora como ella, falleció por la misma causa. Pero había una tercera mujer en la cadena: la mejor amiga de la mejor amiga de la mujer de Alain. Esta señora se llama Victoria. Alain y ella nunca habían tenido demasiada relación, pero se quedaron muy solos y devastados y cada uno tiró por donde pudo. Alain se volcó en su trabajo y su actividad incansable. Y Victoria decidió irse de París a su Bayonne natal, no soportaba ya la ciudad después de tantas desgracias.

Poco después, Alain descubrió que Victoria conservaba una casa rural en Las Negras, Cabo de Gata, y que acostumbraba a pasar allí las navidades para estar sola y huir de sus fantasmas. Y se sumó al plan. Desde hace 10 años, Alain y Victoria pasan las navidades en ese lugar desértico y bellísimo, en un pequeño hostal (la casa se vendió hace mucho). A veces va también un amigo gerundense de Alain, independentista perdido, pero este año han estado solos. Y yo no descarto apuntarme al plan en los años venideros, aunque sería hacerles un feo a mis hijos si les sigue dando por venir a mi casa casi 20 días. Alain suele viajar en coche, aunque no ve demasiado bien y no puede conducir de noche. Y esta vez decidió regresar del Cabo de Gata por Madrid y pasar conmigo un par de días. Se hospedaron en el hotel Mediodía en plena plaza de Atocha y buscaron un garaje cercano donde dejar el vehículo.

El sábado 7 por la tarde, yo esperaba su llamada para bajar a servirles de anfitrión durante su estancia en Madrid. Cuando me contactaron bajé a recogerlos al hotel y echamos a andar bajo una lluvia persistente. No conocía a Victoria pero, en cuanto la saludé, comprendí por qué no son pareja. Victoria es una señora muy mayor. Es una anciana menuda muy divertida, medio sorda, que no habla una palabra de castellano, pero es muy culta, conserva la capacidad de maravillarse por las cosas cotidianas y se mantiene aceptablemente a base de yoga y mucho senderismo, que es la principal actividad deportiva de ambos en el Cabo de Gata, además del levantamiento de gin-tonic. A lo largo de la velada, me reveló que tiene 86 años y que cada vez que llega una nueva Navidad le resulta sorprendente no haberse muerto todavía. Victoria tiene exactamente veinte años más que Alain. Son dos amigos que se encuentran una vez al año y que se profesan un cariño y una fidelidad sin fecha de caducidad.

Caminamos por la calle Argumosa hacia el corazón de Lavapiés y, ante la lluvia persistente, se me ocurrió llevarlos al Mercado de San Fernando, que es un sitio muy animado, como todos los mercados de barrio reconvertidos en usos mixtos con actividades de ocio y restauración. Estaba a rebosar de gente, sobre todo joven, tomando cervezas, comiendo tapas y raciones y montando un escándalo regular, que a mis amigos les encantó. Nos sentamos en la primera mesa que encontramos libre, era un antro turco o similar y Alain se levantó, fue a la barra, pidió tres Riberas y tres platos que, al parecer, señaló con el dedo. Cuando los trajeron, le pregunté qué eran y me contestó: ꟷ¡Ah! No lo sé, pero tienen buena pinta. La pinta era más o menos buena, pero el contenido no tanto, a pesar de estar cocinados con mucho comino y otras especias del entorno árabe.

Nos terminamos nuestro condumio, repetimos de vinos y caminamos de vuelta. Pero era imprescindible un gin-tonic, así que recalamos en un bar que hay en el arranque de Argumosa en el local que antes ocupaba una librería a la que solía yo ir mucho y que se llamaba La LibreRía. Ya antes de la pandemia se convirtió en librería-bar y ahora es sólo bar. Pedimos gin-tonics y unas torrijas buenísimas, a sugerencia mía, para dulcificar un poco la cena no demasiado exquisita. Mis colegas no sabían lo qué era una torrija, así que les aclaré que se trataba de pain-perdu, lo que les hizo mucha ilusión. Nos atendió una chiquita peruana muy simpática con la que inmediatamente pegué la hebra en uno de mis proverbiales coqueteos y acabamos los dos muertos de risa, mientras Alain repetía de gin-tonic y Victoria seguía encantada de nuestra compañía, con su mirada evocadora perdida en un cierto estupor alcohólico. Tras pagar, la chiquita peruana se despidió de mí con dos besos, lo que acrecentó la perplejidad de Victoria. Alain le aclaró que soy un seductor inveterado y entonces pareció comprender. Les dejé en el hotel y volví a casa. Mis huéspedes me esperaban viendo tranquilamente la tele. Ya ven: el mundo al revés, ese día era el padre el que se iba de juerga y los jóvenes los que veían la tele arropados con una manta.

El domingo 8 mi programa era también intenso. Tras desayunar con KIke y su chica, que ya estaban haciendo las maletas, bajé al Café Vertical, frente al Caixaforum. Había quedado allí con Alain para hablar de temas de trabajo, que luego les explico. Nos llevó hora y media discutir y cerrar todos los temas y a las 12.30 salimos a dar un pequeño paseo hasta las Cortes. De vuelta, le enseñé a mi amigo el restaurante catalán Can’ Punyetas, donde sirven calçots, caracoles, escalibada y una butifarra estupenda. Le gustó tanto que reservamos para tres y fuimos al hotel a recoger a Victoria. Hicimos tiempo con una cerveza en la terraza de El Brillante, aprovechando una tregua de la lluvia, y caminamos luego hasta el restaurante.

Tras la estupenda comida, ellos tenían la tarde libre, lapsus que aprovecharon para acercarse a la Fundación Mapfre a ver la exposición de Picasso y Julio González. Yo debía volver a casa para coger el coche y acercar a mis chicos al aeropuerto, en donde cogerían su vuelo a París. Después, volví para una ligera siesta, vi el primer tiempo del partido del Dépor y bajé a encontrarme con mis amigos en la Plaza de Santa Ana para una cena de despedida, a base de jamón, pulpo y ensaladilla rusa con unas cervezas. Por si había dudas, me adelanté a decir que esa noche no habría gin-tonic, que yo tenía que trabajar por la mañana y luego ir al yoga. Les pareció bien, Alain tenía que conducir hasta Bayonne y Victoria no está ya para tantos trotes, aunque se lo pase muy bien con nosotros. Nos despedimos y regresé a mi casa, por fin sin compañías.

Ayer mi programa fue trabajar toda la mañana, luego yoga, un pote asturiano extraordinario en el Ricla, una buena siesta y a escribir para ustedes. Pero me entraron varias llamadas de teléfono y no me dio tiempo a acabar este post. Y ahora se estarán preguntando ustedes: ¿pero Emilio no estaba jubilado? ¿De qué trabajo habla entonces? Bien, les diré que tengo varios asuntos en marcha en un inicio de año bastante frenético. En primer lugar, he de escribir un texto de hasta 1.000 palabras sobre el tema del realojamiento y las chabolas, para el e-book de la asignatura que imparte mi amiga Sonia de Gregorio, en cuyo curso di una clase el año pasado. En el e-book de 2021 ya incluyeron un texto mío sobre el Programa de Barrios en Remodelación, que concluyó en 1986. Este año, Sonia me ha pedido un texto diferente y estoy estudiando todo lo relacionado con la actividad del Consorcio de Realojo de la Población Marginal (1986-1998) y el Instituto de Realojo e Integración Social (IRIS), creado después por Gallardón. Todavía no he empezado a escribir el texto definitivo.

Los días 24 y 25 he de asistir a las jornadas sobre el Bosque Metropolitano, que son en Cibeles, en sesiones de mañana y tarde. El 2 de febrero tengo la interviú on line con la investigadora urbana sueca Jenny Stenberg, de la que ya les he hablado y que he de preparar mínimamente también. Y, a partir del 3, como hasta el 10, andarán por aquí los de la delegación de Brazzaville, cuyo programa aún no hemos cerrado, pendientes de si finalmente les dan o no el visado. Y, de acuerdo con lo acordado con Alain, el mismo día 11 de febrero tomaré un avión a París pagado por la Universidad Paris-Huit. Lo curioso del caso es que mis dos hijos vienen el día 9 para una boda en Madrid, así que Kike me tendrá que dar la llave de su casa para los primeros días. Mi clase con Alain está programada para el viernes 17, pero yo he querido cogerme diez días para encontrarme con algunos amigos más, como Hélène Chartier.

El sábado 18 podría aprovecharlo para acercarme a Lens a visitar la ampliación del Louvre proyectada por el estudio japonés SANAA, galardonado con el Pritzker en 2010, que hace tiempo quiero conocer. Una posibilidad es que luego siga hasta Lille a visitar a Lucas. Y el domingo 19 es mi cumpleaños y tendremos que organizar dónde y cómo celebrarlo. Mi vuelo de vuelta a Madrid es el lunes 20. Hemos tenido que fijar las fechas de mi viaje así, porque la semana siguiente quiero ver el concierto de Ghalia Volt en Madrid, lo que inutilizaba el viernes 24 (las clases de Alain con invitados son los viernes). Y el siguiente viernes era ya demasiado encima de la visita a Madrid que el propio Alain está preparando para venir con los alumnos de su máster. Este viaje de devolución de visita está fijado para la semana del 6 de marzo, con el programa que estuvimos diseñando en el Café Vertical y que les cuento.

El lunes 6 de marzo, llegan los alumnos por la mañana, cogen el hotel y se darán una vuelta por el centro. Los días martes, miércoles y jueves están cada uno dedicado a un tema, dentro del programa del curso de Alain. Hay un día para grandes proyectos urbanos y su poder transformador, completado con una visita a Madrid Río. Un segundo sobre reconversión de usos industriales obsoletos en nuevos centros culturales y de ocio, que también les contaré yo y que incluirá visitas al Matadero, Reina Sofía, Museo del Ferrocarril en Delicias y alguno más si nos da tiempo. Y el tercero tendrá relación con la transformación de edificios de vivienda de las décadas de los 60 a 80 para su optimización energética y medioambiental. Para este tema, voy a intentar pedir ayuda a la gente que dirigió el programa de ayudas de los años de Carmena, que luego suprimió el Topillo. Y el viernes tendremos una sesión matinal de cierre y conclusiones, antes de que cojan el avión de vuelta por la tarde. Alain no viaja con ellos, lo hará de domingo a domingo, para tener más tiempo conmigo.

Para colmo, la clase que tengo que dar en París ha de ser diferente a estos tres temas, para no repetirles el rollo a los estudiantes. En este caso, le propuse a Alain hablar de las diferencias entre el planeamiento tradicional y el estratégico, como el que empezamos a hacer tras la llegada de Carmena. Y un tema actualmente a debate. ¿La ciudad se debe gestionar únicamente con actuaciones estratégicas? ¿O merece la pena rescatar el viejo planeamiento, para mantener una mínima visión urbanística de conjunto, global, como la de los años 80? Hay mucha gente partidaria de la primera alternativa, pero yo creo que sería mejor la segunda, sin excluir el planeamiento estratégico, pero recuperando esa concepción más integral. Pero esto requeriría una revisión completa de los procedimientos, para simplificar un sistema que se ha vuelto inviable por complejo y prolijo, haciendo que surja la alternativa estratégica.

Todo esto es quizá un poco abstruso para los seguidores del blog no expertos en urbanismo, aunque mis viejos lectores deben de saber ya mucho del tema. En cualquier caso, tengo un montón de trabajo por delante para estos próximos días, pero ya han visto que no les abandono. Aunque tal vez en estos meses el ritmo de publicaciones del blog se ralentice un poco, como ya sucedió a comienzos del año pasado. Es curioso el hecho de que me haya tenido que jubilar para recuperar un poco mi relación mental más intensa con la profesión de urbanista. Yo siempre me había sentido como una especie de outsider, un tipo que no comulgaba con las piedras de molino que uno ha de tragarse en el mundo endogámico del gremio de arquitectos. Sin embargo, en estos últimos años, me he encontrado colegas que comparten mi visión de las políticas urbanas, como Alain Sinou, Inés R. de Le Havre, Werner Dürrer o mis diferentes amigas de la ETSAM. Y eso me hace sentirme menos raro.

Pero les he prometido más arriba relatarles algún ejemplo de las teorías conspiranoicas que se cree el personal y que llevan a algunos a asaltar parlamentos o a presentarse fusil en mano en una pizzería de Washington desde la que supuestamente Hillary Clinton dirigía una gran red de pedófilos. Ya les conté que en USA, durante el mandato de Obama, circulaban hilos de Twitter que aseguraban que el presidente organizaba orgías sexuales en la Casa Blanca con su mujer y sus hijas, para las que se hacía traer varios grandes monos de los zoológicos cercanos. Y en los hilos había gente que se lo creía y respondía escandalizada y horrorizada. Hablando con Alain del tema, me dice que en Francia hay todo un foro que asegura que Macrón es gay y que su mujer Brigitte es en realidad un hombre. Y la gente se lo cree, como se cree que la Tierra es plana, que las imágenes del hombre en la luna fueron rodadas por Kubrick en unos estudios de Hollywood o que los yanquis se tiraron ellos mismos las torres gemelas.

Pues en uno de mis festejos navideños me tocó soportar a una peña para la que Pedro Sánchez es el demonio, quiere hundir España e implantar un régimen comunista en el que nos expropien las casas y acabemos todos en la calle. En ese entorno, una señora ya cincuentona y no muy inculta, se vino arriba y dijo estar segura de lo siguiente. En el Mundial de Qatar, España había perdido adrede con Japón, para poder jugar la eliminatoria siguiente con Marruecos y perder también con ellos, como parte del acuerdo secreto España-Marruecos pactado por Sánchez con Mohamed VI por el que cambiamos de chaqueta en el Sahara. Luis Enrique cuyo padre, no lo olviden, es Amunike, cumplía órdenes directas de la Moncloa. A mí me dio la risa, pensando que lo estaba diciendo de broma. Pero era en serio. Se lo creía. Entonces le dije: ꟷPero Fulanita, ¿cómo es posible que te creas semejante barbaridad? Se puso muy digna y me espetó que soy un ingenuo, que nada de lo que pasa es casualidad.

Con la mierda que circula por las mal llamadas redes sociales y la credulidad de la gente poco preparada para usarlas, como dice un amigo mío: ¡poco nos pasa! Hemos de cuidar esta sociedad en la que vivimos tan bien para que no se nos vaya a la mierda. Y ese cuidado exige información de calidad, buena enseñanza y, en suma, cultura y sentido crítico. No se olviden de esto. Por lo demás, yo enfrento el año, como ven, muy ocupado, con algunas citas apasionantes en el horizonte. A finales de mayo volveré a París para el concierto de Samantha Fish. Y tal vez logremos hacer en otoño ese viaje a Uganda que estamos preparando. Y mi amigo Diego Moreno, de Tijuana, desembarcará en Europa con su extensa familia, en fechas que aún no he concretado. Compaginar todas estas cosas en un programa sin superposiciones es difícil, pero veremos cómo va saliendo todo.   

Entre medias de todas estas actividades, continúo picoteando en el mundo femenino como buen dandy coruñés que soy, sin muchas pretensiones de establecer alguna relación más estrecha que la de la mera amistad y ese coquetéo ligero que constituye una esgrima deliciosa cuando te lo saben entender. Y la verdad es que me siento bien y no echo de menos el amor o el sexo, a lo que ayuda bastante tener más de 70. Lo único que a veces echo de menos es dormir al lado de una mujer, haciendo lo que se llama las cucharitas. Es muy agradable despertarse a media noche, estirar una mano y tocar un culo. Pero no se puede tener todo en la vida. Tampoco me he decidido todavía a hacerme con un gato, que hacen mucha compañía, y hasta se puede hacer las cucharitas con ellos. Con el programa que tengo para este principio de año, no sé si lo podría atender debidamente. Tal vez en el verano.

Y ya que hemos hablado de cucharitas, les voy a dejar de despedida un vídeo de una señora que es precisamente experta en cucharas, por lo que es conocida como Abby the Spoon Lady. Es una señora que forma parte del colectivo de músicos de blues que vagabundean por toda USA tocando por las calles, viviendo en roulottes o en chamizos y poniendo la gorra en el suelo para que les echen unas monedas. En función de cómo vengan los tiempos, han de irse a ciudades nuevas a desarrollar sus performances callejeras, para lo que suelen moverse en trenes de carga. Lady Spoon está lejos de cumplir los 80 como mi nueva amiga Victoria, pero ya ha perdido todos los dientes, algo que le importa un rábano. En una entrevista que pueden encontrar en Youtube, asegura que eso de tener dientes está sobrevalorado. Ella toca las cucharillas como nadie en el mundo, es una maravilla ver lo que hace con dos simples cucharas soperas y eso es lo que cuenta. En este caso acompaña a otro músico callejero: Chris Rodrigues, ejemplo de one man band. Disfrútenlo. Y sean buenos, desde luego.