Aquí me tienen, aliviado de que perdiera la señora Le Pene y un poco estresado mientras trato de preparar mis tres bolos consecutivos de los próximos días 5, 6 y 7 de mayo, en los que tendré que hablar de políticas de movilidad urbana, contar el proceso de realojo del barrio de Palomeras y explicar el parque Madrid Río, las tres cosas en inglés, en una concentración temporal que puede ser agotadora. Pero así son las cosas, uno se pasa a lo mejor dos o tres meses sin vender una escoba, como suele decirse, y de pronto se produce una especie de grumo en el desarrollo de este tiempo líquido que vivimos y no te queda otra que afrontarlo y tratar de salir del apuro lo mejor que puedas. Yo estoy bastante baqueteado en estas lides, pero es cierto que uno va ya teniendo una edad y tal vez debería ir poniéndole un poco más de pausa a esta vorágine.
Pero lo de la edad no tiene por qué ser un impedimento para mantener una velocidad de crucero determinada, algo que requiere sobre todo voluntad, energía, resistencia y tenacidad, cualidades de las que no creo que duden ustedes que las tengo, después de llevar casi diez años manteniendo este blog contra vientos y mareas diversas. Eso es algo que va en la idiosincrasia de cada uno, vean por ejemplo el caso del actor Al Pacino: hace unos días ha celebrado su 82 cumpleaños, efeméride que ha aprovechado para presentar al mundo a su nueva novia, de 28 añitos y bastante vistosa. Si no están al tanto de ello, aquí les traigo una reseña en donde se pueden ver imágenes de la chica. Con una mujer como esa, no es de extrañar que el tipo rebose felicidad por todos sus poros. Pinchen AQUÍ y verán que no les miento.
La felicidad es un factor clave para la longevidad, como ya demostraron hace años investigadores de la University College de Londres, que llegaron a cifrar en un 35% la diferencia de posibilidades de muerte entre la gente feliz y contenta y los estresados y agobiados. Pueden consultar una referencia sobre esta información AQUÍ. Dice mi hijo Lucas que, entre todos sus amigos actuales, ninguno tiene un padre que esté tan contento como el suyo. Por algo será. Un matiz importante: la felicidad consiste en estar a gusto con lo que te ha tocado, es decir, en sentirse bien con el mundo, en no tener más ambiciones, envidias o frustraciones que te creen mala sangre. Es algo que requiere un esfuerzo y que sólo se consigue a veces; yo trato siempre de lograrlo, pero no siempre es posible. Y, ¡ojo! no hay que presumir mucho de felicidad, que el mundo está lleno de resentidos que luego, cuando te vienen mal dadas, dicen: mira este, tanto presumir y ahora mírale qué jodido está.
Un lugar donde la gente es bastante feliz es indudablemente mi tierra gallega. Por eso no me extraña la información que acaba de publicarse: según el último informe del observatorio Eurostat, Galicia está entre las cinco regiones de Europa con mayor esperanza de vida, igualada con Baleares y sólo por detrás de la isla de Córcega. Completan el ranking la región griega de Epiro y la Umbría italiana. Como nunca se creen las cosas que cuento, me veo obligado a ponerles también el enlace a esta noticia: han de pinchar AQUÍ. Bueno no se me quejen, que hoy les he puesto tres enlaces pero todos remiten a artículos sencillos y cortitos. Las abuelas gallegas de pueblo se siguen escarallando de risa a la menor ocasión, como ven en esta imagen.
En mi caso, el mantenimiento de este blog es algo que me ayuda a estar contento y por eso sigo con él. Lo que pasa es que dice mi amigo X que no debo preocuparme o estresarme si pasan tres días y no he escrito mi post reglamentario, ni tampoco sentirme obligado a escribir de temas que no me interesan: que yo escriba cuando quiera y de lo que quiera. Bien es cierto que, a renglón seguido, me estuvo presionando para que escriba un post sobre la épica de las remontadas del Real Madrid, pero esto ya entra en el terreno de las contradicciones que todos tenemos en nuestras formas de afrontar la vida. En cualquier caso, yo seguiré su consejo de ámbito más general: escribiré cuando quiera (es decir, ahora mismo) y de lo que quiera. ¿Y de qué quiero escribir yo en estos momentos? Pues sin dudarlo: de blues.
La verdad es que estoy deseando que se pase este grumo de tiempo con sus tres bolos, para irme unos días a La Coruña, acometer la pintura y lijado del suelo de mi casa y que llegue pronto el mes de julio para llegarme a Cazorla al festival de blues en el que podré ver en directo a mi adorada Samantha Fish, así como al sensacional Eric Gales y otros portentos, sin olvidar a Raimundo Amador. He hablado con gentes del mundillo del blues que estuvieron otros años y me han dado dos consejos: que lleve sombrero de paja y crema solar de la máxima protección; la solana que pega en el sur de la provincia de Jaén a primeros de julio es para tenerla en cuenta. Pero se trata de tres días de fiesta interminable, que este año tiene un carácter especial después de dos ediciones suspendidas. Para que se hagan una idea del ambiente del festival, les pido que vean este vídeo que se grabó después del último, en 2019.
Como han visto, el vídeo acaba con la frase Nos vemos en 2020. No se imaginaba nadie por entonces que a final de año nos aguardaba una pandemia que nos iba a obligar a encerrarnos y que determinaría la suspensión del festival durante dos años. Los organizadores han enviado por Facebook una versión nueva del vídeo en la que corrigen el año para decir Nos vemos en 2022, pero no la han colgado en Youtube. Al menos por ahora. Por cierto, después de dos años dándonos información al segundo de las consecuencias de la pandemia (hoy se han muerto 300, bieeeen, 50 menos que ayer) el Gobierno ha dejado de dar información.
Sucedió el 1 de abril y ahora parece que no pasa nada, aunque la situación no ha debido de mejorar especialmente. Pero no hay dónde buscar datos y ya saben que de lo que no se habla es como si ya no existiera. Es lo mismo que cuando la señora Botella detectó que el medidor de contaminación que daba las cifras más altas estaba al pie de la Cuesta de Moyano: procedió a trasladarlo al centro del Retiro y santas pascuas. Puedo dar fe de ello porque paso por allí cuando salgo a correr y vi cómo lo desmontaban (otro tema sería por qué, después de años de atravesar corriendo el punto más contaminado de Madrid, no tengo los pulmones del color del helado de chocolate).
Pero sigamos con el blues. Han de saber que, desde hace unos días soy nuevo socio de la SBM. Como lo oyen. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben lo que es la SBM? Lo suyo es grave, queridos seguidores. Por favor: Sociedad del Blues de Madrid. Es una asociación a la que cuesta 20€ anuales apuntarse y que organiza semanalmente pequeños conciertos en bares y locales, así como jam sessions y otros eventos. Yo me estrené como socio este domingo asistiendo a un concierto de Osi Martínez y Guille the Kid en la taberna Alabanda, en el Lavapiés profundo, ya cerca el Rastro.
Osi Martinez es un veterano de la escena del blues vallecana, algo más joven que yo, que ha pasado por diversos grupos sin demasiada repercusión mediática, el último de ellos llamado Osi y los Osidados. El esfuerzo de Osi ha sido siempre adaptar el blues a las letras en español, algo bastante difícil. Y es uno de los mejores armónicas de Madrid. El último disco de los Osidados se grabó a finales de 2019 y tenía ya fecha para su presentación pública en marzo de 2020. Ya se imaginan lo que pasó. Para que vean lo que hace este señor, vean este vídeo de un tema de dicho disco. Les pido que se fijen especialmente en el tipo de la camisa morada, al cargo del trombón de varas. Se trata nada menos que de mi amigo Henry Guitar, mi profesor de guitarra que le da también con soltura a otros varios instrumentos.
Yo esperaba ir al concierto con Henry, pero al final no pudo venir, así que acudí solo, andando desde mi casa. La entrada costaba 5€ para público en general y 3€ para socios de la SBM. De todas formas, el local era pequeño, al fondo de la taberna en ángulo de 90 grados y con un aforo limitado a 35 personas. Una maravilla. La hora era a las 13.30, una especie de sesión vermú, y se anunciaba como un doble pase. Pero la cosa era un único concierto con un descanso en medio de media hora, en el que se puede pedir de comer y ese es el truco. La taberna ofrece cosas bastante ricas, hace el negocio con eso y tú solucionas el tema de la comida de un domingo de forma muy agradable, con música en directo.
Osi contó su historia entre tema y tema. La pandemia le llevó a tener que disolver el grupo, que ya no ha vuelto a reconstruirse. Uno de los componentes se ha puesto a trabajar en una oficina, otro está desanimado, etc. Estos últimos tiempos, Osi ha empezado a ensayar con un guitarra muy jovencito que sonaba muy bien, y este era su primer concierto después de la pandemia, en el que confesó al final que se sentía feliz de nuevo. Por fin podía volver a hacer lo que le gusta. Hablé un rato con él para darle recuerdos de Henry y le pedí que nos avisara de sus próximos bolos. En la segunda parte del concierto grabé un fragmento de un tema, para que se hagan un poco la idea del ambiente del lugar. En diversos pasajes subieron al escenario varios de los asistentes, a hacer coros o a tocar una segunda guitarra, como es el caso del calvorota que aparece en el vídeo.
El nivel del blues madrileño es el que es, pero los que están en el asunto son igualmente felices, especialmente si pueden vivir de ello. Si se tienen que ir a trabajar a una oficina ya no tanto. La SBM hace lo que puede por apoyar a estos músicos y yo trataré de irme integrando en este mundillo que me resulta muy atractivo. Les diré que el contacto con la SBM no me lo ha dado Henry Guitar, que ni siquiera sabía que existía, sino Pablo, el dependiente de una de las tiendas en las que he estado mirando amplificadores, en la calle Cedaceros. Pablo es un friki del blues y toca la batería en un grupo de hard rock. Él fue el que me animó a asociarme, y eso que finalmente no me compré el ampli en su tienda, sino en otra que me ofrecía uno más barato. Como le anduve mareando mucho, al final le fui a pedir disculpas y le conté que mis hijos me habían regalado un ampli por mi cumpleaños, de sorpresa. Es lo que en inglés se llama una white lie (en español una mentira piadosa).
Pero el blues que a mí me apasiona es el genuino, el auténtico, el que nació en Nueva Orleans y en Chicago y a lo largo del Mississippi. El de Samantha Fish, Larkin Poe, Eric Gales, Damon Fowler o Tab Benoit. Eso es otro nivel. Samantha es una mujer que también destila felicidad y lo han podido comprobar en las innumerables fotos que les he traído al blog, aunque sus letras hablan últimamente de un corazón en busca de alguien que lo sepa apreciar, que encuentre la llavecita de su colgante de cuello. Pero además Sam hace que los músicos de su grupo se lo pasen bien también y en definitiva sean igualmente felices y en eso ha encontrado una colega impagable que es la estruendosa y mediática baterista Sarah Tomek. Hoy les traigo una foto suya para variar.
Sarah se ríe casi como las viejas gallegas de la foto de arriba. Pero, si hemos de ser justos, desde el punto de vista estrictamente musical, yo creo que nadie duda de que, en el universo del blues, el más grande (en todos los sentidos) es hoy por hoy el gordo Christone Kingfish Ingram. Así que, para que no se diga, voy a cerrar el post con un tema suyo. Kingfish es igualmente un hombre feliz y es algo que se percibe en su forma de tocar, en su voz, en su presencia sin parangón, en su personalidad sobre el escenario. Este vídeo está grabado en marzo de este año en Fort Lauderdale (Florida) y es realmente portentoso. Disfruten de él. Y traten de ser felices, coño. Que no se diga que no lo han intentado al menos.