Es difícil ponerse a escribir de otros temas que no sean la animalada que se está perpetrando en Ucrania. Es lamentable que, en pleno Siglo XXI, un autócrata loco se lance a invadir un país vecino que no se ha metido con nadie y empiece a bombardear ciudades y hasta instalaciones nucleares. Eso es algo que no tiene pase. Es intolerable. Podemos analizar las razones, los detalles del contexto y deducir, como hace Noam Chomsky, que cualquier otro dirigente ruso podría haber reaccionado igual, porque Rusia tiene motivos sólidos para dar el paso que ha dado. Pero lo que está sucediendo en Ucrania desde hace once días no tiene justificación posible y es horrendo. Y hay que proclamarlo así. Sin añadidos. Es decir, queridos seguidores, que no les admito que digan esto es intolerable, pero… No, no. No hay peros. Es intolerable y punto. Vale, estudiemos las razones, el contexto, los motivos geoestratégicos, lo que ustedes quieran. Pero no tiene pase que se estén ahora mismo bombardeando ciudades habitadas aquí al lado, en plena Europa.
Miren, una de las pocas veces que hablé bien en este blog de El fraCasado, fue con motivo de su reacción ante el asalto al Capitolio por los fans de Trump, más o menos vestidos de bisontes y otras astracanadas de atrezo. Al tipo le pusieron un micrófono en la cara, saliendo del Congreso, y su respuesta fue esa: esto no se puede tolerar. Era justo lo que había que decir. En cambio, los más tontos del país, señores Rivera (don Albert) y Girauta, dijeron que era intolerable, pero… en el fondo era lo mismo que habían hecho los de Podemos en no sé qué escrache o manifestación bajo el lema rodea el congreso. Muy mal. Estos tipos son muy tontos, como ha quedado acreditado en este blog. No se olviden que la mejor definición de tonto es la que proclama la madre de Forrest Gump cada vez que su hijo le pregunta angustiado si es que es tonto. La señora Gump, con tono cada vez más irritado, le contesta: no, Forrest, tú no eres tonto; tonto es el que hace tonterías. O el que las dice, desde luego.
El Hijo de Putin no es tonto, pero yo creo que es un criminal, a la altura de Hitler, Stalin y Mao. Y con el mismo punto despiadado. Sus argumentos se vuelven en su contra. Porque, si Rusia, Ucrania y Bielorrusia son una misma entidad étnica, cultural y religiosa, que proviene del medieval Rus de Kiev, entonces lo que ha hecho este señor es poner a pelear entre sí a hermanos de sangre y cultura. Uno de los peores crímenes que se pueden cometer (y que, entre otros, cometió Franco). Lo que este cabrón no se esperaba es que el pueblo ucranio hubiera desarrollado un sentimiento nacional como el que ha estado incubando durante estos nueve años que lleva Rusia preparando la invasión. El gobierno ruso pensaba que esto iba a ser un paseo militar, como el que les permitió anexionarse Crimea, hace justo ocho años. Pero durante este tiempo, los ucranios se han ido cargando de razones y han modernizado su ejército, lo que ahora les está permitiendo resistir a un enemigo diez veces más poderoso.
Además, es un hecho demostrado que un pueblo defendiendo su tierra, es mucho más valiente y feroz que una tropa de soldados de reemplazo enviada a un país extranjero y formada por chavales a los que en muchos casos se les ha llevado engañados. Sobre esta tremenda guerra en el corazón de Europa, tienen ustedes información diaria al detalle. Así que en este foro comentaremos lo justo para que nadie piense que no nos importa, o que pensamos que no nos atañe, aquí refugiaditos en nuestro paraíso europeo occidental. Pero ya saben que aquí se tiende a analizar a los personajes y a tratar de descifrar lo que revela su cara o su gimnasia gestual. El Hijo de Putin es un tipo del KGB, que ni siquiera pasó de teniente coronel de ese cuerpo de espías, y del que ya se ha dicho que fue criado por una familia que no era la suya, porque ésta no tenía posibles o condiciones para ello. Eso parece que condicionó su personalidad. Pero yo quiero céntrame en dos rasgos. Vean un retrato reciente, de ayer mismo.
No sé si lo aprecian, pero este hombre está colorado y como inflado, está raro, tiene una cara de pan de peso (como decimos en Galicia) que no parece muy sana. Yo pensé inicialmente que se había dado botox o similar. Pero me dicen unos amigos que hablan con conocimiento de causa, que más bien parece que le estuvieran dando cortisona. Que a los que tratan con cortisona se les pone la cara así. Ahí lo dejo (por mi parte, mal rayo le parta). El otro rasgo que ostenta y que resulta llamativo es que, cuando camina, bracea únicamente con el brazo izquierdo, llevando el derecho extendido y aparentemente relajado. Esto parece que se debe a la instrucción en el KGB, donde le decían que el derecho había que tenerlo listo por si hay que disparar súbitamente. Como hacía el personaje que interpretaba Clint Eastwood en los primeros espagueti-westerns, al que llamaban El Manco, porque tenía siempre una mano suelta, que usaba sólo para disparar cuando se veía en un apuro.
Sólo un apunte más. En los medios de la izquierda, El diario.es, Podemos, etc, se ha generalizado una opinión de rechazo a la decisión del Gobierno Sánchez de contribuir al movimiento internacional que está enviando armas al estado ucranio, en base a un difuminado pacifismo de salón. Acerca de esto sólo tengo que decir una cosa. Mi padre estuvo toda su vida lamentando que a la República no la ayudaran otros países, especialmente Francia e Inglaterra. Si eso hubiera sucedido, la guerra quizá no se hubiera perdido. Pero el inglés Lord Chamberlain y el francés Daladier impulsaron un Acuerdo de No Intervención, que firmaron todos los presidentes de las naciones del entorno, incluidos Hitler y Mussolini. Lo único es que los dos impulsores cumplieron exquisitamente lo firmado (que partía de considerar el golpe de Franco como un asunto interno de nuestro país), mientras que los gobiernos alemán e italiano se pasaron lo firmado por la entrepierna (quiero decir que se limpiaron el culo con ese papel).
El único país que ayudó a la República fue Rusia, que, según mi padre, nos vendió unas armas caducadas, de segunda mano, oxidadas o inutilizables. Pero, ingleses y franceses, ufanos con el acuerdo firmado y aclamados en sus países como garantes de la neutralidad y la paz, repitieron la jugada en 1938, firmando un acuerdo con Hitler en Munich, que garantizaba que Alemania no invadiría los Sudetes. Este acuerdo sólo sirvió para retrasar el comienzo de la Segunda Guerra un año. Pueden ver una película reciente sobre esto. Se llama Munich al borde de la guerra, está disponible en Netflix y no es una gran película, pero explica muchas cosas y cuenta con una interpretación extraordinaria a cargo de Jeremy Irons en el papel de un envejecido Lord Chamberlain. Así que, por favor, no me toquen los huevos con esto de que no es correcto enviar armas a Ucrania.
Menos mal que Yolanda Díaz no se ha sumado a esa corriente, distanciándose con ello de Podemos, porque en caso contrario, la habría eliminado de mi elenco de mujeres extraordinarias a las que dedico posts y posts de este blog. Porque, en realidad, como les he dicho, yo no quiero hablar de Ucrania más de lo necesario. Yo quiero hablar de Samantha Fish, Athenea del Castillo, Yuja Wang, Khatia Buniatishvili y Jacinda Ardern, entre otras. Samantha, por ejemplo, ha sustituido su gira europea por una ronda de conciertos a medias con su amigo Devon Allman, el hijo de Greg, de la Allman Brothers Band, y están siendo unos conciertos apoteósicos. Aquí pueden ver el cartel anunciador de uno de esos conciertos, el de ayer en Warren (Ohio).
Sarah Tomek es una baterista estratosférica, que desarrolla una energía en escena ciertamente asombrosa. Pero saben que la formación del grupo de Sam que más me gusta es la que tuvo hasta 2016, con GoGo Ray a la batería y Chris Alexander al bajo. Es el tramo de su carrera en que hacía un blues más auténtico y estaba guapísima. Ya les he dicho que estoy fascinado y enamorado de una mujer que ya no existe. Buceando en sus actuaciones de ese período he encontrado un video (uno más) que justifica completamente esa fascinación. Es un fragmento de un concierto en Winthrop (Carolina del Sur), es decir, un lugar rural y lleno de garrulos como Arkansas o Idaho. Sam tiene los ovarios de salir a escena con un vestido semitransparente de esos que no todas se atreven a vestir y menos en Carolina del Sur. Y deja a todo el mundo patidifuso con su energía, su determinación, su calidad vocal y su maestría con la guitarra. En suma: su personalidad. Pónganse la pantalla grande y disfrútenlo. Por cierto, son dos canciones y, entre ambas, Sam pregunta al público ¿Os sentís bien? Ante la respuesta del personal, añade irónica: pues ahora os vais a sentir mucho peor. La segunda canción es de temática más lúgubre.
En fin, que empieza uno hablando de Ucrania, porque no queda otro remedio, pero aquí se acaba siempre hablando de Sam y de todas esas mujeres de personalidad similar que me tienen fascinado. En el post anterior les puse al día sobre Athenea del Castillo, que está en el camino de convertirse en un fenómeno mediático. La selección española que este mes de julio competirá en la Eurocopa está prácticamente formada por la plantilla del Barça más Athenea. Ayer sábado, el Real Madrid femenino jugó un partido difícil en casa, contra el Athletic de Bilbao. Hacía el minuto 70, el resultado era de empate a cero, a pesar de las continuas incursiones de Athenea por el extremo izquierdo, terminadas en centros que sus compañeras no acertaban a rematar. Hasta que la propia Athenea se lanzó con su velocidad supersónica a interceptar una cesión a la guardameta contraria y llegó por los pelos a rematar el primer gol. Hoy no les traigo vídeos de esta mujer, que ya sé que no les interesan demasiado. Sólo les voy a poner la imagen de cómo celebró ese gol que desatascaba el partido. Una imagen vale más que mil palabras.
En realidad, estos temas en los que insisto en el blog son, como ya les he dicho, formas de hacer como si (como si no hubiera pandemia, ni guerra en Ucrania). Y también me sirven de distracción, mientras aguardo a que me operen de la catarata del ojo izquierdo. La intervención será el próximo jueves a primera hora, así que hagan el favor de desearme suerte, enviarme toda su energía y elevar las correspondientes rogativas a San Benitiño de Lérez o de Rabiño, porque no quisiera salir de ese trance vendiendo el cupón de ciegos (dos iguales para hoy, gritaba el ciego coruñés de mi infancia). Todo el mundo me dice que es una cosa sencilla y que sale bien, pero yo ya sé de varios casos que no han salido tan bien, así que les confesaré que estoy cagadito. Quizá tengan ustedes otra imagen de mí según lo que cuento y presumo en este foro, pero esa es la realidad: estoy cagadito. Así que tocaremos madera.
Hay algo que quiero aclarar. Yo tenía este comienzo de año organizado para viajar a París a ver a Sam en el Bataclan y así lo anuncié a todos los vientos. Cuando eso me falló, pensé que me había equivocado desvelándolo con tanta antelación y por eso dije que ya no iba a anunciar mis proyectos antes de tiempo. Pero ya he cambiado de opinión y por eso les anuncio mi operación ocular. Y otro efecto de la anulación del concierto de Sam fue que pensé que esto de la pandemia iba a continuar dando la murga, que iba a seguir sin poder viajar como antes (por no hablar de que ahora vengo ganando la mitad de dinero que cuando estaba activo). Así que me apresté a ocuparme de una serie de asuntos que tenía pendientes, para tratar de solucionarlos antes del verano. Entre ellos mis tres frentes médicos que ya se irán contando. Y también pintar mi casa y lijar el suelo, para lo que tengo que irme de mi casa, algo que tengo programado para finales de mayo.
Pero, igual que me pasó cuando me jubilé, he entrado en una vorágine de actividades y temas que me tiene en un perpetuo sinvivir, como les voy a detallar más abajo. Ese sinvivir, que me tiene hasta un poco estresado, se interrumpirá cuando me operen el primer ojo. Durante tres semanas no puedo UNO, salir a correr al Retiro, DOS, hacer yoga, TRES, coger grandes pesos, como una compra muy copiosa y CUATRO, agacharme, por lo que tengo que pasarme a llevar zapatos sin cordones. En esos días debo estar tranquilo, leer, descansar, echarme los colirios correspondientes con regularidad. Y no me han dicho nada de que no pueda seguir escribiendo en el blog, eso que salen ustedes ganando.
Pero estas dos semanas, la pasada y la que viene, están siendo vertiginosas. El lunes pasado se marchó mi hijo Lucas, que había estado una semana conmigo. Por cierto, cuando lo fui a recoger al aeropuerto, el día 21 de febrero, qué sensación de alivio experimenté cuando me dejaron entrar en el interior del aeropuerto y vi a la gente tranquilamente sentada en las terracitas de los bares interiores. Era la primera vez que no me paraban en la puerta, para que esperase fuera. Fue el signo definitivo de que ya hemos vencido a la pandemia. A ver si ahora logramos solucionar lo de Ucrania, que esto no hay quien lo soporte. El caso es que este lunes empecé mi primera semana vertiginosa acudiendo a un notario a formalizar mi testamento, algo que es necesario hacer, para evitar problemas a los hijos.
A mediodía fui al yoga y luego tomé un tentempié en el bar Ricla del que ya les he hablado. Por la tarde hube de ir al aeropuerto a llevar a Lucas, que se volvía a Francia. El martes, tuve mi clase de inglés on line y luego volví a coger el coche para el aeropuerto. Llegaba mi amigo Alain Sinou, de París. Alain es un hombre arrollador, que nunca se cansa, que camina por la ciudad lo que haga falta, que come como un náufrago rescatado, bebe como un cosaco y habla todo el tiempo en español de manera torrencial, apoyando su charla con grandes ademanes. Ese primer día fuimos a dejar el coche en mi plaza del Reina Sofía y, desde allí subimos andando hasta su hotel, que estaba entre Sol y la plaza de Santa Ana (Alain carga un mochila bastante pequeña). Una vez inscrito en el hotel, salimos a comer a una de las terrazas de Santa Ana. Y entonces empezamos a caminar.
Lo llevé hasta el Palacio Real, para que viera el nuevo mirador que hay sobre el sur de Madrid, encima del edificio del nuevo Museo de Colecciones Reales, aún sin abrir. De allí fuimos a la Plaza de España, para ver el resultado de las obras. Caminamos hasta el Templo de Debod y volvimos. Subimos a la azotea del Hotel Riu para ver desde allí el panorama y tomarnos un mojito en unas tumbonas. De allí fuimos al Cuartel del Conde Duque a ver la exposición sobre el arquitecto Luis Bellido, el autor del Matadero, en la que nos demoramos bastante tiempo viendo los planos y las diferentes láminas. Caminamos luego por toda la calle de La Palma, doblamos por Fuencarral a la derecha, seguimos por Montera y llegamos a su hotel con la noche ya bien entrada. Desde allí todavía caminé a mi casa. El contador de pasos de mi móvil, que suele darme un aviso a los 10.000 pasos, diciéndome que ya he cumplido el objetivo de salud del día, superaba los 20.000.
El miércoles quedé con Alain a las 9.30 en mi parking, para coger el coche y acercarnos a la ETSAM en donde mi compañera y amiga Sonia de Gregorio había reservado una sala para nuestro encuentro, que duró más de dos horas. Ambos se cayeron bien y entre los tres sentamos las bases de esa red que queremos montar para hacer viajes con los alumnos y que seguramente dará sus primeros frutos para el curso que viene (para eso había venido Alain a Madrid). De vuelta al barrio, dejamos el coche en el parking y me lo llevé a tomar un vermú a las Bodegas Rueda, allá por la Avenida Ciudad de Barcelona adelante. Allí nos pedimos una tabla de ibéricos que hizo las delicias de mi amigo, gran amante de la chacina. Desde allí caminamos hasta las Bodegas Rosell, rodeando la estación de Atocha, en donde rematamos la faena con un bacalao al horno cojonudo. Ahí le dije que yo quería irme a casa a descansar un poco y luego tenía clase de guitarra.
Me contestó que muy bien, que así él aprovechaba para ver el Museo Reina Sofía. Ya les digo que es incansable. De vuelta de mi sesión con Henry Guitar, lo llamé por teléfono por si quería salir a tomar una copa, pero me dijo que ya no le apetecía, que estaba leyendo tranquilamente en zapatillas. El jueves, tras mi clase de inglés, subí a la Plaza de Santa Ana a tomar un café con mi amigo en una de las terrazas. Estaba lloviendo pero eso no es problema para dos trotamundos urbanos como nosotros. Yo tenía yoga a mediodía, así que bajamos bajo la lluvia hasta el Museo del Prado donde lo acompañé en la cola y lo dejé en la puerta. Tras el yoga, comí algo en Casa Revuelta y me fui a casa a descansar un rato. Pero a las siete quedamos otra vez para un fino en La Venencia y una cena de gala en La Cabaña Argentina, la mejor carne de Madrid.
El viernes tenía cita en mi casa con el electricista que venía a instalarme la toma de tierra (otra cosa que tenía pendiente) y que tardó bastante en terminar, así que comí algo en casa. Inmediatamente salí a tomar un café de despedida con Alain, que debía coger el autobús amarillo al aeropuerto. Yo no podía llevarlo esta vez porque tenía teatro a las 7, con mi grupo de irreductibles fans de la farándula, donde coincido con mi querido amigo X. Como de costumbre, rematamos la faena comiéndonos un pulpo y otras delicatesen enfrente del propio Teatro Español. Ayer sábado tuve una clase de dos horas de inglés con Ed, para compensar las dos clases de la semana que viene, a las que no puedo asistir. Me sumé a un grupo de nivel B2, que me resultó bastante agotador. Luego tenía una comida de cumpleaños con unas amigas en una pizzería del barrio. Pero la cosa no acababa aquí.
Porque a las ocho estaba citado en Palomeras con Henry Guitar para asistir al concierto que el colectivo La Palmera ofrecía en homenaje al poeta del barrio que suele recitar sus versos acompañado por estos músicos, y que está a punto de marcharse a Alemania (El Rapsoda, lo llama Henry, recordando al de la serie Yo Claudio). Esperamos hasta las 20.30, pero allí no venía ni el Tato. Era una situación un tanto surrealista, porque en el escenario estaban siete personas, los seis músicos y el rapsoda, mientras que formábamos el público seis personas. Fue algo similar al concierto de Berthe Trepat, que se describe en Rayuela. Sólo que aquí no se fue nadie y resultó muy bien. Y luego me liaron a tomar unas cervezas con ellos en el bar Los Cuñaos, de donde salimos todos bastante borrachos a las tantas de la noche, momento en que hube de encontrar la boca de Metro para volver a casa.
Hoy, al séptimo día, he descansado, como Jehová, aun que he bajado a tomar un vermú en el Brillante con un amigo y estoy dedicando la tarde a escribir este post. Pero me quedan tres días de vorágine. Mañana he de ir por la mañana a la sede de ADESLAS a pedir que me autoricen la operación ocular y comprarme todos los colirios. A mediodía tendré mi sesión de despedida del yoga por un tiempo. Y a las siete me conectaré a la primera de las cuatro clases de un curso literario al que me he apuntado (por si no tuviera bastantes compromisos), con Carlos Fortea, el traductor del alemán de Stefan Zweig y Gunther Grass. Le conocí en una sesión de Billar de Letras y me pareció un tipo extraordinario, un gran conocedor de la cultura alemana que ha sido decano de la Escuela Oficial de Traducción. Será una sesión de dos horas.
El martes he de estar a las 10.30 en la estación de Metro de Legazpi para iniciar una visita al Parque Madrid Río con los alumnos del máster de mi amiga Ester Higueras, que me llevará toda la mañana. Y por la tarde tengo una reunión de la comunidad de propietarios de mi casa, sobre un tema que me la bufa, con perdón, pero a la que me ha pedido que vaya una amiga, que está horrorizada porque van a abrir una puerta en no sé donde, algo que es claramente perverso. El caso es que ella me apoyó a mí cuando pedí que me pagaran el arreglo de la fachada de mi terraza y no quiero ser desagradecido.
Y el miércoles, aunque ya he de empezar a ponerme los colirios, tengo una comida en Argüelles con mi grupo de amigas del curre con el que me reúno de vez en cuando, luego tengo que ir a llevar el coche al taller de chapa, donde lo quiero dejar para que me arreglen un pequeño golpe que me dieron el otro día, y por último me voy otra vez a Palomeras para mi clase de guitarra, aunque no le aseguré a Henry Guitar que asistiera, depende de lo cansado que esté y lo estresado con la operación del día siguiente. Como ven, un sinvivir.
Si la operación me sale bien, espero entrar en un período transitorio de calma que viviré con auténtico alivio. Y, hablando de alivio, que gusto da escuchar hablar a Núñez Feijoo, ver cómo se trae de Bruselas a Esteban González Pons y escucharles decir que van a renovar el Poder Judicial, como yo anticipé, y que, cuando el PSOE haga cosas bien, no les importará reconocerlo. ¿Cómo ha podido vivir el PP al mando de un tipo cuyo único programa era llegar a la Moncloa para derogar todas las leyes del gobierno anterior?
Con esta vida acelerada que llevo, no sé cuándo podré escribir otro post, depende de cómo salga la operación. Así que lo dicho: que me deseen suerte. Y que disfruten de su semana sin soñar mucho con el Hijo de Putin.
Creo que alguna vez te he dicho que con los años me he hecho más tolerante pero mucho más cascarrabias. También creo que tu respuesta fue que cascarrabias lo he sido siempre.
ResponderEliminarBueno, pues como muestra de intolerancia quiero decirte que lo de la invasión de Ucrania es intolerable y como muestra de tolerancia te digo que los que ponen el pero probablemente no estén aceptando lo más mínimo la invasión y lo que quieren decir es que entienden la situación. Y digo entienden o comprenden intelectualmente los hechos y sus porqués. Eso no quiere decir en absoluto que den por buena la invasión.
Es una cuestión de matiz del significado de las palabras. La palabra comprensión se usa con dos sentidos diferentes. Uno es el de conocimiento intelectual, se puede comprender como alguien ha llegado a una aberración sin justificar en absoluto que haya llegado a ella. Otro sentido es, por ejemplo, en el que se pide comprensión como justificación, apoyo, solidaridad.
Así que tolero el pero porque creo que normalmente es explicativo, no justificativo.
Y ahora, como muestra de mi "cascarrabiez" y sin ánimo de polemizar, te pido que mires eso de que el mejor restaurante argentino de Madrid es La Cabaña Argentina. Revisa cualquiera de los De María, que hay bastantes en Madrid.
Esto es todo. A seguir comiendo bien — aunque sea en La Cabaña — y viviendo frenéticamente.
Y como prueba de que obras son amores que no buenas razones, te invito a comer cuando quieras a algún De María.
EliminarQuerido Paco, nunca te he considerado un cascarrabias en sentido peyorativo. Sí una persona con un cierto "pronto" de mal genio, que en una medida algo menos explosiva comparto y que siempre me hizo mucha gracia.
EliminarEn cuanto a lo de entender o justificar, creo que estás en lo cierto, si bien no todo el mundo lo entiende de esa manera. Y a mí me molestan los que, con la excusa de entender, de manera subrepticia están intentando justificar lo injustificable. Creo que tú jamás justificarías lo que está pasando en Ucrania, y al mismo tiempo pienso que todos hemos de hacer por entender los orígenes y tratar, por ejemplo, de averiguar por qué no se implementaron los acuerdos Minsk-2, lo que hubiera evitado el estallido.
Estos días he leído un artículo de Leila Guerriero en El País. Miento, no lo he leído, porque no entiendo la prosa de esta señora. Pero sí leí la entradilla y de ella te copio una frase que creo que viene como anillo al dedo: "En todo caso, entender es una tarea noble y justificar es un oficio rastrero". Por cierto, su columna no hablaba de Ucrania, sino de un tipo que había matado a toda su familia y luego se había puesto a jugar a la Game-Boy como si nada.
En cuanto a lo de los restaurantes, yo no he dicho que la Cabaña sea el mejor restaurante argentino de Madrid, sino que es la mejor carne de Madrid, lo que pasa es que olvidé precisar que es así como se anuncia en Internet y en todas partes (puedes comprobarlo). O sea que mi comentario era incluso irónico, pero olvidé decir "el autoproclamado" o el "so called". La carne, en cualquier caso está muy buena y se come bastante bien.
Respecto a tu invitación, la acepto en una de las dos siguientes modalidades: UNO, si pagamos a medias y DOS, si pagas tú pero con el firme compromiso de quedar una segunda vez en la que pague yo. Personalmente me inclino más por la segunda, por el hecho de instituir una cierta rutina que podamos repetir cuantas veces queramos.
Un gran abrazo, amigo.