jueves, 31 de marzo de 2022

1.130. Highway to hell

Hoy cumple 67 Angus Young, el guitarrista mítico de AC/DC, el que sale en los conciertos vestido de Daniel el Travieso. Para conmemorar este evento, voy a abrir con la versión del Highway to Hell, que hacía Samantha Fish al frente de las Girls with Guitars, grupo que compartía con sus amigas Dani Wilde y Cassie Taylor, además del batería motivao. Este vídeo mezcla tomas de varias actuaciones del grupo en diferentes lugares, todas de 2011, y ya saben que me encanta rastrear viejas tomas de Sam, aunque la fase de su carrera que más me gusta es la siguiente, cuando formó trío con GoGo Ray a la batería y Chris Alexander al bajo. Aquí era todavía una cría y estaba en fase de formación pero ya mostraba su personalidad, su energía y su determinación, además de un dominio sorprendente de la guitarra. 

Tras el aperitivo, retomo el hilo del post anterior, en donde se quedaron pendientes un par de temas, de los que se hablará a lo largo de este post, aunque en estos días han seguido sucediendo cosas que me sugieren algún comentario al respecto. ¿Cómo dicen? ¿Qué? Ah, no, no. La hostia de Will Smith me la trae al pairo, no me extrañaría hasta que fuera una cosa preparada para darle un poco de sal a una ceremonia bastante desabrida por lo que dijo todo el mundo (yo no trasnocho para ver esa insulsez). Además, la favorita, El poder del perro, no me había gustado nada en su día, la veo lenta, premiosa, falta de chispa. Todo el mundo dice que es cojonuda, pero a mí se me hizo bola, debe de ser que no entiendo. En cambio, me parece una maravilla Belfast, que les recomiendo sin dudarlo, si es que no la han visto todavía. Y además con las deliciosas canciones de Van Morrison sonando todo el rato. Al final, se llevó el Óscar al mejor guion, algo es algo.

Hablando de Van Morrison, el otro día tocó en Madrid, en el Palacio de los Deportes de Felipe II, ahora llamado Wizink Center. Por la tarde escuché por la radio que quedaban entradas libres. Hace años que vi a este extraordinario músico y me prometí a mí mismo no repetir, después de asistir a un concierto medido en su duración, sin propinas y sin el más mínimo gesto de empatía hacia el público. Es que ni nos miró. Pero uno se va haciendo mayor y se empieza a sentir legitimado para romper ese tipo de promesas si le da la gana. Yo estuve ese día por mi antigua oficina, sin otro motivo que el de saludar a los colegas y comer luego con un par de compañeras con las que mantengo la relación. Regresé luego por M-40 y Carretera de Valencia, a toda pastilla, porque con mi vista recobrada, he recuperado también el placer de conducir, actividad que estaba empezando a desarrollar de forma un tanto cohibida porque no veía.

¿Por qué les cuento todo esto? Pues porque, como de costumbre, me puse la emisora Rock FM a todo volumen, y recuperé también una vieja rutina, la de subir la velocidad cuando me ponen a AC/DC o a los Ramones. Sonó también una canción de Van Morrisón y el locutor avisó de que aun quedaban entradas libres para el concierto de ese día. Bien, llegué a casa y encendí el ordenador, para ver cuánto costaban y decidir al respecto. Pues, quitando una de gallinero, de las que posiblemente te permitiera ver una esquina del ala del sombrero de Morrison, las de pista se vendían a 200€. No me sorprendió, porque es el precio que valen las del próximo concierto de los Stones en el Wanda, y parece que se agotaron en una hora.

Vamos a ver, cuando yo solía ir a estos conciertos, mayormente el euro no se había establecido aun como moneda en España. Haciendo la conversión en pesetas, 200€ son 33.000 pesetas. Y les juro que yo no he pagado en mi vida 33.000 pesetas por un concierto de rock. Tanto Morrrison como los tres Stones que quedan, tienen setenta y tantos años. Charlie Watts, el batería que se murió el año pasado tenía 80. Los Stones, al menos, se lo curran un buen rato y dan mucha caña. Pero el bueno de Van toca una hora justa y deja muchos ratos para el lucimiento de sus músicos, que suelen ser bastante buenos, por cierto. Yo he recobrado mi vista de antes (Hook Eye Milu, me llama mi profesor de inglés, ojo de halcón) y creo que vería bien a los músicos desde localidades no muy cercanas. Pero ¿estamos locos? ¿No dicen que hay una crisis económica de la hostia? ¿Que la gente pasa hambre? Volveremos sobre el tema. De momento, aquí tienen una imagen del concierto que me perdí.

En realidad, de lo que yo quería hablarles es del maldito cambio de hora, una tontuna que cada año nos hace pasar unos cuantos días de primavera y otros tantos de otoño bastante descolocados. Esto del cambio, parece que afecta especialmente a los bebés, las mujeres embarazadas y los ancianos, debe de ser por eso que a mí me fastidia estos últimos años, porque antes no me enteraba. Ya les conté que tuve un gato que lo pasaba fatal con este cambio, se deprimía, estaba unos días sin lavarse hasta que, poco a poco, se iba adaptando al horario cambiado. Era un gato muy sensible. Hace unos cuantos años que se viene hablando de que este cambio no sirve para nada, que la energía que se ahorra se compensa con lo que se pierde por los problemas psicológicos que sufre el personal. Y aquí surge el debate: cuál de los dos habría que dejar como único.

Si se pregunta a la gente, todo el mundo prefiere el horario de verano. Pero, mira por dónde, hay unos supuestos expertos, que aconsejan lo contrario. Yo conozco a un tipo supuestamente enterado que, cada vez que yo me pronuncio entusiásticamente por el horario de verano, tuerce la cabeza y me mira con condescendencia. Se le ve en la cara la frase que se está formando en su cabeza: las cosas no son tan sencillas (¿recuerdan?). Yo lo tengo muy claro, el horario de invierno está bien para los países fríos del norte de Europa, en donde no les importa recogerse a las 4 de la tarde, porque hace un tiempo tan malo que no se puede ir de bares. Pero ¿en nuestra querida España de tintorro, tapas y pandereta? Quita, quita. Aunque hay gente que sale poco y por eso les va mejor el de invierno. En los USA, se han liado la manta a la cabeza y han decidido dejar el horario de verano ya para siempre, en los tres husos que abarcan. Es lo que deberíamos hacer en España, si Sánchez fuera más decidido.

Y enlazamos aquí con los temas pendientes del otro día. Lo del Sáhara no da para mucho. Lo que les puedo decir es que a mí no me ha sorprendido especialmente. Porque no tengo a Sánchez por una persona fiel a ningún principio, ni con una miras muy lejanas. Sánchez es un resistente, como se llama a sí mismo en su libro más reciente, un especialista en el regate corto y un tipo que circula sin poner nunca las luces largas (tampoco sus enemigos le dejan mucho más margen). La relación de la izquierda española con el Polisario y el pueblo saharaui, era histórica y nadie se había atrevido a romperla. Bien es cierto que el resultado era que el 80% del territorio del Sáhara está en manos de Marruecos y allí viven la mayoría de los antiguos saharauis mezclados con población marroquí desplazada al olor de los negocios. Y que el otro 20% está aislado por un muro gigante construido por Marruecos, al otro lado del cual, malviven en campamentos los que sostienen la llama del antiguo independentismo. ¿Es esa una situación deseable para siempre? Pues obviamente no. Pero veremos qué pasa ahora.

De todas formas, el movimiento de Sánchez hay que atribuirlo a dos claves. Por un lado, la desaparición anunciada de Ciudadanos deja un espacio electoral huérfano, en el que el PSOE podría encontrar un caladero de votos importante, si modera un poco sus propuestas y las hace digeribles para el amplio sector que no quiere votar al PP, pero tiene miedo de la izquierda que puede representar Podemos. Sánchez lleva ya un tiempo centrándose, a medida que la parte podemita va perdiendo fuelle también. Retirado Iglesias y con Yolanda erigida en campeona de la negociación y enemiga de radicalismos, toda la estrategia última de Sánchez busca que no le digan más que huele a la coleta de su ex socio.

La otra clave está en el predominio USA en el mundo. Ya saben que Trump reconoció los derechos de Marruecos sobre el Sáhara y Biden no ha deshecho ese movimiento estratégico. Marruecos, junto con los Emiratos, Egipto y Bahrein (pronúnciese Bajrain), acaba de firmar una alianza con Israel, patrocinada por los USA, con objeto de contener la influencia territorial de Irán. Estos movimientos son a veces difíciles de descifrar y a menudo tienen motivos relacionados con el mercadeo de ciertas materias primas. El Sáhara es un lugar desértico, que no debe de ser muy atractivo para vivir, pero imagino que es rico en ciertos materiales (antiguamente se hablaba de los fosfatos, pero seguro que hay más cosas). En fin, Sánchez ha hecho su movimiento de ajedrez e inmediatamente lo han puesto a caldo desde la izquierda (lógico), pero también desde la derecha. Eso ya es más difícil de explicar ¿no? Si siguiera en activo el fraCasado, la explicación sería inmediata: Es un paso horroroso, porque lo da Sánchez. Lisa y llanamente. Si diera el paso contrario, sería igualmente criticable.

Pero ahora está el señor Feijoo. ¿Es que no va a haber un cambio de política y hasta de imagen en el PP? En fin, yo le deseo sinceramente suerte a Feijoo, creo que el país necesita un partido de derechas presentable, pero esto me ha desconcertado un poco. Poniéndose a favor de Marruecos en el tema del Sáhara, Sánchez ha dado un paso hacia la derecha. Deberían de aplaudirle desde el PP. Recuerden que el fraCasado se hizo fotos con los líderes de la derecha marroquí cuando estalló el contencioso por acoger al líder enfermo del Polisario, obviando que esos líderes reivindican Ceuta y Melilla como partes de Marruecos. Francamente, para hacer lo mismo que hacía el fraCasado no hacía falta quitarlo ni montar todo este pollo.

Por cierto, cuando se produjo el citado contencioso y empezaron a entrar chavales nadando en Ceuta, Abascal lo tuvo mucho más claro que el fraCasado y se fue corriendo a Ceuta, por si había que ayudar a defender la posición. Hizo el ridículo y se volvió a la península. Yo propuse entonces que se le arrendara la isla de Perejil, para que montara allí un pequeño retén de la legión y cada mañana se rompiera la camisa como Camarón y gritara consignas hacia la cercana costa magrebí (Gibraltar español, Melilla no se vende). ¿Por qué ahora no se va al frente ucraniano a defender la posición? Me refiero a las posiciones rusas, porque habrán sabido que el Ayuntamiento de Madrid ha decidido retirarle al Hijo de Putin la llave de oro de la ciudad que le concedió Gallardón, con el voto a favor de todos los grupos, menos Vox que ha votado en contra. Todo encaja, queridos seguidores.

Pero, volviendo a Feijoo, dice mi amigo Alfred que, antes de emitir una opinión sobre él, hemos de esperar a ver de qué equipo se rodea y como se posiciona precisamente frente a Vox. Yo tengo grandes esperanzas de que en cuanto tome posesión se esmere en desbloquear el Poder Judicial, como un símbolo de ese cambio que tanto le reclamamos al PP. Respecto a la posición frente a Vox, a mí no me parece mal que les hayan facilitado la entrada en el Gobierno de Castilla y León. Sí, sí, ya sé que es horroroso, no me tiren tomates. Vamos a ver: ¿no es esto una democracia? Pues entonces no se puede ignorar que a estos señores les ha votado un número muy alto de ciudadanos, a los que habrá que tener en cuenta. Eso sí, tendremos todos (y el PP el primero) que vigilar de cerca qué hacen con sus consejerías. Y denunciar todo lo que sea antidemocrático.

Y esto de Vox me trae al otro tema que se quedó pendiente el otro día: la huelga de camioneros. Porque ya sabrán que el líder de la autodenominada Plataforma de Transportistas es un conocido simpatizante de Vox en Hellín (Murcia). Un tipo que en su perfil de Facebook continuamente carga comentarios machistas y racistas, aunque no sea cierto que forma parte de Vox, como se dijo inicialmente. En realidad, este señor es un estereotipo de señorito del sur, campestre, taurino, amante de la chacina, posiblemente cazador, de los que huye de cualquier atisbo de igualdad de género, ecologismo o cultura de cualquier tipo, como el agua del aceite. Yo nunca les he escondido mi carácter profundamente urbano y mi falta de empatía con el medio rural, que suelo identificar con un lugar lleno de palurdos que se están quejando todo el día. Ni me gusta Arkansas ni el Ampurdán ni Villarejo de Salvanés. ¿Soy injusto? Seguramente, pero soy así y ya no lo puedo remediar. Al menos lo reconozco.

Desde esa alergia al medio rural entiendo que este movimiento de los camioneros es pariente de los chalecos amarillos de Francia y el renacer de las ultraderechas en casi todos los países europeos (¡hasta en Portugal!). Y siempre es igual. Ante el malestar por las subidas de precios o la imposición de condiciones comerciales desde Bruselas, la gente del campo se cabrea y se organiza para montar el lío. Siguen aquí la semilla que ha ido sembrando Steve Bannon por todas partes, sin cuya influencia no se pueden explicar Le Pen, Abascal o la señora Meloni. Pero yo creo que ese malestar (real) no lo es tanto, porque conozco a muy poca gente que se haya arruinado con el confinamiento y las medidas anti-Covid de estos años. O sea, que el personal tiene un pequeño colchón de ahorros, recursos o posibilidades.

Lo que pasa es que, debidamente manipulados, incluso encuentran dinero para organizar estas revueltas. Saben que los camioneros vinieron a Madrid y colapsaron la M-40, convirtiendo todas las carreteras del entorno madrileño en un puro atasco, una auténtica highway to hell. Montar ese pollo cuesta dinero. Pero es que, en paralelo, en la Castellana se montó una macro-marcha del campo, para la que se fletaron 1.185 autobuses de todas las regiones y las asociaciones de cazadores aportaron 1,4 millones de euros para la logística del asunto. Y también en esos días apareció una lona en la obra de un edificio de la Puerta del Sol que lleva más de una semana y pueden verla en las fotos de abajo. Colocar ese eslogan antigubernamental en lugar tan emblemático, parece que cuesta unos 50.000€. Pero, en fin, la suma de estas tres cosas (huelga de transportistas, marcha del campo y lona en la Puerta del Sol) sugiere una estrategia made in Bannon.





¿Cómo dicen? Venga, grítenlo a coro: ¡¡¡LAS COSAS NO SON TAN SENCILLAS!!! Desde luego. Hay pequeños transportistas que no se sienten representados por las grandes asociaciones de camioneros y que están participando en los paros. Algunos oportunamente manipulados y otros con motivos reales. Pero ya saben que yo no soy un sabio, ni un analista político, ni un experto en este tema. Yo soy un blogger y mi misión es estudiarme someramente los temas, simplificarlos y contarlos en esta tribuna semi-privada. Y fíjense que he pasado por alto el carácter ilegal de una huelga sin servicios mínimos y la burrez de los piquetes que lanzaban neumáticos ardiendo a los que querían seguir trabajando.

Por mi parte, yo tuve la suerte de que hice acopio de todo, el día antes de mi segunda operación de ojos, por si acaso me veía obligado a quedarme encerrado y en reposo. Cuando llegó el desabastecimiento de aceite, leche y cervezas, yo tenía suficientes existencias de las tres cosas. En relación con este tema, les dejo de propina un vídeo humorístico al respecto, que ha circulado estos días por los whatsapps. Sean buenos.

domingo, 27 de marzo de 2022

1.129. Otra vez al lío

Bueno, la operación de mi ojo derecho, bien, gracias por el interés. Hala, ya está. Vayamos a otro tema, pasemos página. ¿Cómo dicen? ¿Que soy un huraño, un borde y un zaborío? Vaaaaaaale, ya les cuento algo al respecto. Pero sólo porque me lo piden ustedes y en modo telegráfico. La operación, programada para el jueves a primera hora, se retrasó por diferentes motivos y acabé siendo intervenido más o menos a mediodía. A las 12.30 me esperaba Carlitos, el hijo de mi amiga África, que es un encanto. Cruzamos al Centro Comercial, donde nos obsequiamos con sendos pinchos de tortilla con pan tumaca, capaces de recuperar a un operado de cosas más gordas, y luego él me llevó a casa con mano diestra al volante, a pesar de que era la primera vez que conducía un coche automático: el mío. Porque han de saber que llevo toda la semana pasada conduciendo por Madrid con ojos de Padrón, el uno operado y el outro non, y en consecuencia, el jueves había acudído a la clínica llevando mi Toyota, que dejé en el parking del Centro Comercial.

En casa, empecé a echarme las gotas y pasé a tener una cortina espesa delante del ojo derecho. Pero con el izquierdo operado me valía perfectamente para hacer una vida más o menos normal. Así que el viernes me fui en Metro a la Clínica, para la consulta de las 24 horas. Me encontraron muy bien y regresé otra vez en Metro, lo que supone caminar 15 minutos bajo la lluvia hasta la estación Arturo Soria, hacer un cambio en Bilbao subiendo y bajando mil escalones y seguir luego hasta Atocha. Por la tarde estuve tranquilo en casa, entretenido con actividades diversas, en especial contestando a las llamadas de teléfono para ver que tal estaba. Ayer viernes por la mañana había quedado con Henry Guitar para ir a ver amplificadores para mi guitarra eléctrica, gestión que culminamos con un estupendo vermú en La Vinícola Mentridana. He de decirles que esta vez la niebla del ojo operado está tardando más en despejarse, e incluso hoy domingo por la mañana me quedan restos de neblina.

Ahora me vienen varias semanas de gotas a tiempo programado, que irán decreciendo hasta finales de abril. Pero ya les he dicho a los del yoga que me facturen el mes de abril completo, porque pienso reincorporarme el lunes 4. El running tal vez lo recupere antes, justo el próximo sábado, desde luego si el oftalmólogo me lo permite en la última consulta, que será el viernes. Eso es todo. ¿Satisfechos? Bien, pues pasemos página del tema ocular, que está el mundo bastante revuelto y hay que estar preparados para cualquier barbaridad. Y, para subrayar la vuelta a la rutina, nada mejor que Samantha Fish, a la que teníamos un poco abandonada con estos apuros quirúrgicos. Ella sigue con su gira interminable que culminará en otoño en Europa, estos días ha andado por New York y, como buena mitómana que es, se ha acercado al East Village para visitar el mural de homenaje a Joe Strummer, el fallecido líder de los Clash y los Mezcaleros. El mural tiene una historia que ya les conté en su día y no les voy a repetir. Sam acudió acompañada por su baterista Sarah Tomek, con la que se hizo el selfie que ven aquí.

Les pido que se fijen en el colgante que últimamente luce Sam en todos sus bolos. Es un corazoncito rojo con una pequeña cerradura. Un poco más arriba se ve una llavecita que se supone que abre el corazón, el suyo. Un mensaje inequívoco: ¿quién será el afortunado que consiga abrir ese corazoncito y se haga con el amor de la diva? Sam no acaba de encontrar esa media naranja que parece anhelar, aunque su vida siempre de gira no parece demasiado fácil de compartir. Sarah, sin embargo, está casada. Esa gira interminable les ha llevado últimamente por la costa Este de USA y les voy a pedir que vean un vídeo de la canción de cierre de su concierto del pasado día 16 en Bethlehem (Pensilvania). Es el tema Black Wind Howlin', con su larguísimo solo de guitarra, que aprovecha para presentar a sus músicos. Pantalla grande, please.

Esta era la canción que daba título a su álbum de 2013 y tenía una letra terrible; Sam narra que está en su cuarto soñando con el hombre que ama, al que le ha dejado la ventana abierta para que trepe por la fachada hasta su cama. Entonces cae un rayo, se va la luz, el hombre asoma por el alfeizar y se percibe el flash de un disparo. El amante cae muerto y fuera rompe a soplar un negro viento aullante. Queda la duda de si esto sucede de verdad o es parte del sueño. Estas cosas escribía Sam con 23 añitos. Y tal parece que sobre el mundo esté soplando ahora ese negro viento aullante, primo hermano de la negra sombra de Rosalía (la de Castro, no la del Motomami). Momentos difíciles con tres temas a comentar por lo menos: Ucrania, la huelga de transportes y el Sáhara.

Vamos por partes. El Hijo de Putin realmente se ha lucido. Ha asomado la patita de lobo dando la razón a los que desde hace años lo tachaban de autócrata, asesino de opositores y resentido. La verdad es que las señales eran inequívocas, pero no las queríamos ver. Yo creo que el tipo llevaba unos diez años preparando esto y había ensayado varios aspectos, por el sistema de prueba y error. Empezó pacificando a lo bestia a los chechenos, pacificación que incluyó arrasar la capital regional Grozny. Y Occidente no dijo nada. Siguió interviniendo en Siria, ante la parálisis de Obama, intervención que también supuso la destrucción completa de Alepo, una ciudad preciosa que yo había visitado. Otros ensayos se perpetraron en Georgia, Armenia y, recientemente en Kazakhstán, todos ellos con tropas rusas que entraron en los diversos lugares como fuerzas de interposición frente a combatientes o revoltosos pidiendo más democracia.

El ensayo más exitoso fue anexionarse Crimea casi sin pegar un tiro y tampoco hizo nada Occidente. Y se armó la revuelta en Bielorrusia, aplastada por Lukashenko sin necesidad de apoyo ruso. Igualmente cabe interpretar como un ensayo la política de Lukashenko de pagarles billetes a irakíes y otros para que vinieran en masa a Bielorrusia, ponerlos en la frontera con Polonia y probar la capacidad occidental de acoger avalanchas de refugiados. Yo creo que el Hijo de Putin es un tipo que atesora un resentimiento esencial, íntimo e intenso desde el derrumbe de la Unión Soviética y quiere recuperar un papel estelar para su país en el concierto de las naciones que controlan el mundo.

El problema es que, a fuerza de suprimir disidentes, este cabrón se ha terminado rodeando de una panda de aduladores que nunca le llevan la contraria. Y en este caso, parece que los informes de la inteligencia rusa han patinado gravemente y le han hecho creer que la invasión sería un paseo militar como el de Crimea y que saldría la gente a la calle a recibirlos como libertadores. De hecho, parece que a más de uno de los miembros destacados de este servicio de inteligencia tan poco inteligente, los han mandado ya a Siberia. Para que vayan aprendiendo. Creo que el mejor retrato del Hijo de Putin está en el artículo de esta escritora de origen ruso en El País, que pueden leer pinchando AQUÍ.

¿Cómo dicen? ¿Que no están suscritos a El País? Ese no es mi problema. Tal vez pueden esperar al día 1 de abril, en que tendrán unos cuantos artículos gratis. Pero no hace falta leer ningún perfil biográfico del Hijo de Putin. Él solo se retrata en sus discursos. Como el del otro día para explicar la invasión de Ucrania a sus compatriotas. Les destaco solamente un párrafo, en el que alude a los oligarcas que se han exiliado a Occidente y cometen el pecado de vivir mejor que en Rusia. Lean, lean.

No condeno en absoluto a los que tienen villas en Miami o en la Riviera francesa, que no pueden vivir sin fuagrás, ostras o libertad de género, como la llaman. Ese no es el problema, ni muchísimo menos. El problema, una vez más, es que muchas de esas personas están, básicamente, allí en sus mentes y no aquí con nuestra gente y con Rusia. En su opinión —¡en su opinión!— es una señal de pertenencia a una casta superior, la raza superior. La gente así vendería a sus propias madres solo para que les permitan sentarse en el banco de entrada de la casta superior. Simplemente quieren ser como ellos e imitarlos en todo. Pero se olvidan, o sencillamente no ven, que, aunque esta supuesta casta superior les necesita, les necesita como una materia prima prescindible para infligir el máximo daño a nuestro pueblo.

Fuagrás, ostras y libertad de género. Ahí está todo su resentimiento y su ignorancia palurda. Huelga todo comentario ulterior. Ahora debe de tener una rabia enorme porque los ucranianos están resistiendo y lo único que ha conseguido es que se exacerbe el sentimiento nacional ante esta agresión desmesurada e injustificable. El Hijo de Putin está en una ratonera y el Kremlin ya ha admitido que hay más de 1.300 rusos muertos en esta aventura absurda. Pero yo quiero aprovechar para ajustar cuentas con determinados seguidores, amigos y conocidos que me siguen enviando mensajes cuyo sentido último es: el Hijo de Putin es un cabrón y un asesino, pero… Vale, ya les dije el primer día que hablé de ello en el blog que no había peros que añadir. El Hijo de Putin es un cabrón y un asesino. Y punto. Es que hay cosas que son intrínsecamente malvadas y perversas. Y bombardear barrios civiles donde vive gente pacífica, es una de las más flagrantes. Basta que veamos unas imágenes.



Esto es el horror más absoluto. ¿Saben ustedes lo que es empezar a escuchar las sirenas de alarma, tener que correr a esconderse a un refugio con los niños y los abuelos? ¿Saben ustedes cómo suena una bomba sobre su cabeza? ¿Saben ustedes lo que es salir luego y ver tu domicilio destruido y haber perdido todo, hasta tu documento de identidad? Entonces, ¿qué peros o matizaciones pueden añadir a su juicio? Veamos qué tipos de razonamientos aportan estos escépticos. UNO: Rusia tiene motivos para lo que está haciendo, los de enfrente también tienen su delito y la OTAN ha plantado sus misiles todo alrededor del territorio ruso. Muy bien. Pero la OTAN no ha disparado esos misiles sobre población civil (en este conflicto). Este razonamiento es primo hermano del manido algo habrá hecho. Algo habrán hecho los ucranianos ¿no? para que les bombardeen así. ¿Tal vez querer comer fuagrás y tener una sociedad más igualitaria en el tema del género? ¡Por Dios! Discúlpenme, pero este es un razonamiento moralmente repugnante. Similar también al que culpa a la chica violada por haber salido de noche con un vestido más ajustado.

Ya les he dicho, parafraseando a una periodista, que entender es una tarea noble, pero justificar es un oficio rastrero. Nada que me encuentren por ahí en las hemerotecas puede justificar el que un país grande ataque a un vecino más pequeño de la manera en que se está haciendo desde hace un mes en Ucrania. Más argumentario del pero… DOS: Sí, esto es una salvajada, pero también lo que hacen los judíos en Palestina y nadie dice nada. Perdón, yo sí digo, en este blog no ha habido un solo renglón justificando las diferentes atrocidades que se cometen por el mundo adelante y yo estuve como el primero en las manifestaciones contra la agresión USA a Irak, tan monstruosa como lo de ahora. ¿Recuerdan que Irak tenía armas de destrucción +IVA? Pues eso mismo dice el Hijo de Putin, que Ucrania estaba fabricando armas químicas y nucleares para atacar a Rusia. Que existan otros horrores no hace menos terrible este.

TRES: estamos haciendo más caso a los refugiados ucranianos que a los de Afganistán y eso es puro racismo. Pues discúlpenme, pero esto es humano, estos son nuestros vecinos y los otros están más lejos y son de culturas diferentes. No estoy diciendo que debamos atenderles menos, sino que lo de Ucrania no se puede tolerar (lo otro tampoco, pero con estos baremos comparativos parece que nos queramos echar la culpa de todo). Esta línea argumental huele a ese antiamericanismo rancio que muchos profesan en el universo de la izquierda, lo que no deja de ser un prejuicio: pre-juicio. Desde luego, yo no estoy dispuesto a apoyar más a unos que a otros por un criterio ideológico. CUATRO: dando armas a los ucranianos, estamos haciendo que el conflicto se alargue, lo que producirá a la larga más víctimas. Joder, y qué tenemos que pedirles a los ucranianos, ¿que se rindan para no tener más muertos? ¿Que se dejen invadir? Esta teoría a lo que huele es a un cierto pacifismo igual de rancio, porque es el pacifismo de Lord Chamberlain y el señor Daladier, el que permitió crecer a Hitler.

Creo que es mejor que les explique esto con un ejemplo. En una calle, un atracador provisto de una navaja asalta a un padre y un hijo; el hijo se resiste y recibe una puñalada mortal. Es un hecho terrible y deleznable, el horror absoluto. Pues vean los argumentos anteriores aplicados aquí. UNO, el atracador tiene también sus razones, hay que investigar por qué se dedica a robar, seguramente está en paro y le han echado de la fábrica en la que trabajaba. DOS, esto es una putada, pero Jack el Destripador mató a muchas más víctimas. TRES: usted que es vecino del muerto se implica más que si se tratara de un chaval en Elche (por decir un sitio). CUATRO, no hay que afrontar este hecho castigando al asesino, sino explicándole que está en una sociedad injusta, que es el contexto social el culpable de que él se haya convertido en un asesino.

Creo que está muy claro lo que quiero decir. Que maten a un chaval en un atraco callejero es algo esencialmente perverso e intolerable. No hay peros o matizaciones que añadirle. Así que, por favor, dejen de mandarme mensajitos de ese tipo, que consiguen cabrearme bastante y este blog está pensado para tratar de temas diferentes y menos terribles. Además, todo esto tiene una connotación para mí, que voy a intentar explicar. Ya saben que yo soy un conferenciante brillante, que llega de forma eficaz al público. Pues cuando estaba en activo tenía un compañero que a veces me venía a ver y solía torcer la cabeza de forma significativa. Éramos amigos y lo seguimos siendo, así que yo al final le preguntaba qué le había parecido, me contestaba que muy bien y tenía que apretarle las tuercas para que me confesara su verdadera opinión. Al final, su conclusión era siempre la misma: Emilio, las cosas no son tan sencillas como tú las cuentas, tienen otros matices y son más complejas.

Tiene razón. Pero es que yo no pretendo ser un sabio, un especialista en ningún tema ni un analista político. Yo soy un blogger, es decir, un comunicador. Yo me estudio someramente un tema, lo simplifico y lo elaboro para que lo entienda cualquiera, porque la esencia de los temas es bastante sencilla a veces. Y porque creo que determinadas conclusiones o razonamientos hay que compartirlos con todo el mundo. Yo creo que tanto mi blog como mis conferencias tiene un punto didáctico muy valioso. En cambio, la postura de mi amigo es mucho más elitista: las cosas son muy complejas, sólo yo las entiendo porque soy un sabio y un experto en la materia, así que, si usted quiere saber algo al respecto, ha de preguntarme a mí que soy el sabio, y encima yo se las explico de manera suficientemente enrevesada como para que no se entere usted de nada y tenga que seguir viniendo a preguntarme (porque, finalmente, yo me gano el cocido manteniendo ese perfil de sabio más listo que la media).

No obstante, este es un foro en el que se propicia un cierto debate, y yo estoy abierto a escuchar opiniones contrarias a la mía, como la de José Ovejero, que me parece muy interesante: cuando estalla una guerra, empieza en paralelo la guerra de la información, de la que hay que tener cuidado para no creerse nada de lo que se dice, porque todo es propaganda. Eso sí es algo a tener en cuenta, como las opiniones de Noam Chomsky, que son siempre brillantes. El artículo de Ovejero lo pueden leer pinchando AQUÍ. También les voy a pedir que vean el vídeo que ha grabado mi admirado Arnold Schwarzenegger dirigido al pueblo ruso. Este señor es actualmente un comunicador, como yo, que sabe que sus opiniones se escuchan con atención y que habla con el corazón. El vídeo tiene subtítulos en ruso y en inglés, pero ¿es ese un problema para unos políglotas acreditados como ustedes, queridos seguidores?

No sigo con este asunto. Lo de los transportistas y lo del Sahara son temas más sencillos de explicar (para mí, no para mi amigo más exigente), pero ya se van a quedar para el siguiente post. Que yo quiero terminar, cómo no, con otro vídeo de Samantha Fish. En este caso, nuestra Sam invita al escenario para cerrar uno de sus conciertos a Larry McCrae, un guitarrista fabuloso y muy simpático, de la escuela del gran B.B. King, es decir, que te da la impresión de que podría seguir con sus fraseos de forma indefinida, sin parar en horas. Como sucede con ciertas fugas de Bach. Juntos tocan el clásico del blues I put a spell on you. McCrae es el típico gordito sesentón de patas finas que le dan un aire como de insecto o escarabajo. 

Al tipo le cuesta afinar el sonido de su guitarra y luego lo celebra con un gesto gracioso. Sam le cede el primer turno de punteos y se reserva el segundo para sí misma. El punteo de McCrae es sensacional y el tipo se implica tanto que hasta pierde la gorra y Sam está atenta a recogérsela. Tanto en este vídeo como en el anterior, podemos comprobar que Sam está en plena forma musical y personal, con sus kilos de más que ya no se va a quitar nunca, porque sabemos cuánto le gustan las hamburguesas y otros platos dietéticos, pero feliz de poder seguir tocando en directo, que es lo que le gusta. Y una reflexión final. Se dice que las cosas suceden por algo. Tal vez ha estado bien que suspendieran el concierto de Sam en el Bataclan. Así, cuando finalmente logre asistir a uno de estos directos suyos, la veré con mis ojos de 20:20 vision. Pasen un buen domingo.

sábado, 19 de marzo de 2022

1.128. Mucho ojo

Acá me tienen disfrutando de mi 20:20 vision, esto es una auténtica maravilla, no sólo veo los colores más vivos, sino que capto los rasgos y las miradas de todas las personas con las que me cruzo por la calle, yo creía que nadie me miraba y resulta que sí que me miran, especialmente cuando voy con mi pañuelo de pirata. Pero ¡ojo! Es que incluso veo la luna, con todos sus cráteres y manchas, no como un círculo blanco semidesvaído como la veía hasta ahora. Ahora veo perfectamente esa luna lunera cascabelera, aquella a la que se cantaba: la luna vino a la fragua con su polisón de nardos… Pero con estas cosas hay que andarse con ojo, que siempre hay alguien que ejerce de cenizo y yo tengo una amiga que se ajusta al estereotipo, a la que le faltó tiempo para anunciarme que ese estado de euforia ante la sinfonía de colores y formas que me rodea, no dura mucho; que después de un tiempo uno regresa a la visión neutra de antes. Hay que joderse, está uno tan contento y tiene que venir un agorero a fastidiarle la felicidad.

El caso es que el martes yo me levanté de la cama después de haber dormido bien, me asomé a la terraza y me quedé ojiplático (palabra aceptada por la RAE). Todo volvía a ser como antes, como una película en blanco y negro virada a sepia y yo pensé: qué mala suerte, tenía razón mi amiga cenizo, qué poco me ha durado la epifanía visual. Me lavé un poco y conecté el ordenador para ponerme al día de las noticias mientras me preparaba el desayuno. Entonces me enteré de que esa noche había caído sobre Madrid una capa de polvo amarillento procedente del Sahara. Salí a la terraza, pasé un dedo por el suelo y lo comprobé. Y me volvió a dar el subidón: era la calima, no mi ojo operado lo que me hacía ver todo bajo una pátina anaranjada. Volví al ordenador y me puse al día sobre el Hijo de Putin y la guerra de Ucrania, pero hoy me aplicaré la máxima ojos que no ven y no les hablaré de ello.  

En cambio, les contaré algunas de las cosas que he hecho esta semana, a pesar de estar recién operado del ojo izquierdo y no poder cumplir con mis obligaciones de (blade) runner y yogui principiante. El lunes por la tarde tuve mi segunda sesión del curso sobre Stefan Zweig (pronúnciese svaig) y Gunther Grass con el profesor Carlos Fortea, un tipo que tiene mucho ojo clínico y sabe mucho de la historia y la cultura de Alemania y Austria, dos países que no tiene nada que ver salvo el idioma. Las dos primeras sesiones versaron sobre Zweig y sobre Austria. Dice Fortea que a Austria la jodieron al final de la Gran Guerra, la dejaron reducida a lo que es hoy y nunca se han acostumbrado del todo a no ser ya el Imperio Austrohúngaro. Austria vive hoy sumida en la nostalgia de lo que fue y no volverá a ser. Zweig tuvo el buen ojo de retratar con precisión ese ambiente de preguerra convirtiéndose en el cronista de un mundo que se derrumba tras perder la guerra y que él relato con tristeza en su libro El mundo de ayer.



El martes, el día de la calima, tuve por la mañana mi clase de inglés y al atardecer la sesión de cierre de trimestre de Billar de Letras, que giró en torno al libro La vida verdadera de Adeline Dieudonné, primera novela de esta rubia guapísima cuya foto tienen arriba y que les recomiendo sin reservas (la novela, quiero decir). Adeline es belga y retrata con ojo certero la vida de la familia de un maltratador que tiene a su mujer acojonada. El tema se cuenta desde el punto de vista de la hija, una niña de unos diez años, muy lista y con un humor que le hace sobrellevar la vida aburrida de la familia, que ocupa una especie de adosado, en una urbanización en la que la gente no se saluda. Es un libro que se lee con facilidad, es corto y realmente te agarra de las solapas desde la página uno y ya no te suelta. Hay pasajes que es mejor no leer por la noche en la cama, so riesgo de desvelarse definitivamente y ya no pegar ojo.

El miércoles había quedado a comer con mi compañera M. en el entorno del edificio APOT, pero al final le salió un tema que le impedía quedar conmigo y yo decidí no acercarme a mi antiguo lugar de trabajo, para lo que habría tenido que coger el Metro, porque ya les conté que tengo el coche en el taller de chapa. Por el contrario decidí comer en el Matilda de mis amigos Fernando y Alejandro, con quienes festejé la buena nueva de mi ojo mejorado. Por cierto, el edificio APOT, al que yo llamaba en el blog La Isla de Alcatraz, es el lugar al que nos trasladaron a comienzos del Trienio Negro de Mrs. Bottle, para poder derribar el edificio histórico de la Gerencia Municipal de Urbanismo, vender el solar para viviendas y recuperar así parte de la deuda generada por el manirroto Gallardón en sus delirios anteriores. El Área de Urbanismo se quedó en el APOT como inquilino durante diez años, de 2012 a 2022, pagando un alquiler bastante alto. La señora Carmena estudió la posibilidad de trasladarnos para ahorrar al Ayuntamiento ese alquiler oneroso, pero era un contrato blindado, como el de los entrenadores de fútbol, así que desistió de la idea. Y hoy me he enterado de que el equipo de PP-Cs ha ampliado el contrato de alquiler por otros cinco años, hasta 2027. 

El jueves tuve de nuevo inglés y, por la tarde me acerqué al Ateneo de Madrid en donde tenía que intervenir en una conferencia sobre el concurso Reinventing Cities y la problemática del edificio CLESA. Es este caso concreto un tema que se ha encabronado un poco y anda saliendo en la prensa porque han metido baza los partidos políticos municipales. Eso hace que, aparentemente hayamos cerrado Reinventing con un borrón, pero yo aprovecho cualquier ocasión para defender la limpieza del procedimiento y la corrección de la actuación de nuestra Dirección General. Estuve dudando si participar, por si me metía en el ojo del huracán. Pero luego todo salió a pedir de boca.

Lo cierto es que dos amigas mías que participaron en el concurso sobre este edificio, me invitaron a acompañarlas en la mesa y lo hice también por ellas. Es este un tema del que obviamente no puedo contar nada en el blog, que hay que andarse con ojo con estas cosas. Sólo diré que hablé unos veinte minutos, para un auditorio íntegramente compuesto por ateneístas, que son todos unos ancianos medio pasmados, porque yo creo que la nómina de socios no se renueva hace mucho. Pero luego me fui con mis dos amigas a la Plaza de Santa Ana a tomarnos un pulpo y una tortilla española con unas buenas cervezas (en realidad, era eso a lo que yo iba). Estaba la noche muy agradable después de los días de calima.

Ayer viernes tuve un día bastante lleno de actividades. Para empezar, estaba citado a las 10.30 con el oftalmólogo. Tomé el Metro y llegué a la hora convenida. El doctor me encontró fenomenal, aunque no necesito que nadie me diga cómo estoy, porque ya lo noto yo mismo. El caso es que fijamos la fecha para la segunda operación, la del ojo derecho, que será este próximo jueves día 24. Desde allí cogí el Metro otra vez, para ir a la sede de Adeslas a que me autorizaran la operación, para lo que tuve que esperar un buen rato. En ese lapsus me llamaron para decirme que el coche estaba listo, así que me fui directamente a por él. Lo traje de vuelta a casa conduciendo sin gafas sin ningún problema. Lo dejé en el garaje y me subí andando al bar Ricla, donde mis amigos Emilio y José Antonio me obsequiaron con un potaje que estaba buenísimo. Los dos hermanos cuidan con mimo del negocio familiar, que ya saben que el ojo del amo engorda al caballo.

A continuación, me acerqué al FNAC de Callao a comprarme los libros para el trimestre de primavera de Billar de Letras. Encontré allí una agitación inusual, había un montón de guardias de seguridad privada que apenas dejaban un estrecho pasillo para subir a la tienda y mucha gente arremolinada alrededor. Por algunos carteles supe lo que sucedía y pensé que había tenido mucha puntería llegando a esa hora, como pedrada en ojo de boticario: unas horas después la famosa Rosalía firmaría cien ejemplares de su nuevo disco Motomami. Revisé las condiciones y eran la hostia: tú tenías que comprarte previamente el disco y te daban con él una papeleta con la que entrabas en un sorteo. Sólo los afortunados accedían al éxtasis de que la chica les firmara el disco. Realmente el mundo está loco y tiene intención de seguir esa misma senda de tontuna, a pesar de guerras y pandemias.

Vamos, es que no creo que yo hiciera eso ni por mi adorada Samantha Fish. Pero por allí pululaba una masa, todos ojo avizor a ver si podían ver aunque fuera fugazmente a la diva llegando. A ojo de buen cubero yo le calculo unas cien personas y eso que faltaban horas para el evento. No sé, ahora que se anuncian los Stones en el Wanda Metropolitano, he mirado los precios de las entradas y salen por un ojo de la cara, así que tampoco me van a pillar ahí. En el caso de Rosalía, no es una mujer que me guste, ni física ni musicalmente, qué le vamos a hacer. Así que enseguida me las arreglé para traspasar la masa y subir a la librería. Encontré sólo dos de los tres libros que quería, el otro estaba agotado. Me fui a La Central que está cerca y tampoco lo tenían, pero lo dejé encargado.

Saliendo de La Central, me fijé que en la entrada del Convento de las Descalzas Reales había una cola muy corta y probé a ver si me podía meter. Este es un lugar que hace años quiero visitar, la única forma de hacerlo es con visitas guiadas y encima durante los meses duros de la pandemia sólo se podía acceder con cita previa por Internet. Al final pude entrar, me dieron la última de las entradas para ese turno. Las entradas valen seis euros y el lugar es ciertamente sorprendente. El convento es del siglo XV y fue fundado por Juana de Austria, la hija pequeña de Carlos V, hermana de Felipe II. En pleno centro de Madrid, en la zona que a diario atestan los turistas extranjeros, vive ahora mismo una comunidad de diecinueve monjas franciscanas clarisas de clausura, que calzan sandalias en invierno y en verano (de ahí, lo de descalzas). Ellas ocupan el convento entero pero, durante unas horas de la tarde, se retiran a orar en una parte reservada, para que los ciudadanos que lo deseen puedan echar un ojo a la parte más monumental del conjunto.

Las monjas cultivan su huerto y venden los tomates y demás productos de la casa. Nada más entrar hay un claustro con unos naranjos llenos de frutas. La señora que lo enseña es una especie de monja también, algo más joven que yo, con gafas de pasta, delgada, recta, canosa, estricta, vestida con pantalones grises y una trenca severa con la capucha bien aplastada en la espalda. Habla con voz calmada y te explica un entramado de parentescos reales que a mí no me interesan especialmente, con papel preponderante de Isabel Clara Eugenia, María Emperatriz y otros personajes de la época. Adorna su discurso con unas acotaciones un tanto ingenuas. Por ejemplo dice que las monjas originales vinieron de Gandía, que es un pueblo del levante español. Y que un cierto cuadro es obra de Luis Puch, que se escribe Puig. Yo creo que ella misma debería ser declarada también Patrimonio Histórico Artístico, como el magnífico edificio que enseña.

Por lo demás, el convento es enorme, se visita una serie de aposentos grandísimos y yo no fui capaz de hacerme una idea de cómo era la planta del edificio. Al salir, le dije a la señora que era arquitecto y que no conseguía imaginar la planta. Me dijo que eso era porque el convento es resultado de una serie de compras sucesivas de inmuebles que se iban incorporando y se interconectaban de una forma un tanto anárquica. Después de la visita salí a la calle con una cierta sensación de irrealidad, como si volviera de un viaje en el tiempo. Cogí el camino a casa atravesando la Puerta del Sol e internándome por las callejas del Barrio de las Letras en dirección a la zona de Atocha. Y así terminé mi viernes de cuaresma lleno de actividades hasta media tarde.

Me propuse luego escribir este post pero me dio pereza finalizarlo. Ya ven que, como les decía, las piezas van encajando y tengo la sensación de estar en la parte alta de la ola de surf de mi vida, hasta el siguiente batacazo. Pero, como siempre, hay diferentes temas que impiden que todo sea perfecto. La guerra de Ucrania es un mal asunto que puede extenderse y afectarnos de diversas maneras. El odio sembrado es, en cualquier caso irreversible. ¿Cómo convencer a un ucraniano a quien han matado a sus familiares o destrozado su casa de que no aplique en cuanto pueda la doctrina del ojo por ojo? En otra escala, hace tiempo que no les hablo del Dépor, porque las cosas van mal con mi equipo del alma. En navidades, ambos equipos (masculino y femenino) eran líderes de sus categorías, con ventajas de 6 y 4 puntos. En el cambio de año parece que alguien les haya echado un mal de ojo y no han vuelto a ganar un partido, por lo que ya no van líderes.

Pero hay que seguir adelante. Esta mañana, mi plan era ponerme a escribir este post temprano, pero me ha escrito Ed, el profesor de inglés ofreciéndome sumarme a una clase de dos horas para compensar las que me voy a perder: la del próximo jueves por mi operación y otras tres o cuatro en Semana Santa, porque él tiene planeado viajar a New York a visitar a su madre y a su hermana. No me apetecía demasiado, porque estas clases del grupo de los sábados son del nivel B2 alto y dos horas de ese nivel me dejan agotado. Pero me he apuntado, me he tomado un segundo café y ha sido una clase muy productiva. Así que, en fin, les pido disculpas por la sobredosis de ojos, pero es que entre mis dos operaciones de cataratas no puedo pensar en otra cosa. Y para cerrar les dejaré de regalo un chiste también de ojos, para amenizarles el fin de semana. Sean buenos. Y procuren ser ecuánimes, no vean sólo la paja en el ojo ajeno.

domingo, 13 de marzo de 2022

1.127. Veo, veo

El título alude al viejo juego infantil que continuaba con ¿qué ves?, una cosita, etc, pero también es una pista que les doy a ustedes sobre el resultado de mi primera operación de cataratas, a cuyo desarrollo dedicaré la mayor parte de este post. Si, a partir de un tema tan insustancial como el de la multa, soy capaz de enhebrar un post tan divertido como el anterior, no duden que sobre el asunto de las cataratas podría escribir una novela. Pero antes quiero insistir en un tema, a modo de contexto, que creo que no expliqué el otro día con la precisión debida. Lo que les quiero decir es que yo tenía estructurado este primer trimestre del año, el del invierno, en torno a mi viaje a París para ver el concierto de Samantha Fish en el Bataclan. Y que, ante su suspensión, me entró una especie de horror vacui, similar al que me amenazaba con motivo de mi jubilación hace un año.

En efecto, hace un año me encontré en la tesitura de dejar de trabajar después de casi 40 años y me entró una especie de frenesí de apuntarme a actividades y ocupaciones diversas, que se pudo percibir en el blog. Ahí nacieron mis clases de inglés, el yoga y el blues, además de mi firme propósito de seguir con el blog y con el club literario Billar de Letras. Además, refresqué todos mis contactos con la universidad ofreciendo mis servicios de conferenciante, lo que produjo un primer instante de sobredosis de actividades diversas, que luego se fueron ordenando paulatinamente. Pues algo así me ha sucedido ahora, pero a través de un vericueto mental que les explico.

Yo tenía una gran ilusión depositada en el concierto de Sam, que iba a ser uno de los puntos culminantes en la historia de este blog. Pero falló y fue a causa del Covid. Entonces comprendí que el tema del Covid estaba todavía por ahí en medio y eso me iba a fastidiar cualquier plan que yo maquinara para la primavera y principio del verano. Y decidí que, mientras el panorama se aclara, iba a dedicar estos primeros meses a completar algunas de las tareas pendientes que todo el mundo tiene, esas para las que nunca se tiene tiempo. Algunas de tipo administrativo, por ejemplo, hacer testamento ante notario, algo en lo que nunca había pensado, pero cuya necesidad se me reveló a partir de mi incidente con la arteria carótida derecha. Puse también al día mis cuentas, asunto del que no les voy a dar más detalles.

Y me dispuse a hacer algunas reparaciones en la casa, al tiempo que afrontaba mis tres frentes médicos, para intentar llegar al verano con todo al día. Todos estos temas requieren una programación para irse ocupando de ellos y compatibilizarlos con mis actividades de jubilado hiperactivo. En cuanto a la casa, había un tema previo. Necesitaba un electricista de confianza y me vino por casualidad cuando fui a quejarme a la compañía Naturgy, antes Unión Fenosa, de que llevaban sin cobrarme la luz desde el 1 de junio. Para calmar mi cabreo, me hicieron saber algunas de las ventajas con que contaba, entre ellas un servicio técnico del que podía tirar, porque estaba pagando unos tres o cuatro euros al mes por ello. Les llamé y vino un electricista que inmediatamente me pareció muy competente.

Le planteé dos temas. Uno, que cuando pongo el aire acondicionado, no puedo poner a la vez la lavadora o el lavavajillas, porque salta el automático. El otro, que pensaba que mi casa no tenía toma de tierra, porque determinados aparatos me daban unos calambres importantes. Respecto al primero, me dijo que efectivamente se podía redistribuir la llegada de energía entre los distintos automáticos, de modo que no saltara, pero me dio su opinión: era una operación larga y costosa que él no me aconsejaba y que podía evitarse simplemente no poniendo la lavadora con el aire acondicionado encendido. Me convenció a la primera. Respecto a lo segundo, tomó algunas mediciones con un par de polos y se sorprendió. Aquí hay por lo menos 50 amperios, esto es muy peligroso y hay que arreglarlo me dijo.

Investigando en la caja de los automáticos, encontró una entrada de toma de tierra de la casa no conectada a ningún sitio. Y sobre la marcha me hizo un presupuesto: 135€. Así que tiramos adelante y hace unos días que vino a hacer el trabajo. ¿Cómo se explica que yo tuviera la toma de tierra sin conectar a ningún punto eléctrico de la casa? Pues porque, cuando yo entré en esta casa en el año 89, el inmueble no tenía toma de tierra. En esa situación hicimos la obra que acometimos para acondicionarla y ponerla a nuestro gusto.

Luego, toda la familia nos trasladamos a Torrelodones y durante unos años tuvimos aquí unos inquilinos. Entiendo que durante ese período la comunidad se dotó de toma de tierra colectiva y los inquilinos no se enteraron o pasaron del tema porque no era su casa. Cuando yo volví solo, me encontré que me daba unos latigazos importantes si tocaba dos aparatos a la vez o entraba en la cocina descalzo. Yo procuraba ser cuidadoso pero, cuando mis hijos venían a casa y los veía entrar descalzos a la cocina, me ponía histérico. A partir de ahora ya pueden entrar en bolas o como prefieran.  

Solucionado este tema, tengo pendiente pintar y acuchillar. La casa no se pinta desde que me instalé aquí hace 15 años. El suelo no se ha lijado desde la obra primera, es decir hace más de 30 años. Y ya tengo apalabrados a dos currantes que se ocuparán del tema en la segunda quincena de mayo, momento en que me tendré que ir de casa, asunto que ya tengo también resuelto. Pero esto ya se lo detallaré en posts sucesivos, que si no me voy a quedar sin espacio para el asunto de las cataratas. Les he hablado de tres frentes médicos. Uno es el ocular, obviamente. El segundo es el del seguimiento de mi afección en la arteria carótida, para cuya primera consulta ya me han dado hora también a finales de mayo. Y el tercero es el del control preventivo del cáncer de colon.

En realidad, todo empezó por esto: yo tengo predisposición familiar para este tipo de cáncer, ya me he hecho seis colonoscopias y se conoce que he cogido vicio. Así que empecé mi chequeo médico a finales del año pasado planteando que llevaba dos años y medio sin mirármelo. La doctora que me vio, examinó mis antecedentes, constató que en la última colonoscopia no me habían extraído ningún urdangarín para ser analizado, lo que era una buena señal y me dijo que ella daba más importancia en ese momento a las otras pruebas que me prescribió. Demostró una puntería y un instinto médico admirables. Así que también he pedido una nueva consulta con esta señora para ver si ahora ya me programa una colonoscopia, que para entonces ya serán tres años desde la anterior.

Es decir que, a partir del vacío generado por la suspensión del concierto de Sam y la constatación de que el virus sigue por ahí dando por culo, he decidido aprovechar este tiempo para plantarme en el verano sin tareas pendientes relacionadas con la casa y la salud. Y todo eso sin dejar mis otras actividades, si bien el running y el yoga los he suspendido de momento, hasta que me los autorice el oculista. En cuanto a lo del Covid, he de revelarles que el concierto surrealista de mi amigo Henry Guitar y su banda, resultó bastante desastroso en este sentido: el Rapsoda cayó enfermo unos días después y no se ha podido ir a Alemania y el propio Henry Guitar ha dado positivo y hemos tenido que suspender la clase del próximo miércoles. Yo, aunque estuve todo el rato sin mascarilla y en la primera fila, no me lo pillé porque, después de tres vacunas y haber pasado la propia enfermedad, debo de ser como Robocop.

Y vamos ya con lo de las cataratas, que es un tema con múltiples derivaciones. Empezando por el propio nombre de esta curiosa afección ocular. El que le llamó a eso cataratas, realmente se vino arriba, porque igual las podía haber llamado avalanchas o chaparrones (recuerden que, a cuenta del test de antígenos, ya llamé su atención sobre que se le llama al palito hisopo, lo mismo que se le podría haber llamado botijo o palometa). Leo por ahí que la denominación cataratas viene de la antigüedad. En el antiguo griego, el prefijo cata indicaba algo que iba hacia abajo (catástrofe o catacumba) y se pensaba que esa opacidad del cristalino era una especie de cortina espesa que caía hacia abajo, como una suerte de maldición que afligía a los ancianos impidiéndoles ver (entonces ni se soñaba en curarlas). Espero las explicaciones de mi querida África al respecto.

Fue precisamente África quien me acompañó a la clínica y he de decir que estaba más nerviosa que yo. Quizá lo primero que se puede comentar del tema es el ambiente sórdido y tenebroso de los antequirófanos. Yo comprendo que no pueden ser un lugar luminoso y alegre, pero es que, para el enfermo que ha de ser operado, ese escenario es totalmente acongojante. Además, te hacen venir en ayunas sin haber tomado nada en doce horas, ni agua. Luego te dan una bata y has de quitarte toda la ropa y dejarla en una taquilla. También dejas el reloj, el móvil y cualquier otra prenda que forme parte de tu atuendo. El resultado es que te desposeen instantáneamente de tu identidad. Ya no eres nadie, como en la cárcel. Encima, has de dejarte puestos los zapatos y los calcetines, para acentuar el ridículo de la situación.

Lo cierto es que yo ya conocía este antequirófano en concreto, después de seis colonoscopias y alguna otra intervención. Y recuerdo que la primera vez que me ingresaron, yo salí del vestuario con la bata anudada por delante, lo que provocó la carcajada unánime de todos los presentes. Nadie me había prevenido de que hubiera que atársela por detrás, dejando el culo al aire. En esta ocasión, al tratarse de una operación de ojo (y no del ojo moreno) se me permitió conservar el calzoncillo. En esa situación tan humillante, has de sentarte en una silla al lado de otros pobres afligidos que aguardan su turno con cara de circunstancias.

Es un escenario que remite en parte al interior de los submarinos, recuerden aquella excelente película que se llamaba Veinte mil leguas de viaje submarino. Las paredes oscuras, la iluminación tenue, la ausencia de ventanas, las batas verdes de los enfermeros usadas mil veces. Y el continuo trasiego de sujetos afligidos que entran en la sala de operaciones como si lo hicieran en una de tortura y salen luego desvencijados en una camilla hasta que se van despertando. Y el sonido reiterativo de toda una sinfonía de pitidos de marcadores de diversas constantes (como en el submarino), más un teléfono que suena todo el rato y nadie lo coge. Entrar en ese lugar es como ingresar en alguno de los infiernos sucesivos del Dante, en los que uno ha de perder toda esperanza de redención.

En ese ambiente siniestro se mueven como peces en el agua unas cuantas féminas de tipo no precisamente estilizado, sino más bien obeso, flotante, neumático, una especie de Venus de Willendorf con bata verde, que gobiernan el cotarro sin apuros, hablando todo el rato entre ellas para comentar temas del día a día y de sus vidas privadas a voz en grito. Los pacientes no somos nadie, somos auténticos epsilones, pero, si la cosa sale bien, luego uno se olvida de todo esto por el agradecimiento de encontrarse otra vez sano y fuera del infierno. Yo estuve un buen rato sentado allí, hasta que me tocó el turno. En ese tiempo me cogieron una vía en la mano y me pusieron un pulsómetro en el dedo y otros artilugios. Y entré por fin al quirófano. Allí te calzan enseguida un sedante y se hace de noche.

Yo me desperté pronto y me informaron que ya estaba. Me agarraron de los dos brazos por si me mareaba y me condujeron a la sala de antes. Allí seguía la cháchara de las diversas Venus de Willendorf, pero yo no podía seguir lo que decían porque estaba bastante atontado. Cuando ya me despejé un poco más, fui al vestuario y recuperé mi identidad. África me esperaba fuera y cruzamos la calle para tomar un desayuno en el centro comercial de enfrente. Allí nos encontramos con su hijo que venía a llevarnos en su coche a mi casa. África quiso subir conmigo y le puse alguna canción de David Bowie antes de que se fuera. ¿Y qué tal mi ojo? Pues yo no notaba nada especial, no tenía dolor ni ninguna molestia pero no veía mucho mejor que antes. Lo primero que hice fue mandar Whatsapps a diestro y siniestro, diciendo que estaba bien.

Entonces me dispuse a darme mi primera tanda de gotas en el ojo operado. Son tres las gotas, un antiinflamatorio, un antibiótico para evitar infecciones locales que son muy peligrosas y un corticoide como los que le deben de estar dando al Hijo de Putin. Con los dos primeros había empezado 24 horas antes y, en la semana anterior había estado ensayando con un colirio de suero fisiológico para coger habilidad. Las primeras veces las gotas terminaban en la nariz o en el bigote, pero en cuanto le pillé el punto me salía muy bien. Ese día, el corticoide me lo eché en tercer lugar y fue como si me hubiera caído un veneno o algo similar. Dejé de ver por ese ojo instantáneamente, como si tuviera delante de la cornea un helado de limón muy espeso. Me asusté un poco y hasta se me quitó el hambre. Tenía un potaje clásico que me había sobrado del día anterior y estaba buenísimo, pero decidí hacerme una tortilla francesa, porque no veía nada por el ojo operado y no sabía si eso era normal.

Después de una siesta corta, seguía igual. Si me tapaba el ojo derecho, por el otro veía como si estuviera mirando a través de una cortina blanca muy opaca. En estas situaciones, la mente va por libre y uno no puede evitar hacerse algunas preguntas. ¿Y si me quedo así? ¿Será esto lo que empieza a notar ese 5% de casos en que la operación falla? Llegué a valorar la posibilidad de irme a urgencias. Pero lo que hice fue a llamar a mi amigo C. que es médico de un centro de salud y sabe de todo. Además de que no veía nada, me molestaba mucho la luz, mi casa es muy luminosa y tenía que estar todo el rato con gafas de sol.

Mi amigo me tranquilizó. Lo que tienes son dos síntomas diferentes me dijo. Por un lado tienes una barrera que no te deja ver, causada por un edema que tienes dentro del ojo. Ese edema lo produce el propio cuerpo ante cualquier agresión sufrida y es un líquido muy espeso, que luego se va reabsorbiendo. Lo otro es la fotofobia, que se te produce porque para la operación te dilatan la pupila y seguramente la sigues teniendo muy dilatada (me miré al espejo y la tenía como un gato). Así que, ni se te ocurra ir a urgencias. Tú tranquilo, irás mejorando y mañana vas a tu revisión de las 24 horas.

Por la noche, al irse el sol, mejoró la fotofobia y parecía que la cortina espesa que tenía delante de mí se había aligerado un poco. Me acosté y dormí más o menos bien, boca arriba o del lado derecho, como me habían dicho. El viernes me levanté con la sensación de que la cortina se había espesado otra vez. Madrugué para ir a mi consulta, a la que acudí, como el día anterior, en un taxi. Le conté todo esto al oftalmólogo. Me dijo que lo que me había indicado mi amigo era totalmente preciso, con un matiz: el edema no lo había provocado mi cuerpo, sino el propio cirujano. Para insertarme la lente han de hacer una pequeña incisión y no hay puntos de tamaño tan pequeño para cerrarla, por lo que me habían inyectado un líquido cicatrizante muy espeso que tarda en absorberse. Suele pasar que al levantarse por la mañana la mejora haya retrocedido. Estimó que hoy domingo, ya no tendría nada que impidiera mi visión normal. Y me citó para el viernes que viene. Me dijo también que procurara hacer vida normal, sin coger peso ni agacharme pero haciendo todo lo demás.

Siguiendo ese consejo me encaminé al Metro más cercano, a unos quince minutos al norte. Usé el transporte público, bajé escaleras, hice un cambio de línea. Veía bastante mal, pero ya estaba acostumbrado de los últimos meses. Ese día comí ya bien y estuve en casa tranquilo por la tarde. Como el día anterior, la niebla parecía haberse aligerado un poco cuando me acosté. El sábado me levanté sin la sensación de retroceso. Empezaba a ver mejor a través de una neblina cada vez más tenue. La combinación de un ojo operado con neblina y otro sin operar me permitía leer, trabajar en el ordenador, consultar el móvil, ver la tele. Por la tarde, constaté que se me estaban agotando las existencias de cerveza Estrella Galicia y decidí bajar al Alcampo con el carrito de la compra. Me vestí y me dispuse a recoger los pertrechos que siempre uso para salir a la calle y que tengo agrupados en una esquina de la mesa: la cartera, el abono de transportes, el dinero suelto, las llaves, el reloj de pulsera, el móvil, la mascarilla.

Y lo último: las gafas (dentro de casa no las uso). En cuanto me las puse, noté una sensación nítida: veía mejor sin ellas. Hice varias pruebas, me las quité, me las volví a poner. No había duda. Así que, como el explorador que se interna en un territorio desconocido, decidí salir a la calle sin gafas. Y veía de puta madre. No sé si ustedes valoran lo que les estoy contando. Es que yo no había salido a la calle sin gafas desde hace diez años. Sin gafas era un auténtico cegato, un minusválido. Con cautela avancé por la calle. Y llegué al Alcampo. Y qué maravilla cómo se veían las estanterías y todos los productos y la gente que estaba comprando. Fue un momento apoteósico, una especie de epifanía, un clímax inenarrable. Y una sinfonía de colores preciosos. En la puerta estuve un rato mirando el cielo, tapando alternativamente uno y otro ojo. Y menuda diferencia. Con el ojo derecho veo un cielo de un azul sucio, como desvaído. Con el otro, un azul marino maravilloso. Sky blue and sea green, in our yellow submarine. ¿Lo recuerdan?  


Desde ayer vivo en un submarino amarillo pleno de colores de tonalidades vivas. Y resulta que llevaba años viendo una versión desteñida del mundo, como una película antigua virada al sepia. Y yo sin saberlo. En fin, regresé con mi carrito por la calle Almadén saludando a todos mis amigos de los comercios, los floristas, el peluquero, los chicos del Matilda. Estaba eufórico y tenía que darles a todos la buena nueva: ¡que voy sin gafas y veo como Dios! Y tuve que reprimirme para no ponerme a dar saltos y puñetazos al aire en medio de la calle, como hacía el futbolista Juanito en las grandes remontadas del Real Madrid (por cierto, qué momento de comunión máxima el vivido el otro día en el Bernabeu frente al PSG).

Resumiendo: había empezado a ver bien por el ojo operado apenas 48 horas después de la operación, un día antes de lo esperado por mi médico. Y creo que los últimos jirones de niebla se dispersaron con el subidón. Hoy he visto perfectamente durante todo el día, ya no me molesta el sol y mañana empezaré a disminuir el número de turnos de las gotas, como se me ha indicado. El viernes volveré a la consulta y el plan es que ese mismo día fijemos la operación del otro ojo. Porque ambos han de estar alineados para poder enfocar bien. Ahora mismo, para leer creo usar más bien el ojo derecho, con su miopía inducida por la catarata.

Realmente, esta técnica es un milagro y en esto somos pioneros los españoles, con el doctor Castroviejo al frente. Es asombroso lo que ha avanzado la cirugía ocular. Es como lo de las vacunas. En dónde estaríamos ahora sin las vacunas. Y todo esto se lo debemos a los científicos y a la investigación médica. Es la ciencia la que ha conseguido estos avances. La ciencia y la cultura. La gente que tira de la sociedad. Los paletos, en cambio, no ayudan nada y encima se tragan toda la mierda conspiranoica de los antivacunas, terraplanistas, fascistas y similares. Son relatos tan cerrados, como el del Hijo de Putin, que dice estar liberando a los ucranianos de la tiranía de unos nazis. Ya saben la teoría madre de todo esto: los chinos y los rusos van de la manita y se han propuesto acabar con nuestras democracias. Para ello liberaron adrede el virus del Covid, para ir preparando el terreno para el ataque ruso. ¿Por qué? ¡Hombre! Porque son comunistas y muy malos. Hay que ser muy corto para creerse esto.

Pero no hablemos de cosas desagradables. Durante el tiempo en que no veía una mierda, estuve preocupado, pero siempre confié en que todo saliera bien, porque estoy en la parte buena de la ola de surf y vuelvo a tocar madera. Mi hijo Lucas, que se quedaba sin trabajo el día 1 de marzo ya tiene uno nuevo en el que empieza este miércoles, así que ha estado en el paro exactamente diez días. Además, me han perdonado la multa de 900€ y también parece que el tema de mi deuda pendiente por los recibos de la luz se soluciona: les debo 570€ de siete meses sin pagar, y he acordado con ellos pagarlo en seis cómodos plazos. Toda esa mierda de que cada día se pulveriza el récord del precio de la luz (últimamente incluso se fulmina) era pura carnaza para la prensa, al final no era para tanto.

Esta sensación de que todo va saliendo bien y las diferentes piezas van encajando, no me impide tener en mente el tema de Ucrania. Dice el gran John Carlin en La Vanguardia, que es la primera vez en su vida que tiene totalmente claro quiénes son los buenos y quiénes los malos en esta historia. A mí me pasa lo mismo y lo malo es que las perspectivas no son buenas. Yo creo que, con lo que le está costando al Hijo de Putin conquistar el territorio, luego va a ser inviable que consiga controlar ese enorme país con 44 millones de habitantes. Necesitaría muchos recursos para ello. Se ha metido en una ratonera, pero todavía puede hacer mucho daño y generar mucho más sufrimiento, sin hablar de la posibilidad de que se monte la tercera guerra mundial (no sé por qué hay que escribir los nombres de las guerras con mayúscula).

Pero déjenme que disfrute de mi nueva situación de hombre sin gafas. He pensado incluso en tirarlas al suelo y pisotearlas con saña, como Woody Allen en Toma el dinero y corre, su primera película. Estoy encantado de prescindir de ese adminículo que se me empañaba todo el rato con la mascarilla. Y eso que sólo me he operado de un ojo. Cuando tenga los dos voy a gozar de una auténtica 20:20 Visión. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben lo que es? Eso tiene una fácil solución. Dejen que se lo explique Rory Gallagher. Y que tengan una buena semana.

miércoles, 9 de marzo de 2022

1.126. La multa

Bueno, sigue la salvajada en Ucrania y yo vuelvo a repetir: no hay razón geoestratégica, disputa, rencilla o vieja querella histórica que justifique bombardear a una población civil, compuesta por gentes como yo, que van al yoga, estudian blues o se dedican a cumplir con sus trabajos, cuidar a su familia, ir al cine o ligar por los bares y las discotecas. No tendría ni que insistir en este punto, es indiscutible. Vale, analicemos contextos, Historia, trayectorias, lo que quieran. Nos puede servir para entender cómo se origina esta locura, pero repito: la invasión de Ucrania es intolerable y a mí me parece muy bien que se le faciliten armas a la resistencia civil. La búsqueda de razones geoestratégicas es estupenda para acallar conciencias de la gente que se está poniendo de perfil ante esta atrocidad, allá cada cual con lo que quiera investigar o rastrear. A mí sin embargo, me parece igual de importante, por ejemplo, intentar descifrar los entresijos de la personalidad del Hijo de Putin, porque al final hay un ser humano detrás de las últimas decisiones, como había alguien que firmaba las sentencias de muerte en el franquismo.

Les voy a pedir que vean un vídeo, si es que no han tenido ya la ocasión de verlo. Veamos. Rusia lanzó la invasión el 24 de febrero, camuflada de operación militar especial, eufemismo digno del mejor Rajoy. Tres días antes, el 21, a modo de aperitivo de lo que venía, el Hijo de Putin reconoció oficialmente la independencia de las dos repúblicas secesionistas del Donbass. Anunció ese reconocimiento mediante una comparecencia en televisión, a la salida de una reunión extraordinaria de su Consejo de Seguridad, en la que obligó a que, uno a uno, todos sus miembros salieran a la palestra y repitieran como un mantra su apoyo a la independencia de las citadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.

Se les pedía exclusivamente eso, como a los niños de las escuelas católicas a los que antiguamente se les preguntaba: ¿El Padre es Dios? ¿El Hijo es Dios? ¿El Espíritu Santo es Dios? y debían mostrar su adhesión incondicional a cada una de las tres respuestas afirmativas (ya saben que Jaimito contestaba a la primera con otra pregunta: ¿el padre de quién?). Pero aquí se trata de adultos y es una escena muy humillante. Y resulta que el jefe del Servicio de Inteligencia en el Extranjero, Serguéi Naryskin, se viene inesperadamente arriba, se sale del guion y propone un último intento de buscar una solución negociada. La forma en que lo trata el Hijo de Putin, creo que define completamente su personalidad y su psicología, algo que constituye una explicación adicional a lo que está sucediendo en estos días.

Significativo ¿verdad? Es que se le ve que se está divirtiendo al ver el apuro de su subordinado. Creo que a mí nadie me ha tratado así en casi cuarenta años de trabajo en el Ayuntamiento de Madrid. Pero ya les he dicho que no quiero que este blog se convierta en un monográfico sobre Ucrania y hoy quiero contarles una historieta que creo que tiene entidad como para aparecer en este foro y así nos distraemos de la guerra y, en mi caso particular, también de la operación de cataratas que me practicarán mañana, Dios mediante (o Dios mediando, como le gustaba retrucar a mi padre). Los hechos tienen lugar en cuatro fechas, bastante espaciadas a lo largo de los últimos meses, y así será como yo estructuraré mi relato, de acuerdo con los cánones de la llamada literatura lineal o cronológica.

El primer día. 25.09.2021. Hoy es el 70 cumpleaños de mi amigo Joe, el tercero de los colegas de la quinta del 51, después de mí, que cumplo en febrero, y de Tito que cumple en agosto. Los otros dos hemos declinado hacer celebración alguna, por causa de la pandemia, pero en septiembre ya vamos estando más relajados y Joe monta un festejo gastronómico-alcohólico-musical por todo lo alto, en el que se presenta por sorpresa toda su familia mexicana (todos sabíamos que venían a darle el sorpresón desde sus lejanas tierras de Sonora, menos el propio homenajeado; ya saben que el cornudo es siempre el último que se entera). El caso es que la fiesta es en el Sector 3 de Getafe y empieza a mediodía, como siempre con un montón de comida. No puedo perderme esta celebración de cambio de década de uno de mis amigos más queridos, así que cojo el Toyota y me planto allí en torno a las tres de la tarde.

La fiesta es divertidísima, corre la cerveza y el tequila y yo bebo lo acostumbrado en saraos de este tipo, sin perder de vista que en algún momento he volver a Madrid conduciendo mi coche. Mis hijos hacen estas cosas eligiendo por turno a uno de la panda que ese día no bebe ni una gota y será el que los lleve a todos de vuelta. Pero en mi generación todos bebíamos y sabíamos luego cómo conducir, más despacio, extremando la prudencia, etc. El problema empezó cuando la pasma instauró los controles antidoping y, en función de la tasa de alcohol que te detectara al soplar, podía incluso decirte que te bajaras del coche y siguieras andando (en plena carretera y de noche). Ese día, yo bebo bastante pero, de manera natural, en torno a la media tarde empiezo a echar el freno y paso a beber agua, para descansar y diluir un poco la concentración y la nube de mi cabeza. Es mi truco habitual para ciertas ocasiones.

En estas condiciones llego al entorno de las nueve de la noche, yo ya estoy un poco cansado y decido irme. Me veo listo para el camino de vuelta por la Carretera de Toledo, a pesar de que es noche cerrada y ya les he revelado que no veo un burro a dos pasos, y menos de noche, es por eso que me voy a operar mañana. Les he contado todo esto para que se hagan una adecuada composición de lugar y entiendan completamente lo sucedido el día de los hechos. Repito: soy un buen conductor, soy ultraprudente de forma natural y, si encima he de conducir de noche y con un cierto contenido de alcohol en mis venas, todavía extremo más esa prudencia. Así que tomé la Carretera de Toledo y conduje de esa forma, bien arrimadito a mi derecha, a una velocidad entre 90 y 100 kms/hora.

Sin mayores problemas, entré en la ciudad y enfilé la calle Santa María de la Cabeza, levantando automáticamente el pie del acelerador, para dejar que el coche se adaptara a una velocidad más urbana, adecuada para recorrer una vía de muchos carriles, bien iluminada y prácticamente vacía a esa hora difusa de un sábado anónimo. Y llegué a casa sano y salvo, con la satisfacción de la tarea bien completada, como el día en que bajé por la pared de la azotea de mi casa. Es reconfortante reconocerse todavía capacitado para determinados desempeños y comprobar que uno no ha perdido las habilidades. Y así terminó ese día, ya sé que ustedes se esperaban algo más épico o dramático, pero eso también es una habilidad: crear inquietud en el lector.

El segundo día. 4.11.2021. Es jueves y, tras hacer hora y media de yoga y obsequiarme con una tapa de bacalao en aceite y un plato de pote asturiano, todo ello bien regado con dos dobles de cerveza en el Bar Ricla, regreso a casa feliz y encantado de que mi madre me pariera. En el buzón hay una carta de la policía municipal. La abro y se titula Requerimiento para identificar al responsable de infracción de circulación. Multa con pérdida de puntos. En el texto me entero de que, el día de los hechos, fui fotografiado por el aparato asociado a un radar fijo, a las 21.30 de la noche, circulando a 71 kms/hora, cuando la velocidad en ese punto está limitada a 50. El radar está situado en el número 115 de Santa María de la Cabeza y, días más tarde, un amigo me comenta que la señal de limitación de velocidad está puesta a mala leche, justo al principio del tramo urbano de la vía, y se hinchan de poner multas, porque la gente está todavía bajando la velocidad que traía en carretera.

Lo cierto es que yo no vi esa señal, algo que no es de extrañar, porque, como el de Estopa, no veo de cerca ni de lejos, no veo na’ de na’ de na’ y mucho menos por la noche y después de beber algo más de lo conveniente. Pero la cosa es que se trata de una infracción grave, que se castiga con 300€ de multa y pérdida de dos puntos del carné. Bien, convendrán conmigo que, circular a 71 por hora en una vía amplia, bien pintada, bien iluminada y sin tráfico, no es una salvajada ni una imprudencia. Vamos, que no soy Putin. Pero es lo que hay. La Ley es la Ley. En la carta se me conmina a que identifique al conductor del vehículo para lo cual me dan un plazo determinado. Pero yo estoy en ese momento bastante ocupado, con mi sinvivir habitual, agravado además por el hecho de que estoy a punto de viajar a París, en donde tengo una cita de mucho compromiso y es mi primer viaje al extranjero desde el cerrojazo del Covid. En fin, que el tema de la multa se me va quedando a un lado, a resolver a la vuelta.

Así es como fue, y ya saben que mis relatos tienen también alguna forma de moraleja y el objetivo práctico de que ustedes aprendan de mi experiencia y sepan como bandearse cuando les pase algo similar. Desde esa perspectiva, ya les digo que no deben hacer lo que yo hice. Ni se les ocurra. Pero yo me fui a París, completé mi viaje maravilloso y, a la vuelta, cuando revisé los temas pendientes, descubrí que el plazo para identificar al conductor se había agotado. ¡Vaya por Dios! Pensé que eso se traduciría en un recargo del 20%, así que me tocaría pagar 360€ y decidí olvidarme del tema, confiando en que el procedimiento se atascara en algún momento, algo bastante improbable, pero también piensa uno que le va a tocar la Lotería de Navidad cuando compra el décimo. Yo, ante una multa de tráfico, tengo dos formas de actuar: o la pago enseguida con la rebaja del 50% por pronto pago, o la dejo correr y al cabo de un año o más me la acaban cobrando directamente de la cuenta del banco, con el recargo correspondiente. Así que me olvidé por segunda vez del tema y me dispuse a disfrutar de las recobradas navidades.

El tercer día. 7.02.2022. Otro día que me pilla con el yoga a mediodía, pero con la particularidad de que me encuentro regular, malestar que cristalizará al día siguiente con mi positivo por Covid. Otra vez hay una carta en el buzón. Ahora el título es Denuncia de tráfico por incumplimiento del deber de identificar al conductor. Multa. Recorro el papel con la vista hasta abajo y al pie se me indica la cantidad: 900€. Como lo oyen. Sumando la multa con recargo, me va a tocar pagar 1.260 euracos, así, sin comerlo ni beberlo. Me parece una auténtica barbaridad. Esto me pilla en el momento en que el Covid ya me está derribando y renuevo mi teoría de que las putadas vienen por rachas. Pero yo no puedo agachar la cabeza y aceptar esa animalada, que se me va a llevar más de la mitad de la pensión de un mes. No puedo dejarlo correr. Como los ucranios, no puedo rendirme sin luchar.

Y aquí viene ya la parte de la veteranía y el hecho de haber estado casi 40 años trabajando en el Ayuntamiento. Yo siempre me he portado bien con mis colegas, nunca he tratado desde un plano superior a las secretarias, los conductores, los ordenanzas o los conserjes, con todos he tenido un trato cordial, de igual a igual, con todos he bromeado y me he reído las tripas y eso me hace estar en posesión de una red de contactos, que a su vez tienen otros contactos, hasta el infinito y más allá. Y es el momento de pedir ayuda a esa red. Es una red eminentemente femenina, porque yo solía bromear sobre todo con las chicas, ya saben que soy un picaflor y que, especialmente si son guapas, les entro suave a todas, desde el respeto, pero lanzando mensajes inequívocos, siempre poniendo sobre la mesa sobreentendidos y dobles sentidos, un simple coqueteo que busca sobre todo generar empatía y provocarles una sonrisa. Soy lo que en inglés se llama un Smooth Operator, y les voy a obsequiar con la canción homónima, para así cortar un poco el relato. Por cierto, qué mujer más guapa Sade Adú.

Vaya, me creerán o no, pero si por algo quiero operarme de cataratas es para ver mejor a las mujeres guapas de mi entorno, que las veo borrosas y es una putada. Pero volvamos a lo nuestro. Tengo una red de contactos que a veces todavía funciona y, por una amiga de una amiga de una amiga, llego a la gente que lleva mi expediente, para informarme de qué está pasando y cuales son mis opciones. Tengo dos argumentaciones que puedo alegar a mi favor. Por un lado, yo creía (honradamente) que, si te piden que identifiques al conductor de tu coche en una infracción y no contestas, implícitamente estás asumiendo que la responsabilidad es tuya e indicando que la multa te la deben cobrar a ti. Por otro lado, es la primera vez que me quitan puntos del carné, por lo que no sé cómo van estas cosas. También tengo una queja: me parece absolutamente desproporcionado que me multen con 900€ por no haber contestado la primera carta.

Por ese conducto indirecto me llega una respuesta extraoficial. Eso de que si no contesto asumo que el culpable soy yo, es correcto siempre que la multa no implique pérdida de puntos. En caso contrario se convierte en un tema con otras implicaciones, en el que no contestar es una falta muy grave (quédense con el matiz). Lo de que sea la primera vez puede ser un atenuante pero no suele ser tenido en cuenta. ¿Y qué puedo hacer? Respuesta: haz un recurso, aporta tus argumentos, reconoce por escrito que eras tú mismo el conductor y preséntalo en plazo. Si tienes suerte y te toca un instructor benévolo o que esté de buen humor ese día, a lo mejor acepta tus argumentos. En caso contrario, tendrás que pagarlo todo, porque no hay más recursos. Así lo hice. Y me encomendé a los distintos sanbenitiños a ver si sonaba la flauta. Esta es la enseñanza de este texto: si les llega un requerimiento de identificación de conductor en una sanción con pérdida de puntos, ni se les ocurra hacerse los locos, como yo hice.

El cuarto día. 8.03.2022. O sea, ayer. De vuelta de mi excursión por Madrid Río con los alumnos del Máster de Planeamiento Urbanístico con los que estuve toda la mañana, recogí una nueva carta de mi buzón. Abrí el sobre con manos temblorosas y miré el contenido. El escrito se titulaba esta vez Denuncia al conductor identificado por infracción de circulación. Multa con pérdida de puntos. Debajo se me daba ya por identificado como infractor y se me imponía la sanción correspondiente: 300€ y pérdida de dos puntos del carné. Es decir, que los argumentos que había aportado en el expediente se habían aceptado. La multa de 900€ se ha anulado y las actuaciones se retrotraen al momento del primer escrito, pero ya con el infractor debidamente identificado.

Me he librado de una buena. Y encima, me ofrecían otra vez la posibilidad de pagar la mitad por pronto pago. Una maravilla que me apresuré a pagar por Internet: 150€. Me he ahorrado casi mil. Y, entre ustedes y yo, a mis 71 años, maldita la falta que me hace tener todos los puntos del carné. Por mí se los pueden meter por el recto, por usar una denominación médica precisa. Además, tengo la sensación de que con este logro puede que haya roto ese conato de mala racha, a ver si es verdad y la cosa se concreta mañana en mi operación (ya he empezado a echarme los colirios prescritos). Toquemos madera de nuevo. Knock on Wood. Pero esta vez hagámoslo con soul del bueno. Se lo dejo de propina. Y un consejo: cuando se sientan avasallados, rebélense y luchen hasta el final. Puede dar resultado o no, pero al menos se le queda a uno la sensación de haber hecho todo lo posible (y aun lo imposible si ello fuera posible ꟷRajoy dixit). Buen finde.