Sí, mis queridos seguidores, ¿recuerdan cómo proponía yo traducir este verso del estribillo del Five Years de David Bowie? Exactamente: ¡menuda sorpresa! Pues esa es la que me he llevado yo en estos días desde el último post. Porque, es hora ya de que se lo diga: he dado positivo por Covid y estoy confinado en mi casa a la espera de los acontecimientos que vayan sobreviniendo. Es una constante de la familia de las leyes de Murphy: basta que un tipo como yo presuma de inmunidad innata o inducida por un catarro crónico de dos años, para que ¡¡ZACA!! contagio al canto. De todas maneras, a mí lo que me resulta más sorprendente es que no me lo haya pillado antes, dada la poca atención que he ido poniendo en cuidarme exageradamente, no ahora que esto de la variante Ómicron es un juego de niños, sino desde el primer momento, cuando compañeros y conocidos caían como moscas y no por ello dejaba yo de visitar bares, teatros, cines, restaurantes y museos, bien protegido con mi mascarilla, eso sí, pero sin la paranoia que sufrían algunos de mis colegas de ambos sexos.
Y, por supuesto, no he dejado en ningún momento de dar abrazos y achuchones a los amigos que me iba encontrando y sobre todo a las amigas. Así que aquí va el relato de los hechos, por si a alguien le puede servir de enseñanza o solaz. Si de asuntos más insignificantes se han hecho en este blog verdaderas películas, de esto que es más trascendente, pueden ustedes dar por garantizado que tenemos film candidato al Óscar. Así que ya pueden ir preparando las palomitas para ir amenizando la lectura.
Yo tengo la sospecha de que me contagié en la clase de yoga del jueves día 3 de febrero. De todas las actividades que desempeño de manera cotidiana, entiendo que esta es la de más riesgo. Todos vamos provistos de mascarillas, pero no deja de ser una sala de tamaño medio, parcialmente ventilada, en la que ese día estábamos nueve chicas jóvenes (diez con la profesora), de cuerpos esculturales, haciendo ejercicio duro, sudando y respirando fuerte bajo la mascarilla, porque en el yoga la respiración es fundamental. Diez bellezas, al menos de cuerpo, y yo en medio de todas ellas. Pues parece bastante factible que me lo haya pillado allí, por el debut de los síntomas tres días más tarde. En cuanto tuve constancia del positivo se lo comuniqué a Elena la profesora, que dice que por ahora no parece haber más casos. Puede que entre esta gente tan joven sean asintomáticos.
El viernes estuve por la mañana en el Mercado de Antón Martín haciendo provisión de pescado, carne, pollo, hortalizas y fruta para unos días (no sabía que me iba a contagiar, es que tenía la nevera estilo Erasmus). Por la tarde fui al teatro con mi amigo X y otros colegas del grupo y luego nos tomamos unas cervezas con algo de picar en un bar cercano. Todos se han hecho tests de antígenos, con resultado negativo. El sábado salí a correr al Retiro tempranito, en una mañana bastante fría y completé mi recorrido de 6,5 kms sin mayores problemas. Comí en casa una merluza a la gallega, me eché mi siesta y estuve tranquilo por la tarde. Me acosté a la hora de costumbre y me sentía bien. Pero apenas pude dormir. Al poco de acostarme, me empezó a picar la garganta y casi no pude dormir, porque no paraba de toser.
El domingo estaba cansado, pero lo atribuí a la noche marinera que había pasado. Me seguía picando la garganta y tenía mocos en la nariz. Pensé que era el típico catarro, pero alguien me dijo que cuidado, que esa es la sintomatología típica de la variante Ómicron. Por la noche me tomé un ibuprofeno para tratar de dormir mejor y me dio buen resultado. El lunes al levantarme me hice un test de antígenos, que salió negativo tal como conté. Así que a mediodía me fui al yoga, al terminar recalé como de costumbre en el bar Ricla y me volví a casa a escribir mi post anterior. La garganta iba mejorando y no me encontraba mal. El martes tuve mi clase on line de inglés, luego estuve enredando por casa haciendo esto y lo otro y cerca de la una bajé a darme una vuelta y visité una tienda de guitarras eléctricas que hay en la calle Cedaceros, para ir viendo amplificadores. A la vuelta me paré a tomar un vermú en Casa Manolo, enfrente del Teatro de La Zarzuela, todo un clásico.
Me preparé unas lentejas con chorizo, zanahoria, curry y un par de chiltepines molidos, que estaban como para levantar a un muerto. Y enfilé hacia una buena siesta. Es decir, mi ritmo normal de jubilado hiperactivo que tantas veces les he detallado. Fue al levantarme de la siesta cuando me encontré un poco raro. La garganta la tenía ya bastante bien, pero tenía la nariz muy cargada y la sensación como de que toda esa carga hacía por subir a la cabeza. Como hacía mucho tiempo que no tenía fiebre, ya se me habían olvidado los síntomas, pero decidí ponerme el termómetro. Resultado: 38.1. En ese momento ya supe que tenía el Covid. Me hice una nueva prueba de antígenos y salió niquelada: la raya de la T se marcó enseguida, mucho antes que la otra. Empecé entonces a hacer una serie de llamadas para que me dijeran qué tenía que hacer.
Bien, como decía mi padre, uno tiene que mover el volante para adaptar la marcha del coche a las curvas que le vaya presentando el camino. Yo avisé a la señora que viene a limpiar todos los miércoles, para que no viniera. Me comuniqué con el profe de guitarra para decirle que no iría a su clase. Hablé con Elena, que me dijo que el jueves, si me encontraba bien, podíamos dar la clase de yoga por Zoom. En síntesis, me informaron de que tengo que estar una semana aislado. No es problema, porque tengo víveres y toda la medicación que tomo en cantidad suficiente. Que dejara el ibuprofeno y me pasara al paracetamol. Tenía pertrechos suficientes de ambos. Estudié las instrucciones del paracetamol y vi que recomendaban tomarse uno cada ocho horas. Y decidí tomarme el primero a las doce de la noche, para pillar un ritmo cómodo.
Pero antes de cenar me puse otra vez el termómetro y tenía 37.2. La fiebre me había bajado sola, sin hacer nada ni tomar ninguna medicina. Cené bien, me tomé el paracetamol y dormí como un cura. El miércoles me encontraba fenomenal, incluso podría haber hecho mi running indoor, pero me habían recomendado más bien descansar. Desde ese pico de fiebre del martes por la tarde no me ha vuelto a subir. Y lo que pasa es que a partir del miércoles empezó el coñazo de llamadas de todo el mundo para interesarse por mi salud, darme ánimos, etcétera. Como estaba hasta los cataplines, se me ocurrió grabarme un vídeoselfie para mandar a todos los pesados y colgarlo en el blog. Ya saben que tengo un maravilloso equipo de música reciclado, cortesía de dos de mis mejores seguidores y amigos. Bueno, pues aquí tienen el resultado. Pantalla grande, please.
Ya saben que me estoy leyendo la autobiografía de Keith Richards, el inefable guitarrista de los Stones, ídolo de Samantha Fish y todo un icono del rock. Los primeros capítulos son buenísimos, puro Dickens. Luego ya se centra en la música y las peripecias del grupo, algo que entiendo sólo le puede interesar a los forofos del rock, entre los que me cuento. Richards revela, por ejemplo, que el disco Beggar’s Banquet, cuya primera canción me han visto bailar en el vídeo de arriba, es en realidad el primero en el que pudieron hacer la música que les gustaba, basada en el blues y el country. Porque, hasta entonces, sus productores y la industria del disco les empujaban en una carrera absurda, intentando competir con el pop más británico que hacían los Beatles. A ellos no les interesaba esa competición, eran amigos de los Beatles, pero querían hacer otro tipo de música. Después del álbum Their Satanic Majesties Request, decidieron cambiar de productor y empezaron una nueva vía con este disco.
Una vía en la que enseguida vendrían Let it bleed y Sticky Fingers, los mejores discos de toda su carrera con Mick Taylor a la guitarra. La primera canción del Beggar’s Banquet es esta Sympathy for the Devil. Richards cuenta que él se hizo cargo del bajo, mientras Bill Wyman tocaba las maracas. Y que los coros esos del uuuh-uuuh los hacía Charlie Watts acompañado por las dos chicas que eran en ese momento pareja de Jagger y Richards, respectivamente Marianne Faithfull y Anita Pallenberg. La primera vive todavía (75 años). Anita falleció en 2017. Pero volviendo al vídeo de arriba, no me negarán que ESA ES LA ACTITUD. Al mal tiempo buena cara y a vivir que son dos días. He de reconocer que el pañuelo que he incorporado a mi nuevo look ayuda mucho. Sin ir más lejos, es capaz de convertir a un guitarrista en tres simultáneos. ¿Que no se lo creen? Pues vean este otro vídeo aún más asombroso.
El miércoles por la tarde ya me dejaron más tranquilo y estuve leyendo y viendo el ordenador. Como no tengo fiebre ni me duele nada, he dejado de tomar paracetamol. Hoy he tenido mi clase de inglés a primera hora, luego he puesto lavadoras y lavavajillas, ya que ayer no vino la señora que lo hace cada semana, y me he puesto a cocinar. Me he preparado un potaje de garbanzos, espinacas y bacalao que me ha salido fenomenal y, a las dos de la tarde me he conectado con la escuela de yoga para mi clase de hora y media on line. Luego, una larga ducha bien caliente y a atacar el potaje, acompañado con un par de copas de verdejo de Rueda. Como dicen mis hijos: ni tan mal. Mi intención es no repetirme el test de antígenos hasta el martes, la semana justa de aislamiento que fijan los protocolos. En función de lo que salga, adaptaremos de nuevo el volante.
Yo me siento fuerte, toco madera y elevo mis rogativas a San Benitiño de Rabiño para que no se enfade conmigo Paco Couto. Al final, uno se tiene que morir, pero mientras eso llega hay que disfrutar todo lo que se pueda. Me viene a la mente una anécdota de Fidel Castro, a quien los yanquis intentaron matar de mil maneras sin el menor éxito y que se mantuvo fenomenal hasta que pinchó como cualquier otro. De esos tiempos en que los cubanos lo consideraban casi inmortal, se cuenta que llegó una delegación de las Islas Galápagos y en la recepción le hicieron a Fidel el regalo de una tortuga, aclarándole que esos animales viven más de cien años. Fidel declinó discretamente el presente y dijo: es que lo malo de las mascotas es que les coges cariño y luego se te mueren y es una faena. Humor cubano en estado puro.
Pues así me voy sintiendo yo hasta que pinche. Así que no tengo motivo alguno para desanimarme. Además, el Covid ya no es lo que era. Salvo gente que tiene una patología previa es difícil que pase de un constipadillo ligero. Yo espero salir de esta como Robocop, tras tres dosis y una infección. Parece claro que la variante Ómicrón (tanto la sigilosa como la más ruidosa) son el paso decisivo para convertir la pandemia en una enfermedad endémica y estacional. Lo normal es que las cifras de contagios sigan bajando y la cosa no vuelva hasta el próximo otoño. Además, yo el sábado pienso hacer 50 minutos de running indoor, el lunes mi yoga on line y luego, en función del test que me haga, lo que sea más prudente y aconsejable.
Total, para lo que hay que ver afuera… Veremos qué pasa en las elecciones de Castilla y León, donde una reciente encuesta ha revelado que la mayoría de los votantes sería partidaria de eliminar la autonomía y volver a depender de Madrid. El candidato del PP, ha decidido darle todo el peso del final de campaña a la señora Ayuso y no enseñar mucho al fraCasado, por la cuenta que le trae. Ocasión que ha aprovechado el susodicho para viajar otra vez a Bruselas a ejercer de acuseta, qué cansino. Y una vez más le han dado con la puerta en las narices, lo mismo que a Almeida que le ha tocado ir también a chivarse. Del fiasco del pícnico Casero, ya no se habla apenas. Como dice un comentarista, el PP ha perdido la ocasión de apoyar la Ley de Reforma Laboral, que supone dar carta de naturaleza con mínimos y pertinentes recortes, al decretazo de Rajoy. Con el fraCasado y el de los güitos de aceituna al frente, no se puede esperar una mayor visión política. Mientras el PP no eche a estos dos señores, no se va a comer una rosca.
Por lo demás, no me extraña que a Albert Rivera lo hayan echado por manta del bufete de abogados por el que fichó tras retirarse de la política después de protagonizar el mayor fracaso de un político europeo después de la Segunda Guerra Mundial. Ojo al párrafo de la empresa en el escrito de despido: Aunque sabíamos de su completa inexperiencia en nuestro sector, a todos nos ha sorprendido su inactividad, su desconocimiento más elemental del funcionamiento de una organización empresarial. No estamos habituados en nuestra profesión a discursos vacíos, a llenar los espacios sólo con palabras huecas, sin un soporte real. Impresionante. A este paso, va a ser Rivera quien primero llegue a concursante de Máster Chef Celebrities.
Pero hemos asistido estos días a un ridículo aún mayor que estos que comentamos, el de la única congresista republicana del grupo ultra QAnon, que estuvo detrás del asalto al Congreso y difunde toda clase de teorías conspiratorias. Esta señora, se las quiso dar de más culta de lo que es y pretendió insultar a la presidenta del Congreso Nancy Pelosi, situándola a la cabeza de una Gestapo que les espía a todos. Vean el resultado en este breve vídeo.
Yo no sé por qué se empeña cierta gente en negar la evidencia. Una amiga negacionista, me dice: te has contagiado ¿ves como la vacuna no sirve para nada? En fin, yo tengo muy claro que si no me llego a vacunar tres veces, esto no sería un constipadillo. Por mi parte, que nos pillen vacunados, más que confesados. Y lo del cambio climático es algo que estamos viendo a diario. Y hemos de adaptarnos a él, mientras se toman medidas para mitigarlo en lo posible. En Galicia, por ejemplo, hay ahora un clima que nadie recuerda, lleva tiempo sin llover y hay unas heladas matutinas tremendas. Por una parte, parece que a los viñedos de la Ribeira Sacra no les va mal el cambio, porque las heladas se están cargando a todos sus parásitos. Pero el grelo y las demás hortalizas se queman y hay que protegerlos con plásticos.
En fin, que me voy a cenar. Les seguiré informando de mi confinamiento. Cuídense.
Querido Emilio, ya sé que eres un optimista que no solo ve el queso Gruyere sin agujeros, cosa fácil, sino que también ve sin agujeros el Emmental.
ResponderEliminarEs probable que tengas razón y el virus ya definitivamente se comporte como en esta variante ómicron, pero yo no estaría tan confiado. Las mutaciones son totalmenta aleatorias — el azar, que decía Monod; de la necesidad hablaremos otro día — y supongo que podrá cambiar a más cabrón.
Es cierto que sobre esto hablo sin fundamento científico y por eso prefiero no afirmar nada con contundencia y fiarme de los que saben del asunto y que me parecen honrados, como en general son los que siguen el método científico.
Soy un forofo del pensamiento científico, por convicción y también obligado por mi profesión. Muchas veces me conviene que las cargas sigan, en mis construcciones, unas determinadas trayectorias donde me sería más fácil soportarlas, pero por más que me empeñe, siempre van por donde dice Newton que tienen que ir, así que más me vale estar de acuerdo con él para no acabar en el trullo, que nuestra profesión está sujeta al código civil y al penal.
Otra cosa es lo de San Benitiño, que donde esté su voluntad, que se quite la de Newton. Y en eso no hago distingos entre Rabiño y Lérez, aunque me tire la patria chica del Ribeiro.
Gracias amigo Paco por tus sesudas reflexiones, seguramente más atinadas que las mías, que me muero por interpretar de forma optimista las señales que nos manda el mundo circundante. Lo que tenga que venir, vendrá y no sabemos que va a ser. Ojalá que acierte yo, por la cuenta que nos trae.
EliminarLo de la confusión entre Emmental y Gruyere, viene de la infancia. Cuando yo era pequeño sólo se hablaba de Gruyere, e incluso se hacían chistes al respecto en las historietas del TBO, en las que a Carpanta, por ejemplo, solían dejarle sólo los agujeros. Ahora sabemos que son dos quesos diferentes y que el que tiene agujeros a tutiplén es el Emmental.
Una abrazo, amigo.
Celebro que la cosa sea tan intrascendente, y que, además, te sirva de diversión y relax. Eso es tomar el problema con espíritu joven y divertido.
ResponderEliminarPero ¡cuidado! la difusión de tu vídeo puede servir tanto para que Samantha Fish te conozca y te fiche, como para que lo vea Ayuso y te mande a los loqueros.
Un enorme abrazo y que el Covid te mejore, porque el hacerte daño le va a resultar imposible.
Gracias por la coña y las palabras de ánimo. Como ya sabes, ha sido todo muy leve y ojalá sea así siempre ya para todo el mundo.
EliminarBueno, pues lamento la decepción por enterarse de que usted no tiene la "inmunidad innata". Ya vamos quedando menos. Está claro que lo mejor es no hablar de ello porque basta con hacerlo y "paffff" hostia que te doy.
ResponderEliminarMe alegro que sea leve el transcurso del virus por su organismo y que en su encierro goce de sus actividades domésticas que tanto le gustan.
A mejorarse y un abrazo fuerte.
Ya ve usted, querido Coronel, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. De aquí espero salir más recauchutado, si cabe. Abrazos a mansalva.
EliminarSí señor, muy buena medida profiláctica esa de hacerle uuuh-uuuh al Covid-19. No se olvide, empero, de los caídos de esta guerra, que se vieron arrasados por su versión más agresiva.
ResponderEliminarY tenga cuidado con el pañuelo, que eso de multiplicarse por tres es peligroso y después cuesta mucho tomar las decisiones por unanimidad.
Cuídese y un abrazo.
De ninguna manera quiero frivolizar sobre un tema que se ha llevado por delante a varios amigos, el último de ellos estas navidades. Pero, si a mí me ha dado tan leve, pues tengo que celebrarlo y aprovechar para animar a los demás.
EliminarLo del pañuelo hay que gestionarlo con cuidado. Por ejemplo, yo me lo quito si tengo que ir a un organismo oficial y hacerme el anciano para que me ayuden en algún trámite. En cuanto salgo a la calle, me lo pongo otra vez.
Un abrazo.