viernes, 17 de diciembre de 2021

1.107. La ruta del blues y otros ensueños

Vaya, mi último post ha tenido como la mitad de visitas que los anteriores y hasta llegué a pensar que me había fallado la distribución al mailing de seguidores, pero, según el archivo de correos enviados de Gmail, el envío salió correctamente. Es ya un clásico que en Navidad la gente deje de leer mi blog, nunca he sabido por qué, incluso he dicho en algún post que pienso que es porque no tienen tiempo, tan ocupados como están ustedes tocando la zambomba zumba-zumba-zumba. Ahora mismo lo que pienso es que hay algún fallo en el contador de entradas, porque, mientras los visitantes del último post siguen estancados en una cifra bajísima, las estadísticas de los anteriores siguen creciendo. A estas alturas de la película, después de que esta página haya cumplido nueve años, este es un tema nimio y lo que de ninguna manera contemplo es la posibilidad de que el post anterior adolezca de un bajón de calidad respecto a la media de mis textos, que justifique tal desafección. A mí me parece que son todos por un estilo, con alguna excepción de vez en cuando. 

Así que yo a lo mío. Terminé el post anterior hablándoles de Hank Williams, un artista del que algunos seguidores me confiesan que no saben nada. En fin, Hank Williams fue un artista de los años 40 y 50 que llevó la música country al nivel más alto, definiendo sus características esenciales, que ya se han mantenido hasta nuestros días. Hank nació en 1923, empezó a componer y cantar canciones con su guitarra en 1936 y murió en 1953, cuando estaba a punto de cumplir los 30. Era por entonces un artista de éxito que tenía un chofer que lo llevaba por toda USA a dar sus conciertos. En una gasolinera, el chofer paró a repostar, hacer pis, etc y, cuando volvió al coche, Hank estaba muerto. En su corta vida compuso más de 400 canciones, más o menos como José Luis Perales en toda su vida. Algunas tan mágicas como el Lovesick blues, el blues del enfermo de amor que ya les he traído al blog en un par de ocasiones, o la del post anterior Mind your own business. Hoy tengo otra para ustedes, que ya ha sonado en este foro en una versión de Tim Armstorng. Se llama My bucket’s got a hole y tiene una letra muy sencilla: mi cubo tiene un agujero, mi cubo tiene un agujero, mi cubo tiene un agujero y no puedo comprar cerveza. Disfrútenlo.

Cojonudo. El country es una música muy relajante y constituye una de las referencias básicas de nuestra diva Samantha Fish, junto con el blues y, en sus últimos discos, el pop. Su último disco ha sido elegido como el 37º álbum de rock del año por la revista Classic Rock, que hace estas clasificaciones por votación entre sus lectores. No es un registro muy brillante, pero está bien que vaya saliendo de los límites de las listas del blues, en las que sus discos siempre llegan a los primeros lugares. Y me encanta la reseña que le hacen en la citada revista. Vean la pagina de que les hablo.

Les traduzco: La hija pródiga de Kansas no es una purista del blues –un concepto que está escrito en letras grandes en su séptimo álbum. Faster es un conjunto de alto octanaje, que debe tanto al rock, al pop y a la electrónica, como a los sonidos con que ella echó los dientes. All ice no whiskey suena como a ZZ Top haciendo una versión del Bad de Michael Jackson. Twisted Ambition aparece como un hijo del amor de Aerosmith y Pink. “Hay canciones que son más vulnerables –nos dijo ella–, pero creo que este disco tiene una fuerte energía del tipo me importa un carajo”.

Después de eso, la revista designa como killer track, o sea, como canción más destacada a All ice no whiskey, que es precisamente la canción que a mí más me gusta y con la que les hice un bailecito por mi casa bastante aplaudido por mis seguidores más jóvenes. Samantha tocó el otro día con Tab Benoit en el Ryman de Nashville y aprovechó la ocasión para dar rienda a su lado mitómano fotografiándose en el rincón que ese mítico edificio tiene dedicado a uno de los artistas más legendarios de todos los que tocaron allí: Hank Williams.

Lo cierto es que yo tengo entradas para el concierto de esta señora en París el 10 de febrero próximo y no tengo nada claro que la variante ómicron me permita disfrutarlo. De aquí a entonces es previsible que alcancemos el llamado pico de la sexta ola (cuarta en Alemania) y haya empezado a mejorar la situación, pero no hay que descartar que las cosas vayan a peor. A mí esto del covid ya me está hartando bastante, porque saben que una de las cosas que más me gustan es viajar y tengo varios viajes pendientes que me gustaría poder hacer algún día. Por ejemplo, me encantaría volver a Chicago para vivir la ciudad unos días y luego incorporarme a la Autopista 61, que parte del estado de Wyoming y va recorriendo el curso del Mississippi en dirección a Nueva Orleans. Bob Dylan le dedicó uno de sus discos más luminosos, que tituló precisamente Highway 61 revisited. Escuchen la canción que le da título.

Si son mañosos y saben cómo ponerle unos subtítulos en español, tal vez empiecen a comprender por qué le dieron a este señor el Nobel de literatura. Por la ruta 61, tras tocar brevemente el estado de Kentucky, se llega a Memphis, la mítica capital de Tennessee donde surgió el rock, en la persona de un camionero local llamado Elvis Presley, que supo conjugar las influencias de la música blanca que venía del norte con los cánticos de los negros del sur, dando lugar a esa fusión que se dio en llamar rock and roll music. En ese lugar es recomendable salirse de la autopista hacia el este para visitar Nashville, la ciudad clave del country, donde viven Sheryl Crow y las chicas de Larkin Poe, entre otros músicos, y donde se encuentra el Ryman, lugar de tantos conciertos históricos.

Más abajo, ya en el estado de Mississippi, es posible hacer un alto en el cruce con la Highway 49, localizado en la ciudad de Clarksdale. Es ese el lugar en el que el bluesman Robert Johnson dijo haber hecho un pacto con el diablo que le garantizaba ser de por vida el mejor músico de blues del mundo. Robert Johnson, un negro con bastante cuento (aunque cabe la posibilidad de que se creyera su propia leyenda) murió en 1938, un tiempo en el que uno podía salir al público con semejante historia y no arriesgarse a que le tiraran tomates y huevos. Esta pequeña ciudad, en el estado de Mississippi, tiene este cruce como principal atractivo turístico, marcado con la escultura homenaje que pueden ver abajo. 


A partir de ahí, se entra en el estado de Louisiana, donde se cruza la capital Baton Rouge antes de llegar a destino: la gran New Orleans, la ciudad de Tennessee Williams y Louis Armstrong, la urbe multicultural con su barrio francés, sus calles coloridas, el Tipitina’s y sus conocidos carnavales. En New Orleans es donde empezó a surgir una cultura negra a partir de los últimos años de la esclavitud, cuando muchos amos empezaron a liberar de su condición a algunos de sus esclavos y estos se empezaron a establecer en la zona a buscarse la vida como podían, aprovechando el clima más cálido y parecido al de sus tierras africanas de origen. Su influencia se mezcló con la francesa y la cajun, que vino del Canadá, llegando a esa identidad mixta que suele conocerse como criolla.

No se imaginan cuánto me gustaría visitar New Orleans y pasarme allí al menos quince días. Pero esto de momento son sólo sueños, a la espera de que se solucione el tema de la pandemia y que esta solución llegue antes de que yo sea ya demasiado viejo para viajes como este. Me asaltan estas nostalgias inversas (porque no se refieren al pasado, sino a un futuro nunca acontecido) en estos tiempos navideños insufribles, en los que hay que cumplir con la familia y hacer como que te lo estás pasando muy bien. Yo sólo estoy deseando que se terminen y pueda de nuevo caminar por calles tranquilas, sin masas de pueblerinos haciendo colas para comprar los regalos y jugar a la lotería. Sin sonido de villancicos, zambombas y petardos. Básicamente recluido en mi casa llena de hijos, aguardo a que vengan mejores tiempos, mientras transito por mi particular Desolation Row. Tal vez la mejor canción del álbum de Dylan del que les hablé y una de las mejores de su carrera. Hala, a divertirse.

2 comentarios:

  1. Dylan es inmortal en doble sentido: porque será recordado para siempre y porque sigue vivito y coleando en su casa de Los Ángeles en donde parece que se dedica ahora a la escultura en gran formato. Un tipo realmente genial.

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    1. No lo sabe usted bien. Los textos que firmó hasta el disco Blonde on blonde, son las mejores letras del rock a años luz de las demás.

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