Termino hoy domingo mi serie sobre esta mujer, a la que empezamos llamando Long Tall Sam, pero que más bien debemos llamar The Lovely Sam. Mi plan inicial era haber cerrado este post el sábado, siguiendo mi ritmo habitual de una entrada cada tres días, pero sucedió que ayer me llamó una amiga muy querida para proponerme que la acompañara al cine y eso descabaló mi planificación. Como pueden imaginarse, en estos momentos de acoso del virus, si una mujer me llama para invitarme a acompañarla al cine, yo voy a entrar al trapo sin dudarlo, y más si se trata, como en este caso, de ver una película de Wong Kar-wai.
He visto por las estadísticas de seguimiento del blog que las visitas han bajado, lógico, porque no todos mis seguidores son amantes del rock, si bien he de decir que mis lectores más fieles han seguido entrando con la misma regularidad, aunque no sean muy expertos en el tema. Por ejemplo, mi amigo X dice que le encantan mis series de posts enlazados y recuerda mis cinco textos sobre Ceaucescu como uno de los momentos fuertes del blog. También escribí tres entradas sobre David Bowie con motivo de su muerte. Y mi soul sister África todavía está impresionada con las letras del último disco de Sam. Es muy intensa –dice.
La verdad es que si en alguna materia me precio de tener una opinión autorizada es en el rock y el blues. Y yo, ahora, he visto que Samantha es el futuro inmediato del rock, al frente de un grupo de artistas entre los que están Larkin Poe, Eric Gales y otros, además del precursor Tab Benoit. Ya les he contado que a finales de los 70 tuve una visión parecida con Bruce Springsteen, hasta el punto de que viajé en el tren del rock (fuerte olor a porro durante todo el trayecto) para ver su primer concierto en España en el Palacio de los Deportes de Montjuich, en abril de 1981. Y, a día de hoy, sigo pensando que ese es el mejor concierto que he presenciado en mi vida. Recuerdo mi cabreo cuando leí la crónica de El País.
Por aquel entonces, en El País, la información del rock la cubría un tipo que se llamaba José Manuel Costa, que no sabía nada de rock. Vamos, que no sabía diferenciar una nota mayor de una menor. No digamos ya un bemol o un sostenido. Este sujeto y yo teníamos una amiga común que siempre lo defendía diciendo que era muy buena persona, a lo que yo respondía: ¡joder! sólo faltaría que encima fuera mala gente con lo tonto que es. La crónica de ese caballero sobre el concierto del Boss decía lo típico de alguien que no ha entendido nada, algo así como: los fans de Springsteen alucinaron con su concierto, mientras los no incondicionales se esforzaban por compartir su entusiasmo. Ni siquiera sé si estuvo en el concierto. Lo que yo puedo decir es que allí había unas 7.000 personas y yo no vi a nadie que no entrara en combustión. A lo mejor fue él el único que no participó de la comunión colectiva.
Es que fue hora y media de concierto a toda velocidad, un descanso de 30 minutos y luego otra hora y media de música con la misma intensidad. Los cronistas de los demás periódicos nacionales reflejaron lo que sucedió realmente y el tonto de Costa vio que tenía que cambiar el rollo y, a partir de ese día, cada vez que se refería al Boss en sus artículos, decía: el que todos reconocemos como el mayor ídolo del rock mundial… Se enteró rápido de lo que tenía que opinar para estar en la onda, pero ni siquiera pidió disculpas por su primera crónica tibia de inflagaitas (está en las hemerotecas). Este señor, continuó luego su carrera periodística como crítico de arte del ABC, de cuyo suplemento cultural llegó a ser director. Y nuestra amiga común decía que era muy bueno, porque de eso sí que sabía mucho. Lo que no entiendo es por qué estuvo años escribiendo sobre un tema del que no tenía ni puta idea. Supongo que sería cosa de ganarse el cocido.
Volvamos al presente. Yo he visto lo mismo con Samantha Fish, aunque no la conozca nadie en España y El País no diga nada de ella. He visto otra vez el rock. Y realmente me ofende que algunos de mis seguidores hayan pasado de leer estos posts. ¿Qué pasa, que les tiene que decir el suplemento ICON que esta señora es muy buena, para que empiecen a creérselo? En esta serie de cuatro entradas, creo que estoy haciendo una semblanza bastante completa de Samantha, que es realmente todo un personaje. Una mujer que se ha infiltrado en un mundo tradicionalmente masculino, para ser la mejor a base de determinación, personalidad y calidad. Ella se entrega, lo da todo en los conciertos, derrocha energía y carácter. Además es una auténtica emprendedora, que ha levantado ella sola una empresa independiente de las grandes discográficas, que mantiene en marcha con valentía, trabajo y simpatía.
Y, sin embargo, ella sostiene que sigue siendo una mujer tímida. Dice que, cuando tiene una guitarra en las manos, se siente más segura, como si estuviera protegida por una especie de escudo. Pero que, si no tiene su guitarra, se siente menos cómoda y no sabe qué hacer con las manos. Como le pasaba al primer Julio Iglesias, al que le tenían que hacer chaquetas sin bolsillos para que no metiera las manos dentro todo el rato. Cuando le preguntan por sus influencias como guitarrista, siempre dice varios nombres: Keith Richards (Stones), Angus Young (AC/DC) y el guitarrista de los Heartbreakers de Tom Petty, del que estaba enamorada de quinceañera. No llegó a ver tocar a Stevie Ray Vaughan y no cita nunca a Tab Benoit, pero porque yo creo que lo considera más un colega, a pesar de tener 20 años más.
¿Y en el aspecto vocal? –pregunta el periodista. Respuesta: pues en ese tema, dos personas clave, Bonnie Raitt por su personalidad y Sheryl Crow, por el timbre de voz, de soprano como el mío. Ya lo ven, no podía ser de otra manera. Hasta que conocí a Sam, yo estaba quedadito-quedadito con Sheryl Crow, y lo sigo estando. Pero he de decir que son muy distintas. Sheryl hizo una carrera universitaria, montó su primer grupo de rock en la facultad, es culta, opina de política y de todo lo que se le pregunte y es frecuentemente invitada a debates porque sus opiniones son valoradas. Samantha es un talento natural, está dedicada en exclusiva a su música y a su negocio y sólo habla de sentimientos y de lo que observa en su entorno, jamás de política. Sheryl es cerebro y cultura, Samantha es instinto y un corazón muy grande. Para que me entiendan: si Sheryl es una chica elegante, digamos una chica-barrio-Salamanca, Samantha es puro Vallecas.
Pero sigamos con su historia. En septiembre de 2019 toca en el Blues and Brews de Telluride con su banda. Luego hace su gira americana que culmina en Nueva York y en la que le acompaña el pianista friki Nicholas David, como segundo teclista. Hemos visto algún vídeo de ese último concierto. Para celebrar la Navidad graba dos temas que publica como single de vinilo en una edición limitada de discos firmados por ella, para sus seguidores más incondicionales. ¿Les apetece escuchar la cara A? Se la pueden dejar de fondo, porque tiene una imagen fija. Es una versión deconstruida del clásico Run, Run Rudolph de Chuck Berry, que les traje al blog en una de estas últimas navidades. Chuck Berry escribió esa canción en Mi mayor, y Sam la pasa a Mi menor.
En enero participa otra vez en el festival de la cigar box guitar de Nueva Orleans que, desde la edición de 2020, pasa a denominarse The Samantha Fish Cigar Box Guitar Festival. Allí es la reina y se dedica a hacer dúos con otros artistas y amigos durante los tres días que dura el evento, como también hemos visto en algunos vídeos. E inmediatamente se sube con toda su banda y sus instrumentos a un avión que la lleva a Gran Bretaña, donde inicia su gira europea de presentación del Kill or be Kind. Tiene conciertos programados por casi toda Europa (no en España ni en Italia) y luego tiene contratada una última tanda de conciertos en Australia. La gira inglesa le ocupará todo el mes de febrero. Por cierto, la foto del disco navideño está sacada de una tomada en Londres el año anterior, que les pongo abajo.
Salta al continente cuando ya el Covid-19 cabalga desbocado por toda Europa. El 10 de marzo el grupo cumple con su concierto en La Cigale de París. Y todavía el 11 tocan en Leuven (Bélgica). Pero todo se está precipitando y hay que salir por piernas. Así que pillan la furgoneta y se plantan en el aeropuerto de Ámsterdam. Y allí se encuentran con que no hay vuelos directos a su tierra para tanta gente, más los instrumentos. A Sam le ofrecen dos billetes para irse inmediatamente, pero ella jamás dejaría tirada a su banda. Todos juntos consiguen subirse al primer avión disponible, que los lleva a Moscú donde harán una escala de 24 horas en el aeropuerto, para poder pillar un vuelo a los Estados Unidos. Y consiguen llegar por fin a casa.
Aquí quiero detenerme en que comprendan la putada que ha sido para Sam, como para todos los músicos en activo, esto de la pandemia. Samantha perdió la posibilidad de tocar por primera vez en Australia. Su carrera se vio interrumpida en el mejor momento. Después de más de cinco años viviendo prácticamente en la carretera, de gira continua y pasándoselo fenomenal, se ve obligada a recluirse en su casa. Seis meses. Reaparecerá en público el 8 de septiembre con motivo de la gala virtual que organiza la emisora independiente de Nueva Orleans WWOZ, una radio local alternativa que empezó a emitir desde un altillo encima del Tipitina’s, pero luego se hizo con un local propio. Muchos músicos de NOLA se apuntaron a tocar gratis algunas canciones para apoyar a la emisora, con problemas financieros. Samantha acude sola, con dos de sus guitarras, para cantar cuatro o cinco canciones sentada en una silla. Se la ve un tanto entrada en carnes. ¿Qué ha hecho durante esos seis meses de encierro? Pues como a partir de ahí reanuda su vida anterior, matizada por las nuevas precauciones, le vuelven a hacer entrevistas por todas partes y le preguntan precisamente eso. Y ella vuelve a contarlo todo con su peculiar humor, que empieza por reírse de sí misma.
Dice Sam que se tuvo que adaptar al encierro, ella que no es precisamente muy amante de la vida hogareña. Que por supuesto, dedicó mucho tiempo a la música, a practicar, ensayar, componer, para no perder el músculo creativo. Que por primera vez pasó mucho tiempo con sus gatos, que estaban encantados de tenerla siempre en casa. Que al principio llamaba muchas veces al veterinario, para consultarle cosas absurdas, derivadas de su desconocimiento. Mire, es que están todo el día dormidos, ¿no estarán enfermos, verdad? Y el paciente veterinario le explicaba que no, que sus gatos están sanos, que a los gatos les gusta dormir durante el día. También trató de coser, una vieja habilidad. Decidió hacerse sus propios trajes pero, cuando terminó el primero y se lo puso, se vio tan horrorosa que lo acabó tirando a la basura y no insistió en el empeño. Y por supuesto también hizo gimnasia y salió a caminar por los campos del entorno, escondida detrás de unas enormes gafas negras.
Pero todo eso no es nada comparado con el trajín anterior. Por eso engordó y volvió con esos papitos que ven arriba. He de precisar que, durante el encierro, Sam había cosechado un nuevo fan incondicional: yo. A mediados de mayo yo solía buscar en Youtube vídeos de Larkin Poe, de Keb’ Mo’ y otros bluesmans. Y un día me incluyeron en una lista un vídeo de Samantha Fish, el primero que les puse en el blog, en el que interpretaba Bitch on the Run en un estudio. Era un vídeo que acumulaba 2,4 millones de visitas y me picó la curiosidad (ahora tiene ya más de 5 millones). Y, a partir de ahí, todo lo demás, según se ha contado puntualmente en el blog. En agosto me suscribí a su página de Facebook y a una fan page llamada The Samantha Fish Group. Cada una tiene en torno a 14.000 seguidores, que probablemente seamos los mismos.
Empecé a interactuar y subir comentarios y entonces me llegó un mensaje en que me ofrecían entrar en una tercera página que se llama Samantha Fish España, que tenía entonces unos 75 miembros y se había creado en junio. La había abierto un barbas de Cádiz, de aire bonachón, entusiasta de Sam y obsesionado con traerla a España. Accedí a apuntarme y tuve que rellenar y firmar un formulario comprometiéndome a mantener la buena educación y no subir comentarios soeces, machistas, racistas ni políticos en general, documento que firmé encantado. Ahora somos unos 90, ya ven que la cosa no progresa mucho, pero no perdemos la moral, la ilusión, el optimismo ni el buen humor. Por ahí me voy enterando de los conciertos de Samantha que se pueden seguir en directo en streaming. Todos ellos a las cuatro de la mañana, eso es lo peor, aunque también se pueden ver en diferido durante unos días.
Después de su intervención en la emisora de radio, Sam se presentó por primera vez con su nuevo grupo, otra vez en formato power trío, con dos negros cincuentones acreditados como grandes músicos: el batería que solía acompañar a Tab Benoit y el durante años bajo titular de la Allman Betts Band. Tocaron el 12 de septiembre en el Tipitina’s sin público, sólo para la tele, y yo lo vi en directo. Pero en ese momento se da a conocer el mayor reconocimiento al arte de Sam jamás imaginado: en los premios anuales del blues de 2020, se lleva nada menos que diez galardones, entre ellos el de Artista del Año (por tercera vez), el Road Warrior (por cuarta vez) y otros inimaginables unos años antes, como el de Mejor Artista de Soul, o el de Mejor Productor. El mundo del blues se rinde ante la calidad de su disco Kill or be Kind.
El concierto en el Tipitina's fue como un ensayo para la gira que Samantha puso en seguida en marcha, prácticamente el primer músico USA que recuperó los conciertos en directo. Sam es muy valiente y además los conciertos son su vida. Pero son tiempos de apretarse el cinturón y Sam ha debido renunciar a la big band que tanto le gustaba. La gira se llamó la Social Distance Tour y Samantha, que es una sentimental, quiso iniciarla con dos conciertos en el Knuckleheads Saloon de Kansas City, el lugar donde hace nada servía pizzas al público, mientras miraba de reojo a los músicos, soñando con subirse un día a un escenario como ellos.
Vi los dos conciertos en días consecutivos y me pareció admirable que Samantha se atreviera a cantar en su pueblo las canciones más destacadas de su último trabajo. No olvidemos que Sam sugiere en ese disco que ha tenido una aventura con un hombre casado, al que recrimina todo el rato que no haya dejado a su mujer por ella. Esto, para la puritana sociedad del medio Oeste USA, es algo muy fuerte y corría el riesgo de que le volvieran la espalda. Algo que sería muy malo para su negocio. Pero en su tierra la quieren mucho, la adoran y la despidieron con ovaciones cerradas. Y aquí, en estos primeros conciertos, fue donde empezó a utilizar como tema de cierre el Don’t let it bring you down, no dejen que esto les deprima, la fabulosa canción de Neil Young que resulta ahora tan oportuna, todo un himno a la resiliencia frente a la pandemia. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben cuál es? Pues eso tiene solución fácil: aquí la tienen.
Esta sí que no se la esperaban ¿eh? ¿Y ahora qué les pasa? ¿Que prefieren ver cómo la canta Samantha Fish? Nos ha jodido, y quién no. Hombre, yo soy un amateur, que acaba de aprender a tocar con púa y bastante hago. Por cierto, a mitad de su gira, Sam dejó de cerrar sus conciertos con este tema. Le preguntaron qué pasaba y contestó que al principio estaba muy acongojada, que la situación era terrible, con la gente muriéndose por docenas y que ella quiso homenajear de alguna forma a las familias de las víctimas con una canción que les animara. Pero que ahora pensaba que había que mirar hacia el futuro y lanzar mensajes de redención, confiando en recuperar un día alguna forma de normalidad. Bueno, vale, ya les pongo lo que quieren. Así cerraba Sam su concierto al aire libre en un parking de Nebraska. Canela fina. Disfrútenla.
Más adelante, le prestó su batería a Tab Benoit, para animarlo a salir del encierro y compartieron escenario en el Ryman de Nashville en un concierto fabuloso que también seguí en directo. Y continuó con sus conciertos casi hasta Navidad. Es curioso consultar alguna de esas páginas que te dan todos los datos de los famosos. La de Samantha dice que mide 1,70, lo que es correcto, y que pesa 56 kilos. Eso es lo que debía de pesar cuando empezó. Ahora, con los debidos respetos, pesa 56 kilos en cada oreja, como suele decirse. Y también dicen en algunas de esas páginas de cotilleos que está casada en secreto desde hace mucho.
Es tan curioso que se lo han preguntado a ella. Su respuesta: ya me lo han dicho, es una fake, no sé de dónde lo han sacado, yo estoy soltera y lo he estado siempre. ¿Y ahora mismo tiene pareja? No. ¿Pero tiene planeado tenerla algún día? Desde luego que me gustaría pero, cuando surja, surgirá y tendré que tener mucho cuidado de no atufarlo, para que no se agobie y huya, jajaja. Ya lo ven, un comentario que tal vez arroja alguna luz sobre su aventura fallida. ¿Se ha recuperado nuestra musa por completo de ese asunto, sea el que sea? No lo sabemos.
En uno de los conciertos de la Social Distance Tour, sorprendió al público cogiendo su guitarra acústica y marcándose a pelo una versión tremenda del clásico de Gladys Knight de los años 60 If I were your woman. La letra es muy explícita: si yo fuera tu mujer, y tú fueras mi hombre; sigue la larga lista de las cosas que haría, para concluir: and never, NEVER, stop loving you, nunca, NUNCA, pararía de quererte. ¿Un nuevo mensaje pidiendo socorro? Véanlo, es realmente estremecedor escuchar cómo empieza Samantha el tema, con una voz ronca impostada, expresando toda su ansia de amor. Escuchándola, uno piensa: ¿pero dónde están los tíos de 30 o 40 años, a qué coño se dedican? ¿Es que no hay nadie que le dé a esta mujer el amor que demanda de esa manera tan desgarrada?
Es muy grande Samantha. En el siguiente concierto, en Cincinatti, todo el público le pidió que cantara esa canción entre gritos de we love you, Sam. En fin, los músicos del rock USA se volvieron a recluir para la Navidad y ahora están estirando el descanso hasta ver si pueden empezar sus giras de primavera en mejores condiciones sanitarias. Pero Samantha no para quieta. Ahora mismo está grabando en un estudio las pistas de lo que será su décimo disco, con las canciones que compuso durante los seis meses de encierro. Para ello se ha buscado dos músicos muy buenos, el batería Josh Freese, de casi 60 años y con una larga carrera en el rock y el chicano Diego Navaira, habitual bajo del grupo de Texas The Last Bucaneros. Vean la foto que publicó Sam con ambos, más el productor, que es el de la derecha.
Además de esto, sigue con sus tareas de promocionar a los músicos que produce en la Wild Heart Records, como el estrafalario Johnathon Long. Este ha empezado hace unos días la promoción de su nuevo disco publicando también una foto, embozado con su mascarilla y con la siguiente leyenda: ¿a que no adivinan quién es la que me acompaña en esta foto? Ustedes sí que lo van a saber en cuanto la vean.
Por cierto, dado que esta mujer no usa el Photoshop por principio, esta última foto parece mostrar que está recuperando un poco su figura más estilizada de antes de la pandemia. Claro, en cuanto ha reanudado su vida hiperactiva, ha empezado perder peso. Voy a ir terminando. Esta es Samantha Fish, mi dream girl, la chica del corazón salvaje, una de las mejores guitarras de rock del momento y con un futuro de éxitos por delante. Ella no se pone límites e imagino que su sueño es optar a los Grammys, los premios de la gran industria del disco. Allí han encumbrado a personajes como Rosalía o Billie Eilish, que han entrado por el aro de las discográficas, mientras que Samantha sigue siendo independiente, en todos los sentidos.
Pero ya les he dicho que esta mujer genera noticias continuamente. Mientras escribía este post, me ha llegado la última. Resulta que en Hollywood hay una especie de Premios Óscar del Rock, que se llaman los HMMA, los Hollywood Music in Media Awards. Suele haber una ceremonia a imagen y semejanza de la de los Óscar, pero este año, por motivos obvios, ha tenido que hacerse en formato telemático. Entre los premios que se concedieron estaba el de la mejor canción de blues del año pasado, publicada por un artista independiente. La proclamación de este premio corrió a cargo del director de la serie de animación Los Simpson que, por cierto, aprovecha para decir que el blues americano no le gusta, que le resulta demasiado heavy. Si es así, no sé por qué lo han elegido a él para dar precisamente este premio. Bueno, pues les dejo este breve vídeo a modo de despedida. Que pasen un buen domingo.
No lo dude usted: si yo fuera gato, nada me haría más feliz que tener una dueña como Sam y que se tuviera que pasar todo el día en casa para poder arrimarle el cogote y restregárselo por algún costado, en medio de un ronroneo extático (de éxtasis).
ResponderEliminarMe emociono, sólo de imaginarlo...
EliminarHace meses que me gustaba Samantha Fish como guitarrista, tras escuchar los vídeos que nos ibas poniendo en tu blog. Pero con esta serie de cuatro textos he conocido a la persona y he aprendido a quererla como tú. Es una novela por entregas en la que sobresalen los secundarios maravillosamente trazados: el batería motivao, el bajo pequeñito que no se atreve a mirar a su jefa a los ojos, los frikis de la noche de Nueva Orleans que han acogido a Samantha como uno de los suyos, el ayudante arrodillado con el megáfono, o ese presentador de los premios del blues al que no le gusta el blues. Por no hablar del admirador rendido que trata de emularla con una gorra de los bomberos de Nueva York, una guitarra española y un bigote blanco a lo Federico Luppi. Todo orbita alrededor de la diva, esa mujer puro Vallecas que sale al escenario cada vez como si fuera la última.
ResponderEliminarEnhorabuena, una serie estupenda.
Pues, si has conocido a Samantha y aprendido a quererla, creo que he cumplido objetivos. En los primeros días detecté una bajada importante en el número de visitas. Por eso me enfadé un poco. Pero tengo que reconocer que sigue habiendo como un goteo de visitantes que no termina, en los cuatro posts. Por ejemplo, ya nadie entra en el de la pasta e ceci, pero sí en estos. No sé si se debe a que algunos de mis seguidores esperaban al final de la serie para leerlos todos juntos (eso me dijo un amigo y pensé que era una excusa). O bien que están en camino de convertirse en posts "de culto". Ya sabes que las novelas o películas de culto suelen tener malos principios, es luego el boca a boca el que las mantiene en candelero.
EliminarEn cualquier caso, muchas gracias por tu comentario.
La interpretación de If I were your woman es buenísima, con registros que traen a la memoria a Amy Winehouse. Ya sé que se me tachará de hereje, pero creo que a mí me gusta más Samantha.
ResponderEliminarLa respuesta está en el post siguiente.
Eliminar