Decía John Benjamin Toshack,
galés que entrenó a Real Sociedad, Real Madrid y Dépor, entre otros, después
de un partido horrible de su equipo: Cada lunes pienso en cambiar a los once jugadores de mi equipo, los martes a
siete u ocho, el jueves a cuatro, el viernes a dos y llega el sábado y sé que
al día siguiente tendré que salir a jugar con los once mismos cabrones de la
semana anterior. Algo así me pasa a mí. Me hago el firme propósito de
escribir sobre temas diferentes, me intento convencer de que el valor de este
blog está en la variedad y hasta pongo un título ad hoc pero, al final, les
acabo hablando de blues y de rock. Así que, para conjurar el mono, les hablaré
un poco de rock antes de abordar el tema del título.
La verdad es que están haciendo
ustedes un doctorado de rock y de blues a través de las páginas de este foro.
Ya han entendido la importancia de la figura de Samantha Fish, por encima de
mis otros favoritos del momento. Pero también conocen a Larkin Poe, Damon
Fowler, Keb’ Mo’ o Jon Cleary y su banda de los Caballeros Absolutamente
Monstruosos. No les voy a traer de momento nuevos personajes, para no marearles,
pero intentaremos conocer un poco más a los ya citados. De Damon Fowler sabemos
que es ese gordito que se mueve por la zona de Nueva Orleans y al que Samantha
invitó a tocar con ella en el festival de la cigar box guitar de este año.
Yo les invito ahora a que escuchen un vídeo suyo, con el que van a entender
muy bien por qué Samantha lo aprecia tanto.
La canción que canta Fowler es
perfecta para bailar el agarrado. Así
que, si tienen con quién, no se corten. Cuando yo era un adolescente que soñaba
con salir de La Coruña y marcharme lejos, en la sala de Fiestas El Seijal y
otras similares estas canciones constituían una de las pocas oportunidades que uno tenía de
acercarse mínimamente a una chica. Cuando Los Tamara o el grupo de turno iniciaban una de
estas melodías, bastaba un cruce de miradas para saber que durante un rato te estaría permitido poner tu mano
derecha en la cintura de la chica mientras ella a su vez posaba la suya izquierda en tu hombro, meter tu pierna derecha entre las de ella,
coger su mano libre con tu izquierda y empezar a girar despacio, traduciendo la melodía en danza, guiando
tú el vaivén, como mandan los cánones. En aquellos tiempos, estas canciones eran conocidas entre los colegas como las de arrimar cebolleta.
En cuanto a la letra, la
expresión Misery loves company no
tiene una traducción directa al castellano. Tendría algo que ver con Mal de muchos, consuelo de tontos, pero
no es una correspondencia literal. Viene a expresar que, cuando estás bien jodido, te hace bien la
cercanía y la complicidad de un compañero de penurias. Este hombre habla de la tristeza del amor no
correspondido, de la soledad y la pena, y lo hace con una hondura especial,
desde esa figura de osito de peluche desvalido que no le impide alcanzar una intensidad digna
de Percy Sledge (When a man loves a woman).
Y, cuando le llega la hora de hacer su punteo de guitarra, esa intensidad se
desborda. Damon demuestra ser un virtuoso del trémolo, pero sobre todo una persona que vive la música con pasión, que sufre de verdad con lo que canta. El público rompe en aplausos en varios momentos, incapaz de soportar tanta intensidad. Véanlo
ya.
Bueno, después de esta maravilla,
casi que podíamos cerrar el post aquí. Pero hablaremos un poco del urbanismo
táctico. Es este un término que se maneja bastante últimamente en el cotarro de la planificación territorial, y diremos primero que se contrapone al concepto más estratégico del planeamiento clásico, la vieja disyuntiva entre táctica y estrategia, perfectamente
analizada desde los tiempos de Sun Tzu (El
arte de la Guerra, siglo V antes de Cristo) y concretada en el tratado De la Guerra del barón y general
prusiano Carl von Clausewitz. Con un punto de vista estratégico, tú planificas
cómo quieres que sea la ciudad (o cualquier otro asunto), digamos a veinte
años. Y, una vez definida la estrategia y sus objetivos, empiezas a dar
pasos concretos, insertos en esa estrategia, hasta lograr lo que querías. La
forma de actuar táctica es al contrario: tú haces un movimiento concreto y
luego valoras los efectos.
Por ejemplo, en el caso de una
guerra, tú puedes decidir tomar una aldea, o un cerro, sin que eso esté
inscrito en una estrategia previa, sólo para ver qué pasa. Tomas el lugar y
luego reevalúas la situación. No hay una frontera clara entre ambos modos de
actuar, que nos permita saber: hasta aquí llega lo táctico, y a partir de este
punto empieza lo estratégico. Pero la diferencia conceptual entre ambas ideas sí está
clara. Pongamos otro ejemplo distinto. Cuando se trataba de eliminar el tabaco
de los bares y otros lugares públicos, se podría haber abordado con una
estrategia a diez años: empezamos quitando los ceniceros (por decir algo),
luego prohibimos fumar por las mañanas… Con medidas así, todavía se seguiría
fumando en todas partes. Se hizo, sin embargo, a la manera táctica: a partir de
mañana, ya no se fuma en interiores públicos. Y fue efectivo.
En el urbanismo, tradicionalmente
se actúa con un concepto estratégico. El urbanismo táctico es, pues, una
alternativa, frente a lo lento que es el urbanismo estratégico. Es ganar una
posición y luego ver qué pasa. El urbanismo táctico tiene bastante de
activismo, es casi una gamberrada a veces, pero es efectivo, si se trata de
cambiar rutinas muy arraigadas. Llevamos unos quince años hablando de
urbanismo táctico, aunque sus fundamentos estaban ya enunciados en textos como Muerte
y Vida de las Grandes Ciudades (Jane Jacobs, 1961) un libro que yo me devoré
cuando estudiaba en la Escuela de Arquitectura y que sigue vigente, 60
años después de escribirse. Si quieren un acercamiento al tema más ortodoxo que el mío,
pueden encontrarlo AQUÍ.
Pero este no es un blog para
expertos en urbanismo; aquí lo que se intenta es explicar las cosas de forma
que las entienda la gente de a pie, los legos en la materia. Trataré de
explicarlo, pues, en términos sencillos. La primera vez que escuché hablar de
urbanismo táctico como concepto valorado, fue en el Congrés du Reseau des operateurs et amenageurs de la ville durable en
Méditerranée. Acudí a ese sarao, que se celebraba en Marsella en noviembre de
2016, a contar el proyecto Madrid Río, como ejemplo de actuación urbana
contundente, viaje que tuvo su correspondiente reseña en el blog (si lo
recuerdan, salí de mi baja de cinco meses por rotura de húmero –una especie de
confinamiento– ávido de viajar y, en menos de cuatro meses visité San
Petersburgo, Japón, Marsella y Birmania). El congreso duraba tres días y una de
las jornadas estaba dedicada al urbanismo táctico. Allí conocí a mi amigo Mauro
Gil-Fournier, que presentaba un ejemplo madrileño de urbanismo táctico y con el que luego
he coincidido en Reinventing Cities 1 y otras aventuras profesionales.
Tal como yo lo entiendo, el
urbanismo táctico consiste en hacer acciones concretas en la ciudad (por
sorpresa y con un componente claro de activismo urbano), ejecutadas con
elementos provisionales y baratos: pinturas, vallas de obra, cintas que impidan
el paso, mobiliario urbano removible. Se plantea el tema y luego se va
valorando el impacto en la ciudad. Si el personal se lo toma bien y se
acostumbra a ello, se puede estudiar el convertir lo provisional en permanente,
ya por medio de una obra. O, dicho llanamente: tú haces un montaje o una
performance en un tramo de calle, por ejemplo. En los días subsiguientes vas
pulsando cuánto se ha cabreado el personal. Y luego cruzas esa valoración del
cabreo con la otra variable: cuánto está dispuesto a aguantar el político que
tienes por encima, de jefe, y que al final es el máximo responsable de la
medida adoptada. Si de esa doble consideración sacas la conclusión de que
puedes pasar a convertir la cosa en permanente, adelante. En caso contrario,
repliegas velas y vuelves a la situación de partida.
Es decir, es un modo de actuar,
bastante pragmático y efectivo. En principio, no es algo que tenga una vitola
de izquierdas o de derechas, es sólo una forma de actuar. Sin embargo, durante
los años de Carmena en el Ayuntamiento de Madrid se utilizó bastante, pero no
porque fueran de izquierdas sino porque eran modernos. Por ejemplo, durante
unas navidades, las aceras de la Gran Vía se ampliaron quitando un carril de
circulación para dárselo a los peatones, mediante una hilera de vallas de obra.
La gente valoró eso positivamente y al año siguiente se programó y presupuestó
una obra para convertirlo en definitivo. Ahora está con esa disposición del
espacio público.
La acción más impactante de
urbanismo táctico durante los años de Carmena consistió en cortar al tráfico un
tramo de la calle Galileo. Desviaron la circulación, quitaron los coches y montaron
un espacio para peatones, con terrazas, jardineras y otro mobiliario urbano.
Únicamente se dejaba un paso para bicicletas. El personal del barrio de
Chamberí, que es bastante conservador por norma, montó en cólera. La gente que
coge el coche para ir a 500 metros a tomar el vermú (una tipología que
suele votar al PP) estaban indignados porque se veían obligados a dar
un rodeo, el tráfico era más espeso y se había perdido toda una hilera de
aparcamientos en calle. Así que empezó la campaña en el ABC, El inMundo y La sinRazón.
Se tachaba la medida de soviética, bolivariana y otros epítetos infamantes. Se
decía también que no se había consultado a la ciudadanía, cierto, pero es que
ese es precisamente el secreto de las actuaciones tácticas. Vean unas imágenes
de cómo quedó el tramo en cuestión.
Tal vez no lo recuerden, pero yo
acudí a Portland (Oregón) con una presentación sobre la política de movilidad
de Madrid en ese momento y una de las cosas que más gracia les hizo a los participantes
de las demás ciudades fue precisamente la actuación de Galileo, que yo les
conté diciendo que se había hecho sin avisar, de un día para otro. A la vuelta,
sus responsables me regañaron cariñosamente, porque parece que se había
anunciado por redes sociales. Pero el tipo que se queja porque no puede
atravesar con su Mercedes como llevaba haciendo cuarenta años, no suele
consultar las redes sociales, así que el concepto era el mismo. La operación se
hizo prácticamente en una mañana, con mucho uso de pintura amarilla, que el
color es importante en estos temas. Vean una foto del montaje.
¿Y qué sucedió con eso? Pues que
la presión del malestar ciudadano fue superior a lo que estaba dispuesto a
aguantar el equipo de Carmena. Y se llegó a una solución intermedia: el carril
para bicicletas se habilitó también para coches. Y así se quedó hasta las
elecciones. He de decir que, técnicamente, tal vez este caso concreto no fuera demasiado
acertado como solución (yo hubiera cortado la calle entera, como hacen en
Barcelona con las supermanzanas, salvo residentes con garaje en el tramo
concreto). Pero la idea del urbanismo táctico me parece muy correcta: se prueba
un cambio con elementos provisionales y, si no funciona, se revierte. Eso no es
de izquierdas ni de derechas, es una herramienta técnica.
Pero llegaron las elecciones,
ganó la derecha y, desde entonces, el urbanismo táctico está demonizado. Yo
creo que el problema es más de ignorancia que de ideología. Cuando los nuevos
responsables del urbanismo llegaron a nuestro edificio, yo defendí seguir
utilizando el urbanismo táctico, pero me dijeron que no, que eso era
bolivariano, castrista y soviético. Me lo hicieron quitar de todos los
programas (da igual, las actuaciones que teníamos en marcha continúan, con
otro nombre). De hecho, el día en que desmontaron las jardineras y se llevaron
los bancos de Galileo, tanto el Alcalde como la señora Villacís quisieron estar
presentes y se dedicaron a inmortalizar el momento con sus móviles entre risas.
Esa imagen les acompañará para siempre.
Esa fobia absurda y paleta hacia
el urbanismo táctico, explica por qué no se han hecho en Madrid actuaciones
como las acometidas en París, Milán, Toronto, Bogotá, Budapest, Nueva York y
muchas otras ciudades, aprovechando la circunstancia del coronavirus. Era el
momento perfecto para hacer urbanismo táctico, con la ciudadanía encerrada en
sus casas y en shock. En todas las ciudades que he citado, cuando los ciudadanos han vuelto
a la calle, se han encontrado con la distribución del espacio alterada, con más zonas
peatonales y con una red de carriles bici (22 nuevos kilómetros en el caso de Milán, por
ejemplo). Les pongo un enlace a un artículo que detalla todo esto, que no me
apetece escribir algo que ya está escrito. Han de pinchar AQUÍ.
En Madrid se ha desaprovechado
esa ocasión. En un webinar sobre el nuevo urbanismo post-covid, al que asistí
el 8 de mayo (con toda la gente encerrada), lo planteé en una pregunta formulada
a través del chat: ¿No sería ahora el momento perfecto para el urbanismo táctico, con
la gente en shock? Me contestó el señor Ezquiaga, asesor de la alcaldía,
saliendo por peteneras e incluso afeándome que propusiera esa especie de
actuación a traición (todo eso está filmado y guardado en el podcast correspondiente, a
disposición de quien lo quiera consultar). No pueden, pues, decir que no lo
supieran. Ahora ya se ha llenado la ciudad de coches, y han montado una mesa de
movilidad. Harán una estrategia, a medio y largo plazo. Pero en París, Milán,
etc. han sido más listos y sus estrategias de movilidad se apoyarán en lo avanzado en estos días excepcionales.
En fin. Que terminaré con otro
blues. En realidad les he engañado al principio. Les he dicho que no iba a
traer ningún nombre nuevo para no marearles. Pero es que, cuando hablamos de
Samantha Fish siempre decimos que no se había escuchado nada igual desde Stevie
Ray Vaughn. Stevie, el continuador del legado de Jimmy Hendrix, Eric Clapton,
Rory Gallagher y otros, murió en un accidente de helicóptero en agosto de 1990. Si no se hubiera matado, tendría ahora 65 años. Y, miren ustedes por dónde, he encontrado una figura intermedia entre Stevie y
Samantha. Se llama Tab Benoit, tiene 52 años y es natural de Baton Rouge, la
capital administrativa del estado de Louisiana y la segunda ciudad más grande
del estado después de Nueva Orleans. Si Samantha, Damon Fowler, Larkin Poe y
otros son el presente y el futuro del blues, Tab Benoit es su antecedente más
inmediato. Todo lo que hemos oído y visto en aquellos, está ya en Tab, los punteos intensos, la pasión, el sufrimiento, hasta los saltitos que da Samantha para enfatizar sus punteos, están ya en este señor. Les dejo con una de sus interpretaciones. Por cierto, ésta también
es de las de arrimar cebolleta, así que aprovechen. Pura pasión: Nada puede ocupar tu lugar. Buen finde.
Joder, Milu, que músicas más buenas nos traes.
ResponderEliminarMe adhiero al comentario anterior.
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos.
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