Empiezo a escribir en el hotel de
Lille en el que estoy alojado, confiado en tener un buen viaje de vuelta y
completar este texto desde mi casa en Madrid. Hasta aquí, está siendo este un
viaje venturoso y les voy a hacer un resumen de mis andanzas, para que lo
puedan entender en su conjunto. Además, me consta que algunos de mis lectores
utilizan mis textos para ayudarse a diseñar sus propios viajes. Por ejemplo, mi recuperado amigo Berto me confesó que había ido a Roma
y a Florencia con mis posts al respecto a modo de guía, y que incluso había ido
a comer a los restaurantes que yo citaba. Motivo suficiente para que les complete
una reseña de mis últimas aventuras, omitiendo, por supuesto, lo que ya está
contado en los posts precedentes. Tengo que decir también que algunas de las referencias que daré aquí, ya se han citado en textos antiguos, pero muy pocos de mis lectores me siguen desde el principio y, además, ya saben que los viejos siempre nos repetimos, como el abuelo Cebolleta.
El jueves 21 de febrero, volé a
mediodía a París, me moví en transporte público hasta encontrar la casa de mi
nuevo amigo Alain y participé en la cena que preparó para esa noche, con una
docena de comensales. El viernes acudimos a la Universidad París 8 para mi
charla, luego comimos en una brasserie en la misma plaza de Clichy (media
docena de ostras como entrada del menú del día) y luego paseamos por
Montmartre, hasta que mi amigo se quedó
en un teatro y yo regresé en Metro a su casa. El sábado me despedí de Alain y, con mi equipaje, me
desplacé al Metro Bastille, donde esperé en un café a que llegara mi hijo. Apareció
al rato con dos amigas, una de ellas urbanista. Tras dejar mis cosas en su
casa, se ofrecieron a acompañarme a visitar las obras ya comenzadas de una
operación cercana de Reinventer Paris, la denominada Morland. Para mi sorpresa,
se trata de la reforma completa del edificio donde estaban las oficinas de urbanismo del Ayuntamiento
de París, la sede del APUR y los viejos despachos de Philippe y su gente, donde
tantas horas pasé trabajando para el proyecto de Sri Lanka.
Hace un año, cuando vine con mi
jefa y mi compañera M. estuvimos con la gente de urbanismo en este edificio y
nos comentaron que pronto se tendrían que trasladar, pero yo no había
procesado esta información en todo su alcance. Ahora, al parecer, las oficinas del APUR se han trasladado a una sede alquilada detrás de la Gare de Lyon, y el gigantesco edificio
(que antes del APUR albergó la Prefectura central de París) ha sido vaciado completamente y va
a ser convertido en un conjunto de usos mixtos, con un enorme hotel, vivienda
social y no social, y diversos equipamientos. ¿Les suena este tipo de
operación? Sí señor, han acertado. Es exactamente lo mismo que hizo la
denostada señora Botella con nuestra sede histórica de la Gerencia de
Urbanismo, para demolerla y sustituirla por viviendas de alto standing. Para lo
cual hubo de desterrarnos a la Isla de Alcatraz, también a un edificio
alquilado. Moraleja: en todas partes cuecen habas, aunque algunos las camuflen
llamándolas cassoulet. Aquí unas fotos
que fui tomando sobre este gigantesco pelotazo, a diversas horas del día y la noche.
Quien haya tenido la paciencia de
leer mi serie Recovering myself, sabrá que el objetivo de Reinventer Paris era exclusivamente movilizar la inversión, algo muy diferente del Reinventing Cities internacional, en
el que priman los objetivos sociales y medioambientales. Por eso en París los
inversores acudieron como moscas a la mierda mientras, por ejemplo, en Madrid
las estamos pasando canutas para que entren algunos. Otro matiz: el proyecto,
de David Chipperfield, mantiene las fachadas del edificio preexistente que, en
mi opinión, no tiene especial valor arquitectónico. Me malicio que, si hubieran
propuesto demolerlo para construir otro (algo que les resultaría mucho más barato), probablemente perderían edificabilidad. Con la gran promoción inmobiliaria, nada es casual.
Ese día me di después con mi hijo
un largo paseo por la zona del antiguo Canal de París, al otro lado de
Republique, un lugar por el que tantas veces paseé con Philippe. Dicho canal,
poco antes de Republique, entra en subterráneo, para salir después junto al
bulevar Henry IV, después de Bastille. Comimos por allí y luego regresamos a
echar una siesta. Por la tarde/noche, nos dirigimos al Marais, el viejo barrio
judío en torno a la maravillosa plaza de los Vosgos, luego reconvertido en
barrio gay, como Chueca. Cenamos algo rápido y nos fuimos a dormir. El domingo,
como ya he contado, me levanté el primero y me fui a patear París. Bajé por el
Bulevar Henry IV, para alcanzar el Pabellón del Arsenal, donde el año pasado
celebramos el Meet Up París de Reinventing, y tomé el Pont de Sully para
acceder a la Île Saint Louis. Y recorrí todo a lo largo esta isla mítica donde
ya he contado que vivía George Moustaki, que entretenía su ancianidad saliendo
algunas noches con su moto de gran cilindrada para vagar por las calles de París
avec sa gueule de métèque, de juif
errant, de pâtre grec, et ses cheveux aux quatre vents…
Crucé a la Île de la Cité, bordeé
Nôtre Dame y busqué la pequeña Place Dauphine, en donde está el restaurante Monsieur Paul, donde el comisario
Maigret acostumbraba a tomarse un tentempié de la cocina más francesa, al salir
de la cercana Prefectura en la que trabajaba. Al otro lado de la plaza vivió la
gran Simone Signoret, con su marido, el no menos grande Yves Montand, que, al
parecer, la hacía sufrir bastante, con infidelidades y otras formas de
maltrato. Pero al pasar había observado que la cola para visitar la Sainte Chapelle era
muy escueta, así que regresé y me coloqué detrás de una pareja de japoneses,
para ver esta joya del gótico tardío que nunca había visitado antes, porque
siempre hay una cola monstruosa de turistas pedorros. En el folleto que
reparten en español dicen que es un ejemplo de gótico radiante, sin duda una
traducción automática del Google Translator. Cuando yo estudiaba Historia del
Arte, a este estilo se le designaba como gótico flamígero. Vean algunas de las fotos que
le hice.
Después crucé hacia la rive gauche. En esta zona, el eje
fundamental es el Boulevard Saint Michel, que los parisinos llaman el
Boul-Mich y sale en perpendicular al río. A su izquierda se sitúa el llamado Barrio Latino, antaño el lugar de
los artistas y bohemios, enfrente de Nôtre Dame. Hoy este barrio, en torno a la
rue de la Huchette, está totalmente
tomado por el turismo masivo, es decir, hordas de chinos, viajeros del Este o
españoles de provincias, abarrotando las calles de empedrados añejos, entre tiendas
de souvenirs, bares infectos, restaurantes griegos supercutres, hamburgueserías
y locales para borrachos. Pero a la derecha del Boul-Mich, está una de mis
zonas favoritas de París, la que vertebran la rue St. André des Arts, el Odeon, el marché Saint Germain, el Palais
Louxembourg y el pequeño parque del Jardin
de Louxembourg, por el que he corrido varias veces. Anduve un buen rato
callejeando por esta zona, me compré un libro de fotografías de Robert Doisneau
y me senté a tomar una birra en la terraza del Café des Editeurs. Allí me llamó mi hijo con el ukase de que no comiera nada, porque
teníamos la ceremonia de la pasta a mediodía. Por la tarde, todo el grupo de
italianos y asociados deambulamos por Pigalle/Montmartre y luego cené con mi
hijo en un café del Marais.
El lunes, al contrario del día
anterior, me levanté el último. Me vestí y salí a holgazanear un rato por el
Marais, especialmente por la rue des
Rosiers, centro de actividad peatonal del barrio judío, lleno de
restaurantes donde expenden el típico falafel, que está muy bueno. El más
famoso de ellos es el llamado El As del Falafel, siempre con una cola por lo
menos mediana. Me comí un falafel por la calle, rodeé el Pompidou y llegué a
Chatelet-Les Halles, donde cogí el Metro para ir a visitar a Philippe. Esa
noche cené con mi hijo y sus amigos en el Café
des Filosophes, que ya conocía de otros viajes.
El martes, mi amigo Alain me
había ofrecido acompañarme a ver alguna zona de crecimiento de París. Quedé con
él a comer. Por la mañana visité otros dos proyectos en obras de Reinventer
Paris, antes de dirigirme al lugar de nuestra cita, el restaurante L’Arrosier, bajo los arcos de ladrillo que
sustentan el llamado Coulé Vert,
antiguamente conocido como La Promenade
Plantée. Es este un jardín lineal de 4,5 kilómetros construido sobre una
línea de ferrocarril elevada en desuso. Es decir, el mismo concepto que el High Line de Nueva York, pero muchos
años anterior. Comimos muy bien, por mi parte una blanquette de ternera, que es un guiso hecho con una especie de
bechamel muy suelta, bastante típico de Francia. Y echamos a andar, de nuevo
hacia la rive gauche. Mi amigo me guió a la Gare d’Austerlitz, que no conocía.
Las vías que salen de la estación
han sido cubiertas por una plataforma sostenida sobre robustos pilares, sobre
la cual se lleva construyendo un nuevo barrio de oficinas desde hace unos
treinta años y le faltan otros diez para completar el último sector, ya
llegando al Peripherique. Es una zona
enorme, que bordea por detrás la biblioteca François Mitterand y que recorrimos
hasta el final. Es decir, es más o menos lo que se quiere hacer en la Operación
Chamartín. Todo lo que se hace por cualquier parte, se ha realizado ya en
París. Al final, cruzamos el Sena, y volvimos por la otra orilla hasta la zona
de Bercy, donde me despedí de mi amigo que se fue caminando a su cercano
domicilio, mientras yo tomaba el Metro a Bastille. Acabé agotado, no sólo por
la distancia recorrida, sino porque Alain se conoce la intrahistoria de cada
uno de los edificios y te la explica entera. Del estilo: aquí Mitterand estaba
empeñado en que hubiera oficinas, pero inauguraron el edificio y nadie venía
para ser el primero. Pero Mitterand tenía un cuñado que era el gerente de la
compañía farmacéutica Nosecuantos y le dijo: Fulano, ven a poner la sede aquí.
El tipo vino y así se animaron los demás. Entonces, se volvió a ir. A la cuarta
historia de este tenor, yo ya había rebasado mi capacidad de registrar más
datos. Aquí unas imágenes de esta proto-operación Chamartín.
Esa noche acabé tomándome un
bocata con mi hijo y esto nos lleva al miércoles. Ese día tomé de nuevo el
Metro para ir a la zona de Nanterre, más allá de la Défense. Tenía allí una
cita con dos amigos más. Marie-Christine Duriez, arquitecta del CAUE (Conseil
de la Architecture, l’Urbanisme et l’Environnement) del departamento de Hauts du
Seine. Y Joris Fromet, joven arquitecto al que conozco hace tiempo, puesto que
se dedica a organizar viajes de estudios y, cada vez que viene a Madrid cuenta
conmigo para alguna conferencia o una visita al río. El CAUE le ha contratado
para que les monte un viaje, que tendrá lugar a mediados de mayo y ya vinieron
en enero para una visita previa. Me estuvieron enseñando sus oficinas y una
exposición de vistas aéreas de ciudades que tienen en la planta baja. Luego me
invitaron a comer en una terraza cercana, al sol magnífico que he disfrutado
durante toda mi estancia en París. Marie-Christine se despidió allí y Joris me
acompañó un rato hasta el Arco de la Défense. Algunas imágenes de este centro
de oficinas parisino.
En lo alto del arco de la
Défense, encontré una exposición extraordinaria de fotografías del archivo de
la revista Salut les Copains, una especie de Hola privado que montaron Johnny
Halliday y sus amigos. Allí estaban Antoine, Jacques Dutronc, Eddy Mitchel y
tantos otros de los que se ha hablado en este blog. Les dejaré de propina
algunas fotos que tomé de la expo. Para terminar les cuento que esa tarde
regresé a casa de mi hijo a echarme una pequeña siesta y escribir un post sobre
la verdadera naturaleza de la amistad. Que ese día Kike no salía hasta las 10 y
pico de la noche y no tenía plan de cenar. Que al anochecer caminé hasta el
barrio Latino, el único lugar al alcance donde ver el Madrí-Barça en algún bar.
Que encontré un lugar colombiano donde vi el partido en compañía de una banda
de latinos que gritaban cosas como ¡¡¡Tremenda atajada del arquero!!! Que
regresé después de las doce a pasar mi última noche en Paris. Que el jueves
desayuné con mi hijo y luego me dirigí a la Gare du Nord en Metro para coger el
AVE a Lille. Ya les dejo con las imágenes de Salut les Copains. Espero que
ustedes hayan pasado también una buena semana.
Por último, una de los Beatles con cara de mosqueo, como diciendo: –A ver si termina ya el coñazo de fotógrafo este.
Aquí el grupo al completo. Pueden distinguir a Adamo, Hallyday, Antoine y otros
Aquí Johnny Hallyday entre Silvie Vartan y Françoise Hardy
El gran Jacques Dutronc.
El macarra Eddy Mitchel.
La guapísima Silvie Vartan
Antoine, siempre provocador.
Por último, una de los Beatles con cara de mosqueo, como diciendo: –A ver si termina ya el coñazo de fotógrafo este.
Tio Milu llévame a Paris.
ResponderEliminarA la próxima te vienes conmigo.
EliminarTodo lo que se hace en el mundo en urbanismo ya se ha hecho en París (como el High Line y la Operación Chamartín). Menos la operación Reinventer Morland, que ya la había hecho la señora Botella. Ver para creer.
ResponderEliminarAprecio su coña. En realidad, en urbanismo está todo inventado. Pero hay diferencias. La señora Botella sustituyó un edificio administrativo, exclusivamente por viviendas de alto standing. Y la idea no fue ni siquiera suya: ya estaba planificado desde tiempos de Álvarez del Manzano. En París, en un caso similar, proponen una mezcla de usos que hace la cosa algo más presentable (no mucho). Y el resultado final le dará vidilla al barrio.
EliminarComo bien sabes, hoy la mayoría de la gente que viaja lo hace con un formato turístico previamente minutado, siempre a salto de mata y circulando a modo de ganado por los sitios previamente catalogados como escaparate para el turismo de masas.
ResponderEliminarEl viajero que disfruta del viaje es aquel que sabe sumergirse en el pulso vital de los lugares por los que transita; el que explora y se regocija en aquello que descubre, integrando esas experiencias como esencia y emoción de su aventura viajera.
Por eso, mi querido amigo, tengo muy en cuenta todo lo que escribes de tus andanzas viajeras. Tus experiencias no son el resultado de lo que previamente programan las agencias de viajes, sino el resultado de tu propia iniciativa, de tu conocimiento, de tu olfato, y de las casualidades que surgen cuando estás fuera de casa. Y como se ve claramente que disfrutas en tus desplazamientos, yo apunto todo eso que cuentas, porque ante la posibilidad de recorrer los mismo lugares, quiero aprovechar tus experiencias convencido de que valen la pena.
Asi que dejo constancia de ello y te doy las gracias. Un abrazo.
Gracias a ti, por seguirme y por tus comentarios siempre atinados. De la tontuna del turismo masivo ya estoy preparando un texto. Y me encanta que el recuento de mis excursiones te sea de utilidad. Qué bueno sería recuperar el viejo "tocino" y pasar a recoger al Coronel para darnos un garbeo por ahí.
EliminarUn fuerte abrazo.