Estos momentos finales del mes de
agosto tienen cada año un punto fundacional, naciente, nuevecito, como a
estrenar. Es un tiempo lleno de expectativas: ¿qué nos deparará el año que
empieza? Porque, a todos los efectos (administrativos, políticos, educativos,
contables), el año empieza ahora. Otra cosa es que a finales de diciembre la
costumbre imponga una absurda parada de tres semanas para celebrar el cambio de
año cristiano a golpe de turrón y zambomba. Los chinos, los islámicos y los
judíos no interrumpen sus actividades tanto tiempo, que yo sepa. Este de ahora
es también el momento de los planes, de las grandes intenciones: este año me
pongo a dieta, o empiezo a hacer ejercicio, o me lanzo a estudiar inglés, o me
decido a hacer esas obras en la casa que hace años que debería haber
emprendido.
Muchos de mis seguidores entran
al blog a ver si cuento alguna intimidad, en general por una sana curiosidad,
aunque hay más de un cotilla. Normalmente mis posts hablan de temas
externos, que me preocupan o me parecen interesantes o en los que descubro
algún matiz que me parece suficiente para escribir sobre ello, hacer alguna
reflexión, o simplemente bromear un poco al respecto. Creo que ya hago
suficiente striptease mental con las opiniones que deslizo en esos textos,
que esas opiniones y valoraciones dan una idea bastante precisa de mi forma de
pensar y que no tengo por qué desvelar aspectos más íntimos o personales. Ya
cuento bastantes cosas de mi vida, aunque esto no sea un egoblog.
Hasta ahora no he sido capaz de
definir una etiqueta que agrupe los textos en que hablo de mí mismo. Tengo
etiquetas de movilidad, running, rock, nacionalismo, pedos, La Situación y otras
similares. Pero ¿cómo etiquetar los textos en los que hablo de mi persona? He
considerado algunos nombres (yo, mi vida, mi salud, mis confesiones) pero no me
gusta ninguno. Todos traducen un punto trascendente que no me mola nada, yo no
soy Paulo Coelho. El otro día, tomando unos vinos con Lisardo, me dio la
solución. Por cierto que mi amigo tiene un color estupendo y está más gordo
desde que se ha jubilado. Hablamos de mil cosas y al final salió el tema de
cómo etiquetar los textos en que hablo de mí mismo. Dice Lisardo que en el
mundo del Blog, las cosas se dicen siempre en inglés: se usa el numeral inglés,
se habla de posts, hangouts y todo lo demás. De acuerdo con eso, él me
propone crear una nueva etiqueta que se llame About me. Este hombre es
un verdadero genio.
Lo que pasa es que tendré que
echar un vistazo hacia atrás, a ver qué textos se merecen esa etiqueta. Un
propósito adecuado a este momento del año, el de las buenas intenciones y los
planes que luego nunca se cumplen. Por ejemplo, éste sería un post a incluir en
esa etiqueta About me. Porque hoy les voy a contar algunas
cosas. Todo son buenas noticias (si tuviera alguna mala no la contaría aquí). Ya
saben que este es el hogar del optimismo, que aquí se mantiene el ánimo contra
viento y marea, que, como dicen algunos de mis críticos, vivo en los mundos de
Yupi y a mucha honra. Aquí no se permiten desfallecimientos, este blog es el
reducto del entusiasmo, de la ilusión, del pensamiento positivo. El antídoto
del pesimismo.
Hablando de pesimismo, supongo
que saben que el rey de los pesimistas fue el pensador Emil Cioran, nacido en
Rasinari, aldea perdida de la
Transilvania profunda. En uno de mis recientes recorridos
senderistas, la ruta nos llevó a pasar por delante de su casa natal, a la que hice la foto
que les pongo abajo. En realidad, Cioran se fue a París a los 26 años y ya no
se movió de allí (escribía en francés). Su primer libro publicado se llama nada
menos que En las cimas de la desesperación. Le he llamado pensador, y no
filósofo, porque su filosofía se resume en una idea: todo es una mierda y, en
consecuencia, para qué vivir. Lo mejor es tumbarse en una cama y dejar pasar el
tiempo. La verdad es que no le faltaba razón, pero siguiendo su línea no se
llega a ninguna parte. Si acaso, a la locura. El pesimismo de este hombre
dejaba chiquito a Shopenhauer, otro que tal. Para éste, el pesimismo era la
forma más acertada de acercarse a la realidad. Pero al menos no animaba a
tumbarse en la cama.
Vamos con las buenas noticias.
Finalmente, el urdangarín de 3 mm . extraído en su día de mis entretelas más
profundas, ha sido declarado inocente e inofensivo por el alto tribunal
anatomo-patológico encargado de juzgarle. A lo mejor piensan que he intentado
darle emoción a este asunto retrasando la publicación del veredicto, pero lo
cierto es que el informe se había perdido. A mi vuelta de Rumanía, lo
encontraron y me lo entregaron en medio de un montón de disculpas. Si el
resultado final es bueno, estas cosas no tienen importancia. Y para colmo,
tampoco tengo helicobacter, como me anunció erróneamente el tipo que me
introdujo el ojo de Dios por mi agujero mejor guardado. Al final, la cosa se ha quedado en
“señales compatibles con posible gastritis crónica inactiva”. O sea, nada. Me dicen que, según
el protocolo, no debo volver hasta dentro de 5 años, pero que, como soy un
pesado, que vuelva cuando me dé la gana.
La segunda buena noticia. He
empezado a correr y la cosa va marchando. Quiero decir que me duele la espalda,
pero no más de lo que me ha estado doliendo en los siete meses (7) en que he
estado parado. Sigo a rajatabla mi nueva rutina. Antes de salir, me embadurno la
espalda con Traumeel y me envuelvo en una faja de neopreno, de esas que
usan las doñas para rebajar tripa. Luego salgo despacio y voy incrementando el
ritmo. Con este calor tampoco es que se pueda incrementar mucho. Además he
añadido un par de ejercicios a mi tanda de estiramientos. Y procuro extremar la
zancada económica que ya les he explicado. Los primeros días, me dolían tanto
los cuadriceps al acabar de correr, que me olvidaba del dolor de espalda. El
domingo me bañé en una piscina, hice unos cuantos largos a braza y me quedé
como nuevo. Así que estoy pensando en
ponerme a nadar en los días alternos, para acabar de arreglarme la puta
espalda. Nadar siempre me ha resultado algo muy aburrido, pero me lo tomaría
como una medicina para la espalda. Nadar para poder correr.
Por lo demás, mis hijos están ya
instalados en sus nuevas localizaciones para este curso. Lucas ha dejado Nancy
y se ha ido a Lille. El tren Nancy-Lille pasa por París, lo que, si miran el
mapa, les dará una idea precisa del modelo de transporte ferroviario francés.
Y, en cuanto a Kike, pues está ya en Seul (Corea del Sur), después de pasar
tres semanas en Dhaka (Bangla Desh), trabajando de becario para el Grameen Bank (el gran invento de Mohamed Yunus, por el que fue galardonado con el
Premio Nobel de la Paz )
y una cuarta semana descansando en Hong Kong. Ya saben que me gusta visitar a
mis hijos allá donde vayan. A Kike lo fui a ver a Rotterdam y a Lucas a Nancy.
El problema es que Seul está muy lejos. Veremos.
Pasan los años y algunas cosas no
varían. Hace ya casi dos años que empecé este blog, y tal vez recuerdan el post
#2 Pedos de Draghi. Dos años después, la prima de riesgo está bajando a
lo bestia. ¿Y saben por qué? Pues por otra declaración del señor Draghi. ¿Y que
ha dicho esta vez? ¿De verdad no lo saben? AQUÍ tienen el link. En resumidas cuentas, lo que ha dicho otra vez este señor
es que, si la cosa se pone fea, hará lo que tenga que hacer. Mano de santo. No
me digan que exageraba con lo de los pedos. Es evidente que, cada vez que el
señor Draghi se tira un pedo, baja la prima de riesgo. Esto es como el día de
la marmota (supongo que vieron esa película extraordinaria). Les dejo con la
imagen más reciente del señor Draghi. Yo también me descojonaría si mis pedos tuvieran los efectos de los suyos. Sean buenos.