viernes, 25 de agosto de 2023

1.243. Lo siento, pero no se me ocurre cómo titular esto

Aquí me tienen terminando una semana difícil, en la que he perdido a un amigo y seguidor fiel de este blog, el gran Mariano, que falleció finalmente en la noche del martes al miércoles. Una historia triste, aunque se tratase de una muerte anunciada, porque mi amigo estaba bastante malito. En el fin de semana lo ingresaron en una unidad de paliativos, el martes por la mañana decidieron sedarlo y por la tarde acudí al hospital para darle un último beso. El miércoles estuve en el tanatorio por la mañana y por la tarde y el jueves me tocó pronunciar el speech de despedida en el crematorio, a petición de varios de los amigos comunes, compromiso con el que cumplí a duras penas, porque estaba muy emocionado. Mis tablas de orador en público me salvaron, permitiéndome mantener apenas la compostura. Mariano se merece un post específico en este blog, que algún día tal vez escriba, cuando el tema no esté tan en caliente. De momento digamos sólo que descansa en paz.

Es lo que nos toca cuando llegamos a cierto rango de edad, el otro día se murió también el gran Robbie Robertson, un músico superlativo, que en su día lideró The Band, el grupo de cabecera de Bob Dylan, y más adelante siguió con una carrera en solitario, compaginada con su tarea de asesor musical de Martin Scorsese, cuyas películas desde hace mucho tiempo llevaban el sello musical de Robbie. Yo miro a mi alrededor y no veo más que casos de todo tipo que nos van acercando a esa meta que nos iguala a todos. Lo de estos últimos meses es una auténtica escabechina y cada nueva pérdida me reafirma aún más en mis ideas: hay que seguir luchando y disfrutando de la vida mientras podamos y cada día que uno se levanta sin que le duela nada es un triunfo y una invitación a seguir. Nunca se es demasiado viejo para nada, aquí me tienen a mí avanzando en la disciplina del yoga tras haberme apuntado con los 70 ya cumplidos y sin haberlo practicado en mi vida. Y lo mismo sucede con el rock’n roll, donde los casi octogenarios Stones siguen dando unos conciertos magníficos. Véanlos en esta foto de hace unos días.

 

Con estas malas noticias estamos ya terminando el tórrido verano, que ha sido duro pero, en mi opinión, menos que el de 2022. Con mis trajines arriba y abajo, hace tiempo que no les doy noticias de mis hijos. Y las han tenido. Por ejemplo, Lucas se fue definitivamente de Lille y ha empezado a trabajar en una empresa de Londres el 31 de julio, donde parece que le va bien. Le he dicho que me mande un selfie de su nueva vida, pero no consigo que se lo haga; debe de ser el único millenial que no sabe hacer selfies. Así que no puedo ilustrarles esta noticia, que va a tener incidencia importante en el blog, porque es posible que no vuelva en mucho tiempo a Lille, salvo que me convoque mi amiga Ana Ruiz-Bowen, profesora de las Grandes Écoles de Francia. Y, en cambio, ya estoy empezando a pensar en ir a Londres a visitar a Lucas, y también a mi sobrina Elena y su familia, mis amigos londinenses y seguidores del blog Ian y Louise, y mi querida colega del C40 Clare Haley. Y, por supuesto, ir a comer al restaurante Rayuela para saludar a su dueño Pedro Cubino y llevarle los recuerdos de su hermana Susana, la chica que regenta el bar El Nido de Susi, junto a la plaza de toros de Béjar, la más vieja de España.

Kike también ha hecho algo importante. Como saben, anduvo por aquí a finales de julio y me pudo acompañar a mi viaje a La Coruña para un festejo familiar del que ya se hizo la reseña en el blog. Pues, a continuación, en compañía de su amigo Manu Sheriff y provistos ambos de sendas bicicletas metidas en cajas de cartón, tomaron un vuelo directo a Bari, e iniciaron una excursión en bici por la Puglia, el tacón de la bota italiana. La aventura duró quince días y visitaron lugares tan interesantes como Brindisi, Lecce y, sobre todo Matera. Esta ciudad es una preciosidad y, por cierto, en ella se desarrolla una serie muy buena que está dando La 1 y que se llama Imma Tataranni. Es una serie policiaca italiana que sigue la vía abierta por la de Montalbano, inspirada en las obras de Camilleri. Y los episodios ya emitidos se pueden ver gratis en RTVE Play. Desde Matera, mi hijo envió estas fotos y otras muchas. 


Matera está apenas a 40 kms de Bari, a donde volvieron ambos en la última etapa de su tour. Allí, Manu se cogió un vuelo de vuelta a Madrid y Kike montó su bicicleta en un tren que le subió a la zona de Pescara donde le esperaba su chica para pasar unos días en la playa. Completado el mes de vacaciones que le daban en el curre, Kike se las ha arreglado para hacer su primera semana de trabajo en Madrid, para lo que llegó el domingo por la tarde a la T4 de Barajas. Allí nos ocurrió una historia totalmente bloguera, que no tengo más remedio que contarles. Kike llegó con el envoltorio gigante de su bici, caminamos hasta el parking, y fuimos hasta el coche. Hubimos de romper el envoltorio para que la bici cupiera en mi pequeño Toyota Corolla recién estrenado, lo que nos llevó un buen rato. Y salimos al exterior del parking, conduciendo yo

Si conocen el parking de la T4, sabrán que está compuesto por diferentes edificios, de los que se sale a una carretera, al final de la cual están las ocho o diez barreras que se abren mostrando el ticket que demuestra que has pagado. Afronté la batería de barreras, que estaba bastante llena. Y, como suelo hacer, busqué la cola más corta. En este caso era la de más a la derecha, al lado de la caseta desde la que unos seguratas uniformados controlan todo el cotarro. En esa fila había un solo vehículo, un taxi, y yo me situé detrás, a una distancia prudencial. Y pasó un buen rato. Parecía que el taxista no conseguía que se le abriera la barrera. Empecé a pensar lo típico: que qué mala suerte, que me había ido a situar detrás del conductor más lerdo porque, mientras tanto, las otras filas iban desaguando normalmente. Los de la caseta parecían estar intentando algo, pero la barrera no subía.

Y, en un momento dado, se desató una especie de locura. La puerta trasera del taxi se abrió y se bajó el único pasajero, un joven grandote muy nervioso y agitado. Enseguida tiró de un maletón grandísimo y echó a correr campo a través, como en dirección a la terminal. Los de la caseta salieron y lo atajaron prudencialmente, pidiéndole que se calmara. Entonces, el taxista metió la marcha atrás girando todo el volante a su derecha para quitar el coche de la fila y apartarlo a un lado, pero lo hizo con tal brusquedad que le arreó un golpe fuerte a mi coche y no tuve los reflejos de quitarme porque, entre otras cosas, yo creía que me estaba viendo, no imaginaba que estaba tan nervioso y ofuscado como su pasajero. El tipo se bajó desolado y yo también, igual que Kike, para revisar los daños, un bollo enorme en mi parte delantera derecha y uno algo menor en su parte trasera izquierda.

Al ver el desastre, el pasajero empezó a chillar histérico pidiendo que lo soltaran y le dejaran irse a la terminal porque iba a perder su avión. Y el taxista, que era un marroquí joven, de esos que deben afeitarse dos veces al día porque les crece una barba cerrada irreductible, pues también empezó a chillar histérico, proclamando que el cliente no le había pagado. Yo estaba tranquilo, aunque un tanto perplejo de verme en medio de una situación de película española de Alfredo Landa o similar. Pero el grupo de seguratas estaba comandado por una chica delgada muy seria, que enseguida tomó el mando demostrando criterio, experiencia y sentido común. En primer lugar, les mandó callar a ambos. Luego conminó al cliente histérico a que, por favor, le pagara al taxista su servicio. Y después le dijo que se podía ir. El tipo echó a correr por el descampado que le separaba de la terminal, acarreando su maletón como alma que lleva el diablo. A continuación, nos pidió a los dos conductores que saliéramos del parking (para lo que nos levantó la barrera) y nos parásemos un poco más allá, para no estorbar la fila que se fuera montando.

Como ven, la chica resolvió la situación con sabiduría y un punto salomónico, por el procedimiento más adecuado en estas situaciones esperpénticas: deslindar los problemas diferentes y resolverlos uno a uno. Nos apartamos a un lado y allí siguieron las cosas prodigiosas. El taxista marroquí apenas hablaba castellano. No tenía ni idea de dónde llevaba la póliza del seguro, sólo decía que ese era un “taxi de empresa” y que él era un mandado y no sabía nada. Lo único que sabía es que, en la empresa, él reportaba sus actividades a una tal Patricia y que ella era la que lo sabía todo. Pero era domingo por la tarde y no se la podía llamar hasta el día siguiente. En fin, nos quedamos con la matrícula, su nombre (Ahmed), su número de móvil y el fijo de la tal Patricia. Yo sí le di mi número de póliza y mis datos. Y, entre medias, nos contó lo que había pasado.

Según su versión, él recogió un pasajero en el centro, que de entrada le dijo que iba muy apurado para no perder su vuelo. Y, a partir de ahí, todo fue una vorágine creciente de gritos y nervios, porque el tipo empezó a ver que el taxista no tenía ni idea de circular por Madrid, se paraba todo el rato a ver el gps y cada vez se volvía más improbable que él llegara al embarque a tiempo. A su vez, sus gritos le ponían cada vez más nervioso al pobre taxista, seguramente de una subcontrata de una subcontrata. Llegaron a la T4 y el conductor, completamente ofuscado, se equivocó y se dirigió a la zona de llegadas, en vez de a la de salidas. Allí, sólo tenía una solución, salir por el otro lado y volver a buscar un acceso a la zona de salidas, pero estaba ya tan bloqueado, que no conseguía abrir la barrera y fue cuando el pasajero decidió largarse y se desató la locura que les he contado.

Ya saben que mi vida es un blog y, como tal, me suceden todo el rato cosas increíbles, que sólo tengo que narrar para que ustedes se diviertan con ellas. El lunes por la mañana, Kike se fue con el coche, porque, a pesar del bollo, circula perfectamente. Y yo dediqué la mañana a hacer el parte del accidente por teléfono, tarea también ardua, por no haberme quedado con la póliza de mi seguro, que se llevó Kike en el coche, y estar en el mes de agosto, con la gente de las oficinas de seguros en la playa. Pero lo conseguí finalmente y también tengo hora para llevar el coche al taller este próximo lunes y dejarlo allí a que lo examinen los peritos. Y ese lunes fue cuando me llegaron las malas noticias de mi querido Mariano. Pero, ya que este post lo estoy contando cronológicamente al revés, pues seguiré de esta manera.

El domingo por la tarde me sucedió el episodio con el taxista, pero esa mañana me había llevado una alegría inmensa al ver el partido final del Mundial Femenino de Futbol de Australia. Nuestras chicas de oro ganaron con su coraje y con un gol que es un monumento táctico que muestra todo el talento que atesoran estas chicas. La página RTVE Play ha publicado un vídeo de ese gol que les voy a pedir que vean, para entenderlo completamente. Como yo les conté, la selección llegó a la final gracias a un gol de Olga Carmona, en el último minuto del partido de semifinales contra Suecia, rematando con toda su alma el córner que le sacó en corto su amiga la pontevedresa Tere Abelleira, para mí, la mejor jugadora del equipo y la mejor del mundial para la Web Sofascore, que suma los pases acertados, las entradas a las contrarias y los cortes de sus pases. Si tienen curiosidad por leer un informe al respecto, pueden pinchar AQUÍ, o al menos echarle un vistazo si no se lo quieren leer entero.

Olga Carmona, ya les dije que estaba convencido de que es gitana, sólo hace falta ver su apellido y su nariz, pero no tenía constancia oficial de ello. Hasta que, un día antes de la final, una denominada Fundación de Apoyo al Pueblo Gitano, me lo confirmó en una entrada de Facebook. En su texto se decía: una gitana ha llevado a España a la final del Mundial Femenino, lo que constituye un orgullo enorme para nuestro pueblo. Así que, para la final de mañana, te mandamos toda nuestra fuerza: Ánimo, prima. El día de la final, Olga ejerció de capitana durante los himnos y luego fue también clave. Un inciso. A mí me parece cojonudo que nuestro himno no tenga letra, condición que sólo compartimos con San Marino, Kosovo y Bosnia Herzegovina. Como no tenemos letra, no hace falta que nuestros deportistas finjan sabérsela (¿habría que decir deportistas y deportistos?) Así lo más que podemos hacer es tararear el himno: lala-larala-larala-lará-lalalalá-la-la lará-lalá-la-la.

Los intentos de dotar a nuestro himno de una letra, como el que ha perpetrado la idiota de Marta Sánchez, están abocados al fracaso. Nuestro himno está bien así y punto. Y además favorece la aparición de letras apócrifas chuscas que son divertidísimas. Cuando yo era niño, en pleno franquismo, teníamos una muy graciosa que empezaba: Franco, Franco, que tiene el culo blanco, porque su mujer, lo lava con Ariel. El resto se me ha olvidado; tal vez alguno de ustedes, queridos lectores, me lo puede completar. Pero volvamos a nuestras chicas de oro. Les voy a pedir que vean un vídeo de un minuto sobre el único gol de la final, pero que se centren sobre todo en la repetición, que empieza con una cámara cenital y muestra la jugada completa. Para ello han de pinchar AQUÍ.

Ven primero el final de la jugada, el pase de Mariona a Olga y el tiro preciso de esta. Luego la celebración emocionada de la gitana, mostrando una camiseta en la que es difícil leer su dedicatoria, los abrazos, etc. A continuación, el cabreo sordo de la portera inglesa, colorada como un tomate por la ira, explicándoles a sus defensas con un gesto enérgico de las dos manos que, cuando una defensa se suma al ataque, alguien debe cubrir su hueco. Porque ese fue el origen de la jugada, como se ve en la repetición posterior, que tal vez deban ver más de una vez. La jugada se inicia cuando Lucy Bronze, jugadora del Barça que ocupa el lateral derecho de Inglaterra, corta un ataque español y sale hacia adelante conduciendo la pelota. Salva a varias contrarias y, creyéndose Maradona, sigue avanzando hasta llegar al círculo central.

En el vídeo se la ve llegando al centro geométrico del campo. Allí, las dos jugadoras con más sentido táctico de España, Tere Abelleira y Aitana Bonmatí la esperan para cruzarse con ella en dos diagonales. Aitana mete el culo como ella sabe hacerlo y le hace perder la pelota, que le cae a Tere. Inmediatamente, Aitana se abre para que Tere se la devuelva, pero nuestra pontevedresa de oro ha puesto las luces largas y tiene otros planes. Ella sabe que el lateral derecho de las inglesas está desguarnecido por la aventura absurda de Lucy, así que mira hacia allí, descubre a Mariona bastante desmarcada y le manda un pase perfecto, con tiralíneas. Y Mariona, recibe el pase con calidad y empieza a avanzar con la pelota, mirando con el rabillo del ojo izquierdo a la espera de la subida de Olga, que ella intuye que viene con la moto. El resto es talento, furia, precisión y suerte. Olga Carmona sabe cómo tirar a puerta y dirigir la pelota al hueco donde no llega la portera. Lo hizo en la semifinal y lo hizo en la final.

La selección española femenina juega al fútbol como los ángeles y así ha ganado a Holanda, Suecia e Inglaterra, tres selecciones de gigantas con aires de lanzadoras de peso. La selección holandesa parecía brindar un segundo significado a la genial respuesta de un alumno recogida en el libro Antología del Disparate, de la que ya les he hablado: Holanda es un país en el que, de cada cuatro habitantes uno es vaca. Con perdón. Cuando salieron al campo los dos equipos de la final, la capitana inglesa le pasaba la cabeza a Olga Carmona. Es que Olga mide 1,60, como Athenea del Castillo; Aitana, 1,62; Mariona, 1,64 y Tere, que es la más pequeña, exactamente 1,59. El futbol femenino ha estado dominado estos últimos años por selecciones con jugadoras mucho más altas. Pero de esta misma forma ganamos el hasta ahora único mundial masculino: con Xavi, Iniesta, Villa, Cesc Fábregas y otros divinos bajitos. No les extrañara saber que el lunes salí a Cibeles a ver pasar el autobús de las chicas y luego me vi entera por la tele la fiesta que les prepararon en Madrid Río.

En este punto, seguramente ustedes querrían que les hablara de Rubiales y el escándalo posterior, el tema del día ahora mismo. Pero, lo siento mucho, este post va al revés en el sentido cronológico y lo que correspondería es que les contara mi cita del sábado con Henry Guitar. Resulta que mi profesor de guitarra había venido con su mujer a ver el Museo Sorolla. Caminando de vuelta a Atocha, donde debían coger el autobús sustitutorio del Metro a Vallecas, quedaron conmigo a la puerta del Caixaforum y citamos también allí a Críspulo para tomarnos unas cervezas con algo de picar. Además, le hice entrega a Henry de un queso de tetilla que le había traído de La Coruña y no se lo había podido dar porque estaba en Asturias. Nos sentamos en una terraza de la glorieta y estuvimos un buen rato maquinando planes para la próxima temporada.

Bueeeeeno. Vaaaaaale. Que quieren que diga algo del escándalo Rubiales. Tal vez le dedique parte de algún texto posterior. De momento baste decir que este señor es un animal de pezuña, pero eso yo ya lo sabía, como cualquiera que siga el fútbol patrio, así que no me he llevado ninguna sorpresa con él. Para mí el gesto que más le define es su forma de agarrarse los huevos en la tribuna, al lado de la reina. Es que, oigan, yo no he hecho ese gesto tan zafio en mi vida y tengo 72 años. Y a ninguno de mis amigos ni a las personas con las que suelo tratar, me las puedo imaginar haciendo semejante gesto. Dejemos este feo asunto para ver cómo evoluciona. También habría que hablar del líder de Wagner, al que le han dado su propia medicina, algo que tampoco es ninguna sorpresa. Y de la dilación de la investidura: ¿conseguirá sacar Feijoo un conejo de la chistera? Hace falta mucho de lo que él llamaba sanchismo, para un prodigio de tal envergadura. Miren, hombre, cuando estaba escribiendo esto, me ha llegado un meme sobre Rubiales, perfecto para cerrar el post. Resulta que el tipo no era más que un neandertal. Con perdón de los neandertales. Sean buenos. 





viernes, 18 de agosto de 2023

1.242. Alimenten sus cabezas

Pues aquí seguimos con todo cerrado, tras la huida de media ciudad. Esto es un erial, están cerrados el Matilda, La Pitarra, las Bodegas Rosell, La Venencia, el Revuelta. Los bares a los que suelo ir me muestran su puerta atrancada y diferentes letreros anunciando el cierre temporal. Aun así, la ciudad es una delicia, al menos entre ola y ola de calor. El que sí ha abierto de vuelta es el Ricla, donde ya me acerqué a comer el viernes pasado como les conté y he avisado de que hoy volveré de nuevo. Mi último post lo escribí el domingo por la tarde y el lunes lo dediqué a subir a El Escorial, para pasar el día con mi hermano Antonio y su familia, a los que hacía unos meses que no veía por diferentes motivos.

Lo cierto es que los encontré muy bien y pasamos una tarde estupenda. Mi hermano y su mujer tienen ambos 88 años y han llegado a una situación en la que están felices prescindiendo de horarios y obligaciones. Quiero decir que prepararon un arrocito buenísimo, dedicándole el tiempo necesario, de modo que empezamos a comer ya cerca de las cuatro. Después, una larga sobremesa, con cafés, helados, licores diversos y estupenda conversación, que se prolongó hasta las siete. Y, finalmente, la obligada siesta, de la que ambos emergieron como a las nueve de la noche, aun de día por las fechas y muy sorprendidos de que yo me tuviera que ir, porque no me gusta demasiado conducir de noche. Lo cierto es que, desde que me operé de cataratas, conduzco bastante bien por la noche y me las arreglé perfectamente para bajar el puerto de Galapagar con la noche ya cerrada.

El martes suspendí mi clase de inglés para ver el partido de semifinales del Mundial de Fútbol femenino entre España y Suecia, un evento emocionante hasta la llorera final, porque España iba ganando cuando le empataron en los minutos finales y tuvo los arrestos de deshacer el empate ya en el descuento con un golazo de Olga Carmona, esa chica sevillana de la que les vengo hablando hace tiempo y que por nariz y apellido podría esperarse que se hubiera dedicado al tiri-ti-tran-tran-tran, en vez de jugar al fútbol. A mí muchas veces las noticias me pillan por sorpresa, pero hay otras en que tengo como una especie de intuición y me adelanto a los demás medios y esa suerte que tienen ustedes, mis queridos lectores. El Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda es ahora mismo la noticia del verano y yo se la vengo anticipando. Si revisan ustedes mi post de 1 de agosto, verán que se cerraba con una foto de Olga Carmona y Tere Abelleira dos amigas y compañeras en el Real Madrid, sentadas en el verde compartiendo risueñas un rato de descanso. 

Pues estas dos chicas fueron las protagonistas del gol. Tere sacó un córner en corto y Olga rompió las redes desde la frontal. Por cierto, según una aplicación que analiza todas las jugadas y suma el número de pases acertados, balones cortados, tiros a puerta y demás lances del juego, Tere Abelleira es por ahora la mejor jugadora de este mundial, posición que no creo que pierda, porque será titular seguro en la final de este domingo. Y han de saber que, al final de ese partido histórico, Tere subió a la grada a saludar a su madre, que ha viajado a las antípodas para acompañarla y que le hizo entrega de una bandera gallega que le ha traído, para que posara con ella en el césped. Por si no han visto la secuencia del gol de Olga, no tienen más que pinchar AQUÍ. Abajo tienen las imágenes que les digo: Olga se tira al suelo a celebrar el gol recién marcado y Tere es la primera que llega a abrazarla. Y un rato después, Tere posa en el césped con la bandera gallega.

Emociones a flor de piel, en lo que es la noticia de este verano, como les digo, muy por delante de la constitución de las Cortes, el crimen de Daniel Sancho y el interventor follarín de RENFE. Los seguidores fieles de este blog estaban avisados y hasta Paco Couto, cuyo interés por el fútbol se suele circunscribir a la deriva del Celta, me llamó para decirme que estaba viendo el partido en directo. Hombre, yo no había trasnochado para ver un evento como el partido de cuartos de final desde que me quedaba a ver conciertos de Samantha Fish en los tiempos en que creía que nunca vendría a España. Por cierto, la final de pasado mañana va a ser muy difícil, las inglesas son un hueso, pero nuestras chicas competirán y veremos a ver si ganan. Si es así, es que hasta me voy al aeropuerto a esperarlas llegar.

El bueno de Ed y los demás compañeros de la clase del nivel B1, también vieron el partido por la tele y me agradecieron que les hubiera avisado de una cosa tan emocionante. Todos estuvieron de acuerdo en recuperar la clase al día siguiente, miércoles, en que dedicamos la mitad del tiempo a comentar el partido, en inglés, por supuesto. Ambas tardes, martes y miércoles, me las pasé en casa con mi gato Tarik Marcelino, aprovechando el alivio térmico de estos días. Por cierto, he leído un artículo sobre las diferencias entre perros y gatos, publicado el otro día en El País, que me parece muy bueno y del que he entresacado algunos temas de interés. Por ejemplo, dice que es una inutilidad castigar a un gato por alguna pirula que haya hecho. No lo entiende y la seguirá haciendo.

He observado esto con Tarik. Hace unos días, de pronto le dio por destrozar minuciosamente una alfombrilla dura que tengo puesta para la entrada desde la terraza. Es una alfombrilla de color azul, que hasta ahora le servía para sentarse y la usaba mucho. Pues le he explicado de multiples formas que eso está muy mal. Le he dado cachetes, le he chiringado en el hocico con un spray de agua, lo he encerrado en un cuarto. Todo ello con grandes aspavientos mostrándole la alfombrilla y gritándole MUY MAL, MUY MAL, MUY MAL. Pues nada. He escondido la alfombrilla varios días. Pues en cuanto la saco de nuevo y la pongo en su sitio, no tarda ni un minuto en abalanzarse sobre ella y empezar a destrozarla de nuevo. Entiendo que para él, chincharme es un juego. El saber que eso está mal y me irrita, encima es un aliciente, porque el juego ya es completo: me chincha y corre a esconderse para que no lo pille.

Una cosa que no sabía es que los perros fueron domesticados hace unos 16.000 años, mientras los gatos se asociaron al hombre mucho más tarde, hace unos 5.000 años. Porque no duden de que los gatos no fueron domesticados, sino que se asociaron al hombre por su propia conveniencia, pero sin perder su libertad. Pero lo más impactante del artículo es una consideración que me parece genial. Dice el autor del artículo que los perros piensan que su amo es Dios. Y por eso dedican todo su esfuerzo y energía en honrar a su Dios, en agradarle, en hacer lo que manda y tratar de hacerlo bien para recibir sus premios y aceptar sus castigos cuando no logran la excelencia. Por el contrario, un gato piensa que él es Dios, mientras que el amo es sólo un colega a su servicio, que se encarga de suministrarle la comida y demás comodidades que requiera, como un siervo a tiempo completo. Esa reflexión es exactamente aplicable a Tarik Marcelino Martínez, que incluso me recrimina algunas de las faenas que le hago, como dejarlo solo cinco días o retrasarme en rellenarle su cuenco de la comida.

Ayer jueves tuve mi clase de inglés normal, luego fui al mercado de Antón Martín a reponer existencias y por la tarde me reincorporé a la academia de yoga que ya les he dicho que hasta septiembre no recupera las clases de mediodía. Salí a la ocho de la tarde y me encontré cerrados los bares a los que suelo ir tras el yoga (el Ricla no abre por las noches). Así que me acerqué a la Plaza de Santa Ana, a la cervecería del mismo nombre, donde me obsequié unos estupendos dobles de Mahou de presión acompañando a media de lacón a la gallega. A pesar de esas ocupaciones, seguí, digamos, con el rabillo del ojo, la sesión de constitución de las Cortes, en la que se produjo un misterio que aún no sé cómo valorar. Feijoo le hizo el feo a Vox de no apoyar al candidato que este partido proponía para una de las vicepresidencias a las que tenía un cierto derecho, como tercera fuerza en votos de la nación.

Naturalmente, Vox respondió no votando a la candidata del PP y facilitando el triunfo de lo que ahora se llama el bloque progresista, algo que me da mucha risa, dado que engloba al PNV y a Puigdemont y sus esbirros, que no creo yo que puedan caracterizarse precisamente como progresistas. ¿Por qué hizo eso el PP, por instrucción directa de Feijoo? Pues no se sabe. Una clave la da el hecho de que Feijoo tomó la decisión, justo después de que Puigdemont confirmara in extremis que apoyaba a la candidata socialista. En esas condiciones, Feijoo ya no tenía ninguna posibilidad de ganar y se puede imaginar que pensó: de perdidos al río. Pero esta es una explicación muy endeble. La decisión es una ofensa a Vox y en cierta forma un castigo para cabrearles. Sin ninguna consecuencia práctica para el PP.

Salvo que sea un primer paso para desmarcarse del abrazo del oso al que Vox les estaba sometiendo. Feijoo es muy listo y puede haber entendido que perdió su envite electoral por oler demasiado a Vox, por el tufo a torero, a cazador y a racista. Yo no tengo duda de que Feijoo está en una línea ideológica pragmática, digamos más cercana a lo que fueron Rajoy y Soraya. Pero alguien le ha forzado a situarse mucho más a la derecha, en la línea Ayuso, donde no se siente especialmente cómodo. Y tal vez pudiera ser este un primer paso para marcar diferencias y acercarse más a lo que debe ser un partido de derechas europeo. Pero debe andarse con ojo. Porque desde la línea dura de su partido (Esperancita, Cayetana y la propia Ayuso) ya se está deslizando que la culpa de todo lo que está pasando la tiene Rajoy, que con su movimiento al centro generó la aparición de Vox y ahora la derecha está dividida y por eso pierde. Yo creo que quien generó a Vox fue Puigdemont y sus aventuras.

Si Sánchez consigue formar un nuevo gobierno Frankenstein, se vienen cuatro años de más de lo mismo, de acoso por tierra mar y aire desde los medios de la Brunete mediática (Mundo, ABC, Razón), sazonados con nuevas encuestas que darán ganador por mucho al PP, salvo las que haga Tezanos, y con ruido insoportable por todas partes. Yo ya les he dicho que prefiero el gobierno Frankenstein que no el gobierno Francostein con que nos amenazaba la derecha. Pero Sánchez ha de gobernar bien y hacerlo para el país y para todos los españoles. Ya no cargará el hándicap de tener a Iglesias, Montero y Belarra en el gobierno y hasta puede que haya aprendido algo en sus años de presidente. La economía va bien y el mercado de trabajo está bastante pujante. Una línea continuista, basada en el diálogo con los diferentes sectores, sería bien valorada por todos. Lo que pasa es que depender de catalinos y peneuvistas tiene siempre el riesgo de que de pronto le den una patada al tablero de ajedrez.

Veremos por dónde tira la cosa. Mientras llega la hora de acercarme al Ricla, donde me tienen reservada mi mesa, pienso en cuánto tiempo ha pasado desde el surgimiento del rock como fenómeno masivo, a la par que los hippies, las drogas, la píldora y la liberación sexual. Tal día como hoy, hace exactamente 54 años se estaba celebrando en Woodstock la madre de todos los festivales. Hoy les dejo de propina un video breve de un momento mágico de ese festival. En concreto, la interpretación por parte de Grace Slick, del grupo Jefferson Airplane, del mítico tema White Rabbit. Grace vive todavía, tiene nada menos que 83 años, es algo más joven que mi hermano y mi cuñada y, como ellos, está en buena forma, como pueden ver en la foto de abajo.

Pero en Woodstock, Grace Slick estaba en el arranque de su carrera, con toda la energía de sus 29 tacos. White Rabbit es un tema mítico del rock, con una estructura musical repetitiva a la manera del Bolero de Ravel, en el que se describen los efectos del LSD y ciertos hongos, relacionándolos con el mundo de Alicia en el País de las Maravillas. Grace acomete el crescendo del tema en una especie de éxtasis, que a ella misma le sorprende, como se ve en su wow final. Un éxtasis similar al de Olga Carmona tras su ya mítico gol. Véanlo y quédense con el grito final: feed your head, alimenten sus cabezas. Eso les ayudará a ser buenos y vivir más felices. Y no se pierdan la final del Mundial.   

domingo, 13 de agosto de 2023

1.241. Estamos locos

Sí, yo creo que, con esto de la pandemia, mucha gente ha salido tocada y los psiquiatras van a tener trabajo a saco. No es mi caso, aquí disfrutando del único mes del año en que Madrid no está congestionado de tráfico, gente, ruidos, malos humos. En este agosto, sin el agobio térmico del año pasado, la verdad es que se está por aquí fenomenal. Desde el miércoles 9 en que dediqué la tarde a escribir el post anterior, pues lo cierto es que no me puedo quejar de la variedad y riqueza de mis actividades. El jueves tuve mi clase de inglés on line, la única de mis citas cotidianas que continúa en agosto, y por la tarde caminé por la sombra hasta llegar a la plaza de Olavide. Había quedado allí con mi amiga Elisa, colega de proyectos de reinventing cities, que me había llamado para ver si nos veíamos. Estuvimos en la terraza de un lugar llamado Mamá Campo que sirve productos naturales y ecológicos, y donde nos tomamos unos Aperol Spritz y, cuando el sol iba bajando, unos dobles de cerveza con un surtido de humus deliciosos.

Elisa se va en unos días de vacaciones a Estados Unidos y me gustó mucho que me llamara. Pero esa noche me esperaba una historia ciertamente especial, que me impidió dormir a mis horas, para gran extrañeza de Tarik Marcelino Martínez. Porque a las tres de la mañana se jugaba el partido de cuartos de final del Mundial de Fútbol femenino, entre España y Países Bajos. Supongo que no habrán dudado ustedes de que estaba dispuesto a pasar la noche en blanco para verlo. Fue algo ciertamente espectacular, apoteósico, emocionante, la verdad es que las chicas lo están haciendo muy bien y ya están entre las cuatro mejores selecciones del campeonato, listas para la semifinal contra Suecia. Con la prórroga incluida, me acosté como a las seis de la mañana, pero mereció la pena ver en directo este evento tan singular. Supongo que todos han visto las imágenes del gol español decisivo al final de la prórroga.

Este Mundial ha supuesto un salto cualitativo en el fútbol femenino, sus partidos están siendo seguidos por millones de espectadores de todo el mundo. Además, todavía es gratis ver estos partidos; en cuanto los buitres habituales descubran que pueden cobrar por verlos, se acabará el chollo, es otra muestra de que el mundo está loco. A mí lo de pagar por ver futbol en la tele es algo que no me encaja, es un tema cultural, yo pago lo que me pidan por ver partidos en el estadio, pero por la tele no. Si quiero ver un partido concreto, me voy a un bar. Pero, volviendo a las chicas, el Mundial está dejando imágenes inolvidables, porque al final de cada eliminatoria, las chicas lloran de alegría o de pena y es algo muy emocionante. Al día siguiente, Australia, la anfitriona, eliminó a Francia, una de las favoritas. La Federación Australiana subió a Twitter la imagen de las Matildas corriendo a abrazar a la que había marcado el último penalti, con un letrero que decía: Cuelguen esta imagen en el Louvre.

El viernes, lógicamente, me levanté bastante tarde. Tenía programada una sesión de yoga en casa, ejercicio que suelo hacer en ayunas. Así que, tras un café bebido, hice mi rutina completa y llamé a mis amigos del Ricla para que me reservaran una mesita (me habían avisado de que abrían el día anterior). Me tomé unas tapas de bacalao en aceite y pollo escabechado, seguidas de un plato de callos, acompañado todo ello con dos vasitos de vino blanco helado y un tercero de tinto. Y pasé la tarde en casa como un pachá. Pero, si la noche anterior apenas dormí, el viernes en cambio me acosté tempranito porque tenía que madrugar. Ghalia Volt me anunció desde Atlanta que estaba subiendo a un avión para volar toda la noche y llegar a Madrid a las 8.10. Así que ayer sábado madrugué, cargué sus pesados pertrechos en el coche y me fui al parking de la Terminal 1 de Barajas.

Llegó con ojos de besugo de puro agotamiento, cargando con otra maleta enorme y con su perro a cuestas, un bulldog francés que se llama Little Richard y ya se hizo muy amigo mío en Baeza. Llevamos su equipaje al coche y conduje hasta la zona industrial junto al Barrio del Aeropuerto. Allí está la sucursal de la empresa de alquiler de coches Centauro, en la que ella había reservado una furgoneta para trasladarse con sus músicos a Torreperogil, donde debían actuar por la noche. Cuando hizo todos los papeleos, pasamos los bultos a la furgoneta y la guié con mi coche otra vez a la T1, para tomarnos un café mientras esperábamos que llegaran los músicos, que volaban desde Toulouse en un vuelo diferente. Cuando ya estábamos en el bar del aeropuerto, descubrimos que los otros llegaban a la T4, porque era un vuelo de Iberia. Así que volví a guiarla con mi coche hasta el parking de la T4, que está como a 5 kms del otro. Allí me despedí de ella deseándole buena suerte con el concierto. Mientras tomábamos café, nos hicimos un par de selfies.


Siguiendo la rutina que me he impuesto, esta mañana me tocaba bajar al Retiro a hacer mis 6,5 kms, actividad que he desarrollado tempranito para que no me pillara el calor. He dedicado la mañana a diversas obligaciones pendientes, he comido, me he echado una siestecita y me he puesto a escribirles a ustedes. ¿Cómo dicen? ¿Que yo también estoy loco? Desde luego, pero lo mío es una locura controlada. A lo que me refería en el título es, por ejemplo, al caso del tal Daniel Sancho, un tipo que hace unos días mató en Tailandia a un colombiano con el que se entendía, luego hizo picadillo el cadáver, lo metió en bolsas y tiró parte de ellas en alta mar y otra parte en un vertedero cercano, donde las encontraron enseguida los rebuscadores de vertederos, que avisaron a la policía. Es un caso truculento, con matices bastante extraños.

Para empezar, la prensa del corazón le está dando un tratamiento, como si se tratara de un joven de buena familia al que le ha pasado una faena, digamos un erasmus que ha perdido la cartera con todo el dinero y documentos. Y no es eso, se trata de un tipo que ha matado a un amigo y luego le ha aplicado las técnicas de Jack el Destripador. El tal Sancho es ahora la estrella de los programas de la telebasura, en donde incluso le han llegado a entrevistar. La policía tailandesa parece muy interesada en mostrar su imagen, para que se vea lo buenos policías que son. En la investigación han encontrado un vídeo de la tienda en donde compró los cuchillos, guantes y bolsas para perpetrar su carnicería, varios días antes de que el colombiano llegara en avión. Parece claro que lo tenía premeditado.

Pero aquí hay cosas raras, discúlpenme, es que he leído mucha novela policiaca de la buena. Para empezar, la reconstrucción de los hechos indica que el tipo mató, descuartizó, metió en bolsas, limpió minuciosamente el lugar de los hechos y fue a tirar los resultados en dos sitios diferentes, todo ello en tres horas. Ya les digo yo que es imposible hacer eso en tres horas, al menos sin la ayuda de uno o varios cómplices. Los que le hicieron lo mismo al periodista Khashoggi en Estambul, pueden dar fe de que se tarda bastante más. Y, si quieren saber cómo es eso de descuartizar un cadáver, les aconsejo leer la novela El Inocente (Ian McEwan, 1995), interesante como todas las de McEwan, donde se describe al detalle el proceso de trocear un cadáver y limpiar las huellas. No sé, al tal Sancho no lo veo yo así como muy brillante, como para hacer eso en tres horas, batiendo el record mundial de descuartizamiento contra reloj.

Además, es muy rara la prisa que se dio en reconocer su autoría, parecía interesado en que el caso se cerrara enseguida. ¿Estaba encubriendo al cómplice para dejarlo fuera del tema? ¿Y cómo es que lleva una parte de los restos a alta mar en una barca que alquiló deprisa y corriendo en plena noche y el resto lo tira de cualquier manera en un vertedero infestado de buscadores que seguramente no descansan ni por la noche. La policía está buscando las bolsas arrojadas al mar, pero ha reconocido que va a ser muy difícil encontrarlas. ¿Por qué no lo tiró todo al mar? Son preguntas que podrían encontrar respuesta en el hecho constatable de que el tipo es muy tonto, algo que corroboran desde sus compañeros de colegio hasta los amigos del padre. Dicen los primeros que están flipando, pero no sorprendidos del todo, que el tipo era así de quinceañero, que se le iba la pinza, hacía cosas muy raras y con mucha violencia y luego pedía encarecidamente perdón mostrándose muy contrito. Aseguran los segundos que su padre estaba hasta los huevos de él (sic).

En cualquier caso es un hecho penoso y dramático, que la prensa y la tele deberían tratar en su justa medida y no como cuando sacan las miserias de Paquirrín, otro sujeto lamentable, pero que no ha matado a nadie. Para mí lo crucial aquí es que un tipo que hace eso con premeditación, revela una falta absoluta de empatía con los demás, propia de una personalidad psicopática. Pero nadie está insistiendo en este aspecto. En fin, sin perder de vista esa perspectiva de hecho dramático, pues lo cierto es que en el asunto aparecen unos nombres que parecen sacados de una pesquisa de Mortadelo y Filemón. Por ejemplo, el abogado que le han asignado a Sancho en Tailandia es el prestigioso Anan Chuayprabat, conocido por aquellas tierras como El Khun Anan (como el Khun Agüero, pero en tailandés). Para ayudarle en su trabajo, los padres del asesino confeso han contratado a un prestigioso bufete de abogados, que tienen el despacho en la mismísima calle Velázquez. ¿Saben el nombre del bufete? Se lo digo yo: Balfagón y Chippirrás, abogados. No me digan que no parece de coña.

No sé ustedes, pero yo, si me llamará Paco o Pepe Chippirrás y quisiera ser abogado, lo primero que haría sería cambiarme de nombre. Chippirrás suena más bien a artista del hip-hop, o a humorista mexicano. Hace años, una tonadillera que alcanzaría mucha fama (ya se ha muerto), era la simpar Otilia Pulgarín. Y ¿qué fue lo primero que hizo? Pues cambiarse de nombre. Con el nombre artístico de Rosa Morena, llegó a lo más alto. Pero hay gente que triunfa a pesar del nombre, como el genio de las criptomonedas del que ya se ha hablado en el blog: Sam Bankman-Fried, es decir, banquero-frito. Este sujeto, que lo que en realidad hacía era una estafa piramidal de libro, estuvo detenido y salió en libertad condicional hasta el juicio hace unos pocos meses, tras pagar una fianza de 250 millones de dólares. Se recluyó entonces en casa de sus padres, pero parece que no puede estarse quieto. Así que, con un ordenador de la casa (el suyo se lo han requisado) se ha dedicado a lanzar falsas informaciones contra su ex, que parece que es la que le denunció (cherchez la femme). Y el juez ha llamado al banquero-frito para decirle que revoca la fianza y lo mete otra vez al trullo. Información de anteayer.

Pero, sin duda, la noticia más divertida de estos días es la del maquinista de RENFE que accede a su puesto de trabajo en la locomotora de un tren a punto de salir de Tortosa y se encuentra allí al interventor del tren con una señora, ambos minuciosamente dedicados a darle alegría a sus cuerpos macarenos. Si no conocen la noticia, pueden leerla AQUÍ. Hombre, se conoce que a los tipos les dio el apretón y no pudieron esperar a buscar un lugar más adecuado. Pero lo más sorprendente es la actitud del maquinista, que dijo que él no pilotaba ya esa locomotora, que la desinfectaran debidamente o le trajeran otra. Tuvieron que ir a por otra máquina y eso provocó un retraso de media hora para todo el pasaje. Si llega a ser en Bélgica, se colapsa el sistema ferroviario entero toda la tarde.

Se dice que la empresa le ha abierto expediente al citado interventor en base, imagino, a alguna norma que especifique que no se puede practicar sexo en el tren. Pero yo creo que a quien habría que abrirle expediente es al conductor. Por estrecho y por intolerante. Yo me imagino encontrarme a una pareja follando en mi mesa de trabajo y, desde luego, los echaría, pero de ahí a decir que me cambien de despacho hay un trecho. Como mucho, no sé, si han manchado algo, se pasa un trapito y ya está. Me temo que la actitud del interventor no responde tanto a factores higiénicos, como morales. Tal vez sea un reprimido que no se come una rosca hace tiempo. O un tipo que odia el sexo en todas sus formas. O a lo mejor es del Opus, o testigo de Jehová. Pero aun en ese caso, debería haber discernido primero si la prójima era la esposa del interventor, en cuyo caso tiene derecho a la penetración. Pero el tipo ha dado por hecho que no era una relación sancionada por documento religioso alguno y en consecuencia: ¡pecado contra el Espíritu Santo!

Dentro de la marea retrógrada que nos inunda, el Opus Dei está cobrando un papel clave, a pesar de que el Papa Bergoglio le ha quitado la mayor parte de sus prerrogativas. En el Ayuntamiento de Madrid, desde el Alcalde a varios concejales dan un tufillo a Opus que echa para atrás. Y en Vox, la obra se ha hecho con el poder, dirigidos por el tal Buxadé, que tiene todo el aire de ser supernumerario de los gordos. No me extraña que se vayan de ahí Espinosa y los de la facción menos meapilas. Con papel destacado de la ínclita Macarena Olona, ex candidata a presidenta de Andalucía. Esta señora no se ha limitado sólo a abandonar el partido, sino que encima se ha liado con un rockero antifascista, medio hippie y lleno de tatuajes, las vueltas que da la vida. Y encima, gallego, de Vigo ¿Que no se lo creen? Pues pinchen AQUÍ

En agosto, a falta de otras noticias, uno ha de entretenerse con este tipo de temas, que en su día se llamaban serpientes de verano. Pero, examinando las serpientes de este verano, yo llego a la conclusión de que estamos locos y que hemos salido tocados de la pandemia. Y otro síntoma de esta locura es la profusión de tatuajes, como los que ostenta el novio de Macarena. Es que sale uno a la calle y todo el mundo va enseñando sus tatuajes, debe de ser un negocio acojonante, casi mayor que el de los dentistas. La gente se hace unas averías irreversibles que no son sino un indicativo de esta locura que nos atenaza en el siglo XXI. Además, el que se hace un tatuaje, ya tiene que irlo enseñando todo el rato, lo que exige comprarse ropa ad hoc. Vean por ejemplo, lo que se había hecho en la espalda una señora que caminaba el otro día por mi barrio.

Lo dicho. Que estamos todos locos. Y que no decaiga. Y, por supuesto, sean buenos.