miércoles, 9 de agosto de 2023

1.240. De Mammoth Lakes al conflicto de Niger

Como les conté, tengo guardadas en mi casa las guitarras con las que Ghalia Volt suele actuar en Europa acompañada por su grupo (bajo, batería y teclista), mientras la chica cumple con algunos compromisos en USA en su versión one woman band. Entre esos bolos destaca el Mammoth Festival of Beers and Bluesapallooza de este año. Es este un festival que se viene celebrando desde 1986 en el pequeño pueblo de montaña del interior californiano conocido como Mammoth Lakes. El festival de este año se ha celebrado ya entre los días 3 y 6 de agosto, con un cartel espectacular: Kenny Wayne Shepherd, Larkin Poe, Samantha Fish, Christone Kingfish Ingram, Ally Venable, Shemekia Copeland y muchos más artistas del nuevo blues americano. Pueden ver el elenco del festival pinchando AQUÍ. El evento está consagrado a la cerveza y el blues, en un entorno campestre en el que los músicos confraternizan y renuevan sus contactos (y sus contratos). De allí me llega la foto que les muestro abajo: Ghalia y mi querida Sam flanquean a otro de los artistas del cartel, que se llama Eddie 9V.

Ghalia Volt está anunciada con su grupo para tocar este sábado, 12 de agosto, en Torreperogil (Jaen) y estoy a la espera de sus instrucciones para ver cómo le hago llegar las guitarras. Todo esto, mientras cae la tercera ola de calor sobre mi casa del barrio de Atocha, en la que nos refugiamos mi gato Tarik y yo, esperando tiempos más relajados climáticamente. Por cierto, ayer se celebró en todo el mundo el Día Internacional del Gato, dedicado a estos inteligentes animalitos, que han logrado domesticar al hombre (y no al revés) y que eran protegidos y amados por culturas tan ancestrales y desarrolladas como la egipcia. Tarik me recibió el lunes de vuelta de mi viaje imaginario (digamos que, como no me encontró nadie callejeando por la Plaza de Santa Ana, hemos de convenir en que estuve en Ámsterdam), con una sarta de maullidos entre los que se podía traducir fácilmente una queja: ¡no hay derecho, hombre, a que le dejen a uno solo tres días! Ya saben, supongo, que los diferentes maullidos de los gatos son un código de lenguaje que han desarrollado exclusivamente para relacionarse con los humanos; entre ellos no se maúllan. Vean cómo se acomoda Tarik para echarse la siesta sobre mis tobillos.

¿Cómo dicen? ¿Que lo que quieren es saber más detalles de mi viaje relámpago por tierras holandesas? Pero mira que son ustedes cotillas. Vamos a ver. Desde el primer post les he dicho que este es un blog eminentemente literario. Para darle vida y gracia, me he inventado un Emilio imaginario, un personaje literario de mí mismo, una especie de heterónimo o sosias. Pero además hay un Emilio real, que sigue su vida. El Emilio bloguero es un personaje que nunca se viene abajo, que es inasequible al desaliento y al que todo el rato le suceden cosas dignas de ser contadas en el foro. El Emilio real, en cambio, es un tipo algo más taciturno, con sus bajones y, por supuesto con su vida privada como cualquier otro ser humano. Durante bastantes años de blog, yo mantuve una relación de pareja, pero aquí no se contaba nada al respecto. Esa relación terminó, y tampoco supieron ustedes nada de ello. Ahora hay un tema incipiente, todavía en estado larvario, del que no les voy a dar muchos detalles.

Lo que pasa es que, como ya les he dicho también, el Emilio bloguero y personaje literario se va poco a poco apoderando del Emilio real. Es así como, en esta historia incipiente de la que les hablo arriba, me sucedieron un par de episodios de farmacia, cuyo potencial para el blog capté enseguida. Tenía que contarlos aquí, no podía dejar de aprovecharlos. Así que, haciendo de la necesidad virtud, los arropé con una parafernalia ad hoc, para ponerlos en contexto y de paso darle vidilla al blog, con un punto picante. Me limitaré a decirles que, en Ámsterdam, era la fiesta grande del Orgullo Gay, que dura toda una semana y tiene su día grande el sábado, el día en que llegamos. Y estaba lloviznando todo el tiempo, con temperaturas por debajo de los 20 grados. Así que la vuelta al horno madrileño ha sido especialmente dura, si bien ya les he comentado que este año el calor no está siendo tan agobiante como el pasado. Para bien o para mal, hemos tenido tres picos de ola de calor, separados por alivios tangibles y, así a lo tonto, estamos casi a mediados de agosto y esto está ya vencido.

Con escapadas como las que he tenido en estos últimos fines de semana, la cosa se soporta aún mejor. Como no tengo yoga en la academia hasta el día 17 y además llevaba más de un mes sin bajar a correr al Retiro, me he organizado un programa de ciclos de tres días: running, descanso y yoga en casa. Ayer estuve descansando del viaje, comprando algo de comer para las próximas semanas y fui a regar las plantas de una amiga que me ha dejado el encargo. Hoy he empezado mi programa bajando al Retiro muy tempranito para evitar los calores posteriores. Por fortuna, el parque no estaba cerrado, riesgo que se corre en Madrid, donde nos gobierna el único alcalde del mundo que cierra los parques por el calor (y ahora también las piscinas públicas a mediodía). Después de tanto tiempo, me he encontrado bien y he completado el circuito intermedio de 6,5 kms sin mayores agobios.

La verdad es que no puedo entender que haya gente que niegue todavía el cambio climático, hace falta ser tarugo. Cada vez hace más calor y eso es una evidencia. Y cualquier política inteligente ha de transitar por dos vías: la lucha contra y la adaptación a. Para irse adaptando al cambio climático, las ciudades se dotan de medios como parasoles, toldos y sobre todo muchos árboles. En este momento, reformar una plaza como la Puerta del Sol de la forma en que se está haciendo, es de ser muy paletos. Hace ya años que recibí a un curso de la escuela de arquitectura de Frankfurt. Venían los estudiantes para ver qué tipo de vegetación utilizábamos nosotros en las plazas, en el convencimiento de que, en pocas décadas los espacios libres en Alemania tendrían unas condiciones climáticas como las nuestras actuales.

Hace poco he tenido la ocasión de asistir a un seminario sobre el nuevo Plan Urbanístico de París, ahora mismo en tramitación y discusión. En los primeros párrafos de su memoria se formula la hipótesis de que París, en 2050, tendrá un clima similar al actual de Sevilla. No nos queda otra que adaptarnos. Pero hay una segunda línea de trabajo: la lucha contra el cambio climático. Aquí sí que entra ya la disidencia de los grupos negacionistas. Porque sostienen estos que el calentamiento global que sufrimos no se debe a la actuación del hombre, sino a variaciones cíclicas que se producen periódicamente de forma natural, como sucedió con las diferentes glaciaciones. Gentes como Donald Trump sostienen esta teoría, contra el 95% de los científicos del mundo. Dicen estos negacionistas que esto del calentamiento global es una excusa para que determinadas empresas, digamos ecológicas, se forren haciéndose las modernas y las preocupadas por el planeta, a costa de joder a la industria tradicional dependiente del petróleo.

Esto es lo que lleva a borricos como los alistados en Vox a suprimir las concejalías dedicadas al cuidado del medio ambiente. Pero es una teoría que no se sustenta. Porque, precisamente las grandes industrias, son las que se están decantando por transformarse y depender menos del petróleo que de las otras fuentes de energía más ecológicas, entre otras razones, porque se sabe que el petróleo del mundo no es infinito. Por ejemplo, cada vez son más los coches eléctricos e híbridos que circulan por las carreteras y cada vez menos los diesel. Cierto que en este sector hay mucho de postureo y funciona lo que en inglés se llama el green washing, el lavado de imagen ecológico. Las marcas compiten en la producción de vehículos eco-chachis, algo que se puede comprobar en los anuncios que nos asedian en la tele y en el cine.

Respecto a esto de los coches, quiero contarles un tema concreto y desmentir una afirmación que hice en su día en el blog y que he verificado que no es cierta. Recuerdan que yo tengo un acuerdo con la marca Toyota por el que cada cuatro años me renuevan mi coche híbrido. De hecho, el último de estos coches me lo dieron en junio y tiene ya unos 3.000 kms, tras mis viajes a Béjar y La Coruña. El cambio de coche me tocaba en abril pero, como en navidades, me enteré de que tenía que pedirlo ya, porque se estaban retrasando. A pesar de empezar los trámites en enero, incluyendo el pago de una señal, finalmente se retrasaron dos meses en darme el coche nuevo, por lo que incluso tuve que pasar la ITV del viejo, como les conté.

Bien, pues, cuando yo llamé a mi amigo de Toyota en Navidad, me explicó vagamente que ahora había que pedir los coches con mucho tiempo, porque la situación de la industria había cambiado mucho en estos últimos cuatro años. Yo entendí que me estaba diciendo que la industria del automóvil pasaba por momentos malos, porque ya no había tanta demanda, hilando lo que me decía con el hecho de que la gente joven ya no quiere coches, por motivos de cuidado del planeta. Ante eso, las marcas habían desechado la vieja práctica de fabricar continuamente para tener siempre un stock del que ir tirando, y habían empezado a fabricar coches bajo pedido: tú compras un coche y te lo empiezan a fabricar entonces. Incluso te facilitan una aplicación desde la que puedes ir siguiendo el proceso de fabricación.

Eso es lo que yo interpreté, ingenuo de mí, de lo que sibilinamente me contaba mi amigo de Toyota. La realidad es muy diferente y ha tenido que ser mi hijo Kike, muy puesto en los temas de la economía mundial, quien me sacara del error. La industria del automóvil está más pujante que nunca. A partir del tema del cambio climático, han centrado toda su inversión en construir coches eléctricos e híbridos, en parte por ayudar al planeta y en parte por el citado green washing. El problema es que los coches ahora son electrónicos, están gobernados por circuitos digitales, para los cuales se necesitan materias primas como el litio, básico para las baterías, lo mismo que para las de los móviles, tablets y ordenadores. Y en este momento hay escasez de esos productos y cuellos de botella en las cadenas de distribución.

Estos materiales preciosos, que son el nuevo oro, se obtienen sobre todo en países del tercer mundo, en condiciones lamentables, y conflictos como el de Ucrania, o la pasada pandemia, han generado retrasos en la llegada de componentes para las baterías, o circuitos integrados que se montan en China y tampoco llegaban por el cierre de fronteras del Covid. No soy un experto de estos asuntos, pero parece claro que son complejos y están detrás de muchos de los problemas geoestratégicos actuales. Por ejemplo, el conflicto de Níger. En este remoto y pobre país africano, unos generales han depuesto al presidente elegido democráticamente (en teoría), que es un peón de occidente. Por ello cuentan con bastante respaldo de la población. Níger sigue la línea abierta por sus vecinos Burkina Faso y Mali, que han tenido golpes militares apoyados por la población y están echando a los occidentales.

En Níger hay petróleo, oro, carbón y fosfatos, además del preciado uranio, que se necesita para las centrales nucleares, sobre las que se sustenta toda la economía de países como Francia. Hablo de todo esto con mi amigo Habib, que es de Ghana. Habib lleva 20 años en España, ha criado aquí a sus tres hijos y es hombre siempre ponderado. Le digo que Ghana es, para mí, uno de los países más democráticos y presentables de África. Dice que es así, pero que no escapa a los males y las corruptelas de todos los demás (las que les pude explicar del Congo Brazzaville, por ejemplo). Me cuenta Habib que, en Ghana, ha habido un reciente escándalo. Han entrado a robar a casa de una ministra del gobierno y, según la denuncia, se han llevado un millón de dólares que esta señora tenía en su casa y no en el banco. No huele muy bien.

Habib se marchó de su tierra hace mucho y dice que lo que está pasando en Niger, Burkina Faso y Mali no es otra cosa que una muestra de que la gente ya se ha hartado. También en Senegal, otro modelo de estabilidad democrática, hay un lío gordo: hay elecciones el año que viene y acaban de encarcelar al jefe del principal partido de la oposición, que ha sido disuelto formalmente, generando una gran contestación en la calle. Los países más potentes, unidos en la OUA, tratan de contener el descontento, para no perder el beneplácito de occidente y sus toneladas de ayuda humanitaria, pero el tema se está desbordando. Hace unos días ha circulado por ahí un vídeo de una africana, imagino que guineana por lo bien que habla español, que explica algunas claves del conflicto de Níger.   

Complicado mundo. Cada vez me reafirmo más en mi teoría: la mayor putada que se le hizo a los países africanos fue la colonización, pero la segunda mayor putada fue la descolonización. Los occidentales salieron por piernas, pero aseguraron sus negocios y dejaron a la gente en manos de tiranos y cabrones, sin la suficiente preparación para organizar democracias mínimamente solventes, con una división en países totalmente artificial y difícil de implantar en una región con muchos pueblos nómadas. Lo de Níger puede sumarse a Mali y Burkina, en donde rusos y chinos ya tienen una preponderancia apoyada en el grupo Wagner y otros. En esa situación, el que puede se pira, aunque se arriesgue a morir en la patera. Este tipo de historias está también detrás del cambio brusco de política de España en relación con el Sáhara.

Está claro que a Sánchez no se le ha ocurrido dar ese volantazo, es algo que le han soplado desde arriba. ¿Quién? ¿Biden? El Mohamed está ahora a partir un piñón con USA e Israel, además de los Emiratos. Las empresas yanquis y europeas pueden esperar un trato de favor en la región. Y no se olviden de que en el Sahara hay también petróleo, gas, fosfatos y uranio. Si no fuera así, a quién le iba a interesar semejante secarral. Y ya que hablamos de Sánchez, yo creo que vamos a nuevas elecciones. El enredo es de tal magnitud que ni siquiera un titiritero acreditado como el presidente parece capaz de ponerle el cascabel al gato. Y no descarten que el PNV no haga una de las suyas y empiece a decir que a Abascal no le huele el culo tan mal. En este país, sólo hay una cosa cierta: el PNV es el partido más fiable. Puede traicionar igual a unos que a otros. Eso, que sean buenos.

viernes, 4 de agosto de 2023

1.239. Bruno y el tadalafilo

Hay que ver la cantidad de gente que se ha ido de Madrid en esta semana, aquí no queda ni el apuntador. Pedro Sánchez se ha ido a Marruecos y dicen los de la lluvia fina que menudo escándalo. Lo mismo dirían si se hubiera ido a la Conchinchina. En el barrio esta todo cerrado, se han ido los floristas, el Matilda ha cerrado mes y medio, La Pitarra y los demás bares tienen el cierre echado. El único que queda es el pobre Jurgen, el peluquero, que está cada vez más gordo y me mira pasar con pesadumbre, porque apenas tiene clientes. Las señales de que el mundo se ha parado son clamorosas, El Roto ya no publica sus chistes diarios, ha cerrado el Ricla y ya les dije que la academia de yoga The Mysore Shala ha puesto el cartel de cerrado por primera vez desde que les conozco. Eso me ha obligado a seguir con el yoga en mi casa.

Para hacer yoga hay que vestirse adecuadamente y extender una esterilla en el suelo con espacio circundante suficiente para todas las posturas a desarrollar. Así que yo busqué mi esterilla, le quité la goma que la sujeta y la extendí en el suelo, observado atentamente por Tarik, que tiene una curiosidad invencible por cualquier cosa nueva. En cuanto la tuve puesta, Tarik se acercó y se tendió tranquilamente en el centro. Tuve que amenazarle: ¡¡¡Te kiri ya d’aquí capullo!!! Realmente es un tío grande el bueno de Tarik. El miércoles asistí al extraordinario concierto de Rick Estrin and the Nightcats. Quedé con mi amigo Críspulo en Atocha, adonde él llegó en uno de los autobuses gratuitos de sustitución que ha dispuesto la compañía de Metro durante las obras de la Línea 1. Desde allí subimos caminando hasta la zona de Callao, haciendo algunas paradas intermedias para obsequiarnos con cervezas y algo de picar y llegar contentos al concierto. La última nos la tomamos en el Varela, lugar de reunión de los gallegos de Madrid, de donde es la imagen que ven abajo.

A Rick Estrin lo vimos Henry y yo el año pasado en Cazorla y ya nos impresionó esta banda que dirige un septuagenario de aire entre José Sazatornil y Martínez el Facha, al que acompañan tres músicos muy buenos, con mención especial para Kid Andersen, un armario de cerca de dos metros que toca la guitarra como los grandes. De hecho, en 2022 fue elegido como el mejor guitarrista de blues del año. Suele salir a escena con pantalones de tela fina y una camisa por fuera, ambos de tonos claros, lo que hizo que Henry dijera que parecía que había salido en pijama. No es así, pero ya se quedó bautizado como El del Pijama. Además hay un batería negro medio acróbata y malabarista, que se lanza a tocar con sus baquetas por los focos y demás pertrechos del escenario. Un showman acreditado que se lo pasa pipa en escena. Y hay también un teclista muy bueno, que hace el bajo con uno de sus teclados. Pero el alma del grupo es el gran Rick, 73 años y toda una vida de músico a sus espaldas.

El concierto fue espectacular y estaba lleno, porque hay mucho turista yanqui por aquí y Rick es muy conocido y valorado en su tierra. Durante más de hora y media tocaron a toda velocidad, jaleados por un público entregado, y yo quiero mostrarles dos grabaciones que les hicimos. La primera es mía y corresponde a una de las propinas que dieron al final, un rock’n roll totalmente enloquecido con el que cerraron por fin su actuación. La gente les seguía pidiendo otra, pero ya no había tiempo de más. 

El segundo de los vídeos que les pido ver, lo grabó Críspulo, que se las arregló para colocarse en una esquina del escenario. Corresponde al momento intermedio en que Rick se va un rato a descansar, que al fin y al cabo tiene 73 tacos, y deja un hueco para el lucimiento de sus músicos. En este vídeo pueden ver el sensacional punteo de Kid Andersen (El del Pijama), con un pequeño guiño al Hey Macarena incluido. Después le deja el turno al batería, del que Críspulo grabó la primera parte de su show.

Estos músicos tan buenos, luego son gente sencilla, como todos los genios, y se quedaron por allí, firmando discos, en el caso de Rick y recogiendo sus platillos el batería, que venía con ellos desde USA, aunque el resto de la batería se lo facilitaba el local. Compartimos un rato con ellos, charlando de cosas musicales y de todo tipo. De ese momento son los selfies que nos hicimos, nuevas imágenes para la colección, que pueden ver abajo. De vuelta a Atocha, paramos a tomar la última en el Café Central, en donde acababa de terminar otra actuación de las que se disfrutan allí a diario.


Pero les estaba diciendo que de Madrid se ha ido todo el mundo. Incluso me he ido yo, puesto que este post lo empecé a escribir ayer por la tarde en casa, lo continué en el aeropuerto y durante el vuelo a Bruselas y lo estoy acabando aquí en mi habitación de una gite de Louvain la Neuve, ciudad universitaria belga donde la amiga misteriosa de la que les hablé está desarrollando una actividad lectiva de varios meses. A menos que todo esto sea una bola que me he inventado para darle un poco de vidilla al blog. A lo mejor, sale alguno de ustedes a la calle y me encuentra callejeando solo por la Plaza de Santa Ana, como aquel personaje de Montalbán que decía haberse ido a los mares del sur y estaba escondido a pocos kilómetros de Barcelona, en una chabola del degradado barrio de San Magín. Ya les he dicho muchas veces que soy gallego y que el propósito de este blog es esencialmente literario. Uniendo ambas circunstancias, la historia de mi viaje relámpago a Ámsterdam, lo mismo es cierta, que lo mismo es inventada, así que no se confíen.

Si admitimos que es cierta, pues entonces estoy efectivamente en una gite, literalmente madriguera, que es como los franceses denominan a esta especie de albergues baratos donde pasar una noche sin demasiadas pretensiones. Pero esta historia, de ser cierta, afectaría a dos personas y, aunque sé que muchos de ustedes están deseando que cuente alguna intimidad, saben que eso excede de los requerimientos éticos de base de un dandy coruñés como yo. Cotillas, que son unos cotillas. Pero sí les voy a contar algunas historias que se agolpan en mis recuerdos y que pienso que tienen relación con todo esto. Hace mucho tiempo, creo que pudo ser en el año 2008, yo desarrollé una amistad muy intensa con una chica extranjera que vino a Madrid de Erasmus y se hospedaba en mi mismo portal, en otra escalera. Era corredora como yo y nos encontrábamos en el portal o corriendo por el Retiro. Nos dimos los números y empezamos a salir juntos a correr.

Por aquellos tiempos, yo estaba hecho un mulo, no como ahora que me caigo a pedazos. Y llevaba a la chica con la lengua fuera, hasta suplicarme que parásemos a estrechar (así lo decía con su español incipiente). Con el tiempo, empezamos a quedar a cenar después de la carrera, y también a salir al cine o a conciertos de rock de los que era gran fan. Nos inscribimos juntos a varias carreras populares y llegamos a estar bastante unidos: a mí me bastaba una ojeada para saber si estaba contenta o tenía algún problema. Terminado el Erasmus, la chica volvió a su país y entiendo que sintió el mismo vacío que yo sentía, porque al poco me informó de una carrera que se corría en su tierra y a la que iba a apuntarse. Y me propuso viajar para correr la carrera con ella, propuesta que acepté enseguida.

Yo estaba entonces trabajando y se lo comenté a mis colegas, lo que suscitó una expectación inusitada. Mi amiga me había dicho que vivía en una casa pequeña, de un único espacio, pero que había un sófa (lo decía así, con el acento cambiado). Y todo el mundo estaba interesadísimo en saber si yo dormiría en el sófa o con ella en la cama principal. Naturalmente, nunca les aclaré este extremo (ni lo voy a hacer ahora) a pesar de que me acosaron por todos los frentes para que les dijera la verdad. Esas cosas no las cuenta un dandy como yo y no hay más que hablar. Me viene a la memoria la anécdota, al parecer cierta, de cuando Luis Miguel Dominguín se acostó con Ava Gardner. Terminada la faena, el torero saltó de la cama y se apresuró a vestirse. La dama le preguntó a dónde iba y el tipo contestó: a contárselo a todo el mundo. Ese es un estereotipo totalmente opuesto a mí, el del torero, macho alfa de libro, que, de haber vivido en esta época, seguramente sería un votante fiel de Vox.

Mi caso es distinto y más bien han de considerarme como al proverbial Clodomiro de la canción de los de Palacagüina: Clodomiro, Clodomiro, para dónde vas tan serio, voy a dar una vueltita allá por el cementerio, y en asunto de mujeres, cómo te trata la vida, me defiendo me defiendo, como gato panza arriba. Con más de 70, uno está más cerca, obviamente, de Clodomiro, que de Dominguín. Pero, siguiendo con la ficción, pues si no me encuentran esta noche en la Plaza de Santa Ana, a lo mejor es verdad que estoy en Louvain y que mañana voy a coger un tren a Ámsterdam para visitar la ciudad en buena compañía. Y por la noche tenemos reservado un hotel en el que, desde luego, no les voy a revelar cómo vamos a dormir, como no lo hice nunca en el caso de mi amiga corredora. En realidad no tengo ni idea de lo que vaya a pasar; en estas cosas, uno no puede nunca dar nada por sentado, porque las mujeres se guardan la posibilidad de decir que sí o que no hasta el último momento, es la dinámica de la seducción desde la Edad de la Piedra.

Recordando mis años de quinceañero, me viene a la memoria una escena tipo. Uno estaba con una chica, bailando y achuchándose muy acaramelados, hasta que llegaba el momento de decir la frase clave: ¿nos vamos a echar un polvo? Inevitablemente, la chica respondía en gallego, con otra pregunta: ¿tienes gomas? No, yo nunca tenía gomas y en tal caso, naranjas de la China. No sé si ahora los chicos las llaman de otra manera, en mis tiempos las gomas eran gomas. Y esto me lleva a otra historia, la de los motes que van evolucionando hasta no parecerse nada a los primeros. En mi colegio mayor, llegó un alumno nuevo de una ingeniería. Se llamaba Paco Pérez Escandón y acabamos apodándole Bruno. Les explico por qué. Al principio, lo veíamos muy serio (como Clodomiro) y todos lo llamábamos Escandon, ¿has visto a Escandon?

Pero, a medida que íbamos descubriendo que era un cachondo, pasamos a llamarle Escondón, he subido a Argüelles con Escondón. De ahí pasó a Esgomón, y de Esgomón a El Gomas. Aquí viene la transición decisiva, porque de El Gomas pasó a ser Bruno Gomas, y de ahí a Bruno a secas. Hace poco, mi hijo Kike me confesó que lee algunos de mis posts y que le había chocado que no supiera por qué se llama así el bar La Casa de los Minutejos. Yo escribí que no sabía si el relleno de los minutejos era oreja o morro. Mi hijo, que siempre ha sido del Atleti, conoce el bar, donde solía quedar con sus colegas para ir a los partidos del Calderón. Y dice sin dudarlo que lo que llevan esta especie de minisandwiches exquisitos es oreja. Por eso se llaman así: de la hora, el minuto y de la oreja, el minutejo.

Me estoy liando, pero es que, ante la perspectiva de que estas noches de Ámsterdam acaben como se están ustedes imaginando, recordé todo aquello de las gomas y pensé que un dandy como yo ha de viajar siempre provisto de todos los adminículos requeridos para cada eventualidad que se presente. Yo no tenía gomas en mi casa, el último paquete hace tiempo que se me caducó y lo tuve que llevar al punto SIGE. Así que bajé a una farmacia, un poco alejada de mi casa, no sin cierta vergüenza. La señora al otro lado del vidrio, me escrutó con su cara de comadreja. Necesito preservativos ꟷle dije. Su respuesta:  ꟷ¿Normales o sensitivos? Hay que tener mala uva. Me acordé del tipo medio subnormal, que sólo sabe decir UNVERMÚ (un chiste de cuando yo era joven). Así que va a los bares, pide UNVERMÚ tras otro y está todo el día borracho. Un amigo se apiada de él y le enseña a decir UNCAFÉ. Contentísimo, va a su bar preferido, se perfila y suelta: UNCAFË. El camarero le pregunta  ꟷ¿Solo o con leche?, a lo que el tonto responde finalmente UNVERMÚ.

Estos eran chistes crueles, de tontos y gangosos, que ahora no se pueden contar en según qué ambientes. Pero la señora de la farmacia reprodujo la crueldad del camarero del chiste. Lo que pasa es que yo ya iba preparado y tenía una respuesta ad hoc: ꟷAh, no sé, son para mi hijo, que le voy a dejar la casa unos días y quiero que no le falte de nada. Ante eso, me dio los que ella quiso. Pero no fue este el único incidente preparatorio que tuve que sufrir. Porque, pensando sobre el tema, me entró la duda de si, a mis años, voy a estar a la altura y cumplir con el objetivo. Hace tiempo desde la última vez que me vi en tales apreturas y, aunque entonces no tuve problema, los sesentaytantos no son igual que los setentaypico. Me vino a la mente la palabra viagra, algo que no he probado en mi vida. Y decidí consultárselo a mi médico.

El tipo se mostró sorprendido de que no hubiera necesitado algo como eso hasta los 72, y me reveló que la mayoría lo pide mucho antes. También me dijo que eso de la viagra es algo anticuado, que ahora hay una cosa mejor y con menos riesgos: el tadalafilo. No se acuesta uno sin saber una cosa nueva. Me lo puso en la tarjeta sanitaria y me fui, esta vez sí, a mi farmacia habitual, donde todos me conocen, dependientes y clientes. Estaba la farmacia llena y yo, discretamente, le pasé la tarjeta al chaval y le dije que quería lo que tenía recetado. El mancebo consultó la pantalla y dijo que allí no había nada pendiente. Le pedí que mirase mejor, que el médico me había incluido un medicamento nuevo. Entonces encontró el tadalafilo, pero no le sonaba de nada. A voces, pidió aclaración a su jefa, que estaba al fondo del local: ꟷ¿Tú sabes qué es eso del tadalafilo? También a voces respondió la doña desde la trastienda: ꟷSí, hombre, sí; es una cosa igual que la viagra pero más moderna.

No saben el bochorno que pasé. En un instante las miradas de todos los clientes se focalizaron en mi cara, observándome con cara de desagrado absoluto y expresando un pensamiento nítido: ꟷHay que ver, este abuelo, tan viejo y tan marrano, el tío sátiro. Salí como pude del apuro y aquí me tienen, provisto de todos los pertrechos necesarios para un par de noches de fábula. Ambas anécdotas de farmacia, son historias genuinamente blogueras, por eso se las he contado. Hace unos años tal vez las hubiera guardado para incorporarlas como gags a una eventual novela. Pero hace tiempo que he dejado de pensar en ser escritor y me he resignado a ser un simple blogger, que tampoco está mal. Para el blog eran perfectas, pero de lo demás, no esperen que les dé muchos más detalles. En los siguientes posts cambiaré elegantemente de tema y les dejaré con la duda de si todo esto es real o es una ensoñación y, en el primer caso, cuál fue el desenlace. Sean buenos en cualquier caso.

martes, 1 de agosto de 2023

1.238. Agosto

Sí señor, entramos hoy en un mes en el que todo el mundo huye de Madrid. Yo creo que la gente tiene en la memoria el verano terrible de 2022, en el que se mantuvieron durante dos meses y medio temperaturas en torno a los 40 grados, 43 en el sur como comprobé yo cuando viajé solo a Jerez de la Frontera para asistir al concierto de Samantha Fish y compartir unos inolvidables ratos con ella como quedó acreditado en las FOTOS correspondientes. Este año, el calor extremo es intermitente, pero la gente ya tenía preparados planes para salir de la ciudad y huir del bochorno. Eso hace que la ciudad se haya vaciado en estos días. Por ejemplo, mi academia de yoga cierra hoy hasta el día 17 y después, hasta el 1 de septiembre, abrirá con un horario disminuido, que excluye mi hora favorita de las dos de la tarde. Es mi tercer verano en esta disciplina donde, hasta ahora, nunca se habían interrumpido las clases.

En este caso, el cierre se debe a que ya no está Elena, la chica que me metió en el asunto, que se ha marchado a otra academia. Elena es una trotamundos de culo inquieto, a la que conocí hace años en Billar de Letras, club que abandonó muy pronto, aunque yo me había apresurado ya a conectarme con ella por Facebook. Elena solía cogerse las vacaciones fuera de temporada, como hago yo y eso permitía a la academia no cerrar nunca. Ahora, los profesores que quedan han decidido irse todos. También ha cerrado el Ricla, no sé hasta cuándo. Durante la segunda quincena de agosto, únicamente lo visitaré cuando me avisen de algún guiso especial, o me apetezca subir a comer con ellos, porque no voy a tener yoga a las dos de la tarde hasta septiembre. Henry Guitar y Billar de Letras también han cerrado, de modo que sólo me quedan las clases de inglés con Ed, como la que hemos tenido esta mañana. Es tiempo, pues, de descanso, en esta vida acelerada que llevo desde la jubilación.

También es momento de recoger lo sembrado, y recibo algunas muestras de que a veces las líneas abiertas dan sus frutos. Por ejemplo, mi amiga Ana Ruiz-Bowen, profesora de Desarrollo Urbano en Lille que me ha invitado varias veces a dar clases presenciales y on line en su máster de Smart Cities, me pidió por Whatsapp mi dirección postal, para enviarme “un detallito” según precisaba su mensaje. Ya he recibido el detallito, se trata de un ejemplar del libro que su escuela técnica ha editado con los proyectos presentados en el concurso Reinventing Cities Students del que yo le avisé. Ana imparte su máster en una de las Grandes Écoles de Francia, en concreto, la de Ingenieros de Caminos, conocida por su acrónimo JUNIA. En Francia, estas Grandes Écoles son la crème de la crème de las ingenierías y de ellas salen los mejores profesionales del país. Ingresar en ellas es difícil, tienen unas notas de corte altísimas y para mí ha sido un honor que me inviten a dar clases en esta JUNIA. Vean mi imagen con el “detallito”.

Si se fijan, verán que Ana se despide con un “hasta pronto”, lo que sugiere que tal vez me busque para nuevas colaboraciones. También surgen semillas de lo sembrado en el mundo del blues. Después de la pandemia, se revivieron una serie de festivales de blues que llevaban ya más de 30 ediciones, como los de Cazorla y Béjar o el de La Isla del Blues en diversas localizaciones de la provincia de Cádiz. Además, han aparecido otros nuevos, como el Bilbao Blues Festival, que se inició el año pasado y este año acaba de celebrar su segunda edición. Con dos estrellas brillando sobre los demás participantes. En primer lugar, el gran Rick Estrin, el bluesman septuagenario de California que toca la armónica y canta como un crooner al frente de su grupo The Nightcats, los gatos noctámbulos, en el que destaca un guitarrista del que les conté que salió en Cazorla vestido con algo que parecía un pijama.

Rick fue la estrella de la primera jornada del festival. El segundo día, ese honor recayó en mi admirada Ghalia Volt, la chica belga de poco más de 20 años, a la que he visto dos veces, en Madrid y en Baeza. Ghalia cerró el festival y mi amigo Dani, del Puerto de Santa María, voló a Bilbao para verla. A mí me avisó, pero me excusé diciéndole que este era mi único fin de semana de descanso en casa, después de ir a Béjar y La Coruña y antes del próximo que luego les cuento. No estaba yo con ánimos de ir, pero la cosa ha traído un corolario muy curioso. Porque Ghalia está contratada para tocar el día 12 en otro de los festivales históricos del blues en España: el de Torreperogil (Jaen). El director de ese festival, José Luis, es amigo mío, le conocí en Baeza, bailando en las primeras filas del concierto de Ghalia. En Béjar nos saludamos en la plaza de toros y me animó a ir a su festival, cosa que no le aseguré.



Pero, a lo que vamos. Ghalia debe tocar el 12 en Torreperogil y, entre esa cita y la de Bilbao, ha de cumplir con varios bolos en USA. Y le parecía absurdo tener que hacer el viaje de ida y vuelta cargada con sus pesadas guitarras y su aparataje para las actuaciones. Necesitaba un lugar donde dejar todo eso diez días. Y ¿saben cuál será ese lugar? Sí, señor, han acertado: mi casa. Dani me llamó para consultarme el asunto y rápidamente le di la solución, a partir del dato de que Ghalia tenía vuelos para cruzar el charco de ida y vuelta desde el aeropuerto de Barajas. Mi admirada artista volaba ayer a mediodía desde Bilbao. Y yo imaginé un plan. Iría a recogerla, llevaríamos las guitarras a casa, luego la invitaría a comer en algún lugar (por ejemplo el Yokaloka, japonés del mercado de Antón Martín). Y finalmente la llevaría a su hotel.

Creía que Ghalia había reservado una noche en algún hotel del centro. Pero no era el caso. Su hotel estaba al lado del aeropuerto (es una mujer práctica). Así que la recogí en Barajas y me propuso un plan alternativo lleno de lógica. Mejor la llevaba directamente a su hotel, la dejaba allí y luego me iba yo al centro con las guitarras. Ella confía en que no voy a aprovechar para venderlas y que se las cuidaré, con la ayuda de Tarik. Además, me dijo que en Madrid no se le había perdido nada, que ya lo conoce, que hace mucho calor y que lo que más ansiaba era disponer de una tarde para tumbarse a la bartola y descansar. Su hotel estaba en la zona de Alameda de Osuna, un establecimiento compuesto por pequeñas edificaciones tipo bungalow, en un entorno silencioso y con buen aire acondicionado. Allí la dejé y me fui a Atocha, donde dejé el coche en el parking y me acerqué al Yokaloka a comerme yo solo un surtido de sushis. Luego cargué con los pesados bultos de Ghalia para subirlos a casa. Por si se creen que me he inventado todo esto, aquí tienen el selfi que nos hicimos en mi coche para mandárselo a Dani.

El bulto principal de Ghalia está en una funda que parece de un contrabajo. Allí se guardan dos guitarras eléctricas y una cigar box guitar, además de los zapatos de tacón de aguja y otra serie de pertrechos de los que usa en sus actuaciones. El bulto pesaba como un demonio y no era el único, también me dejó la bolsa del merchandising con un montón de vinilos de su segundo disco que yo ya tengo. Así que, después de mi comida solitaria japonesa, hube de acarrear todo ello en un solo viaje desde mi parking del Reina Sofía hasta casa y llegué ciertamente derrengado, pero feliz de poderle ser de utilidad a esta chica tan maja. Pero les he hablado más arriba de Rick Estrin. Vi a este caballero el año pasado en Cazorla, en su primera visita a España y se conoce que le ha cogido gusto a nuestro país, igual que Tommy Castro. De Estrin les traje al blog un tema de cuando la primera campaña de Donald Trump, de la que salió presidente. Rick vio venir el peligro y publicó este tema que les repito, porque desgraciadamente está de nuevo de actualidad. Rick juega con las palabras dump (tirar a la basura) y chump (gilipollas).

Rick Estrin está de gira veraniega por nuestro país y mañana toca en el Café Berlín, en la Costanilla de los Ángeles. Me avisaron del concierto los de la Sociedad del Blues de Madrid, que cada domingo por la noche me envían la reseña de los conciertos de blues de la semana siguiente. Llamé a Henry Guitar, pero anda por Asturias con su familia. Así que finalmente iré únicamente con el Críspulo, baterista veterano de los tiempos heroicos del rock vallecano y nos lo pasaremos de puta madre. Ver a Rick Estrin en un local más bien pequeño por 20€ es un verdadero lujo; si Críspulo no estuviera en Madrid, creo que me habría ido solo. Por cierto, no he vuelto al Café Berlín desde que vi allí a Checopolaco, en compañía del Coronel Groucho.

Y en cuanto al festival de Torreperogil, pues tengo la duda. Si encontrara algún colega que se viniera conmigo, me iría a ver a Ghalia Volt. Pero me da una cierta pereza irme solo hasta un lugar pequeño en el culo del mundo y con este calor. Ahora mismo, creo que sólo haría un viaje de ese tipo, para ver a Samantha Fish, como el año pasado en Jerez, o para ver al gordo Christone Kingfish Ingram. Otra cosa es ir a París o a Bruselas, donde tengo mil entretenimientos complementarios, ya saben que soy urbano y que no me gusta el campo. Pero, tras hablar con algunos de los organizadores de festivales de blues en estos últimos saraos, he verificado que Samantha ha subido el caché bastante, lo que la excluye en principio de festivales de este tipo. Y con el gordo, el problema es otro. El gran Kingfish, 24 añitos y 180 kilos de peso (en canal) resulta que tiene miedo a volar, por lo que de momento es inviable que salga de los USA, salvo a Canadá.

Me dice algún lector que últimamente hablo menos de Samantha. Es porque su último disco y su colaboración con Jess Dayton me gusta menos que sus versiones anteriores. Echo de menos al teclista Matt Wade y la baterista Sarah Tomek, con los que formaba un grupo extraordinario, que yo vi tres veces. Pero ella sabe cómo seguir su carrera al estrellato y, de momento, ya ha sido incluida en el cartel del Crossroads de este mes de septiembre en LA. El Crossroads es un festival anual que reúne a los mejores guitarristas de blues y rock del mundo y que no se ha celebrado desde la pandemia. El festival lo organiza Eric Clapton, quien decide personalmente a qué artistas se invita. Y en el de este año ha incluido por primera vez a Samantha y a Kingfish, como representación de los jóvenes talentos. Es un cartel donde no está Ghalia Volt, ni Damon Fowler, ni Tab Benoit ni las chicas de Larkin Poe. Véanlo.

Fíjense que en la amplia paleta de guitarristas no hay más mujeres que Sheryl Crow y Samantha Fish, además de dos artistas del country local, Sierra Hull y Molly Tuttle. Para Sam esto es ya un reconocimiento importante. A finales de año va a hacer una pequeña gira con la Steve Miller Band, que da muestra de su subida de caché, aunque a mí Steve Miller siempre me ha parecido un pedorro. Samantha sigue su carrera ascendente y yo estoy deseando que termine con Jess Dayton y vuelva a formar una banda como las anteriores. Y, en cuanto a mi posible viaje a Torreperogil, pues si consigo algún compañero, a lo mejor me animo todavía.

Pero antes de esto, tengo un viajecito este próximo fin de semana, que se inserta en la zona de mi vida que no se cuenta en el blog. Tal vez recuerden que yo tenía mi último viaje por Europa enhebrado sobre varios puntos: concierto de Sam en el Bataclan de París, excursión a Le Havre con mi amigo Alain Sinou, visita a mi hijo Lucas en Lille. Y un último asunto consistente en encontrarme con una amiga en Bruselas para ir juntos a Ámsterdam. Este asunto se frustró porque mi amiga tuvo que volver a Madrid repentinamente por un tema familiar, así que yo decidí irme solo a Ámsterdam, ocasión que aproveché para visitar Utrecht. Pues ese viaje era en cierta forma una cuenta pendiente, que vamos a saldar en este inminente fin de semana. Ya saben que un dandy coruñés de verdad nunca revelaría la identidad de la prójima, por salvaguardar su buen nombre, así que no me pregunten. Aquí parece que se cuenta todo, pero no es así, pongamos los puntos sobre las íes y las diéresis sobre las úes. A efectos del blog, yo solamente hago las cucharitas con Tarik, como pueden ver en este videoselfie, en el que se aprecia cuan efusivo es mi querido compañero.

Mi gato es experto en hacerte peeling y te deja la piel como recién frotada con piedra pómez. Y ya que hemos hablado de hacer las cucharitas, hace unos meses traje al blog la figura de Lady Spoon, la mejor tocadora de cucharitas del mundo, esa señora desdentada que acompaña a un músico callejero que canta y toca la guitarra, ayudándose únicamente de un par de cucharas soperas. Esta señora, que no conserva ni un solo diente en la boca, sostiene que eso de tener dentadura está sobrevalorado, que ella no la echa de menos para nada. Bien, pues otras que manejan bien las cucharas son las chicas de Beloe Zlato, esas jóvenes y guapas rusas de las que les mostré un vídeo en el que llegaban apuradas a subirse en un tren y luego cantaban el California Dreaming mientras los paisajes nevados que se veían por la ventanilla viraban hasta convertirse en playas de California. En este grupo, únicamente hay una que toca la balalaika, pero las otras no se desempeñan mal con las cucharas. Véanlas.  

¿Serán estas chicas partidarias de Putin? No puede saberse. Desde luego, su vídeo en el que soñaban con llegar a las playas de California es anterior a la guerra de Ucrania. En agosto, todo se para menos las guerras, que continúan con su terrible destrucción. Es increíble cómo nos hemos acomodado a convivir con una guerra en el centro de Europa, que dura ya año y medio. Por estas tierras, Pedro Sánchez continúa sus vacaciones en la playa y ya veremos si es capaz de, a la vuelta, ponerle el cascabel al gato (sólo él puede). En caso contrario, vamos a nuevas elecciones. Desde la izquierda se tiene la esperanza de mejorar resultados, confiados en el impulso del que remonta. Pero la última vez que Sánchez intentó una repetición, salió escaldado y tuvo que ir a darse un abrazo con Pablo Iglesias. Veremos. Aquí, si las repite y sale peor, lo mismo tiene que correr a Waterloo a darle un abrazo a Puigdemont. Qué asco, por favor.

Otras que habrán de remontar son las chicas de la selección femenina de fútbol, que el otro día sufrieron un varapalo tremendo frente a Japón y han quedado segundas de grupo. Pero, paradojas de la vida, las japonesas tendrán ahora en su lado del cuadro a Estados Unidos, Suecia y Noruega, rivales muy potentes a los que esquiva España por haber perdido con las niponas. Es la vida: el que gana, pierde y el que pierde, gana, como en las elecciones generales. Les dejaré con una foto de dos de las jugadoras más mediáticas de España, la sevillana Olga Carmona, que por apellido y rostro podría ser vocalista de Ketama o algún grupo similar, y la pontevedresa Tere Abelleira, autora de uno de los mejores goles del mundial hasta ahora. Sean buenos.