viernes, 9 de marzo de 2018

711. La lavadora

Día después de la gran jornada de las mujeres en las calles de todas las ciudades del mundo (las españolas, las primeras). Un día histórico que marcará un antes y un después. He de confesar que, de entrada (como el PSOE con la OTAN), tenía ciertas reservas con la convocatoria de huelga y manifestación. Abajo explicaré por qué. Pero tengo que reconocer que el apoyo masivo a esta iniciativa le ha hecho cobrar un peso que ha desbordado todas las previsiones. Quien haya estudiado las tesis del materialismo dialéctico (Marx-Engels), recordará que las situaciones y los movimientos suelen crecer y reforzarse de forma tranquila y gradual, hasta el momento en que se alcanza la masa crítica que induce un salto cualitativo. Y que esta parte del proceso suele ser vertiginosa y genera un avance irreversible, tras el cual nada vuelve a ser igual. Pues ayer parece que sucedió un fenómeno de esta naturaleza.

Cuando digo esto no me guío por los periódicos, las noticias, ni siquiera las imágenes de TV. Yo estuve ahí y percibí la singularidad del momento. Por la mañana ya me sorprendió la cantidad de compañeras que salieron a la calle de 11.30 a 12.30, prácticamente la mayoría. Para mí fue un día normal de trabajo, en el que estiré la jornada hasta las 17.00. Después cogí el coche, lo dejé en mi plaza de parking del Reina Sofía y me dirigí caminando a través del Retiro, en dirección a la clínica dental, donde llevan más de un año preparándome un implante por el sistema pasito-a-pasito-suave-suavesito. Mi cita era a las 18.00 y, a la ida, ya encontré la plaza de Atocha cortada a los coches y empezando a llenarse de grupos con mayoría femenina, mucho color morado, banderas, expresiones festivas, chicas pintándose los pómulos unas a otras. A la vuelta, aquello era el desiderátum, a pesar de la llovizna. Me costó bastante atravesar la masa. En un momento dado me quedé bloqueado, sin poder avanzar. 

Ya saben que las multitudes no me agobian, que me siento como pez en el agua en medio de la masa. Poco a poco, conseguí avanzar de lado, sobre todo desde que el grueso de la manifestación empezó a avanzar hacia Cibeles. Mi plan original era haber subido un rato a casa a descansar, hasta mi siguiente cita. Pero perdí mucho tiempo cruzando la multitud. Así que me subí al Metro en dirección a Tribunal. Me crucé con dos trenes en sentido contrario literalmente abarrotados de gente con banderas y gorros morados. Mi destino era el Colegio de Arquitectos, donde se presentaba la nueva revista a las 19.30. Estuve allí como dos horas, saludando colegas a los que hacía tiempo que no veía (pocas chicas) y haciendo un poco de networking/lobbying del proyecto Reinventing Cities (disculpen, desde que participo en calls, me he vuelto muy moderno) Luego regresé a casa andando. Y hube de cruzar la Gran Vía, por donde discurría entonces la manifestación en todo su potencial. Me dejé llevar un rato por ella mientras me iba moviendo hacia el lado contrario.

El espectáculo era grandioso. Tres horas después del inicio, la fiesta seguía sin descanso. Había batucadas y grupos musicales. Mujeres de todas las edades, con niños, con las abuelas. Bastantes hombres integrados en el continuo. No se veían los extremos de la marcha, ni por delante ni por detrás. Y todo el mundo estaba contento y seguía coreando diversos estribillos, como Manolo, manolo, hoy te haces la cena solo. Y el mejor de todos: me aprieta el chocho, la talla 38. Fue allí donde percibí que estaba sucediendo algo histórico. Que el movimiento de las mujeres es imparable, como lo es el de la sensibilidad medioambiental y algunos otros. Es el mundo que viene. Si el tabaco desapareció de nuestras vidas, el dominio del macho, como los coches en las ciudades, tiene los días contados. El que no lo sepa ver, se quedará atrás y no entenderá nada.

He dicho que antes del día D tenía mis reservas. Bien, hace años que soy partidario sin dudarlo de la igualdad de géneros, o de sexos, como se decía antes. No veo que haya razón para la llamada brecha salarial, las mujeres han de cobrar lo mismo por trabajos similares y no hay motivo para que sean menos que los hombres en ningún terreno. Como lo cierto es que no es así, entiendo que estén hasta las tetas de que no se les haga caso y monten cirios como el de ayer. Lo que pasa es que, en estos momentos, el feminismo está, digamos, de moda; mola eso de apoyar a las mujeres en sus luchas y hay mucho postureo y mucha gente que se apunta a la tendencia de boquilla y luego siguen siendo unos machistas de mierda. Por decirlo de forma más culta, en todo este ruido feminista, hay componentes sustantivos y componentes adjetivos o, si lo prefieren, retóricos.

Por ejemplo, la duplicación de género en los discursos de nuestros políticos, para mí, es indudablemente adjetiva. Puro postureo y, encima, cansino. Un orador puede decir en su discurso que se solidariza con los ciudadanos y las ciudadanas marginados y marginadas, recibir los aplausos del auditorio y luego irse a casa y pegarle a su señora (yo he visto a un concejal socialista poner verde al PP local por su política medioambiental, decir que el gobierno municipal nos está intoxicando con el CO2 y, a renglón seguido, montarse en su todo-terreno diesel y salir a toda pastilla en dirección a Majadahonda, donde viven todos los sociatas. Lo juro. No es de extrañar que, años después, apareciera entre los usuarios de tarjetas black). Yo soy bastante desconfiado con esto de los postureos, las modas y las tontunas, y vigilo cualquier tendencia que no me parezca sincera sino impostada. Y lo digo en el blog. En cualquier caso, son mis opiniones y ya saben que las opiniones son como los culos, que cada uno tiene el suyo.

Bien, pues en cuanto a lo del Día Mundial de la Mujer, previamente me dio un tufo a rollo adjetivo o retórico; cierto que después, al ver el seguimiento masivo y tras participar en el lío en un par de tramos, comprendí que estaba equivocado. ¿Y por qué me había dado ese tufo? Pues tal vez porque estoy hasta la gorra de días mundiales. Porque los 365 días del año son días mundiales de algo. Sin ir más lejos, el 4 de marzo fue el Día Mundial del Papiloma. ¿Cómo dicen? ¿Que es una comparación inadecuada que puede resultar ofensiva? Vale. Mis disculpas. Sustitúyanlo por el próximo día 22, Día Mundial del Agua. Hoy mismo, es el Día Internacional del Dj. En fin. Que lo de los días mundiales es muy cansino (iba a decir es muy coñazo, pero a ver si me van a regañar también por eso). En el Primer Mundo en el que vivimos, hay mucho postureo. Tal vez sea el tipo de sociedad donde las mujeres viven mejor (piensen en el universo musulmán), pero están en su derecho de quejarse de todo lo que les resulte discriminatorio o injusto.

Así que, dirán ustedes: ¿y qué es lo sustantivo para ti en este tema? Pues, entre otras cuestiones decisivas, algo que ya he contado en alguna ocasión en el blog y aquí enlazamos con el título del post: la lavadora. El martes pasado asistí a la presentación del libro Ciudades Igualitarias, Guía de Urbanismo y Género, un libro que se ha elaborado por un equipo de la Dirección General a la que pertenezco. El título está cuidadosamente elegido; no dice urbanismo de género, sino urbanismo y género. El urbanismo es una cosa y el género, otra. Un urbanismo que merezca tal nombre ha de ser inclusivo y diseñar una ciudad que tenga en cuenta no sólo a las mujeres, sino también a los niños, a los adolescentes, a los viejos, a los minusválidos, a los dependientes, a las embarazadas, a las personas que circulan cargadas con la compra o con maletas. De eso va el libro que presentamos el otro día.

Las autoras son dos mujeres que hablaron en el acto de presentación. Una de ellas, la historiadora Begoña Pernas, dio un discurso contundente y brillante, a partir del cual la incluyo en el Olimpo de las autoras feministas con un discurso creíble y eficaz que me ha tocado escuchar. Las otras oradoras que tengo en ese Olimpo son dos investigadoras reputadas: Yayo Herrero, que se define como ecofeminista, e Inés Sánchez de Madariaga, arquitecta experta en el tema. A ambas las he escuchado en conferencias de las que se ha hablado en el blog, al final de las cuales me he acercado a felicitarlas. Y resulta que Inés estaba precisamente entre el público asistente a nuestro acto del otro día y, al final, la abordé. Quería que me precisara un dato que le había escuchado en otra ocasión y con el que no me había quedado: el porcentaje de mujeres que tienen lavadora ahora mismo en el mundo.

La lavadora es el gran invento de la Humanidad y uno de los elementos decisivos en la lucha por la liberación de la mujer. Yo he vivido en los tiempos sin lavadora y mi madre, mi tía Lola y las mujeres que les ayudaban en casa, empleaban un tiempo y un esfuerzo agotadores frotando la ropa mojada en una pila de piedra de superficie inclinada y roturada. La lavadora fue una bendición para las mujeres de mi casa. En estos momentos, mientras ustedes leen este post, la mayoría de la población de las regiones subdesarrolladas y depauperadas de la tierra carece de lavadoras. Y, en muchos casos, hasta de agua corriente. Eso supone que es la mujer la que se levanta de madrugada y acude a la fuente a por agua para preparar el desayuno de toda la familia. La proporción de mujeres sin lavadora que le escuché decir a Inés me pareció escandalosa, pero no me quedé con la cifra (pensaba en tres de cada cinco o algo similar) y por eso no la cité en el blog (aquí, sólo datos contrastados).

Así que me acerqué a ella el martes y le pregunté al respecto. ¿Y tú quién eres? –quiso saber. Un blogger amante de la precisión –le respondí. Entonces me dio el dato. La proporción no se refiere a mujeres, sino al total de población. Pásmense: la población mundial tiene, como saben, unos 7.000 millones de gentes. Pues de esa población sólo 2.000 millones tienen (tenemos) lavadora. Le contesté que ya no se me iba a olvidar el dato nunca más. Entonces, con una sonrisa, me confesó que la tesis no era suya, que ella se había limitado a reproducirla en sus libros y citarla en sus charlas. Que el investigador que había llegado a esa conclusión era Hans Rosling. Anoté el nombre y, nada más llegar a casa, lo busqué en Internet. Y averigüé que Hans Rosling fue un médico, estadístico, blogger, profesor y conferenciante de nacionalidad sueca, fallecido de cáncer de páncreas hace justamente un año, el 7 de febrero de 2017. He buscado entre los vídeos de sus conferencias uno en el que se hablara de la lavadora y lo he encontrado para ustedes, con subtítulos en español. Les recomiendo que se lo pongan en pantalla grande y lo vean con atención: es cojonudo. Pero, antes, repitan conmigo: ME APRIETA EL CHOCHO, LA TALLA 38. Buen finde.  


martes, 6 de marzo de 2018

710. De la muerte y las canciones de redención

Hace unos días se murió Forges y, en la vorágine en que vivo, no fui capaz de escribir ni una mínima necrológica, a pesar del asombro infinito que, desde ese día, nos produce a todos levantarnos cada mañana en un mundo ya para siempre sin Forges. Mi fallo no tiene enmienda posible y, además, he encontrado lo que yo debería haber escrito, en la pluma de otro: mi reciente amigo Carlos Santos, el autor del libro sobre el bar El Avión. Salió ayer en el 20 minutos y, si no la han leído, AQUÍ pueden consultarla.

Hace unos quince días terminé mi Post #706 con el link a un emotivo vídeo en el que un puñado de amigos americanos de Joe Strummer le dedicaban un sentido homenaje al poco de su fallecimiento repentino a finales del año 2002. En el vídeo se veía la actuación de unos grafiteros que confeccionaban un mural en honor al músico muerto, sobre el sonido de su propia versión de una canción mítica: el Redemption Song, que muchos años antes compusiera Bob Marley, el gigante de la música jamaicana cuya desaparición nos dejó tan huérfanos como la de Forges. La muerte es algo con lo que nunca se cuenta, en esta civilización urbana en la que todo lo feo se esconde detrás de un muro de buenismo, pseudo-optimismo y falsos oropeles. Pero la muerte es algo natural, con lo que más nos valdría acostumbrarnos a convivir.

Porque nadie tiene la posibilidad de elegir un final alternativo. Los finales felices suceden sólo en las películas de Hollywood. La vida es una película que siempre acaba mal. Pero la muerte no tiene por qué ser percibida como algo negativo; es el contrapunto de la vida y lo que la hace tan maravillosa: si fuéramos inmortales, esto se convertiría en un coñazo insufrible. A mis 67 años recién cumplidos, supongo que ya es hora de que empiece a aprender a mirar cara a cara a la muerte. A mí la muerte no me da miedo. Me dan miedo (mucho) otras cosas: la enfermedad, el dolor, la miseria, la maldad, la traición, el abandono, la pena, la desolación, la guerra. Y la muerte de los seres queridos, por supuesto. Disculpen que hoy mi pluma se deslice por estos vericuetos, pero es que varios de mis lectores habituales me han pedido más información sobre el vídeo de Strummer y en esa información la muerte ocupa un lugar destacado. De todas formas, la he incluido en el título del post, para que no me digan que les pillo a traición.

Redemption Song es probablemente la última canción que compuso Bob Marley y voy con la primera parte de la historia. Marley nació en 1945, en un pueblo de Jamaica, hijo de una chica de 18 años y un inglés blanco bastante mayor, que nunca quiso saber nada de ellos, aunque parece que sí les mandaba dinero. Bob y su madre no tenían agua ni electricidad en su casa. Tampoco se podía pensar en una escolarización adecuada para un chico nacido en ese escenario de pobreza extrema. Es importante dejar esto sentado, porque explica muchas cosas de su comportamiento posterior. Bob tenía un talento natural para la música y, con unos amigos, empezó a montar grupos y se fabricó una carrera que llegó a ser un fenómeno mundial. Pero era alguien con una cultura bastante limitada. Y cayó en las redes de la Iglesia Rastafari, que fundaron diversos prohombres jamaicanos sobre la figura del reverendo Marcus Garvey.

Garvey fue un político y empresario jamaicano de los años 30 que en sus discursos solía mencionar que el pueblo jamaicano venía de unos antepasados a los que habían capturado por la fuerza en sus tierras africanas para venderlos luego como esclavos. Y proclamaba que estaba a punto de llegar un Mesías negro que los llevaría de vuelta a su Arcadia original, en donde volverían a ser dueños de su destino. Cuando Haile Selassie es nombrado Emperador de Etiopía y Rey de Reyes, algunos creen ver en él al Salvador del que hablaba Garvey. Y fundan una iglesia, de la que Garvey sería el nuevo Juan el Bautista, y Selassie su Jesucristo. Por cierto, Haile Selassie adoptó ese nombre al ser coronado. Antes era conocido como el Ras (Príncipe) Tafari, que era su nombre verdadero. En los 50, el niño Marley se toma en serio esas teorías y se integra en el mundo rastafari, del que son parte esencial la ganjah (marihuana) y los dread lockers, trenzas amasadas con barro que simulan la cabellera del león, el símbolo imperial. En España se las llamó rastas.

Hay que decir que Selassie, a quien ven a la izquierda como personaje del año de la revista Time, se sintió halagado por este ingenuo culto. Que llegó a ceder tierras en el sur del país para que las explotara un grupo de pioneros rastafaris. Que viajó incluso a Jamaica donde fue recibido como un héroe (por cierto, allí pidió a los rastafaris que no siguieran viniendo a Etiopía de momento; que primero lucharan por liberar a su propio país de la opresión y luego ya se vería). Selassie era un dictador, que mantenía a parte de su pueblo pasando un hambre de la hostia, mientras alimentaba a sus leones con cuartos de ternera. En 1975 es derrocado por el teniente coronel Mengistu, un autócrata sanguinario que se perpetuará en el poder durante décadas. En la actualidad, Mengistu, ya un anciano, vive refugiado en Zimbabue bajo la protección de Robert Mugabe, de donde no puede salir, porque está condenado en su país por genocidio. Llegado al poder, Mengistu se apresuró a proclamar que, como se les ocurriera a los rastafaris aparecer por su país, los recibiría con ráfagas de ametralladora.

En los 70, Bob Marley es una referencia de ámbito mundial, el gran difusor del reggae, la música jamaicana por excelencia, por delante de otros músicos de nivel artístico parejo, como Jimmy Cliff o Desmond Decker. Vive en las afueras de Kingston en una mansión llena de colgados y fumetas, donde todo el mundo hace lo que le da la gana. Entre las nubes de la ganjah, compone canciones fastuosas, que se convierten en éxitos mundiales. Un dato significativo: Marley, que murió a la edad de 36 años, tuvo nada menos que trece hijos; cuatro de su mujer, Rita, con la que se casó cuando ambos no tenían ni veinte años, y otros nueve con diferentes compañeras ocasionales. Después de su muerte, Rita escribió un libro, titulado No woman, no cry, en el que ajustaba cuentas con su promiscuo difunto esposo.

Pero, a lo que íbamos. En 1977, a este hombre en la cumbre de su fama y poseedor de una cultura más bien escasa, le sale un grano en el dedo gordo de un pié. Va a ver al médico, le hacen unas biopsias y le diagnostican: es un melanoma de la peor clase. Hay que extirpárselo, someterle a duras sesiones de quimioterapia y radioterapia y luego tocar madera. Nada de eso hace Marley. Piensa que le están engañando y continúa con su vida. Conciertos, grabaciones, ganjah a saco, sexo sin freno. A finales de 1979, se empieza a encontrar de verdad muy mal. Vuelve a los médicos, que le dicen que el cáncer está ya extendido por todo el cuerpo y que le queda menos de un año de vida.

Y comprende entonces que su sueño ha terminado, que nunca podrá volver a su tierra prometida africana, que se acabó la diversión. Y, tal como lo cuenta Rita, se sumerge en una depresión demoledora. Y es en medio de ese bajón cuando compone Redemption Song, una especie de testamento musical y vital. Aquí tienen un vídeo de la canción, verdaderamente estremecedor. Marley toca con su guitarra una versión acústica, en medio del silencio reverencial y las miradas de funeral de sus compañeros de grupo. Estaba ciertamente muy mal. Abajo les he puesto la letra de la canción y su traducción al español, para que la vayan siguiendo. 


Old pirates yes they rob I                                                             Viejos piratas, sí, ellos me robaron
sold I to the merchant ships                                                        y me vendieron a barcos mercantes
minutes after they took I                                                             y al poco me sacaron
from the bottom less pit                                                              de aquel agujero despiadado
but my hand was made strong                                                   pero mis manos se hicieron fuertes
by the hand of the almighty                                                        con la ayuda del todopoderoso
we forward in this generation                                                    y nos levantamos en esta generación
triumphantly                                                                                  triunfalmente                                             
won´t you help to sing these songs of freedom                      ¿querrías ayudarme a cantar estas canciones de libertad?
cause all I ever had: redemption songs                                     porque es todo lo que tengo: canciones de redención

Emancipate yourselves from mental slavery                           Emancipaos  de vuestra esclavitud mental
none but ourselves can free our minds                                    Nadie excepto nosotros puede liberar nuestras mentes
have no fear for atomic energy                                                  no tengas miedo de la energía atómica
cause none of them can stop the time                                     que ninguno de ellos puede detener el tiempo
how long shall they kill our prophets                                        cuánto tiempo seguirán matando a nuestros profetas
while we stand aside and look                                                    mientras permanecemos mirando para otro lado
some say it´s just a part of it                                                       alguien dijo: esto es sólo una parte de ello
we´ve got to fulfill the book                                                        también nosotros hemos de escribir en el libro
won´t you help to sing, these songs of freedom                     ¿querrías ayudarme a cantar estas canciones de libertad?

cause all I ever had: redemption songs                                     porque es todo lo que tengo: canciones de redención



En fin, les he maquetado la letra para que se vea bien en un ordenador. A los que me lean con un Ipad o con su móvil, tal vez se les desencuaderne, pero no tengo solución para eso. Hay que decir que Marley recuperó el ánimo y cumplió con los contratos que tenía. Redemption Song salió en el álbum Uprising, de comienzos de 1980, su último trabajo en un estudio de grabación, y Marley participó en su promoción por toda Europa, con conciertos legendarios. Aquí pueden ver que hasta le daba un poco de ritmillo a una canción tan triste como Redemption. El vídeo corresponde a su concierto en Dortmund, donde se le vio bastante recompuesto.


Pero el cáncer no perdona. De vuelta en Estados Unidos, donde dio dos conciertos memorables en el Madison Square Garden de Nueva York, su estado de salud cayó en picado. Consintió entonces en viajar a Alemania donde ingresó en una clínica homeopática de esas que pretenden curar el cáncer con alimentación a base de frutas y mucha meditación. Ocho meses después comprendió que se moría y quiso volver a su tierra. Pero, al hacer escala en Miami, estaba tan mal que lo ingresaron en un hospital y murió allí mismo, sin conseguir pisar suelo jamaicano, en mayo de 1981. El gobierno jamaicano le organizó unas exequias fastuosas y un auténtico funeral de Estado, como correspondía a la persona de mayor relevancia internacional de Jamaica. Y Redemption Song se convirtió en un auténtico himno. Una de las canciones que más veces ha sido versioneada del rock. Aquí tienen una interpretación muy buena, la que hace Eddie Vedder, el cantante de Pearl Jam, uno de los genios surgidos de la ola grunge de Seattle, en el Global Cities Festival de 2015. A la segunda voz, nada menos que la simpar Beyoncé. Intercaladas, las palabras de un discurso de Nelson Mandela.


Pero tal vez la mejor versión de la canción es la que hizo Joe Strummer, el antiguo líder del grupo londinense The Clash. Después de muchos tumbos por la vida, Strummer había logrado la paz y la felicidad personal, sin perder su vitola de luchador urbano. Y plasmaba esa serenidad en las grabaciones que hacía con su nuevo grupo, The Mezcaleros. A finales de 2002, la banda había publicado ya dos álbumes no demasiado exitosos, acababa de terminar un tour europeo y tenía grabado mucho material nuevo para preparar un tercero. Joe se había retirado a su casa de campo en Somerset, al oeste de Londres, a pasar las Navidades. El 22 de diciembre salió por la mañana a pasear a sus perros por el campo. A la vuelta, cayo fulminado por un ataque al corazón. Tenía 50 años. En la autopsia le descubrieron una malformación cardíaca congénita, nunca diagnosticada. Las canciones que habían quedado grabadas con The Mezcaleros se editaron en octubre de 2003, en un disco póstumo, el tercero y último de la banda.

Este disco, contenía entre sus canciones su versión de Redemption Song. Ese año, sus amigos neoyorkinos decidieron hacerle un homenaje, pintando un mural en la pared exterior del bar Niágara, en el 132 Este de la calle 7, casi esquina con la Avenida A. Es decir, en la antes peligrosa Alphabet City, en el East Village. El propietario del bar era Jess Malin, uno de los amigos de Strummer. Rodaron el vídeo que les puse el otro día y que pueden repasar AQUÍ. Se puede identificar a varios de los que prestan sus rostros a este homenaje. En primer lugar, el grupo Rancid al completo. Después Tim Armstrong él solo, con su sombrero característico (hace poco les puse un vídeo suyo: Let’s get moving into action). También aparecen el gran actor Steve Buscemi, el director de cine Jim Jarmush (también hablamos este verano de su película Paterson). Y Cara Seymour, inolvidable intérprete de Gangs of New York. En fin, que todo queda en familia.

Pero yo estuve por esa zona en 2010, en mi penúltimo viaje a Nueva York, y vi el mural bastante deteriorado. Al descubrir el vídeo sobre su confección, busqué fotos actuales y me vino a la cabeza que algo no cuadraba. Ya he descubierto lo que es. Resulta que en 2013, el bar original fue demolido por el Ayuntamiento, por encontrarse en situación de ruina inminente. Tiraron abajo el muro y parece que incluso vino gente que se llevó ladrillos con fragmentos del mural original, como en Berlín. AQUÍ pueden leer la noticia. Jess Malin convocó entonces a los artistas grafiteros originales que, diez años después, reconstruyeron el mural. Con algunas pequeñas diferencias. Abajo tienen las dos versiones. A la izquierda el original, el que yo vi. A la derecha el reconstruido. Pueden comprobar su situación actual pinchando AQUÍ. Es una captura de la Street View del Google Maps. Esto último es la primera vez que lo incorporo al blog. Espero que (1) funcione, y (2) no me busque un lío al hacerlo. No creo que sea algo incorrecto, si tenemos en cuenta que cito fuente y procedencia.














Queda una cuestión obvia: qué muerte es la mejor, la de Marley o la de Strummer. Yo no tengo duda de la respuesta, pero lo dejo en el aire. Sean buenos. Y mucho ánimo. Si Bob Marley fue capaz de superar la tristeza y ponerse a dar brincos en Dortmund, nosotros no nos vamos a quedar a la zaga.


sábado, 3 de marzo de 2018

709. Sobre la exquisitez

Alcanzo por fin el final de una semana de mucho trabajo, con el aderezo de dos días especialmente duros: el lunes y el jueves. El lunes celebramos el Meet Up, jornada de difusión internacional del Reinventing Cities. La convocatoria era a las 9.00 en La Nave, el centro de promoción de la innovación que ocupa el contenedor de la antigua nave de fundición de la industria Boetticher, en Villaverde. Quiere decir que yo estaba allí a las ocho en punto, remangado, colocando sillas, mesas, escenario, pancartas, tótems, etc. El programa empezaba con dos itinerarios alternativos para visitar los cuatro lugares que se someten al concurso. Los desplazamientos se hacían en autobuses eléctricos de la EMT, a estrenar (los presentó Inés Sabanés hace unos días), con regreso a las 11.00.

Tras media hora para un café y unos bollitos, empezaba la parte institucional con dos panels en los que participaron los concejales de Urbanismo de Madrid y París, el segundo del área correspondiente de Oslo, un director general de Milán, el Decano del Colegio de Arquitectos y otras personalidades. Y la propia directora de Reinventing Cities, Hélène Chartier, que vino expresamente para el evento desde Nueva York. Tras esta parte, había un almuerzo con un catering buenísimo y luego empezaba la fase de talleres, uno por cada uno de los solares y edificios del concurso, manejados por unos dinamizadores profesionales. Al final, se cerraban las conclusiones y se terminaba la jornada, exactamente a las 18.00.

Tuve tiempo de descansar un rato en mi casa, cambiarme de ropa y quitarme la corbata. Y enseguida salí de nuevo para cenar con Hélène y otros de los ilustres participantes en el Meet Up. Joder, si alguien viene desde Nueva York para apoyarte, qué menos que llevarle a cenar a un buen restaurante. En este apartado seguí la recomendación de mi amigo Mariano: el Moncalvillo, en Chueca, donde se cena de maravilla. Llegué a casa a las once de la noche. El martes estaba, pues, agotado y a mediodía me fui a casa a echarme una siesta con el teléfono en modo avión, de la que ya les hablé en el último post y sobre la que les voy a completar la información más abajo. Porque antes quiero contarles lo que hice el otro día duro, el jueves. Ese día, salí de mi oficina a las 13.30 en un coche oficial, en dirección a la Escuela de Arquitectura.

Allí me invitaban a comer en el restaurante del Museo del Traje, mis amigos José Miguel Fernández Güell, actual Jefe de Estudios, y Ester Higueras, directora del Máster de Planeamiento Urbano y Territorial. Nos acompañaba una cuarta comensal: María Arquero, española que ejerce de profesora en la Escuela homónima de la Universidad de Michigan, cercana a Detroit. Después de la comida impartí una clase de dos horas en inglés, sobre el desarrollo urbanístico de Madrid y el proyecto Madrid Río, al grupo de 15 alumnos que esta señora se ha llevado de viaje y que están en Madrid toda esta semana. Pero aun nos faltaba lo más arduo. Desde allí cogimos todos el autobús 46 hasta Príncipe Pío, donde iniciamos el recorrido del parque del río, en dirección sur.

No sé si han visto la información del tiempo, pero estaba literalmente diluviando, con rachas de viento helado y encima a punto de anochecer. Los chicos pedían de vez en cuando suspender el camino, pero María era dura y les decía que si flojeaban les pondría una nota más baja en la evaluación. En cuanto a mí, ya saben que soy coruñés. Le dije a María que, si ella seguía, yo también. Ella llevaba un paraguas que se le dio la vuelta a medio recorrido y tuvo que tirarlo a una papelera. Yo me protegía con una capucha y unos zapatos de gore-tex. Pero llegamos al Matadero empapados, con las perneras de los pantalones heladas y pegadas a las pantorrillas. En el bar del Matadero, pedimos cervezas, whiskys, gimlets, dry martinis y otras exquisiteces. Todos menos los seis orientales, que se fueron enseguida al Metro. María me explicó que los demás días también se habían empapado, y que los chinos no soportan estar mojados; que, por una cuestión cultural relacionada con la protección de la salud, necesitan ir enseguida a cambiarse, para ponerse ropa seca. Cada día aprende uno una cosa nueva.

Pero volvamos a la tarde del martes. Al despertar de la siesta conecté el teléfono y me entró la llamada en espera de Sarah van Lindt, con la que tuve una larga conversación que ya les he contado. A media conversación, llamaron a la puerta. Me traían un paquete. Sin dejar de hablar, pulsé el portero automático. Subió el chico, me entregó el envío y me dio un bolígrafo. Interrumpí mi conversación: –Un segundo Sarah, ¿dónde tengo que firmar? Vale, gracias. Respuesta al otro lado de la línea: –¡Emilio! No me digas que estás trabajando todavía a estas horas… Aclaré el malentendido y sentí su alivio al otro lado de la línea.

Me traían unas nuevas zapatillas para correr que he comprado por Internet. Se trata de unas Nike Epic React Flyknit, que son una verdadera revolución en el mundo del running, puesto que incorporan un sistema de amortiguación sólo usado antes en el baloncesto. A finales de enero me enteré de su inminente salida al mercado, en un artículo de Expansión que pueden consultar AQUÍ. Y me puse en la cola de espera de venta on line, para hacerme con unas, antes de que se empezaran a vender en las tiendas. El martes me llegó el pedido, me las probé y me quedan como un guante. Son ultraligeras y ya he empezado a pisarlas, es decir a ponérmelas por la tarde para estar en casa y bajar a alguna compra rápida. Un par de imágenes.



Ya sé lo que están pensando. Que soy un pijotero que se pirra por las novedades y las marcas. No, señores. No soy un pijotero. Un pijotero no se hubiera hecho una excursión por el río de tres horas en una noche tormentosa. Lo que yo soy es un exquisito, que es diferente. La exquisitez es algo relacionado con una exigencia de calidad, de precisión, de puntualidad, de elegancia y de muchas otras características, que yo busco en mi trabajo y en mi vida. Cuando le preguntaban a Arsenio (otro exquisito) cual era el secreto del fútbol del Superdepor, respondía invariablemente: –Orden y talento. No hay mejor definición. Ya les expliqué que talento no es lo mismo que genio. Que el talento también se trabaja. Yo nunca me he considerado genial en nada, pero podría admitir un cierto grado de talento en algunos campos. Por ejemplo, como blogger. Pero, si se les ocurre revisar mis posts más antiguos, seguro que observarán cuánto han evolucionado mis textos. Más de cinco años trabajándome este tema, se tienen que notar. Yo mantengo todo el tiempo una exigencia de calidad. No digo que la consiga (eso lo tienen que decir otros), pero esa exigencia, ese perfeccionismo que impregna todo mi esfuerzo, es una cierta forma de exquisitez.

La exquisitez se puede expresar a veces en pocos segundos y les voy a poner un ejemplo muy claro. Quince segundos es lo que dura exactamente la introducción de la canción Out of time, que grabaron los Stones en 1966, hace más de 50 años y que les pido que escuchen. Empieza con el bajo de Bill Wyman, marcando el compás 4x4 con la ayuda de alguien que marca el contrapunto restallando los dedos (tal vez Jagger). Enseguida se suma la marimba, un instrumento inhabitual en el rock y en los Stones, que maneja Brian Jones, un tipo realmente exquisito. Y antes de los quince segundos, entra la batería de Charlie Watts, que pone en suerte a la voz de Jagger. Esto es lo que yo llamo exquisitez. Pueden dejarse la canción de fondo y seguir leyendo: los Stones se gustaron y alargaron el tema más de lo habitual en aquellos tiempos.



Por cerrar el tema de las zapatillas, he de aclarar que la noticia de Expansión me llegó cuando ya estaba yo pensando en comprarme un nuevo calzado para el running. Porque, aunque no he corrido de manera muy regular en los últimos tiempos, mis Brooks Adrenaline, estaban ya bastante gastaditas, como pueden ver en la imagen de abajo. Ahora, las he dejado para caminar por el monte y llevaré las que tenía para eso a un punto limpio.


Pero, ya que hemos entrado lateralmente en el tema del genio, el talento, la excelencia y la exquisitez, voy a recordarles una figura que ciertamente reunía todos estos atributos. Hablo del gran Fred Astaire. Mañana se celebrará en el Dolby Theatre de Los Ángeles la ceremonia anual de entrega de los Oscars. En el acto de 1970, entre los actores encargados de entregar las estatuillas, apareció una pareja legendaria: Bob Hope y Fred Astaire. Eran otros tiempos. Les tocó entregar los premios al mejor documental, o algo así. Hay que decir que Fred Astaire tenía 71 años. Tras la entrega, Bob le hace algunas preguntas: –Hey, Fred, ¿tú ya no bailas?

Fred estaba retirado y, como todos los genios, fue siempre una persona humilde y tímida, a pesar de su búsqueda constante de la perfección. Contesta que lleva un año jubilado, que sólo puede hacer un par de pasos (y los hace) y que eso no es suficiente. Bob le pregunta si ha recibido alguna vez un Óscar y la respuesta es también negativa. Y, tras unos comentarios más, Bob da paso a traición a la orquesta, que dirige nada menos que Elmer Bernstein. Fred pone cara de fastidio: –¿Qué me has hecho, Bob? Y luego sucede lo que pueden ver en el vídeo. Algo inaudito en una persona de 71 años.


Pero es que Fred Astaire era un auténtico genio y, para que lo comprueben, les voy a dejar de regalo un segundo vídeo, que corresponde a la película The damsel in distress, nada menos que de 1937. Aquí es que ya se queda uno sin palabras. Que pasen ustedes un buen finde.