Cuando yo era pequeño, recogía
los periódicos que desechaba mi padre para ojearlos, leer las viñetas, hacer
los crucigramas y ver los santos. En casa se compraba el ABC y La Voz de
Galicia, era lo que había en la época. Allí, en las últimas páginas, junto a los
crucigramas y las esquelas, había siempre unos grandes anuncios que proclamaban
mensajes de este tenor (copio directamente de la Hemeroteca del ABC, pg.6 de la
primera edición del 11 de mayo de 1948): ¡Herniados! Con el Súper Obturador Hernius Automático, sus problemas
han terminado. Este moderno aparato, el más perfecto, cómodo y seguro, sin
tirantes, peso, bulto ni presiones, contiene y reduce la hernia sin notarse que
se lleva. Consígalo en el Gabinete Hernius, calle de la Montera, 32, 2º. Venga
a visitarnos, tenemos soluciones personalizadas para usted. En este link, pueden ver una página de El Heraldo
de Madrid, de fecha indeterminada, que incluye anuncios destinados a los
herniados, además de otros para los borrachos y los nerviosos: http://hemerotecadigital.bne.es/pdf.raw?query=id:0000962502&lang=es&log=19310103-00000-00015/El+Heraldo+de+Madrid
A mí estos anuncios, como los del
Depurativo Richelet Vitaminado, la Cafiaspirina, el Uromil para la reúma,
los Cachets Collazo para la blenorragia, el Optalidón, el supercrecepelo
Urania, los parches Sor Virginia o los litines del Doctor Gustín, me remiten a
una época superada hace mucho, que se pierde en la neblina de los cincuenta, un
tiempo en blanco y negro, como las imágenes del Nodo. Y miren ustedes por
dónde, ahora resulta que el futbolista supersónico, el ironman estratosférico, el icono del siglo XXI que ha fichado el
Real Madrid para deslumbrar a propios y extraños, pues resulta que está de baja por una dolencia
de postguerra, de los tiempos de la sarna y las purgaciones. El señor
Florentino ha pagado cien millones por un herniado.
No es mi estilo burlarme de la
desgracia ajena, pero no me digan que la cosa no es como para esmendrellarse
de risa. Los del Barça habrán de estar frotándose las manos: otra Liga a la
buchaca sin despeinarse. Bueno, con permiso del Atlético que resistirá
numantinamente hasta donde le lleguen las fuerzas. La peripecia épica del David
del Manzanares, frente a los dos Goliaths del fútbol patrio, genera apoyos y
entusiasmos en las instancias más insospechadas. Mi amigo Gonzalo Hidalgo
Bayal, escritor extremeño de prosa atormentada y compleja, poeta de lo
imposible y ensayista de lo abstracto, mantiene un blog desde hace unos cinco
años en el que tengo que confesar que a veces entro y no entiendo nada de lo
que quiere expresar.
Bueno, pues unos días antes de la
pasada Final de la Copa del Rey Madrí-Aleti (donde esta vez no hicimos el
ridículo internacional de pitar masivamente el Himno Nacional), el bueno de
Gonzalo bajó del Olimpo que habita en compañía de sus atareadas musas, para
colgar en su blog este verso breve, sintético, brillante y con la dificultad
añadida de rimar esdrújulas:
VATICINIO
Si aun hay justicia
poética
En aqueste mundo
herético
Esta copa penibética
–no hay estética sin
ética–
Ha de ganarla el Atlético
Acertó Gonzalo en su pronóstico,
y desde entonces el Atlético ha ganado prácticamente todos sus partidos,
mientras que el Madrí no levanta cabeza. Encima, para pagar la adquisición del
herniado, han tenido que traspasar a su mejor jugador desde Zidane, ese alemán
medio turco llamado Mesut Ozil, que ostenta una de las miradas más inquietantes
del fútbol actual. Cuando se fue al Arsenal londinense, la prensa más afín a la
caverna madridista lanzó el mensaje de que Mesut se había ido porque él había
querido, y que se había equivocado al marcharse a un club claramente inferior y
sin el pedigrí del Madrí. Ahora, mientras el Madrí se arrastra por la liga
española, el Arsenal es el líder de la Premier, y Mesut encabeza el ranking de
asistencias, es decir, es el jugador que ha dado más pases de gol de toda la
liga inglesa. Además, maravilla a los británicos con sus malabarismos con un
chicle, que pueden ver en este vídeo.
El día que el herniado portentoso
sea capaz de hacer una cosa así, empezaré a tenerle en consideración. Aunque,
quita-quita, mejor que ni lo intente, no sea que se le salga la cadera. Se me
ocurre que, en una transacción financiera del tamaño de la que ha sustentado la
compra del galáctico lisiado, habrá una serie de cautelas, por si el producto no
se ajusta a lo estipulado. Cuando uno se compra, por ejemplo, una lavadora, y
no consigue hacerla funcionar, pues vuelve a El Corte Inglés, hace una
reclamación y le dan otra. A lo mejor el crack demediado está todavía en garantía y
Florentino puede reclamar que le traigan otro. Por cien millones, hasta
podrían darle dos o tres jugadores, tal como está el mercado.
Cuando a uno lo estafan, tiene
que pelear para recuperar su dinero. Por ejemplo, el coche que yo alquilé en
Escocia, me lo han cobrado dos veces y aquí me tienen dando la bronca. Otro día
les contaré la historia de este pleito insignificante, en el que he encontrado
el inesperado apoyo del Banco donde tengo la tarjeta Visa de la que me cobraron
las dos veces. Los señores del Banco, lo primero que han hecho es ingresarme la
cantidad cobrada de forma indebida y decirme que me olvide del tema, que ya
ellos lo pelean con sus gabinetes jurídicos. Pues digo yo que eso podía hacer
el señor Florentino: a ver, ustedes me
reingresan los cien millones de pavos, y luego se entienden con el instituto
Hernius, o con quien corresponda.
La forma de combatir externamente
una hernia, sin intervención quirúrgica, es un adminículo de nombre bastante
elocuente: braguero. En los comienzos
del siglo XX, los bragueros eran parientes de la faja de ballenas, el
sostén-panza para embarazadas (también utilizado por ciertos caballeros), los tirantes ortopédicos del doctor Levine y
otros inventos de la ortopedia con fines estéticos. Pero ya en los cuarenta,
los modernos bragueros del doctor Boer, sólo conservaban de sus antecesores el
nombre. La forma de estos artilugios se había estilizado hasta tal punto que se
reducían a una cinta minúscula con una pieza dura para el lugar de la lesión.
Según el DRAE, la palabra
braguero tiene otra acepción menos conocida. Se llamaban así las sujeciones que
inmovilizaban a los cañones de los barcos para que, al disparar, el retroceso
no fuera muy grande. Un cañón de varias toneladas que se pone en marcha es
difícil de parar por los marineros y puede herir a alguien, o saltar por la
borda. Eso es lo que hace a veces la lavadora de mi casa: cuando centrifuga, se pone tan contenta
que sale a la mitad de la cocina a saludar. Supongo que debería ponerle un
braguero para lavadoras. Tal vez deba consultar al respecto con el señor
Florentino. Un tipo capaz de emplear tan bien su dinero, no creo que tenga
muchos problemas para arreglarme la lavadora. De momento, la marcha de su equipo en los campeonatos que disputa, tiene a los forofos todo el día con el braguero puesto por si acaso.
Duerman bien y no sean malos.