domingo, 24 de septiembre de 2023

1.248 En un mundo ajeno

Ayer todos los diarios generalistas dedicaron amplios reportajes al celebrar el 80 cumpleaños de Julio Iglesias. Entiendo que a este señor se le homenajee en los medios llamados del corazón (que yo llamo de melón), pero: qué importancia tiene esta efeméride para que aparezca en lugar destacado en El País y los demás. Para colmo, resulta que también ayer era el 74 cumpleaños de Bruce Springsteen y hubiera sido el 97avo de John Coltrane, conmemoraciones a las que la prensa no dedicó ni un renglón. Cosas como esta explican que en mi ciudad acabe de ganar por mayoría absoluta el señor Almeida, un enano físico y político, secundado por su hombre fuerte Borja Carburante, también enano de estatura, aunque más formadito, como solía decirse. Es que está claro que el que está descolocado en este mundo de mierda soy yo, los demás están encantados de que los hayan parido y se sienten muy protegidos en este entorno dominado por los Rubiales y similares.

Escribo esto con inusual amargura, después de que anoche falleciera mi queridísimo amigo X, el segundo de los ilustres seguidores de este blog que pierdo en un mes y estoy de un humor de perros. Ambos, Mariano y X, hacían el mundo más agradable y divertido, ambos terminaron sus días con una dignidad pasmosa y los voy a echar mucho de menos. A los dos les debo sendos posts exclusivos, que antes o después publicaré. Y maldita la gana que tengo hoy de escribir un post. Lo que pasa es que, si no dejé de escribir cuando falleció mi hermano Viti hace ya cerca de diez años, pues está claro que tengo que seguir manteniendo vivo este blog. The show must go on. Y, como tampoco tengo muchos ánimos para otras digresiones, pues dejaré fluir la pluma un poco al tuntún, empezando por contar algunas cosas que me han mantenido entretenido en esta semana desde mi texto anterior.

El martes, quedé a comer con mi última jefa del trabajo y mi compañera M. iniciativa que partió de mí para ver si las animaba un poco, puesto que a la primera la ha cesado el Carburante y la segunda está bastante huérfana de trabajos y objetivos también. No tenía muchas ganas de volver a la oficina, la última vez que les visité fue cuando fui a recopilar firmas para que se pudiera presentar a las elecciones locales mi amigo Luis Cueto y me tocó aguantar que me dieran lecciones de izquierdismo determinados compañeros que iban en pantalón corto cuando yo me estaba pegando con los grises en los campus universitarios y las calles de la dictadura. La posterior debacle de la izquierda y el desembarco del Carburante terminaron por echarme un poco más de ese lugar donde cada vez conozco a menos gente.

Pero sucedió que, desacostumbrado de ir en coche a los Recintos Feriales, junto a los cuales está mi oficina, calculé mal y llegué con mucha antelación. Así que decidí subir un rato a la planta en la que trabajé siete u ocho años. Me pareció que el lugar estaba muerto. No se escuchaba ni el runrún típico de los lugares de trabajo. Vi muchas caras desconocidas y muchos cambios de personas en los despachos. Por fin encontré a un par de delineantes de los que estuvieron un día a mis órdenes y les pregunté qué tal con la nueva jefa. Me desvelaron el chiste que circula por la planta: han cambiado un Ferrari por un Twingo. Salí rápido de allí y me fui a tomar una caña donde mis amigos Sonia y Mon, que estaban ocupadísimos porque había una feria importante ese día. Desde allí caminé hasta el restaurante donde había quedado con mis amigas. Lo que hablé con ellas es ya secreto del sumario. Sólo diré que no conseguí grandes logros en mi empeño de animarlas.

El miércoles reanudé mis clases de guitarra. Henry y yo veníamos los dos con ganas de hablar un poco para plantear el nuevo curso. Yo intervine primero. Le dije que tengo muy claro que lo que yo quiero tocar es blues y para eso tengo que pasarme a la guitarra eléctrica y aprender a tocar con púa. Estuvo de acuerdo, pero él iba más allá. En el curso anterior, cada alumno disponía de media hora de clase en exclusiva pero, a medida que avanzaba el año, todos empezamos a quedarnos más tiempo para tocar un rato juntos, hacer tríos e incorporar una batería que Henry tiene por allí. La cosa culminó en la audición que hicimos el último día para los familiares de algunos de los alumnos. La cosa nos salió tan bien, que Henry quiere profundizar en esa línea, con la idea de ir montando una especie de combo.

Para ello, yo tengo dos guitarras eléctricas en casa y me vendría bien llevarme una a la escuela y dejarla allí, para tener la otra en casa para practicar. También nos vendría bien hacernos con un bajo para completar el aparataje del combo. Entonces recordé. En mi casa hay ahora mismo cuatro guitarras: una eléctrica que me regaló mi amigo P. y otras tres que son de mi hijo Kike: una española, una eléctrica y un bajo. Recordarán que Kike tocó en un grupo de hardcore rock durante cinco años y que por esas fechas vivía en mi casa. Cuando el grupo se disolvió y él se fue a París, dejó los instrumentos en su cuarto. Así que le llamé para preguntarle si podía hacer uso libremente de todo ello: Me dijo que por supuesto y se sorprendió de mi pregunta. Desde luego, los instrumentos citados son de su propiedad y van a seguirlo siendo y entiendo que yo no puedo hacer nada con ellos sin preguntarle primero. Qué menos.

Así que, el próximo miércoles me iré con una de las guitarras eléctricas, además del pequeño amplificador que me compré hace más de un años, a ver si lo ponemos en carga. Hasta que reabran la Línea 1 de Metro, tengo que ir a Palomeras en coche, lo que me viene bien para estos traslados de los pesados aparatos. El jueves, como acostumbro últimamente, comí un pequeño sándwich para llegar a mi clase de yoga con el estómago vacío. Y sucedió que mi profesora no estaba y la sustituía el director de la escuela. Aproveché para cantarle las cuarenta y decirle que todos los cambios que han introducido me van mal. Que el yoga a mediodía era perfecto. Que eso de parar dos semanas en Navidad, otra en Semana Santa y un mes entero en agosto es una faena para mí. Y que la supresión de las clases on line me impide seguir asistiendo virtualmente cuando esté en París o Londres.

Me habló de razones económicas. La clase del mediodía apenas tenía alumnos y perdía dinero con ella. Claro, a esa clase íbamos cuatro gatos y teníamos mucha más atención personalizada del profesor de turno. Realmente era un lujazo, completado con mis comidas en el Ricla, tras las que volvía a casa con una sensación de paz notable. Ahora voy a las 19.30, estoy hasta las 21.00 y salgo a comerme algo al Ricla los jueves. Los lunes está cerrado, lo mismo que el Revuelta, el Parrondo y otros lugares de mi gusto. Estoy yendo a la Cervecería Santa Ana, no sé si encontraré algo mejor. Para la cuestión de los biorritmos y los ciclos digestivos, me sugirió encarecidamente que me pase al turno de por la mañana, argumentando que el yoga en ayunas de toda la noche es perfecto.

El problema es que el turno de por la mañana empieza a las 6.45 y yo necesito media hora de caminar para llegar a la academia. No sé a qué hora me tendría que levantar, tal vez a las cinco y pico. Así que le dije que ni de coña. Desde que me he jubilado, uno de los mayores placeres que disfruto es el de no madrugar y dejar que la luz del sol y el gato me despierten sin apuros. Estaría loco si renunciara a eso. En definitiva, desde que se ha ido Elena que era el sostén de la academia, los demás profesores han adaptado sus rutinas para seguir trabajando en otras cosas y ofrecer clases para gente que también trabaja: un turno tempranísimo, desde el que la gente se va a la oficina y otro a última hora de la tarde para después del curre. Yo, que soy el único alumno jubilado, he de adaptarme. En cuanto a lo de las clases on line, me dijo que había sido una solución de emergencia para no cerrar la academia en los momentos peores de la pandemia y ya no tiene sentido mantenerlo.

En fin, ayer sábado  me fui a las ocho a la parroquia alemana cercana a Colón para asistir a un concierto al aire libre en el que tocaban tres bandas de dixieland jazz muy buenas, aderezado con salchichas bratwurst, bretzels y cerveza de trigo, llamada en alemán Weiss Beer. Acabamos todos bastante briagos bailando la conga hasta altas horas de la mañana. Los tres grupos que tocaban tenían un elemento en común: un  tipo que tocaba la tuba y que se cambiaba de vestuario para adaptarse al de cada grupo, pero era el mismo. Estuvo varias horas haciendo el bajo con la tuba pequeña que tenía, en la que tenía una pinza con la que sujetaba pequeñas partituras, o incluso el móvil para ayudarse con las armonías. Era inglés, bastante mayor, con aires de profesor de química y tocó toda la noche sin fallar una sola nota. Al final hasta se animó a cantar. Vean un vídeo que les grabé cuando aún estaba sobrio.

Caminé desde Colón y, cuando llegué a casa estaban transmitiendo el Crossroads para el que me había sacado un ticket, pero estaba muy cansado y me fui a dormir, con la intención de ver hoy o mañana la primera jornada, de unas siete horas, en la que ha intervenido Samantha un poquito, lo mismo que el gordo Kingfish. No sé si en la segunda jornada, que se retransmite esta noche tendrán otra oportunidad de lucirse. El mundo del rock es muy clasista y estos artistas que tanto me gustan son las estrellas de un universo más modesto, el del blues, que es como una segunda división entre las grandes discográficas. Al final, hoy me he levantado con la mala noticia que les he comunicado al principio, he tenido que ir al tanatorio y eso me ha descabalado un poco el programa. Ya les informaré en detalle del Crossroads.

Por cierto, camino del tanatorio me he encontrado con un atasco morrocotudo, motivado por el aquelarre del facherío de esta mañana. Era en Felipe II, pero ya saben que estos fachas no saben ni cómo se entra en el Metro, así que se van todos en sus todoterrenos, con las banderas al viento y las bocinas a todo trapo y se quedan atrapados en su propia trampa. Con la política de movilidad (o más bien de inmovilidad) del señor Carburante, esto está a la orden del día. Pero no hay que preocuparse: la libertad-libertad-libertad de la señora Ayuso nos permite tomar cañas en las terrazas petadas y dejar el coche en doble fila sin mayores apuros. Con ese mensaje han ganado por mayoría absoluta y están como gorrinos en charca recién llovida. Esta claro que el raro soy yo. Vean abajo una foto de todo este personal, de cuando se conocieron en el colegio concertado. A ver a cuántos reconocen.

Lo de las fotos trucadas con inteligencia artificial, es lo que tiene. Dice un articulista al que sigo que este personal, en vez del Chat GPT, usa el Chat Mireusté. Detrás de todo este runrún está El Del Bigote, también conocido como Stiff Upper Lip. Que, por cierto, cada día está más feo. Vean una foto reciente y verán que no les engaño. 

Mientras tanto, los puigdemoníacos siguen dando mucho por culo. Es muy triste que, para que en nuestro país continúe un gobierno progresista, tengamos que depender de estos mamoneos, que un muralista callejero ha sintetizado en la imagen que les dejo de cierre. Sean buenos.




6 comentarios:

  1. Querido amigo, yo también estoy con un cabreo que me sale hasta por el cuello de la camisa. La pérdida de nuestro común amigo X es especialmente dolorosa por la calidad humana de quien se ha ido tan pronto.

    En cambio, ¡hay que ver lo que aguantan los HH. P.!

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    1. Es ley de vida, los buenos se van, los malos se quedan más de lo que se merecen.
      Por otro lado me encanta tu exquisitez ortográfica: hijos de puta se escribe con dos haches para hijos, que es plural, y una sola pe para puta que es singular

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  2. Ánimo, chicos, Sir Henry era un estoico. Todo un caballero de otros tiempos, como don Quijote. Siempre cedió el paso a Lady Concha, menos en esta ocasión. Ha seguido la recomendación del poeta Lucrecio: Por qué no salir de esta vida como sale un convidado de un buen banquete? Harto!
    Si el cielo no existe, habrá que hacer uno para que resida Enrique. Era la criatura más singular que he conocido. Lo querré mientras viva.

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    1. Yo también le querré y lo recordaré siempre. Una penita que ya no esté con nosotros.

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  3. Lamento lo de su amigo y le apunto lo siguiente. En la foto colectiva de la clase del 36 falta un personaje clave: Alfonso Guerra.

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    1. Desde luego. Menudo personaje más rancio ha resultado ser.

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