Supongo que ya saben que estamos afectados por una dana, palabro o neologismo resultante de la manía de los especialistas en las diferentes ciencias, de ponerle a las cosas corrientes nombres abstrusos, con el único fin de hacerse los enteradillos para darse pisto y sentirse superiores a los legos. Esto que sucede estos días siempre se había llamado una tormenta o temporal de fin de verano, hasta que hace como una década ya fue denominada por los expertos como gota fría. Pero no bastaba con eso. Ahora, si dices gota fría quedas como un antiguo. Los expertos han decidido llamarlo nada menos que Depresión Aislada en Niveles Altos. De ahí las siglas DANA, a las que luego se le quitan las mayúsculas para hacerla más cotidiana.
En el libro Guía para orientarse en el laberinto vasco (Mario Onaindía, 2000), se contaba cómo a la policía vasca recién creada se la empezó a llamar la Ertzaina, pero hubo un momento en que ya todo el mundo conocía ese término, por lo que hubo que inventarse otro más exclusivo, para que los realmente enterados pudieran mostrar su pertenencia a la crème del independentismo. Por eso, la Ertzaina mutó a Ertzantza. Y los médicos son especialmente dados a poner nombres que sólo entienden ellos, para designar las dolencias que ya tienen un nombre en el imaginario popular. Pero es que esto de la dana resulta bastante ridículo. Es como si al vulgar resfriado se le empezara a designar como irva, Infección Respiratoria de las Vías Altas. Imagínense a los señores doctores en sus cónclaves, diciendo: mi hija se ha pillado un irva de lo más molesto. En fin, tengamos la fiesta en paz y no les demos ideas.
La cosa es que hoy lunes es el tercer día de lluvia bastante intensa, sobrevenida tras los coletazos de la cuarta ola de calor del verano que, a finales de la semana pasada nos dejó ya unos días bastante agradables. El viernes hacía un día de temperatura perfecta, circunstancia que aproveché para quedar a tomar el vermú con Henry Guitar y su amigo Félix a quien solemos llamar El Rapsoda, porque es un coleccionista de versos de Quevedo, Calderón y otros, que recita a veces como parte de las performances del Colectivo La Palmera: Henry y su banda le ponen un fondo sonoro de bossa nova o jazz y Félix se lanza a declamar con su voz potente y apasionada. Félix es, cómo no, vallecano y muy implicado en la vida cultural del barrio, aunque el amor le ha llevado últimamente a residir en Bonn (Alemania), pero estaba por aquí de paso. Nos tomamos unas birras en la Cervecería Santa Ana; luego El Rapsoda se tuvo que ir y Henry y yo la rematamos en el Parrondo de Antón Martín.
Era ya uno de septiembre y sabido es que cuando entran los meses de nombre acabado en bre, uno se da de bruces con el hecho insoslayable de que el verano se terminó. Además, vuelven los chistes de El Roto y muchos de los veraneantes de las playas. El sábado 2, anunciaban lluvias generalizadas, pero a mí me tocaba correr en el Retiro. Según los pronósticos, las lluvias debían empezar a las 3 de la mañana, pero cuando me desperté a las 7 no había caído ni una gota. Dudé si salir o no, pero finalmente me vestí y bajé a la calle. Estaba ya chispeando, pero paró enseguida. Habían sido cuatro gotas, que cayeron sobre los caminos de arena clara del Retiro sin siquiera dejar manchas más oscuras; la tierra estaba tan abrasada después de los meses de sequía, que absorbía el agua con avidez de náufrago rescatado. Volví a casa sin mayores problemas y entonces es cuando empezó a llover en serio.
Por cierto, en el portal me encontré al portero, recién llegado de sus vacaciones playeras. Me acerqué a saludarlo, pero huyó de mí como del diablo en calzoncillos, se metió en su cubículo y salió después cubierto con una aparatosa mascarilla. Le dije que yo estaba sano, que no contagiaba nada, pero me aclaró que el enfermo era él, que se había pillado el Covid nada más llegar de la costa. Esto del Covid es un coñazo, no se acaba de ir y no nos deja olvidarnos de los malos ratos pasados. En los años pasados, a los porteros suplentes de agosto les pasaba siempre alguna faena, como les conté en un post llamado La maldición de los porteros suplentes. Pero este año, al suplente no le ha pasado nada, ha ido todo como la seda y se ve que le ha transferido la mala suerte al titular. Le saludé a distancia y le dije que mejor se encerrara en su cubículo y pusiera fuera un letrero. Así lo hizo y manda carallo el letrero que perpetró nuestro amigo. Si no se ve, no se cree.
Es imposible juntar tantas incorrecciones gramaticales en cuatro líneas. Y eso que el hombre se ha esmerado, como evidencia el hecho de que ha usado rotus de dos colores. Pero parece que el virus del Coby le ha afectado a las neuronas o a la capacidad de concentración. Aparte del hilarante nombre que le pone al virus, confundiéndolo con una mascota olímpica, se come una ene en la primera palabra, se olvida de cualquier signo de puntuación, escribe unas eles dignas de un practicante de palotes y, para colmo, incurre en el anacoluto habitual de sustituir el tiempo imperativo del verbo por el infinitivo, como Lola Flores cuando dijo: Si me queréis, irse. Este letrero entra por derecho en la pléyade de los carteles históricos, donde yo guardo uno en lugar preferente: No cagarse en los sembrados, que un día mato a uno.
Busco información sobre esa nueva cepa de Covid que nos acecha y resulta que se trata de la variante Pirola. ¿Que no se lo creen? Pues pinchen AQUÍ. En mi tierra, la palabra pirola es una de las diversas que se usan para designar al miembro viril, ese que le hubiera gustado enseñar a Rubiales en la asamblea de la RFEF en la que se defendió del ataque de las falsas feministas. A comienzos de los ochenta, en plena explosión del primer punk, el grupo vigués Siniestro Total editó una canción de crítica al régimen iraní, que se llamaba Ayatollah y rimaba ese título con la pirola de marras. Como tampoco se lo creerán, pues aquí se la traigo.
Nada, que yo no quería hablar más de Rubiales, pero el tema del verano se te cuela por las rendijas. Ahora resulta que no se le puede cesar, que el tipo se ha pegado a la poltrona con superglue. No sé qué se esperaban de un gangster que, por llevarse la Supercopa de 2022 a Arabia, se embolsó una comisión millonaria a medias con Piqué, según las conversaciones telefónicas que les pincharon y en las que se llamaban entre ellos Geri y Rubi, ya ven qué tiernos. En el post anterior, una lectora anónima hace un largo comentario, que yo creo que completa lo que se puede decir de este lamentable caso. A mí, lo que realmente me interesa es el futuro de la selección de futbol femenino, ahora mismo sin jugadoras ni cuerpo técnico, puesto que los once ayudantes de Vilda han dimitido en bloque. El Vilda este ya está tardando en irse. ¿Por qué? Pues porque sus aplausos a Rubiales en la asamblea culminan todo un festival de gimnasia gestual babosa entre ambos, que empezó en Australia nada más ganar la final. ¿No lo vieron? Pues aquí tienen un par de fotos, en el propio campo al terminar el partido.
En la de arriba, se ve que Rubi es un besucón. En la otra, Vilda parece decir: este, este es el que tiene todo el mérito por haberme apoyado a muerte. Vilda se tiene que ir y ser sustituido por alguien que promueva la unión de todas las futbolistas, las que se descartaron de la selección y mantuvieron su postura hasta el final, las que al final cedieron y se sumaron al equipo y las que nunca se plantaron. Si las reunimos a todas, vamos a ganar muchos títulos. Nuestras chicas juegan muy bien al fútbol y suponen una vuelta a las esencias del juego, la pillería, el regate, el encarar, el pase de primeras y la carrera por las bandas. De la mano de las selecciones nórdicas y anglos, el fútbol femenino se estaba convirtiendo en algo más próximo al rugby, protagonizado por mujeres con aires de campeonas de lanzamiento de peso. España pasó por encima de cuatro de esas selecciones: Suiza, Holanda, Suecia e Inglaterra. Vean una imagen extraída del vídeo de la final, que está disponible en RTVE Play, la que corresponde a la salida al campo de ambas selecciones. Comparen la altura de Olga Carmona con la de la capitana de Inglaterra. Una imagen vale más que mil palabras.
Frente a semejantes gigantas, las españolas eran verdaderas ardillas. En una semana empezará la llamada Liga F, la competición de futbol femenino de Primera División, con el Barça como favorito y un Real Madrid que cada vez se le acerca más. El Dépor competirá en segunda y a ver si esta vez consigue subir para jugar con las mejores. Pero, de momento, los sindicatos de futbolistas han convocado una huelga de dos jornadas para reclamar una serie de reivindicaciones históricas. Después de ganar nada menos que el Mundial, es el momento de pedir todas las mejoras. Yo lo que siento es que el futbol femenino es ya un fenómeno imparable y pronto será imposible ver los partidos gratis por la tele. Veremos cómo me las arreglo yo para verlos. De momento, el miércoles pasado la UEFA eligió a los mejores deportistas del año pasado y, como no podía ser de otra manera, el premio a la mejor jugadora recayó en Aitana Bonmatí, la ardilla más lista del grupo. Vean qué contenta estaba ella con su trofeo en el avión de vuelta.
Hasta ahora, la futbolista española más laureada era Alexia Putellas, dos veces Balón de Oro. Pero Aitana está destinada a marcar una época, ninguna otra tiene su inteligencia táctica ni derrocha tanto esfuerzo, ni tiene su capacidad para improvisar en segundos. El futbol que despliega Aitana es un verdadero escándalo, fruto de muchos años de jugar con los chicos en los descampados y un proceso de aprendizaje y mejora continuos. Durante el partido está todo el tiempo pendiente del balón, indicándole a la compañera que lo conduce a quién se lo tiene que pasar o lista para cortar las internadas de las contrarias, como en la jugada del gol de la final. Además, tira con ambas piernas con una potencia sorprendente. Desde luego que Putellas es muy buena, pero tiene una cara de pena casi permanente y carece de un rasgo que en Aitana es algo natural: el sex-appeal.
Y esto nos lleva a algo que tiene un poco intrigados a mis lectores. Por qué no hablo ya apenas de Athenea del Castillo ni de Samantha Fish, de las que parecía perdidamente enamorado hace menos de un año. Bueno, en primer lugar, yo nunca he presumido en este blog de ser un amante confiable, que no vaya a salir detrás de otra que aparezca en mi horizonte. Pero estos son dos casos muy diferentes. Athenea era la figura diferencial del Dépor en su año de gloria, cuando quedó cuarto de la Liga F. Por entonces era una mujer rapidísima y liviana que regateaba a su sombra y era indetectable para las defensas. Fichada por el Real Madrid, se ha empeñado en ganar cuerpo y lo ha conseguido en buena parte, además de mejorar un montón en su sentido táctico. Pero en el Mundial, Vilda apenas la utilizó. Fue titular en el primer partido, donde fue sustituida. Luego jugó unos minutos en el segundo, momento en que se lesionó. Y ya no volvió a saltar al cesped.
Yo creo que Vilda, a quien ya he dicho que tengo por un buen entrenador, pensó que Athenea es demasiado liviana para enfrentarse a las gigantas de los equipos nórdicos, que la anulaban a base de faltas y la desplazaban al suelo con un simple empellón, incluso lesionándola si era preciso. Estoy convencido de que Athenea tiene una larga carrera en ciernes y no ha roto todavía, algo que sí ha hecho Salma Paralluelo, que tiene 19 años, por 21 de Athenea. En otro orden de cosas, Athenea es una chica que también tiene sex-appeal de forma natural. A los seguidores del Real los tiene encandilados. Incluso, los machistas que hay a cientos entre los seguidores del fútbol (los de forocoches y otros medios similares), esparcieron el año pasado el rumor de que esta chica estaba liada con Vinicius, jugador del masculino a quien, como negro, se le presupone una pirola de las dimensiones de la del legendario Makelele, lo que alimentaba los sueños eróticos de estos impresentables.
La chica, que es muy discreta y no cuenta nada habitualmente de su vida privada, tuvo que salir a la palestra a decir que tiene un novio, algo que yo ya sabía. Athenea tenía ya ese novio en sus años en el Dépor, y por Coruña se comentaba que era un futbolista de algún equipo de regional. Por eso lloraba tanto cuando se consumó el descenso del Dépor a segunda, en una imagen que les traje al blog: nada más terminar el partido con el Betis, Athenea se desplomó llorando en el césped y todas las jugadoras del equipo contrario fueron a consolarla. Cuando salió la fake news de su relación con Vinicius, Athenea se limitó a publicar en sus redes una foto besando a su novio en alguna playa gallega, en la que apenas se le ve, para preservar su intimidad. Abajo la tienen, y no me digan que esta chica no tiene un encanto especial.
Lo de Samantha es diferente. Me sigue pareciendo una artista sensacional, lo que pasa es que no me gusta lo que está haciendo ahora. Hasta este momento, su carrera llevaba un rumbo ascendente, basado en que ella era la estrella, se rodeaba de músicos potentes a su servicio y maravillaba a las audiencias en directo, porque ya dije que sus discos no son tan buenos como su desempeño en el escenario. Su penúltimo grupo, con Matt Wade a los teclados y Sarah Tomek a la batería, era espectacular, yo los vi tres veces en directo y hubiera seguido viéndolos muchas más. Pero ahora comparte escenario con Jess Dayton y la impresión que da es que es él quien impone su línea. Y a mí no me gusta ver a Sam dominada por un macho.
En los conciertos, como el que yo les vi en París, ella canta la mitad de las canciones, que en su mayoría son de su último disco, apenas alguno de los temas antiguos que tanto me gustan. Viéndola en París, no me quedó ninguna duda de que ella se lo está pasando bien, que está haciendo exactamente lo que quiere hacer en este momento. Pero es como si a Aitana Bonmatí la pusieran de recogepelotas a un lado del campo. Un desperdicio. Pero Sam es muy cabezota, como ya sabemos y va a seguir un tiempo en su versión actual. Yo estoy deseando que se quite de encima a Dayton y vuelva a dar giras con sus temas más potentes y con una banda a su servicio. Para que me entiendan, les voy a poner dos vídeos, uno de por qué me fascina tanto esta mujer, una versión más del clásico Killing Floor que le sirve para improvisar como ella sabe. Realmente, creo que nadie toca la guitarra así en estos momentos. Debajo, un ejemplo de lo que hace ahora, para que comparen.
Sin comentarios. La mitad de los conciertos de Sam y Jess es así, en la otra mitad es ella la que lleva la voz cantante, nunca mejor dicho. Pero, viendo estos dos vídeos, supongo que entienden lo que les quiero decir. Y un feminista como yo no puede dejar de sentirse mal viendo a su diva bastante dominada por un colega que no es malo, en su línea de punk-country, pero que no le llega a la suela del zapato. Pero, en fin, ella sabrá. Si sigue por esa línea, yo creo que su carrera puede sufrir un parón. Aunque a finales de este mes está incluida en el cartel del Crossroads de LA, elegida personalmente para ello por Eric Clapton. De ese festival, cuyo cartel les he traido al blog al menos dos veces, se ha caído por fallecimiento el gran Robbie Robertson. Tenía 80 años y supongo que le dedicarán el festival.
Samantha tiene comprometido para después un bolo como telonera de la Steve Miller Band, un grupo que me gusta poco, pero que para ella es sin duda un salto adelante en su ascenso al estrellato del rock. Veremos por dónde tira, pero repito: yo estoy deseando que se quite a Jess Dayton y recupere su carrera anterior. Creo haberles destacado el hecho de que en el Crossroads, que es una reunión de buenos guitarristas, hay muy pocas mujeres. Sheryl Crow, Samantha Fish, Sierra Hull (una chica delgada y llena de tatuajes que hace country) y Molly Tuttle, de la que hasta ahora no sabía nada. No están ni Larkin Poe, ni Ghalia Volt, ni Ally Venable que son muy buenas, pero han de esperar a una siguiente edición.
Bien, pues buscando información sobre esa Molly Tuttle, he encontrado una pequeña joya. Nada menos que una versión del White Rabbit, el himno a las drogas y a Alicia en el País de las Maravillas, de la gran Grace Slick, que les traje hace poco en su versión en directo en Woodstock. Molly no había nacido cuando Grace cantaba este tema sensacional, pero lo versionea a su manera. Si Grace lo concibió como un crescendo breve sobre un fondo repetitivo, Molly lo viste con unos solos instrumentales preciosos, a cargo de su grupo que se llama The Golden Highway, la autopista dorada: contrabajo, mandolina, violín y banjo. Merece la pena verlo. En cuanto el contrabajo inicia el riff de fondo, el público lo reconoce y aúlla expectante. Molly no canta con tanta profundidad vocal como Grace, pero los distintos instrumentistas son buenísimos. Escuchen esta maravilla. Y sean buenos, por Dios.
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