Vaya, es momento de hacer un resumen de lo que ha sido este, para mí, año de los prodigios, en el que no puedo tener la menor queja, porque todo me ha ido saliendo sobre ruedas, así que en estos momentos mi deseo es que el año que viene sea igual, virgencita-virgencita, yo no quiero más, sólo igualarlo si es posible, porque uno se va haciendo mayor y algunas cosas se van deteriorando por el simple transcurso del tiempo, de modo que yo no espero más que lo que ya tengo y me conformaría con que en los próximos 365 días ese deterioro no fuera demasiado radical ni demasiado irreversible. Este será el año en que me toca cumplir 72, que ya va siendo una edad importante. Me viene a la cabeza una reciente entrevista con el actor Eusebio Poncela, con motivo de su 75 cumpleaños. Le preguntan si no está un poco jodido de ser tan viejo y contesta que para nada, que cada edad tiene sus ventajas y sus formas específicas de disfrutar del mundo y que él ha sido feliz a todas las edades.
En ese punto, reflexiona un segundo y puntualiza: ꟷBueno, menos en la adolescencia; para mí la adolescencia fue una etapa horrible, sigues siendo un niño y de pronto te encuentras en un cuerpo enorme que no sabes cómo gestionar; te empieza a crecer la clavícula y no entiendes lo que te está pasando. Me encanta esa valoración con la que coincido plenamente. Para mí la adolescencia no fue para nada una etapa grata. En cuanto a este período por el que ahora estoy pasando, pues he de reconocer que la clavícula va disminuyendo y perdiendo potencia y no queda otra que aceptarlo y adaptar las expectativas a las potencialidades reales. Pero los 70 tienen también su punto y yo los inauguré en 2021 con una bajada por la pared de mi terraza de la que me sigo sintiendo muy ufano y orgulloso. En ese contexto, los acontecimientos de mi vida en este segundo año de septuagenario pueden resumirse agrupados por temas: lo que ahora se llama un inventario temático.
Recuerdo una anécdota, cuando mis hijos eran muy pequeños y los llevamos a Port Aventura. Yo creo que Kike tendría unos seis u ocho años y ya decía cosas muy graciosas. Después de un día entero subiéndose a todas las atracciones, cayéndose y dándose toda clase de golpes muertos de risa, los niños llegaron baqueteados, sudados y agotados a la cafetería del parque a tomar unos refrescos antes de irnos al hotel. Entonces, en las bandejitas del bar en donde nos servían los refrescos, observé que rezaba: Port Aventura, Parque Temático. Y les propuse a mis hijos que me explicaran qué creían ellos que quería decir eso de temático, sobre el parque de atracciones del que acababan de disfrutar. Por qué ese parque era un parque temático. Con sus ojos más ingenuos y mirando al vacío, Kike apuntó: ꟷ¿Porque te matas…? Una respuesta genial.
Si lo recuerdan, hace un año empecé mi andadura con un primer hito en el horizonte: el concierto de Samantha Fish en el Bataclan de París, para el que tenía entradas compradas. Ese concierto se debía celebrar el 11 de febrero, pero Sam lo anuló por el tema del Covid. Entonces a mí me entró la neura de que la pandemia aun no se podía dar por vencida, y yo tenía que aprovechar ese impasse no finalizado para poner al día una serie de asuntos que tenía pendientes por estar dedicado a vivir la vida sin mayores preocupaciones. Algunas tareas eran necesarias, como hacer testamento o poner en regla determinados asuntos de gestión del día a día, de esos que uno nunca tiene tiempo de hacer. Estas cosas no son muy blogueras, pero hay otras de más enjundia, que sí se pueden agrupar por temas, para el prometido resumen temático.
1.- La salud. En relación con este tema, son tres los frentes de lucha en los que he peleado con resultados notables. En primer lugar, el ateroma en la arteria carótida derecha, que me descubrieron en un chequeo rutinario a finales del 21. Después de las vicisitudes narradas en su día, el doctor cantarín de la Sanidad Pública me emplazó a hacer un seguimiento del tema en sucesivas revisiones semestrales. La primera fue en mayo y me lo encontró igual. La segunda, este diciembre y el tema no había variado nada tampoco. Ante eso, esta vez me han citado para dentro de un año, navidades de 2023, lo que no deja de ser una buena noticia.
En segundo lugar, mi cuidado preventivo del cáncer de colon. En 2019 me había hecho la penúltima colonoscopia, hasta entonces bienal, que, por primera vez, no determinó que me extrajeran ningún urdangarín después indultado como benigno, tal como me había pasado en las pruebas anteriores. Ante eso me propusieron retrasar la siguiente a tres años. En este julio me sometí a la nueva prueba, con el mismo resultado: cero urdangarines. La siguiente me toca en 2025 y, así en una primera valoración, cinco años ya de colonoscopias niqueladas son para sentirse moderadamente optimista.
Y el tercer frente: las cataratas, felizmente extirpadas y arrojadas a los desechos médicos de la clínica donde me operaron de ambos ojos, con quince días de diferencia. Con mis nuevas lentes multifocales implantadas en los dos ojos, la verdad es que veo como Dios y es algo sensacional. Yo no era consciente de lo mal que veía pero, entre otros detalles, conduzco otra vez bien, puedo conducir por la noche y no me han vuelto a poner una sola multa, que antes me caían una detrás de otra. Y no me he vuelto a caer, salvo un pequeño accidente que se contó en el blog y que fue por mala suerte. Antes me caía todo el rato. Lo más espectacular fueron los quince días que pasé con un ojo operado y el otro no. Con el bueno veía el cielo muy azul, los azulejos de mi cocina súper blancos y hasta los cráteres de la luna. Con el otro todo era gris/sepia; como suele decirse: veía menos que Pepe Leches.
2.- La casa. Acostumbrado como estaba a vivir en la calle cuando estaba activo, los encierros por la pandemia me revelaron las delicias de la vida indoor y la conveniencia de cuidar la casa y darle una vuelta a su mantenimiento, para tenerla más cómoda y acogedora. Aparte algunos temas menores, como la conexión a toma de tierra, evitando los calambres que me daban determinados muebles de la cocina, la instalación de una manguera en la terraza o la renovación del grifo del fregadero, la principal batalla en este apartado fue la pintura de toda la casa y el acuchillado y barnizado del suelo, tareas que me obligaron a embalar todas mis cosas, tirar un montón de objetos obsoletos al punto limpio y emigrar a casa de mi querida amiga África, en donde pasé un par de semanas largas hasta poder volver a la casa renovada. De esta estancia de acogida hablo abajo con más detalle.
3.- Los asuntos profesionales. A lo largo del año, he tenido bastante actividad lectiva y de recepción de visitantes extranjeros. Destaca aquí como siempre, mi oficio de cicerone del Madrid Río, en el que este año he de computar una visita para los alumnos del máster de Esther Higueras en la ETSAM, más el tour con el curso de Inés R. profesora de planeamiento en Le Havre. Además, la inclusión de mi visita al río como actividad final del importante Congreso Internacional ISUF, con representantes de toda Latinoamérica. Esta visita se publicitó en redes y a través de ello me salió una última visita con el grupo de investigadores urbanos al que pertenece Alexandra Delgado, con los que hice numerosos contactos internacionales. Aquí un par de fotos de estos eventos.
En segundo lugar, mi historia sobre el realojo de Palomeras, me tocó contarla en el curso de la ETSAM de Sonia de Gregorio, y también en el viaje de estudios de un curso del Politécnico de Milán, que incluyó una visita al barrio, con la colaboración de Henry Guitar. Y el colofón de mi conferencia en el Ateneo de Madrid, como único espada, a la que no vino ninguno de mis lectores del blog, para gran cabreo mío. A esto hay que añadirle dos grupos de extranjeros traídos por Werner Dürrer, uno de una empresa del Metro de Copenhague y otro del Colegio de Arquitectos de Burdeos. Más el viaje a Valencia con mi compañera M. para asistir a la entrega de los premios Europan 15, una conferencia on line para las Grandes Ecoles de Francia coordinada desde Lille por mi amiga Ana Ruiz Bowen y la participación en una mesa redonda en el Ateneo sobre el programa Reinventing Cities. No me puedo quejar en cuanto a la continuidad de estas actividades. Aquí otra imagen, en plena disertación.
4.- Los viajes. Este tema ha estado bastante reducido por las circunstancias pandémicas, pero espero que al año que viene mejore. No obstante he de incluir aquí el ya citado viaje a Valencia, una escapada a Barcelona dentro de la zona de sombra que no se cuenta en el blog, tres viajes a Ciudad Real para mantener viva la llama del grupo viajero con el que fui a Birmania, Chile y Madagascar, y que ahora planea visitar Uganda. Dos escapadas a La Coruña, una con mi hijo Kike y otra para la aparición sorpresa en el cumple de mi hermano. Al menos dos excursiones senderistas con mi peña de veteranos andarines. Y los dos viajes a festivales de blues, a Cazorla y Jerez de la Frontera. No está mal para un año de restricciones de todo tipo.
Y, por supuesto, mi rentrée en los viajes europeos con el Interrail, visitando Bruselas, Ámsterdam, Lille, Tours, Nantes y París. Ha sido este el mejor viaje del año, sin duda, y veremos si puedo repetir alguno similar en los meses venideros. En relación a este tema, me congratulo de haber descubierto las delicias de que te hospede un amigo en su casa. Este año, he sido acogido por mis amigos África y Boni durante 18 días con motivo de las obras de mi casa. Más tres días en casa de Barbara en Tours, otros tres en casa de Tangi en Nantes, otros tres en casa de mi sobrino Javi en La Coruña y las consabidas estancias en casa de mis hijos, en Lille y París. También disfruté de la hospitalidad de Tantri cerca de Ámsterdam, aunque no me quedara a dormir. Y especialmente gratos los lugares de acogida en donde había animales: los gatos Ulises y Mina en casa de África, el gato Rakan en casa de Barbara y el perrito Bosco en casa de Javi. Con todos ellos hice buenas migas y se me revivieron las ganas de hacerme con un gato. Vean otra imagen del maravilloso gato de Barbara.
5. Encurtidos y variantes. Englobo aquí el running, el yoga, el inglés on line, el club de lectura Billar de Letras y la actividad del grupo de seguidores del teatro. En todos estos apartados he mantenido la actividad continua. No he dejado de correr, salvo cuando me lo prohibieron durante la recuperación de las operaciones de los ojos. En la época de lluvias de este otoño continué corriendo dentro de casa dos veces por semana. Cuando salgo al Retiro vengo haciendo 6,5 kms, que no está nada mal. En el yoga he avanzado bastante, dentro de mis posibilidades, y mis profesoras están bastante contentas. Por cierto, esta mañana he participado en la llamada San Silvestre Ashtangi, para lo cual estaba en la academia a las nueve en punto. He hecho mi rutina completa y luego me he ido con todos a desayunar al Federal. Con esta peña del yoga comulgo a medias, tienen un punto místico/mágico por el que no entro, pero son gente maja, original y amable. Sólo que mi mundo es más el del blues.
En el inglés, he subido al nivel B2 y he notado también bastante mejoría, sobre todo al recibir a grupos a los que he debido dirigirme en esa lengua y también con los holandeses y flamencos en mi tour por las Europas. También he mejorado mi comunicación en francés, aunque no estudio, pero me entendí con bastante facilidad a lo largo de mi periplo reciente. En el club Billar de Letras hemos tenido sesiones memorables en torno a libros muy buenos, como Hamnet (Maggie O’Farrel 2020), Piedras en el vientre (Jon Bauer 2010) o El lago (Bianca Bellova 2019). También tuve la suerte de descubrir algunos otros libros fuera del club, como Y llovieron pájaros (Jocelyn Saucier 2018). En cuanto a las obras de teatro, he visto Lectura Fácil, Paris 1940, Finlandia y Tea Rooms, por citar las que recuerdo como más destacadas.
6. El blues. Bien, en mi proceso de aprendizaje con Henry Guitar he tenido una crisis intermedia de la que voy saliendo. Como saben, yo había tocado un poco la guitarra desde los 15 años hasta más o menos los 25. Después lo dejé completamente. Ahora, tras mi jubilación empecé de nuevo con el instrumento. Y avancé bastante durante el primer año. Cuando embalé mis cosas para trasladarme a casa de África, estaba empezando a tantear la guitarra eléctrica con un pequeño ampli que me compré. Pero a la vuelta a casa, ya no saqué la eléctrica de su envoltorio. Henry tuvo paciencia conmigo y poco a poco me ha ido sacando del pozo. Lo que me sucede, tal como lo veo ahora, es que yo tengo muy buen oído (por eso se me dan bien los idiomas). A los 15 años yo lo que hacía era aprenderme los temas de memoria y reproducirlos a base de oído y memoria.
Y ahora había llegado a ese mismo punto. Y es como toparse con un muro. Lo que tengo que hacer es aprender a interpretar y seguir partituras. En vez de aprenderme un tema de memoria y reproducirlo por puro oído, debo intentar seguir ese tema en la partitura, y no ocupar mi memoria con ello. Es arduo, es como aprender a expresarse con un idioma nuevo. Pero no hay otro camino, si quiero salir del atasco. Por lo demás, me he reincorporado al circuito de los conciertos en directo, lo cual es muy bueno también para fijarse en cómo se desempeñan los guitarristas. En ese sentido, fueron momentos mágicos el Festival de Blues de Cazorla, adonde fui con Henry y donde coincidí también con mi nuevo amigo Dani. Y el Festival Isla del Blues, en donde Dani y yo disfrutamos del arte de Samantha Fish y su grupo.
Pero también he ido a bastantes conciertos en Madrid. Con especial mención al día de Kase O, el ídolo del rap, en donde nos juntamos 15.000 personas en el Wizink Center y todas menos yo se sabían las letras de las canciones de este señor. Como les dije, es la primera vez en mi vida que voy a un concierto de rap y descubrí un nuevo mundo. Además de esto, soy miembro de la Sociedad del Blues de Madrid y he ido a diferentes conciertos en lugares como la Taberna Alabanda, El Intruso, el Rock Palace y La Coquette, cerca de Ópera, donde el otro día Henry y yo, con nuestro común amigo Carlos el arquitecto, pasamos una noche genial. La Coquette es el lugar mítico del blues en Madrid, un sótano con reminiscencias de la Cavern de Liverpool en donde empezaron los Beatles. Allí puedes seguir los conciertos tomándote una Alhambra de botella verde con un bol de pipas de girasol que te rellenan continuamente.
7. Samantha Fish. Terminé 2021 completamente cautivado por esta señora, posiblemente la mejor guitarra del rock en este momento, de quien sigo pensando que es una estrella emergente y que dentro de poco habrá que pagar bastante más para verla. Una vez que se aplazó el concierto de febrero en París, yo mantuve las entradas para la nueva fecha, en noviembre, que tampoco fue la definitiva, porque se aplazó de nuevo, esta vez a mayo del año que viene. Pero a comienzos del verano llegó la sorpresa. Samantha insertaba en su apretado calendario una minigira europea de verano, en la que había nada menos que cinco citas en España: Cazorla, Las Palmas, Tenerife, Jerez y Pontevedra. Me saqué entradas para el primero y el cuarto de estos conciertos y ya saben que fueron fabulosos y que hasta pude charlar un rato con la diva y hacerme unas fotos con ella realmente históricas.
Y en noviembre, intuyendo que el concierto de París se aplazaría de nuevo, me saqué entradas para verla en Bruselas y esa fue la excusa perfecta para enhebrar un viaje por Europa, en el que empecé viajando en business, continué encontrándome con Sam al lado de la Grand Place, acabé su concierto en buena compañía y seguí mi viaje para encontrarme con mis amigas Tantri y Bárbara, mis hijos y el gran Tangi Saout. Todo esto redondea un año del que realmente no puedo tener queja alguna. Por cerrar el tema del blues, durante estos últimos tiempos les he insistido en que Samantha ha derribado de una patada la puerta del edificio del viejo blues, acaparado por varones negros, mayores y malencarados. Ha entrado aire fresco y algunos de estos veteranos, que son grandes artistas, han interiorizado esa irrupción y están haciendo una música muy buena. Valga de ejemplo este sensacional tema de Robert Finley, un tipo casi de mi edad y medio ciego, pero que desarrolla una energía sorprendente.
8.- El mundo alrededor. Este tema merecería un segundo post, así que resumiré. El mundo ha seguido su deriva, sobresaltado por la guerra de Ucrania, cuando aún estábamos saliendo de la pandemia. Es como cuando tienes un dolor en un pie y te rompes un brazo: el dolor del pie desaparece al instante y te olvidas de él. Yo creo que el mundo está ahora mismo dividido en sociedades más o menos democráticas y sociedades en donde se reprime a los ciudadanos. Eso se detecta enseguida viendo cómo se trata a los homosexuales, a las mujeres y a los diferentes colectivos minoritarios por raza o religión. La democracia no es un sistema perfecto, pero hay que protegerlo. Ahora mismo, yo creo que el régimen de Irán es el más cerril y brutal en este sentido, tal vez con el de Corea del Norte. Y no es casualidad que pase lo que está pasando. Y que el ayatollah le dé la manita a Vladimir.
Es curioso el tema de China. Se trata de un régimen autoritario, sin duda, pero que ha sacado de la pobreza a millones de sus súbditos. Y el salir de la pobreza comporta cultura y comporta información. El régimen ha tratado de llevar adelante una absurda política de Covid cero y se ha estrellado. Y entonces ha sabido escuchar a la gente y rectificar. En Irán, en cambio, se especuló con que suavizarían las normas del velo obligatorio para las mujeres, pero enseguida lo desmintieron. En China, el problema es que el cambio brusco de política sanitaria está generando una cantidad de contagios tremenda. Esto se debe al aislamiento internacional que comportaba la política de Covid cero, más la peor calidad de las vacunas que fabrican, el porcentaje alto de ancianos sin vacunar y la escasa inmunidad de la población frente a las nuevas variantes. Todo ello en un contexto de represión y secretismo. Mal cóctel.
Estoy convencido de que las sociedades democráticas están mejor preparadas para luchar contra las calamidades globales. Los estados en los que se protege al ciudadano, como los que yo he visitado en mi reciente viaje, tienen los cimientos puestos para seguir siendo lugares en donde apetece quedarse a vivir. No sucede lo mismo en Irán, o en Rusia, o en Israel, en el fondo bombas de relojería sociales. Pero todo esto es muy complejo y se merece un desarrollo más largo y meditado que estos simples párrafos. Y lo cierto es que estamos en el umbral de un nuevo año y haciendo resumen del anterior. Este blog se suele distinguir por incorporar fotos curiosas, que no requieren mayor comentario. Les dejaré con un par de ellas que me han llamado la atención. En la primera pueden ver a mi amiga la poetisa y narradora rosarina Valeria Correa, toda una intelectual, celebrando la victoria de Argentina en el Mundial.
La segunda, me parece cojonuda. Es la que recoge el momento en que el presidente Biden firma una ley que protege el matrimonio homosexual. La disposición y los gestos de los diferentes personajes, remiten a una especie de cuadro barroco de la anunciación, o a algunas escenas de Renoir en el cine. Es una coreografía espontánea que también podría haber sido dibujada por Robert Crumb o alguna otra figura del comic. No se sabe si son personajes reales o teleñecos. Con esta foto, aprovecho para desearles un Feliz Año 2023. Que nos vaya bien a todos.