Más de uno de mis lectores piensa que soy un presumido y que cuento muchas bolas, lo mismo que me dijeron mis amigas sentadas en círculo cuando me despedí de ellas en el cumpleaños que les conté. Pero lo cierto es que yo llevo desde que me jubilé estudiando inglés y guitarra de blues, tengo dos profesores cojonudos, el bueno de Ed y el gran Henry Guitar, respectivamente, y algo se tiene que ir notando ya. El blues es, como saben la madre de todas las músicas, el antecedente del rock, del jazz, del soul y hasta del rap y el hip-hop. Pero conceptualmente es algo bastante sencillo, otra cosa es que, para defenderse con él, se necesite practicar un montón, mucho esfuerzo, y también un poquito de grasia, como para La Bamba.
Ya lo he contado, pero se lo recuerdo resumido. Los negros que iban capturando en África para traerlos a América como esclavos, empezaban ya a hacer sonoridades vocales, armonías y segundas voces en los propios barcos en los que los traían encadenados como animales. Después, se arrancaron a cantar en los campos de algodón del sur USA, porque los negros tienen una facilidad innata para la música. Se hicieron con instrumentos musicales rudimentarios, que fabricaban artesanalmente y que imitaban las guitarras y similares de los colonos españoles, franceses e irlandeses, entre otros. Y empezaron a explorar la llamada escala pentatónica, que permite hacer punteos y adornos en el acompañamiento de sus cánticos.
Además, adoptaron el esquema de tres acordes de toda la música popular, primera-cuarta-quinta, con la diferencia de que sus acordes no son mayores ni menores, sino con séptima, lo que le da al blues su tono aparentemente desafinado. A finales del XIX, alguien sintetizó ese saber primitivo enriquecido, metiéndolo en un pentagrama, lo que nos lleva a la estructura de doce compases que aparece ya claramente definida en las primeras grabaciones de la música negra de principios del siglo XX. Una estructura que conocen y respetan todos los músicos de blues, rock y jazz, de forma que cada instrumentista sabe cuándo ha de cambiar de acorde y cuando debe entrar con sus punteos. ¿Cómo dicen? ¿Que no entienden nada? Tranquilos, ya me dejo de tecnicismos. Añadiré únicamente que yo llevo ya unos meses practicando acompañamientos con los tres acordes básicos e iniciando un incipiente recorrido por la escala pentatónica para adornarme entre estrofa y estrofa. Un curre importante.
Pero también es clave aprender un poco de inglés y ya les dije que en el examen que me hicieron me situaron en el nivel B1 alto y a partir de ahí voy mejorando. Por ejemplo, Ed nos está ahora machacando con los subjuntivos simples y compuestos. Uno que se usa bastante en el idioma de calle es el should have. Si tú dices I should visit my brothers, la traducción sería Debería visitar a mis hermanos. Pero si dices I should have visited my brothers, lo que estás expresando es Debería haber visitado a mis hermanos. El verbo subordinado pasa de infinitivo a pasado, igual que en el castellano. Está claro ¿no? Lo malo es que los ingleses (y los yanquis) gustan mucho de las contracciones, para que el habla sea menos formal y farragosa. Por eso dicen: I should’ve. Encima, la pronunciación suena algo así como A-shurav. No lo olviden.
Una vez que he reforzado los fundamentos rockeros que ya tenía, y practicado un poquito con estos parámetros, he buscado entre los viejos blues de los padres fundadores, tal como hace Samantha Fish, para intentar reflejar mis progresos en un vídeo y subirlo al blog. Y he encontrado uno muy adecuado. Se llama Killing floor y lleva la firma del gran Howling Wolf, gigantesco bluesman electrificado de Chicago, que lo publicó por primera vez en un single en 1964. Este es un tema que ha sido versioneado por un montón de artistas, desde Jimmy Hendrix a Led Zepelin (y, por supuesto, también por Samantha). Una canción que empieza diciendo I should’ve quitted you, long time ago, es decir, tendría que haberte dejado, hace mucho tiempo. Y resume: pero tú me engañaste y por eso estoy aquí, en el killing floor.
¿Y cómo traducirían ustedes killing floor? Pues el Google Translator diría seguramente El piso del asesinato. Incluso, la habitación del crimen. Pero ustedes, como yo, son expertos en cine negro y novela policiaca, conocen perfectamente el lenguaje forense y seguro que tienen en mente una traducción mejor. ¿No? Efectivamente, han acertado: El lugar de los hechos. Muy bien. He de advertirles que el blues es una disciplina que ha de tocarse con guitarra eléctrica y púa y cantarse con un micrófono. Pero para aprender los fundamentos es bueno hacerlo con una guitarra española y a pelo. Eso limita bastante la sonoridad y las posibilidades, pero es el punto en el que estoy.
Dice Samantha que ella empezó también con una guitarra española y, cuando ya sabía un poquito, probó su primera eléctrica y aquello le pareció como cortar mantequilla con un cuchillo al rojo. Con una Gibson SG como la suya, la música fluye sola de forma fácil. Ya saben que ella empezó tocando la batería y dice que lo dejó porque tenía que practicar en un sótano para no molestar a los vecinos y ella lo que quería era tocar con gente, socializar, divertirse. La batería, dice, le enseñó unos fundamentos rítmicos que luego le han sido de mucha utilidad para la guitarra. Cualquiera que la oiga pensaría que eso de la batería fue una especie de fase de adolescencia que no tuvo más recorrido. Pero yo tengo una imagen suya dándole a los bombos en el Knucklehead Saloon de su Kansas City natal. La foto viene con fecha. Sam tenía 21 añitos y ya era una guitarrista experta, pero se ve que tampoco se había olvidado del primer instrumento que aprendió
Sorprendente, ¿no creen? En realidad, Samantha, además de tocar la guitarra, cantar y componer (tres cosas que hace muy bien), es una mujer que tiene otras habilidades. Por ejemplo, ha practicado el windsurfing, como pueden ver en la foto de la izquierda. Al lado tienen otra en la que aparenta tocar el saxo, aunque, por lo que sabemos de ella, supongo que es sólo una pose para una foto divertida.
Vaya, ya me he desviado de la
línea por la que iba. A mí me empieza a pasar como a Juan Rulfo, con perdón de
la comparación con semejante monstruo de la literatura. Ya lo he contado, pero
se lo recuerdo. Como saben, Rulfo escribió Pedro Páramo, una obra que lo elevó
a los altares de la literatura de todos los tiempos, al lado de Cervantes,
Shakespeare y García Márquez, entre otros, y ya no volvió a escribir nada. En
los congresos a los que lo invitaban, los colegas y amigos le decían: ꟷJoder,
Juan, eres un vago, por qué no te pones de una pinche vez sobre los folios y nos regalas otra
maravilla de tu pluma. A lo que el aludido respondía: ꟷSi ya lo intento, cuates, pero
es que me pongo a escribir y nomás me sale Pedro Páramo otra vez. Pues algo así me pasa a mí: que me
pongo a escribir uno de mis posts y nomás me sale Samantha.
Vale, vale, que ya sé que están ustedes ansiosos por ver mi performance, como si de un nuevo single de Sam se tratara o tratase. Ya voy con ello. Según lo que he escrito más arriba, les pido un poco de indulgencia, estoy empezando, tengo una guitarra sin electrificar y ni siquiera dispongo de un micrófono para no tener que cantar forzando la voz. En esas condiciones, hago lo que puedo. Aquí lo tienen finalmente.
Bueno, es francamente mejorable, pero para llevar unos meses de clases, no está mal. Yo ya tenía unos fundamentos básicos, pero no tenía ni idea de la existencia de la escala pentatónica y tampoco tenía a nadie que me fuera guiando en mi aprendizaje, como ahora. De todas formas, he de decirles que el blues primigenio era asunto de negros, que ponían música a sus penurias en una sociedad racista que los machacaba. Cuando los blancos adoptaron esos acordes, pasaron a incorporar temáticas amorosas y existenciales o, como ahora hace Sam, reivindicativas de una cierta igualdad frente a la famosa brecha de género. Pero el blues auténtico está arraigado y desarrollado en el mundo de los negros. Yo no soy en absoluto racista, creo que tienen derecho a disfrutar de las mismas condiciones laborales y económicas que los blancos y a vivir a su aire sin que nadie les mire mal. Pero, con perdón, los negros son diferentes a los blancos, lo mismo que lo son los gitanos, los chinos e incluso las mujeres.
Hay negros que se adaptan y se camuflan de blancos (y hasta se decoloran), pero en general los negros tienen unas características intrínsecas que los diferencian y que están arraigadas en lo más profundo de su ser. Entre ellas, una facilidad innata para la música y también para la danza: es escuchar unos sones en cualquier aparato reproductor y ya el culo se les va solo, algo que un blanco no conseguirá jamás. También tienen un sentido del humor especial, son burlones, vacilones y un poco fatalistas; se saben reír de sí mismos y de sus desgracias y eso les ha ayudado mucho a sobrellevar su situación de sometimiento al maldito hombre blanco. La verdad es que los negros y negras que he tenido ocasión de tratar eran casi todos un encanto.
Y otra cosa que les diferencia. Un músico negro sale al escenario y empieza como atontado, pero poco a poco va entrando en calor y es al final cuando lo da todo y explota todo su sentido artístico. Los blancos se preparan y son capaces de estar al cien por cien en el minuto uno. Samantha es un mixto; es muy profesional y le gusta empezar fuerte, pero a veces le empieza a subir el nivel de adrenalina y es al final de su show cuando se quita los zapatos de tacón y adorna su música con los saltos de pinchacarneiro que ya les he mostrado, en un climax explosivo que la transporta a las mayores cumbres musicales. Porque Sam, en parte, tiene alma de negra también.
Viene esto a cuento del partido Inglaterra-Italia de anteayer, final de la Eurocopa. Por cierto, qué alegría que ganaran los italianos. Yo es que les tengo un poco de manía a los ingleses, que se lo habían montado para jugar en su casa y ganar por lo civil o por lo criminal, como demostró el inexistente penalti que les pitaron en la semifinal y que les sirvió para derrotar a Dinamarca. La derrota frente a Italia, fue una reedición del llamado Centenariazo, cuando el tito Floren se había preparado una escenografía similar en la Copa del Rey y llegó el gran Dépor y le fastidió la fiesta. Pero, a lo que vamos. El partido se resolvió a los penaltis, como seguramente saben. El tiempo reglamentario, más la prórroga dura un total de 120 minutos. Y, en el minuto 119, al míster del equipo inglés le dio lo que se suele llamar un ataque de entrenador.
Efectivamente, efectuó un doble cambio, claramente destinado a la tanda de penaltis. Sacó a dos jugadores del banquillo, para que participaran en los lanzamientos: Rushford y Jaden Sancho. ¿Y qué pasó? Pues que ambos fallaron sus tiros. ¿Por qué? Pues en mi opinión, porque son negros. Y un negro no está a tope física y mentalmente si solo ha jugado un minuto. El entrenador inglés mostró un desconocimiento absoluto de la idiosincrasia negra, como por otra parte demuestran los ingleses en su vida cotidiana desde hace siglos. Y encima ahora los garrulos del West Country se dedican a insultarlos en redes. Después, el último penalti lo falló otro negro, Saka, pero en este caso porque tiene 19 años y estaba como un flan (otro error psicológico, encomendar el lanzamiento decisivo a un chaval). Por supuesto, hay que darle su cuota de mérito al portero italiano, que paró los dos últimos lanzamientos (el de Rushford fue al poste).
Así que mi empeño en convertirme en bluesman es doblemente difícil, aunque siempre puedo derivar al blues de los blancos. Killing floor es una canción que incide en las letras tradicionales de los blues negros: desamores, celos, insatisfacción, violencia contenida, tremendismo, sentimientos primitivos. Y, como les he dicho, es un tema que ha sido objeto de versiones de múltiples artistas. Como no podía ser de otra manera, la mejor, siempre en mi opinión, es la que van a ver en el vídeo que les dejo de cierre: el mejor guitarrista de todos los tiempos al frente de su mejor banda, la inigualable The Jimmy Hendrix Experience. El astro de Seattle a menudo usaba este tema para abrir sus conciertos. Pásenlo bien, sean felices y descansen. Y cuídense, que la variable Delta campa por sus respetos y se está extendiendo por nuestro país a pasos agigantados. Y dice la OMS que ha detectado una nueva cepa: la Épsilon. Que Dios nos pille vacunados.
Un aplauso. Eres un fenómeno.
ResponderEliminarTu nivel musical empieza a superar al del Coronel Groucho, salvando las distancias, porque él es más de la música brasileira. Y, además, es un todoterreno musical.
¡Aupa la mmúsica!
Pues está usted errado (sin hache). Yo me considero un bluesmen y un rocker de pura cepa. Lo brasileiro es una cuestión sentimental y de aficionado. Por otra parte el brother Miluco me ha superado siempre técnica y armónicamente en cuestiones musicales (y en muchas otras). Un abrazo para ambos lor dos.
EliminarRespondo colegiadamente a ambos dos. Gracias por los elogios a ambos. No puedo menos que darle la razón al Coronel en lo primero que dice: usted siempre ha tenido alma de rocker y bluesman. En cuanto a lo segundo, en mi opinión, supongo que yo le supero a usted en algunas materias, al tiempo que usted me supera a mí en otras. En concreto, los aspectos musicales, creo que más bien están en el segundo grupo. Yo me estoy enterando ahora de la existencia de la escala pentatónica, los tres acordes básicos en séptima y la estructura de doce compases, aspectos que usted dominaba ya hace unos cuarenta años con una soltura que siempre envidié. Así que celebremos entre los tres la música que es una forma de disfrutar y que permite alcanzar estados de excelencia y de grandeza. Por qué no intentarlo.
EliminarFuerte abrazo a los dos.
Según lo que usted dice (y que ya había oído por ahí), los negros son Diesel, para entendernos. Recuerdo conciertos en que he observado cómo van intensificando su implicación en la música desde un arranque más bien flojo. Pero no parece ser el caso de Jimmy Hendrix, que arranca ya como una moto. ¿Tenía una cierta alma de blanco? Por lo demás, excelente performance la suya, se notan las clases.
ResponderEliminarGracias también a usted por sus elogios. Hendrix fue el más grande y en este vídeo empieza a buena velocidad, pero no se le ve muy cómodo, varias veces interrumpe la melodía para afinar su instrumento y se va a corregir sus botones. Imagino que, a medida que iba avanzando el concierto entró en calor y acabó en esa especie de catarsis que alcanzaba a menudo. Fíjese también que hay momentos en que parece que se moviera a cámara lenta. Es que esa era su manera de vivir la música. Un auténtico genio.
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