Uf! Qué estrés de semana esta que termina, a las puertas de un segundo puente consecutivo en Madrid. Aquí fue fiesta el lunes pasado, día 2, y lo será el que viene, día 9. Pero lo cierto es que el puente pasado apenas pude relajarme. El martes 3 teníamos prevista una reunión en las oficinas de mi Dirección General los cinco que estábamos revisando los proyectos presentados al concurso de El Bosque Metropolitano y teníamos que llevar todas las fichas cumplimentadas para cruzar criterios y tomar decisiones sobre cuáles se ajustan más a lo que queremos para Madrid y su periferia. Lo habíamos programado para dos martes consecutivos, pero los que yo había analizado se verían en la primera ronda. Así que me pasé casi todo el puente trabajando en las dichosas fichas. Aún así, encontré tiempo para correr el domingo (indoor) y escribir un post preelectoral esperanzado, que empecé el domingo por la tarde/noche, cuando se me bloqueó la cabeza de tanta ficha, y terminé el lunes por la mañana, después de desayunar y antes de ponerme a rematar el trabajo pendiente.
El martes 3 madrugué para estar a las nueve en la ofi, bien desayunado, duchado, afeitado y peinado. La sesión terminó después de las doce. Como tenía el portátil estuve resolviendo una serie de asuntos con el correo electrónico y luego bajé a comer al bar de mis amigos y me volví a casa. Toda esta semana ha estado lloviendo sin parar, pero ya saben que eso es algo que me gusta y no es problema para mí conducir bajo la lluvia. Me eché una pequeña siesta y empecé a pensar en el sarao que tenía al día siguiente, que luego les cuento y que todavía no me había puesto a preparar. No rendí demasiado, estaba cansado y me acosté pronto. Me prohibí a mí mismo ver nada de las elecciones USA esa noche, para no ponerme más nervioso, lo último que leí fue que ya se habían abierto los colegios y todo estaba en orden.
La verdad es que lo que ha pasado con las elecciones no se le habría ocurrido ni al mejor de los guionistas de Hollywood. El miércoles me levanté, me lavé someramente y desayuné, con mi habitual zumo de naranja y café con un par de tostadas con aceite y sal. Sólo entonces encendí el ordenador y miré los resultados. Se me cayó el alma a los pies. Trump ganaba entonces por goleada y yo me agarré un cabreo monumental. En ese momento yo lo di por perdido, porque siempre que me ilusiono con una cosa y no sale, pues me jode y me cabrea y además ya estoy requetequemado, después del Brexit, la propia elección de Trump hace cuatro años, el referéndum para ratificar el proceso de paz en Colombia y la derrota de la señora Carmena, entre otras expresiones de la burrez colectiva.
Escuché la intervención de Trump atribuyéndose la victoria y me mosqueó su discurso. ¿Si dice que ha ganado, por qué ese rollo victimista de que quieren hacerle trampas? Creí en ese momento que ni él mismo esperaba un resultado tan bueno, tenía ese speech preparado para el caso de unos resultados más parejos y no le había dado tiempo a cambiar el chip, como nos pasa muchas veces a los viejos. Salvando ese matiz y convencido de la derrota, pensé que el mundo está lleno de borricos, que el sistema electoral permite que pacíficos ciudadanos elijan a Hitler, que vaya mierda de encuestas las que se hacen en el país de Silicon Valley y los cohetes a la luna y otra serie de pensamientos negativos.
Pero no tenía tiempo de abandonarme a la autocompasión. Debía intervenir en un webinar a las 6 de la tarde y no tenía ni las imágenes que quería mostrar ni el discurso medianamente elaborado, salvo unas cuantas ideas esbozadas en mi trabajo de la tarde anterior. Así que cerré las noticias y llamé a mi compañera M. pidiéndole socorro. Me explicó la ruta en donde está guardada una presentación de las grandes líneas de nuestra Dirección General, me la bajé y empecé a trabajar con ella para reducirla. Esa es una presentación de una hora y yo tenía dos turnos de apenas diez minutos, uno primero más general y otro sobre un caso de éxito, que había pensado centrar en Madrid Río, de lo que tengo imágenes a punta pala. Pero tenía que organizarme con eso dos presentaciones para apoyar mis dos intervenciones.
Mi compañera me vio muy desanimado y me dijo que tuviera paciencia, que aún no había un resultado definitivo y las cosas podían cambiar. Pensé que lo decía por animarme. Preparé mis imágenes y a las 6 estaba conectado. Este webinar forma parte de un máster de Economía Creativa que dirige mi amiga Belén Elisa Díez, artista gráfica y economista. He dado clases en ese máster durante muchos años, la última vez en 2017. En 2018, después de muchos años de participar como profesor, Belén no me incluyó en el cuadro del máster. Cuando viajé de vuelta desde Chile, hace ahora dos años, nada más aterrizar me encontré un montón de mensajes suyos en el teléfono y en el whatsapp.
Parece que le había fallado un profesor y la clase, presencial como lo eran todas entonces y de dos horas, era esa misma tarde. Estaba amaneciendo y yo acababa de llegar de un vuelo transoceánico con una escala interminable en Bogotá, tenía un jet-lag de puta madre y sólo quería llegar a mi casa y dormir doce horas. Así que le dije que no podía. Me presionó de diversas maneras que no voy a revelar aquí, pero me mantuve firme. Ella me conoce y sabe que podía hacerlo si hubiera querido, pero que no me gusta ser plato de segunda mesa. Si había contado con otro mejor que yo y le había fallado, no era culpa mía. Yo nunca le había fallado. Pero se enfadó y el año pasado no me llamó. Pensé que ya no me llamaría más. Pero hace unas semanas contactó conmigo y yo tenía la cita anotada en mi agenda.
Hicimos la cosa por Zoom y tuve un pequeño problema técnico, porque antes de empezar probé las imágenes para compartir y funcionaban, pero, en vez de minimizarlas, las cerré y, cuando quise abrirlas en el momento oportuno, no las encontraba. Pasé mi primer turno sin imágenes, intervine en el coloquio intermedio y, para mi segunda intervención, ya había encontrado las imágenes, así que las puse todas. Al final no quedé tan mal. Por cierto, a mí Belén no me había dicho nada de que la sesión versara sobre la ciudad post-covid, tuve que empezar mi charla con una finta. La sesión la han colgado en Youtube y les voy a poner el enlace por si quieren echarle un vistazo. Dura dos horas y cuarto, pero yo sólo intervengo puntualmente. Desde luego, si les interesa el urbanismo, hay intervenciones bastante más interesantes que la mía. Me he visto después y me ha sorprendido tener tanto acento gallego. Yo creo que me va saliendo a medida que envejezco. AQUÍ tienen el link.
La noche del miércoles estaba agotado y estresado, después de la sesión de más de dos horas de la tarde. Pero me puse a ver las noticias, ya metido en la cama y vi que Biden remontaba, lo que terminó de desvelarme del todo. Se apretaban los resultados en Michigan y Wisconsin y Biden tomaba distancia en Arizona y Nevada. Los resultados se empezaban a parecer a los que pronosticaban las encuestas que yo había ido siguiendo antes. Así que dormí de puta pena. Aún así, el jueves hice mi reglamentario entrenamiento indoor, desayuné y entonces me encontré un correo de mi jefa. La segunda sesión del Bosque Metropolitano no podíamos hacerla el martes, porque ella tenía una reunión de alto nivel a la misma hora. Proponía aplazarla o adelantarla a hoy viernes. Y las otras tres chicas del equipo (yo soy el único varón), ya habían contestado decantándose por el adelanto.
Así que ayer me tocó trabajar otra vez un montón, para cerrar mis fichas con las correcciones derivadas de la sesión del martes y darle un vistazo a los proyectos de los otros paquetes. Pero le iba echando un ojo de vez en cuando a las noticias y así me enteré de las victorias en Michigan y Wisconsin. Biden estaba a un pelo de ganar. Anoche dormí mejor, pero hoy he tenido que madrugar otra vez, coger el coche y acercarme a la ofi. Esta sesión ha durado desde las nueve hasta la una de la tarde. He tenido todo el rato el modo avión en el móvil. Al final, un whatsapp me avisaba de que Georgia había virado también a azul clarito. He bajado a mi bar favorito y me he comido una súper hamburguesa de buey, con tomate, lechuga, cebolla caramelizada y queso, bien regada con dos sobrecitos de mostaza y otros dos de ketchup, que ya saben que soy proyanqui perdido, pero proyanqui de la mitad urbana y culta.
Después he cogido el coche de vuelta, he aparcado, he pasado por la farmacia y, cuando estaba llegando a casa, me he encontrado a mi amigo César que salía de Medialab, y al que no veía desde el principio de la pandemia, aunque estamos en contacto continuo por el guasap. Así que no me ha quedado más remedio que tomarme un doble de cerveza extra con él, que no había comido aún. Luego, por fin una siesta en condiciones. Y me he puesto a escribirles a ustedes. Pero mi ritmo no se para con este post. Porque esta noche, a las 3 de la mañana, me conectaré a ver el concierto de Tab Benoit y Samantha Fish en Nashville, inicio de la gira del primero. Tengo después tres (¡3!) días para tumbarme a la bartola. Y el martes no tengo que ir a la ofi, o sea que bien. Por si no me creen, abajo tienen el poster del concierto.
Ahora mismo parece que Biden gana. Pero no hay que celebrarlo antes de tiempo, que aún puede pasar de todo. Yo querría que Biden ganara todos los estados aún en liza, para que la diferencia fuera grande y evitara el espectáculo que Trump parece dispuesto a dar hasta el 20 de enero. En este asunto, yo confío en que su familia le disuada de su huida hacia adelante. No sé si Melania, Ivanka o Kalinka, o como se llame la otra hija. Es una huida peligrosa. Le han votado 70 millones de americanos, de la rama más garrula, todos armados hasta los dientes (las armerías han agotado sus existencias estos días) y convencidos de que les han engañado (eso les dice su líder).
Cuando la cosa se despeje, ya les contaré mis reflexiones y análisis de lo que ha pasado. Ahora mismo, basta decir que Biden está remontando imparable desde los primeros resultados, por una sola razón: porque Trump dijo a sus seguidores que no se les ocurriera votar por correo o anticipadamente, que todos el día de las elecciones y sin mascarilla. Por eso ahora todos los votos que van contando son demócratas. Seguir a un líder como ese tiene estas cosas y ojalá que no se hayan contagiado del virus. Y que conste que a mí Biden no me produce ningún entusiasmo, lo único que siento es alivio de que no haya ganado Trump. A mí quien me gusta es Alexandria Ocasio-Cortez. Y, por supuesto, Jacinda. Hoy ha anunciado que todos los políticos y empleados públicos se bajan el sueldo un 20% para apoyar la recuperación de la economía. Les voy a dejar su discurso como propina. Esta mujer tiene las prioridades claras. Primero: salud. Mantener el bicho fuera de Nueva Zelanda. Luego la economía ya se arreglará, que hay sistemas para ello. Hablaremos de todos estos temas en los siguientes posts. Buen puente.
Jacinda, igualita-igualita que Lollipop Ayuso (me encanta el mote).
ResponderEliminarPues sí. Tal cual. Esta señora acaba de confinar provisionalmente toda la ciudad de Auckland, la capital, al detectarse un solo caso de coronavirus. Lollypop lo que hace es reducir el número de pruebas para que bajen las cifras, en la mejor tradición de la señora Botella, que eliminaba las estaciones de medición de la contaminación de los lugares con peor aire (como el arranque de la Cuesta de Moyano, yo vi cómo la desmontaban un día, cuando salí a correr) y daba orden de que se sustituyeran por otras dentro del Retiro o en la Casa de Campo.
EliminarMe temo que Ivanka, Kalinka and company, están abducidas por el jefe del clan y le van a acompañar hasta el último segundo de hacer el ridículo. Tal vez podemos confiar en él mismo. Igual que no apretó el botón rojo de un ataque devastador sobre Irán, como usted nos contó, es posible que le quede un resquicio de racionalidad que le impulse a decir: a tomar por culo. Veremos qué pasa.
ResponderEliminarDe momento, se resiste a admitir la derrota. Yo creo que tensará la cuerda hasta el último día, como forma de que se siga hablando de él, que es lo que más le gusta. Hasta el presidente chino ha felicitado ya a Biden. Sólo faltan Putin, Kim Yong-un y Bolsonaro.
EliminarPor cierto, antiguamente, cuando nos contaba alguna de estas semanas suyas un poco estresantes, yo pensaba: ¡Qué agobio! Ahora, en medio de la pandemia, me da usted envidia. Ya quisiéramos muchos estar tan entretenidos, implicados y bien pagados como usted.
ResponderEliminarYo me lo estoy pasando bien, y espero seguirlo haciendo después de mi jubilación formal. Con permiso del bicho, que cualquier día se me puede llevar por delante, porque me niego a aislarme completamente.
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