jueves, 7 de febrero de 2019

808. Mentiras, rachas y relatores sedicentes

Bien, tengo que empezar por un asunto que enlaza con el post anterior. Me llega por detrás un comentario que dice que hay que ver cómo me gustan las jovencitas, que cada día saco imágenes de las mujeres que me gustan y ninguna pasa de los 40. Eso es mentira cochina. Joder, a mí me gustan las mujeres, desde luego, pero de todas las edades, y se lo voy a demostrar sin salirnos del propio personaje de Sade Adú. Lo que escribí el lunes estaba sacado exclusivamente de mi memoria pero, ahora, después de leer el comentario del otro día del Coronel Groucho, me ha entrado curiosidad por saber algo más del personaje. Y me he quedado de piedra. Sade Adú es la vocalista femenina del british rock que más discos ha vendido en la historia, nada menos que 50 millones de discos en todo el mundo. Eso la ha convertido en millonaria. Está en posesión de la Orden de Oficial del Imperio Británico y vive en un cottage en el condado de Gloucestershire, ajena al ruido del exterior. Ha encontrado la paz y me alegro mucho por ella, porque es una mujer de carácter, con una determinación inquebrantable.

Sade nació como fruto del amor de dos universitarios en los años 50: una inglesa que estudiaba enfermería y un negro guapo y elegante de Nigeria que pertenecía a una de las familias más pudientes de su país, hasta el punto de poderle costear una carrera de Económicas en Londres. Cuando él se graduó, regresó a Nigeria, como tenía previsto. Y su novia se casó con él para poderle acompañar. La pareja sólo duró en África unos seis años. Después la cosa se estropeó y la chica se volvió a su tierra con sus dos hijos, el mayor de 6 años y la pequeña Helen (la futura Sade) de 4 años. Sus abuelos maternos los acogieron en su casa y pudieron tener una vida desahogada. De adolescente, Sade se matriculó en una escuela de diseño de moda, a la vez que empezaba a componer canciones y cantarlas por los bares con un grupo de tres amigos de su barrio y de su colegio de secundaria.

Prácticamente tenían ya las canciones de su primer disco preparadas, el grupo se llamaba Pride (orgullo) y la impactante presencia de su cantante no pasó desapercibida a los cazadores de talentos de las grandes discográficas multinacionales. Empezaron a hacerle ofertas mareantes para que debutara como cantante solista, le garantizaban un lanzamiento como gran estrella, por todo lo alto. Pero ella puso una condición, que mantuvo a pesar de las presiones a que la sometieron: sus tres amigos entrarían en el proyecto; si no, no había trato. Sí accedió a cambiar el nombre del grupo por una abreviatura de su apellido nigeriano Folasade. El lanzamiento fue en 1984 y ya saben el resultado. Sus cuatro primeros discos, hasta 1992 rompieron el mercado y se convirtieron en una referencia del buen gusto musical y la sensualidad.  


Sade es una de las pocas mujeres del rock que ha aparecido en la portada del Times, como pueden ver a la izquierda. Se dice que la música de Sade, con una copa de Rioja crianza, es el mejor aderezo para el sexo. Y les voy a confesar una cosa: cuando mis hijos eran unos bebés y lloraban por la noche, la forma que yo tenía para tranquilizarlos y que se durmieran otra vez era poner un disco de Sade, cogerlos al brazo y bailar con ellos un par de melodías por el salón. Ya venían ambos demostrando que tenían buen gusto musical. Sade recalaba mucho por España (yo creo haberla visto al menos en dos conciertos). Y allí le surgió el amor con el españolito del que les hablé el otro día. Por cierto, yo dije que era ingeniero, abogado, o similar, porque es lo que me decía mi amigo que fue vecino de la pareja. Ahora he sabido que era director de cine documental. Ya ven lo poco fiables que son mis informaciones (el otro día dije que la señora Cameron era española).

Pero lo cierto es que Sade lo quiso mucho y, cuando la pareja se rompió, volvió a Londres devastada y con una idea en la cabeza: había repetido el mismo error que su madre. Se había expatriado detrás de un amor incontenible y luego se había encontrado atrapada en un país extraño, en una jaula de oro, como la calandria de la canción. En Londres pasó el duelo, se reconstruyó y decidió no perder nunca más el control de su vida. Tuvo un breve rollo con un negrote jamaicano, productor musical, con el que tuvo a su única hija y luego lo despachó como hacen las abejas con los zánganos. Para entonces se instaló en su cottage con la niña, una gata mestiza y alguna perra que otra (todo hembras) y se dedicó a lo que le gusta: leer, componer, pero sin prisas, querer a los suyos y proteger su intimidad de la prensa y los cotillas. Ahora tiene también una pareja, un ex marine no demasiado culto, pero buena gente, que es lo fundamental. Y está feliz. En una de las pocas entrevistas que concede, se confiesa forofa de la jardinería. Tras los muros de su finca se ocupa de cuidar su gran jardín y lo que más le gusta es coger una pala y ponerse a hacer grandes agujeros para plantar más árboles.

¿Y qué hay de su carrera musical? Pues sorprendentemente se reduce a seis discos de estudio, los cuatro primeros más seguidos y luego uno casi cada diez años (más las recopilaciones y directos que se esfuerza en publicar su discográfica). Ella tiene el control; sólo saca un disco cuando tiene bastante material compuesto y le entran ganas de hacer una gira porque, como confiesa en la entrevista citada, cantar en directo la pone. Su última gira data de 2011. Sade cumplió el mes pasado 60 tacos. O sea que cuando la gira era ya una cincuentona satisfecha. Y aquí vamos a lo que íbamos: a mí me gusta físicamente casi más que al principio. Obviamente, ya no usa la talla 38 y parece que ni la 40 (recuerden el grito de guerra de las feministas el pasado 8 de marzo: me aprieta el chocho, la talla 38). Pero no sólo ha ganado en kilos. También en tablas. De joven era una mujer más tímida en el escenario, con un miedo escénico que ha confesado y que poco a poco ha ido venciendo.

Les traigo aquí un vídeo para que comprueben lo que digo. Creo que es en Australia, pero no estoy seguro. Y es una auténtica delicia ver a esta nueva Sade fondona, desinhibida y feliz, que canta descalza porque le apetece, enseña el suje porque puede y, a medio número, retrocede hacia el fondo del escenario meneando el bullarengue con esmero, para sumarse gozosa a la coreografía de sus coristas, grandotes, como le gustan a ella (tengan en cuenta que nuestra heroína mide 1,72). Comprobarán que mantiene lo esencial: la elegancia, el sentido musical y rítmico, la voz inigualable de mezzo, los ojos rasgados tan misteriosos como siempre y la simpatía a raudales. Y, no lo duden: entre la amplia banda que la arropa están sus tres amigos de la adolescencia. Dos de ellos viven ahora en los USA, pero ella arma la banda cuando le parece y les paga lo que pidan, que para eso es millonaria. Y ambos acuden puntualmente al llamado de su reina. Pongan la pantalla grande y disfruten ya de esta maravilla. 


Así que no se equivoquen conmigo: a mí me gustan las mujeres, jóvenes o viejas, blancas o negras, altas o bajas, siempre que sean interesantes y tengan sex-appeal, cualidades que son transversales de todas las categorías. En esta página no es difícil encontrar el resultado de mis preferencias, Sheryl Crow, Sade Adu, o mis amigas transnacionales Shannon Ryan de LA, Clare Healy de Londres, Tantri de Yakarta y tantas otras de las que les he obsequiado con diferentes fotos. Sin olvidarnos de Serena Williams, otro de mis ídolos. Saben que ya no es la número uno del tenis desde que se retiró para su maternidad. Pues el año pasado presentó a su hija en sociedad con una foto impactante (por cierto, les recuerdo que en los USA no existe esa tontuna de pixelarle la cara a los niños). Serena es un animal felino y hermoso y creo que su imagen despeja todas las dudas sobre mis preferencias.  


Tal como está el mundo mundial, y en especial el nacional, empiezo en este post a cumplir mi promesa de hablarles sobre todo de otras cosas, lejos del coñazo de la actualidad. Yo sigo en la buena racha mientras dure, y mi próximo viaje a París es una confirmación de que seguimos en lo alto de la ola. Lo que pasa es que uno ya es veterano y sabe lo que son las rachas buenas y malas. Y aprende a anticipar los cambios de dirección del oleaje y la resaca cambiante del mar. Hace dos posts yo daba por hecho que mi asunto con el franchute se había frustrado y empezaba a intuir el final de la racha buena. Porque una de las características de mis últimas derivas es que los hechos se van encadenando. Mi amigo Diego, de Tijuana, me invita a la presentación de su último libro. Consigo un vuelo barato a LA. Aprovecho para visitar a mi amiga Shannon y para tener un par de entrevistas de trabajo en San Francisco, en donde conozco a Flavio Coppola. Este señor se queda tan encantado con lo que yo le cuento que hace lo imposible para invitarme a explicarlo en el workshop de Chicago. A los pocos días me voy tres semanas a Chile y a la vuelta me ligo a un francés, que me invita a dar una clase en París.

Por eso estoy ahora tan contento, porque la racha sigue. La preparación de mi viaje a París va cumpliendo etapas, ya tengo el billete de ida y vuelta al aeropuerto Charles de Gaulle y les iré hablando de todo esto, que es mucho más divertido e inspirador que la mierda de la actualidad, de la que voy a procurar que no me distraiga mucho (salvo por lo que respecta a la campaña que voy a hacer a favor de la señora Carmena). Lo que pasa es que es difícil abstraerse y estos días el runrún patrio gira en torno al tema del relator (hay que joderse). Este personaje se nos ha colado hasta en la sopa y un amigo mío me manda por whatsapp una viñeta plagiada, que creo que el gran Forges aplaudirá desde su tumba.
En realidad, no se sabe nada de cómo va a ser este relator. En el diccionario de sinónimos de Word Reference, si uno pone relator, se relacionan los siguientes: cronista, cuentista, narrador y ponente. ¿Puedo ser yo un relator con mi trabajo en el blog? Quién sabe. Si hacemos caso del gobierno, parece que el relator va a ser un tipo que se limitará a ver, oír y callar y, en su caso, levantar acta. O como los mirones de las partidas de cartas, a los que, cuando yo era joven, se instaba a callar y dar tabaco. Digo yo que para eso les podría servir un algoritmo. En el otro lado, los independentistas sueñan con que este elemento sea una especie de juez de paz, con mando en plaza. Y seguro que propondrán a algún extranjero proclive al prusés. Yo por ejemplo, les propondría a Yoko Ono. Seguro que estaría encantada. Lo que pasa es que con esta señora lo difícil es que se esté callada y, como se ponga a cantar, se puede formar una tormenta importante. En realidad, yo la propongo porque es gafe acreditada y, lo mismo que acabó con los Beatles, es capaz de acabar también con el prusés.

Luego está el tema de la igualdad de género. Pero hombre: ¿cómo se les habrá pasado la ocasión de decir que habrá un relator o relatora, según la tontuna vigente? A lo mejor es que ésta es la única condición en la que se han puesto de acuerdo: un relator joven o viejo, blanco o negro, español o extranjero, pero, eso sí: con pelos en los cojones. En fin, veremos cómo termina todo esto. Las derechas, con El inMundo como ariete, están sobreactuando porque huelen la sangre y no van a dejar de darle el coñazo al Resistente del Manual, hasta que doble. A mí lo único que me preocupa es que aguante hasta después de las elecciones locales porque, si encima de locales, autonómicas y europeas se superponen las nacionales, esto va a ser el despiporre. Con esta campaña que se han montado a cuenta de la gilipollez del relator, Rivera y Casado se están retratando. Y así lo manifiesta esta pintada que ha aparecido en algún suburbio patrio y que les dejo de despedida. Que sean buenos, coño.


3 comentarios:

  1. Francamente maravillosa. Adorable madurez...

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  2. ¡Qué actuación nos has regalado hoy! Magnífica mujer en su espléndida madurez. Puesta en escena insuperable en la que el espectáculo se mantiene en su justa medida.
    ¿Qué te puedo decir? Gracias.
    De tu post anterior recojo tu muestra de cariño, que sabes recíproca, pero nombrabas al Celta y no está en estos momentos como para que me extienda en comentarios al respecto, sólo confiar en que vengan tiempos mejores.
    Un abrazo.

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    1. Me alegro que os haya gustado la actuación de Sade a ambos dos. Es cojonuda. Abrazos a pares.

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