lunes, 9 de diciembre de 2013

210. Crímenes inexplicables

Asistí el viernes a la proyección del documental Seré asesinado, en la Cineteca del Matadero y les recomiendo vivamente que vean esta filmación si tienen oportunidad. Supongo que no será difícil descargársela de Internet. Desde Searching for Sugar Man, el film que narra la búsqueda y hallazgo del gran Rodriguez (ver post #142), no había visto nada tan impactante. Las películas documentales, en las que se mezclan imágenes reales, con recreaciones discretas y entrevistas a los implicados, tienen un poder de sugestión muy superior a las basadas en escenas rodadas con actores, siempre que cuenten con un guión adecuado y estén bien contadas.

La película, española de este año, la dirige un tal Justin Webster, periodista británico afincado en España, y gira en torno a un suceso acaecido en Guatemala en 2009. Un día de mayo de ese año, Rodrigo Rosenberg, prestigioso abogado que vive en uno de los barrios más lujosos de la capital guatemalteca, sale a primera hora a dar su vuelta diaria en bicicleta y es asesinado de varios disparos. Su cuerpo acribillado queda junto a la bicicleta sobre uno de los parterres laterales de la vía por la que circulaba. Hay las típicas imágenes del cuerpo tapado con un plástico, la zona acordonada con cinta plástica de la policía, los curiosos, algún testigo lloroso.

Hasta aquí nada muy extraordinario. Como explica la película, en Guatemala (población en torno a los 15 millones) se comete una media de 15 asesinatos diarios, el 98 por ciento no se esclarecen nunca, hay grupos de sicarios que alquilan sus servicios de formas no demasiado disimuladas y, en definitiva, la vida no vale nada. Lo singular empieza al día siguiente, en el entierro del abogado. Asisten muchas personas, familiares, amigos y conocidos; Rosenberg era una persona muy popular en la vida social de Guatemala. En pleno entierro, un amigo del finado abre una mochila que lleva al costado y procede a repartir entre todos los asistentes unos CDs idénticos, cumpliendo así un encargo que dice haber recibido personalmente del muerto.

Cuando los asistentes al entierro llegan a sus casas e introducen el CD en sus lectores, pueden ver una escena grabada en vídeo, de unos 8 minutos en toma única. Rosenberg, con chaqueta azul y corbata, sentado a una mesa y con unos folios en la mano, habla todo el rato a la cámara. Empieza por decir que está convencido de que lo van a matar muy pronto y que el propio hecho de que alguien esté viendo ese vídeo es la prueba de que el asesinato ya ha sucedido, porque sus instrucciones son que no se publicite hasta ese momento. Indica que el motivo de su convicción está relacionado con la investigación que tiene en marcha sobre otro asesinato anterior. Añade que sus pesquisas le han llevado al entorno del Presidente de la República, Álvaro Colom, a quien acusa de estar detrás del asunto, junto a un par de personas de su gobierno. A todos ellos los responsabiliza directamente de su inminente muerte.

Les recuerdo que todo esto es un hecho real, no el resultado de la imaginación calenturienta de un guionista de Hollywood. Tengan en cuenta también que estamos en 2009, en plena revolución digital. El vídeo de marras, del que se han repartido muchas copias en el entierro, se convierte rápidamente en viral. Esa misma mañana, toda Guatemala puede verlo, y empieza a circular por el mundo entero. Tal vez usted, querido lector, vio ese vídeo en su día. La gente sale masivamente a la calle a pedir la dimisión inmediata del gobierno y se montan manifestaciones multitudinarias en todas las ciudades. El Presidente Colom trata de hacer un Rajoy, pero resulta inevitable que le pregunten todo el rato por un tema tan grave. La película muestra una escena de televisión en la que una reportera le pone delante el micrófono. El tipo dice que todo es falso, pero se le ve bastante tocado y acojonado.

Rebobinemos. La situación de la seguridad en Guatemala es de tal gravedad que la propia ONU ha tomado cartas en el asunto. Desde mucho antes de estos episodios, existe un organismo auspiciado y financiado por la ONU, la CICIG, Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. En ese momento, la CICIG está al mando de Carlos Castresana, español y fiscal del Tribunal Supremo, ahora regresado a nuestro país y que hace de narrador en la película. Castresana cuenta cómo se enteró del asesinato y la posterior difusión del vídeo, hecho que le hizo reclamar para sí la investigación del asunto. Con el dinero internacional, Castresana inicia un minucioso rastreo que cuenta paso a paso en la película. La pesquisa, que dura ocho meses, incluye el visionado de horas de grabación de las cámaras de seguridad del barrio, comprobaciones de ADN, recuperación de llamadas de móvil y lo que se quieran imaginar.

Uno ve la cinta con la convicción inicial de que va a presenciar un film de denuncia política, que desembocará en el desenmascaramiento de una trama corrupta, típica de estos países bananeros. Castresana, respaldado por la ONU, tiene autoridad para avanzar hasta donde haga falta, caiga quien caiga. Su única consigna es llegar a la verdad. Pero, como muestra la película, empiezan a aparecer cosas raras, indicios de que el tema va por otros derroteros, más ligados a cuestiones personales, íntimas, propias de los intrincados recovecos de la mente humana.

Y la trama da un giro en una dirección imprevista que lleva a un desenlace sorprendente que no les voy a contar aquí, porque no quiero fastidiarles la película. Sólo diré que Castresana tuvo que dar una rueda de prensa para explicar sus conclusiones. Y que hay mucha gente en Guatemala que aun hoy no se cree su versión. Algunos lo dicen en la película, como el amigo que repartió los vídeos en el entierro. Bueeeeeeeeeno. Para los que no soporten la curiosidad, les pongo el link a una noticia sobre la resolución del caso en 2010. Pero mi consejo es: no la lean; vean la película. Pasarán 85 minutos sin poder despegar la vista de la pantalla.

Es increíble cómo una persona puede enloquecer de la forma que muestra este espléndido documental. Viene a mi memoria el extraño caso de la niña china Asunta, asesinada en Santiago de Compostela, supuestamente por sus padres adoptivos, los dos en prisión preventiva desde hace más de dos meses. Los indicios contra ellos son abrumadores, pero a mí me cuesta creer que sean los culpables. Y algo debe de estar fallando en la investigación porque, en la primera semana, el juez parecía tenerlo ya todo claro y, desde entonces, no se ha avanzado gran cosa. No sé si ustedes siguen el caso, a mí es que me interesan mucho esos extraños recovecos cerebrales de que les hablo, capaces de generar un caso como este.

Se trata de una pareja culta, acomodada y muy conocida en la sociedad compostelana. Por eso me resulta inexplicable que sean los autores del crimen del que se les acusa. Un crimen que es una auténtica chapuza. En la primera semana apareció tal cantidad de indicios que uno no puede menos de pensar que podrían haber sido dejados adrede por alguien interesado en incriminarles. Por el contrario, si realmente han sido ellos, es que son subnormales profundos (hay que serlo para matar a una niña, con lo preciosas que son las niñas chinas) ¿Es que esta gente no veía CSI-Los Ángeles? ¿Es que no se enteraron de cómo las cámaras callejeras permitieron la captura inmediata de los que pusieran las bombas en el Maratón de Boston?

Para mí es un caso inexplicable. Cómo es posible que unos padres adoptivos maten a su hijo, con el esfuerzo que requiere una adopción y el cariño que se les coge. Si han sido ellos, es que se volvieron locos. Pero la locura es un trastorno individual. Es muy raro que una pareja, encima separada, se vuelva loca al unísono. La prensa carroñera ha difundido un perfil de la madre como dominante y manipuladora. Él, en cambio, sería un calzonazos, como suele decirse (a mí me gusta más “un mandiles”). Lo que en Galicia llaman un conachón. Ahora empiezan a sugerir lo contrario, que el dominante es él. No le veo yo, en ninguna de las versiones, ayudando a su ex a cometer un crimen dejando evidencias por todas partes.

Y, para colmo de males, resulta que mandan a analizar a Madrid las huellas de ADN de la camiseta que llevaba la niña, y encuentran restos de semen de un violador colombiano que (está acreditado) no ha visitado Galicia en su vida. Y los del laboratorio tampoco se lo explican: dicen que ya traía esa mancha, que es imposible que se haya contaminado durante el examen. ¿No sugiere esto la existencia de unos tipos esparciendo evidencias contra los padres? ¿Quizá se equivocaron o se les fue la mano? Toda Galicia está pendiente del desenlace de este proceso, en el que, tal vez, no se llegue nunca a la verdad. Repito que me cuesta mucho creer que los padres sean los asesinos, como parece deducirse del cerro de evidencias encontradas. Aunque, después de ver la película Seré asesinado, uno puede llegar a pensar cualquier cosa.
   

jueves, 5 de diciembre de 2013

209. Paradojas matemáticas

Hace cerca de dos meses escribí un post sobre curiosidades gramaticales (#183) que muchos de mis seguidores encontraron sorprendente, aunque parte de él circula por Internet en diferentes versiones. Este podría ser algo similar, con la salvedad de que yo no soy experto en matemáticas, disciplina a la que siempre me he aproximado desde un punto de vista más filosófico, “de letras”, aunque fascinado por cuestiones como la precisión, la inevitabilidad, la perfección de las ecuaciones, que funcionan como máquinas.

Mi amigo Martín Carril se acercó también al tema con una perspectiva similar en su libro Cuentos Matemágicos, (Adeire, 2007), en el que convierte en relatos algunos de los teoremas y axiomas más enrevesados. La geometría y la aritmética son ciencias eminentemente abstractas, pero están presentes en la naturaleza, por lo que su conocimiento ayuda a entender la realidad. Fue precisamente Pitágoras, un matemático, quien en el siglo VI aC.  llegó a la conclusión de que el Universo era inteligible, piedra angular sobre la que se basa todo el pensamiento científico occidental.

Pero los matemáticos gustan de jugar con sus conceptos, de forma que pueden llevarte a conclusiones imposibles. Es conocido el caso de Zenón de Elea (siglo V aC), capaz de demostrar que, en una carrera teórica, Aquiles, el hombre más rápido sobre la tierra, sería incapaz de alcanzar a una tortuga a la que le diera 100 metros de ventaja. Cada vez que Aquiles hiciera un trayecto, la tortuga avanzaría algo, aunque fuera poco. De forma que, cuando Aquiles hubiera cubierto los 100 metros, la tortuga ya no estaría en la posición inicial A, sino en otra B. Y cuando Aquiles llegara a B, la tortuga habría llegado a C. Aquiles necesitaría un número infinito de avances para llegar a la tortuga, luego nunca podría alcanzarla.

Zenón de Elea era un cachondo y todo el mundo sabía que su teoría era falsa, pero los matemáticos tardaron 24 siglos en demostrar esa falsedad. No se pudo rebatir al bueno de Zenón hasta que se enunció la Teoría de los Límites, en el XIX, teoría que demuestra que la suma de un número infinito de magnitudes decrecientes se convierte en un número finito, que define su límite. La demostración de un axioma matemático a veces entraña una dificultad grande. En tiempos más recientes, otros matemáticos han ideado chascarrillos aparentemente absurdos, con los que divierten e intrigan especialmente a los niños. A mí siempre me han gustado dos de estos acertijos, los que les cuento a continuación. Son bastante conocidos y es muy posible que ya los hayan oído, pero igual se los propongo, por si no los conocen.

1.- Los 17 camellos

Un pastor nómada del Sáhara muere teniendo como única riqueza los 17 camellos de los que vivía. Sus tres hijos buscan entre sus ropas y encuentran su testamento. Al mayor, su preferido, le deja la mitad de sus posesiones. Al segundo, le deja un tercio. Al pequeño, que nunca le mostró el debido respeto, le deja únicamente una novena parte.

Los tres hermanos empiezan a pelear, porque ¿cómo dividir los camellos por dos, tres o nueve? Deberían de matar algunos, para repartirse sus restos, pero eso les haría a todos más pobres. Cuando ya están llegando a las manos, el mayor propone ir a consultar al oulema del pueblo más cercano, que tiene fama de sabio. Llegan, le cuentan su problema y esperan.

El oulema reflexiona un buen rato y finalmente dice: “ya tengo la solución”. Los tres le miran sorprendidos. El hombre sale afuera, regresa con su propio camello y dice: “tomad, mi camello, llevároslo y haced vuestro reparto”. ¿Y cómo habremos de pagarte por tu camello? –le preguntan. Haced vuestro reparto –insiste y sabréis qué hacer al final.

Los hermanos vuelven a casa y empiezan el reparto. Al tener un camello adicional, suman 18. De modo que el mayor se queda con la mitad: 9. A continuación, el segundo se adjudica un tercio: 6 camellos. Por último, el pequeño hace la cuenta: un noveno de 18 son 2 camellos. En total, han escogido 9+6+2 camellos = 17 camellos. Les sobra el del oulema, así que regresan al pueblo y se lo devuelven, con el agradecimiento a su sabiduría. 
 
No me digan que no es una historia sugerente. La explicación se basa en la teoría de las fracciones y no creo que les resulte muy difícil llegar a ella. El segundo caso tiene más miga y además se lo cuento sin resolver, para que encuentren ustedes mismos la solución. No es mi intención dificultar su sueño en esta noche fría que se avecina, sino que hagan un poco de gimnasia cerebral, algo siempre conveniente. Que lo disfruten

2.- El cuento de los tres comensales

Se trata de tres amigos, ya mayores, que todos los martes acuden juntos al mismo restaurante a comer en amor y compaña. El precio del menú del restaurante es de 10€, pero el dueño del local premia su fidelidad haciéndoles un precio especial conjunto de 25€, lo que les pone muy contentos.

Cada martes, a la hora de pagar, cada uno de los señores pone 10€  y le dan los 30€ totales al dueño, el cual les devuelve 5€ que se guarda cada día uno, alternativamente, siguiendo un turno que todos respetan. Es como un ritual del que todos disfrutan.

Pero un día, la cosa falla. Resulta que el dueño del restaurante ha contratado a un meritorio, becario, o niño zangolotino, para que le ayude y vaya aprendiendo poco a poco los secretos del negocio. Cuando los señores terminan de comer, ponen los 30€ de costumbre sobre el platillo. El chaval, los recoge, los guarda en el cajetín correspondiente y cierra la caja. Desde el fondo, el dueño pregunta: ¿Cuánto les has cobrado? Respuesta: 30€, tres por diez, treinta. Sí –responde a su vez el dueño–, pero es que estos son clientes especiales y sólo les cobro 25, así que haz el favor de coger 5€ de la caja y se los devuelves.

El chaval, que es un poco pardillo, abre la caja y coge cinco monedas de 1€ para devolvérselas. Pero entonces se le plantea un problema: ¿cómo hago yo para repartir 5€ entre tres personas? Después de mucho cavilar, encuentra una solución que le parece perfecta: le da una moneda a cada uno de los señores, y se guarda en el bolsillo las dos que le sobran, a modo de propina. Los amigos observan el cambio de su rutina habitual, pero no dicen nada, porque son educados y discretos.

FIN DE LA HISTORIA. Y ahora: PREGUNTAS.

¿Cuánto ha pagado cada señor? Pues, de entrada, 10€, pero luego les han devuelto 1€ a cada uno. Es decir, cada uno ha pagado 10-1= 9€

¿Cuánto han pagado, pues, en total?: 9x3=27€

O sea, que los señores han pagado 27€. Más 2€ que se ha guardado el chaval en su bolsillo, nos llevan a un total de 27+2= 29€.

Pero nosotros sabemos que en la historia han entrado en liza 30€

¿Dónde está el euro que falta?


martes, 3 de diciembre de 2013

208. Lo que se juega en Ucrania

Los países que tiene la mala fortuna de quedar situados geográficamente entre dos grandes potencias, suelen ser el escenario de batallas interminables entre sus poderosos vecinos, que toman por costumbre invadir y destruir por turno al pobre territorio que tienen en medio. Le sucedió durante años a Polonia, estrangulada entre Alemania y Rusia, y le ocurre ahora a Ucrania, un país muy grande, pero que, en el reparto estratégico actual, ha quedado entre la Unión Europea y Rusia. Este escenario se proyecta sobre sus ciudadanos, sometidos a una doble presión que amenaza con destruir al propio país, desgarrado entre las provincias orientales, vertebradas en torno a la ciudad de Donetsk y afines al vecino ruso, y la parte occidental, alrededor de la capital Kiev, donde ha anidado el sentimiento europeo.

El gran analista político norteamericano Zbigniew Brzezinski, que llegó a formar parte del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, ya anticipaba el problema en su libro más conocido El gran tablero mundial (Paidos, 1997), en el que asimila el juego de las grandes potencias a un gigantesco tablero de ajedrez. Brzezinski ponía a Ucrania como ejemplo de lo que él llama pivotes geopolíticos. Unos años antes, la desintegración de la Unión Soviética, había hecho emerger este asunto de forma dramática. En 1991, ante la lucha por el poder que tiene lugar en Rusia entre Gorbachov y los líderes comunistas de las facciones más conservadoras, el parlamento de Kiev declara unilateralmente la independencia, ratificada unos meses más tarde en referéndum. Y las potencias occidentales se apresuran a reconocer al nuevo Estado, como hacían por esas fechas con todos los restos de la URSS.

Desde entonces, Ucrania se debate en el dilema de echarse en brazos de uno u otro de sus pretendientes. Su relación con ambos es, sin embargo, diferente, lo mismo que los intereses de éstos. Ucrania es un país tradicionalmente vinculado a Rusia, por lazos históricos muy estrechos. De hecho comparten un origen común, el llamado Rus De Kiev, el Estado más grande y poderoso de Europa durante los siglos X y XI, del que se dice que proceden rusos, ucranianos y bielorusos, que tienen también fuertes lazos religiosos (ortodoxos), así como lingüísticos. A partir de ese momento de esplendor, Ucrania estuvo siempre ocupada por Rusia, Austria-Hungría, Polonia y hasta Lituania. Tras la Primera Guerra Mundial, Ucrania queda dividida entre Polonia y Rusia, convirtiéndose la parte oriental en una de las repúblicas fundadoras de la URSS, en 1922.

A continuación, el país hubo de sufrir la locura de las colectivizaciones de Stalin, que destruyeron todo el sistema productivo rural, basado en cultivos familiares de pequeños propietarios de la tierra. El desastre de esta idea desencadenó el holodomor, la hambruna de 1932-1933, en la que murieron millones de ucranianos, además de los miles que fueron deportados a Siberia por oponerse a estas políticas. El holodomor  está considerado en la mayor parte del mundo como un genocidio. Así lo ha calificado el actual parlamento del país y así se estudia en sus colegios. En ese momento, parte del pueblo ucraniano empezó a ver a los rusos más como unos ocupantes, que como a hermanos.

Esa dicotomía se manifiesta en la Segunda Guerra Mundial, donde una parte (minoritaria) de los ucranianos recibe con alborozo a los nazis y combate con ellos contra los rusos, mientras que el resto hace lo contrario. Después, los largos años de dominación soviética agudizan esa especie de sentimiento ambivalente. En 1991, Ucrania se independiza en la onda de otros países como Polonia, Checoslovaquia o Hungría, mucho más afines a occidente y con estructuras socioeconómicas mejor preparadas para organizar regímenes democráticos. Ucrania no se incorpora de entrada a ese primer pelotón que se apresura a pedir el ingreso en la OTAN y queda ya relegada en esa carrera. Y, ahora que Rusia está reconstruyendo su viejo Imperio de la mano de Putin, las cosas ya no son tan fáciles.

En 2004, la Unión Europea recién ampliada a 25 miembros pone en marcha la llamada Política Europea de Vecindad. Una estrategia que tiene por objeto garantizar la seguridad de sus fronteras exteriores, apoyando en ellas la instalación de regímenes democráticos, eventuales candidatos a convertirse en miembros de pleno derecho, siempre que hagan sus deberes en el terreno de los derechos humanos. Por entonces, Ucrania dejaba bastante que desear en este terreno, como evidencian las elecciones generales que se celebran ese mismo año. El prorruso Viktor Yanukovich, nacido en el oblast (provincia) de Donetsk, gana por el procedimiento del pucherazo. La cosa es tan descarada que genera la llamada Revolución Naranja. Las multitudes salen a la calle y después de varios días de revueltas consiguen que el Tribunal Supremo anule las elecciones y ordene su repetición. Esta vez, no se puede ignorar el triunfo abrumador de otro Viktor, este apellidado Yushchenko, y decididamente proeuropeo.



Durante esas elecciones, a Yushchenko lo intentan envenenar con dioxinas y le dejan la cara como ven en la segunda de estas fotos comparativas, separadas por apenas unos meses. El presidente de la cara destrozada nombra primera ministra a Yulia Timoshenko, una rubia muy vistosa que ha sido el rostro visible de las manifestaciones callejeras. Pero la sociedad entre estos dos líderes bien considerados en occidente salta por los aires a los dos años. Yulia es cesada, procesada por acusaciones mucho menos claras que las de Fabra o Correa y condenada a siete años de cárcel, en un juicio que no pasa la prueba del algodón y aleja aun más a Ucrania de los estándares democráticos que le exige Europa. Yanukovich vuelve a ganar y Rusia empieza a enseñar la patita.

Para Putin, el tener a Ucrania de su lado le convierte en líder de una especie de nuevo Imperio con el que lleva años soñando. Los ucranianos son sus hermanos y no quiere que le dejen de lado. Tiene medios con qué presionarles. Ucrania está muy lejos de ser un país eficiente desde el punto de vista energético. Es el segundo país del mundo en consumo de gas natural, que necesita para caldear sus edificios en los gélidos inviernos que soporta. Eso le hace importar dos tercios del gas que consume (de Rusia). Por su país corren también los gaseoductos que llevan el gas ruso a los países de Centroeuropa. Y eso que Ucrania tiene petróleo, gas natural y riqueza minera y agrícola en abundancia. A Rusia le interesa Ucrania para ser más fuerte.

Europa lo que quiere es implantar allí un régimen democrático estable, que le permita asegurar su frontera oriental. Quiere que sea su nuevo pivote geoestratégico, liberando de este incómodo papel a Polonia, que no quiere volver a desempeñarlo de ninguna manera. Por si fuera poco, Rusia tiene la flota del Mar Negro estacionada en el puerto ucraniano de Sebastopol, en la península de Crimea. Desde su independencia, Ucrania se lo tiene alquilado. Un régimen amigo en este país, permitiría a Rusia mejorar su acceso al Mar Negro a través del puerto de Odessa, como hacía en los tiempos soviéticos.

Esto es, en grandes líneas, lo que se está jugando estos días en las calles de Kiev y las demás ciudades ucranianas. Ya les he recomendado el libro El maestro Juan Martínez que estaba allí. Manuel Chaves Nogales, a través de su antihéroe, un bailarín de flamenco de Burgos, relata el advenimiento de la Revolución rusa, las luchas por el dominio de Kiev, entre los rojos y los blancos, y finalmente el horror del holodomor, que el pobre ha de sufrir en el puerto de Odessa, hasta que por fin consigue huir a Estambul. El pueblo de Kiev tiene todos estos horrores muy cercanos todavía. Por eso quieren ser europeos. Lo llevan crudo. Les dejo con la imagen de uno de los monumentos más bonitos de la capital: el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas. Duerman, si es que pueden.