sábado, 29 de mayo de 2021

1.055. Punto de festón

En el mundo que viene, donde parece claro que no hay suficientes materias primas para mantener el nivel de desarrollo continuado al que está acostumbrado Occidente, será fundamental el reciclaje, la reutilización de materiales. Por ejemplo, usar los viejos jerseys para confeccionar mantas de cuadros, algo que ya hacía mi madre hace treinta o cuarenta años. Ella deshacía cada jersey y luego iba tejiendo cada cuadrado, para lo que usaba una plantilla de cartón para que todos fueran del mismo tamaño. Y luego los unía formando la manta, para lo que era clave el llamado punto de festón. Vean aquí unas imágenes, de los diferentes cuadrados listos para ser unidos y de la manta final.

Pues algo así es lo que yo hago con algunos de mis posts, como este que comienzo hoy sábado, después de mi carrera reglamentaria por el Retiro. Yo tengo preparados una serie de cuadrados temáticos y he de unirlos en un texto contínuo, procurando que no se noten demasiado las puntadas de las conexiones entre ellos. El arte del punto de festón. Es decir, que yo puedo empezar hablando de fútbol, por ejemplo, y pasar a un sesudo análisis político, y de este a un tema de Samantha Fish, omnipresente en este foro desde hace poco más de un año. Lo bueno de este sistema es que yo empiezo a escribir sin tener ni idea de por dónde va a tirar la cosa, voy tejiendo mi manta y es el propio hilo del texto el que me acaba llevando a donde quiere. Veámoslo.

El otro día, el Villarreal consiguió ganar la Europa League, tras derrotar en los penaltis al poderoso Manchester United, cuyo presupuesto multiplica por cinco el del modesto equipo español. Esta victoria se une a las del Lille en Francia y el Aleti en España, gestas muy celebradas por el personal, siempre dispuesto a admirar y honrar a cualquier David que se cargue al Goliath de turno. Pero ya saben que yo no veo fútbol de pago por la tele, porque para eso hay que apuntarse a una de las diversas plataformas de abonados que existen, algo que va contra mi religión. Así que me pasé la velada entretenido con el ordenador, poniéndome al día de cosas de más enjundia, relacionadas con la actualidad política, el urbanismo, o la cultura en todas sus formas. Y de vez en cuando consultaba el Marca para ver cómo iban.

Me enteré así de que el Villarreal se había adelantado en el marcador, que llegó con ventaja al descanso. Y que luego le empataron con gol del uruguayo Cavani. Y aquí viene lo que les quiero contar. La página del Marca, va poniendo comentarios escritos con las novedades minuto a minuto. Y, de vez en cuando, hay un tipo que añade otros apuntes con informaciones sacadas de las enormes bases de datos con las que cuentan los periódicos deportivos. Estos comentarios salen en otro color, sobre un fondo gris y debajo de una etiqueta que reza: documentación. Y miren ustedes cuál fue el comentario de los documentados sobre el gol del Manchester: Cavani es el tercer jugador de más de 34 años que marca un gol en una gran final europea para un equipo inglés. Tal cual lo he transcrito. Y ahora les pregunto: ¿creen ustedes que ese dato merece la pena de ser reseñado?

Es que no sé si se han dado cuenta ustedes de la gilipollez que supone aportar un dato como ese. Hombre, es que si fuera de más de 30, o de más de 40, no sé, números redondos. Pero no, es de más de 34. O si fuera el primero. Pero no: es el tercero. Y encima sólo entre los de equipos ingleses. El dato es tan relevante como si dicen que es el quinto jugador moreno y con barba, que marca en la segunda parte y luego se rasca el culo (con perdón). Ya pueden ver por dónde voy. La prensa de hoy está dotada de unos medios digitales que acumulan una cantidad de información nunca imaginada. Y encima, tú, periodista, puedes tirar de algoritmo y te nutren de informes a la carta, sacados automáticamente de los datos. Cuando yo empecé a trabajar con datos, eso se llamaba hacer un query. Pero un buen periodista tiene que manejar esa información sin perder su capacidad o su habilidad para informar.

Pues les puedo jurar que, durante el transcurso del citado partido de fútbol, cada poco salía un recuadrito con el fondo gris, con comentarios de esa índole. Y estoy seguro de que el tipo, cada vez que encontraba una idiotez de ese calibre, se quedaba súper satisfecho, pensando para sí mismo: qué demasiao, oyes, nadie encuentra datos como los míos, es que soy un crack. La realidad es que hoy en día se hace un periodismo muy malo, que se intenta camuflar con los datos que salen de las gigantescas bases que custodian los ordenadores. Pero la simple suma de datos elaborada por una máquina no garantiza una información de calidad. Para hacer buen periodismo, no basta con el dato. Hace falta además el relato. Porque la información basada en datos, sin un relato, es una mierda. Vean, por ejemplo lo que ha sucedido con el reciente conflicto entre Israel y Hamás, que ha terminado con el bombardeo letal de muchas barriadas civiles de la franja de Gaza. Veamos primero una foto significativa.

Los datos son bastante apabullantes. Según la BBC, 220 palestinos muertos, de ellos 63 niños, 1.500 heridos y 75.000 desplazados como los que se ven en la foto. En el lado israelí 10 muertos, dos de ellos niños y 200 heridos, por los cohetes lanzados por Hamas que lograron burlar el potente escudo antimisiles judío. La asimetría de las fuerzas es evidente. Pero la prensa, muy a menudo, se queda en esas cifras y luego da su versión del tema, de acuerdo con los prejuicios previos propios de la orientación del medio de comunicación de que se trate. En este caso, el relato de la prensa, digamos, de izquierda es muy simple: los judíos son unos fachas y unos cabrones, son los malos de esta guerra y por eso bombardean a la población civil sin piedad en cuanto les lanzan cuatro cohetes medio artesanales.

Por el lado de la derecha se contraataca diciendo que los de Hamas no son ningunos angelitos, que los misiles que tienen son peligrosos y no se fabrican en unas horas, sino que los han comprado en los mercados de armas, que camuflan sus unidades operativas entre los barrios más poblados usando a los civiles como escudos humanos, porque en el fondo las vidas de los suyos no les importan, como se ve cuando hacen atentados suicidas. Los dos relatos se limitan a dar los datos y repetir las opiniones que previamente tienen formadas, seguramente desde hace años. Desde luego que los de Hamas son unos cabrones pero, ¿tanto como para ponerse a lanzar cohetes que no tienen mucha capacidad letal, cabrear al enemigo y causar la muerte de 63 de sus propios niños. Yo creo que no. Muchos dirán que Hamas ha ganado la batalla de la propaganda, pero a qué precio.

Menos mal que Biden y la diplomacia USA han intervenido cuando ya estaba a punto de iniciarse una ofensiva por tierra del ejército israelí. Eso, de haber llegado a suceder, hubiera sido catastrófico para todos. Pero muy pocos periódicos han investigado qué había detrás de ese recrudecimiento de un conflicto que lleva muchos años latente. Les voy a pedir que lean un artículo del medio independiente CTXT que va a la raíz de este recrudecimiento y lo desenmascara con bastante fundamento, relacionándolo con la situación de bloqueo postelectoral en Israel, donde ha habido cuatro elecciones generales en los últimos dos años y el señor Netanyahu se niega a irse del poder para no perder su inmunidad parlamentaria, lo que le llevaría a afrontar diversos juicios por corrupción y otros delitos que tiene pendientes con la justicia israelí y que un día darán seguramente con sus huesos en la cárcel. Este artículo lo firma un profesor de periodismo, que insiste en el tema de la necesidad del relato frente al simple dato. Para leerlo han de pinchar AQUÍ

Es bastante alucinante, pero yo me lo creo. ¿Y saben por qué? Pues porque tiene un relato bien elaborado. Uno puede estar más o menos de acuerdo con las opiniones que se vierten en este artículo, pero el relato está organizado cronológicamente y es muy sólido. Y yo puedo leer cosas con las que no estoy de acuerdo, pero valorar el relato. Por ejemplo, ya les he dicho por activa y por pasiva que estoy encantado de haberme venido a vivir a Madrid y no me iría de aquí por nada del mundo, salvo tal vez a lugares como París o New York si pudiera vivir sin estrecheces, algo prácticamente imposible. Sin embargo acabo de leer un libro que se llama La vida lenta, novela de Abdelá Taia, escritor marroquí radicado en Paris, cuyo protagonista piensa lo contrario.

Llegué a este libro de una forma curiosa. Ya saben que me salté una de mis clases de guitarra para ir a la presentación del último libro de Leila Slimani, también marroquí afincada en Paris. Se lo tuve que contar a Enrique, mi profesor de blues y se mostró muy interesado. Así que en la clase siguiente le llevé mi ejemplar firmado por la autora de Canción dulce, para que se lo leyera. Me lo devolvió una semana después (es un buen lector) y a su vez me prestó este otro. Entiendo que tanto Slimani como Taia están bien en París y no piensan en volver a su tierra, donde vivirían mucho peor, sobre todo ella. Pero el protagonista de La vida lenta es diferente. Es un homosexual que se tuvo que ir de Marruecos siendo un crío, porque nadie lo respetaba y todos los vecinos de su barrio se dedicaban a violarlo sistemáticamente, una vez que constataron su inclinación sexual.

En París, este hombre ya adulto, que se gana la vida como profesor de literatura francesa, siente una acusada nostalgia de la vida en Marruecos, del mogollón de las calles y las plazas en donde todo el mundo se roza, incluso del peligro y el riesgo que conllevaba su vida anterior. Ya saben que está demostrado científicamente que en una plaza pública caben más árabes que noruegos. Hay algo de autenticidad en esa vida callejera y mísera, que este hombre echa de menos entre la cosmopolita y estirada sociedad parisina. Y lo cuenta en unos párrafos magníficos que les voy a transcribir. No comparto el fondo de esa nostalgia por la tierra natal, y eso que mi vida en La Coruña no era así de mísera, pero me parece que la descripción de ese sentimiento es fabulosa. Les pido que lo lean.  

Tras quince años de vida en París, ya no me sentía satisfecho de encontrarme en el corazón del frío mito intelectual construido alrededor de esta ciudad. Vivir en el centro de la villa legendaria no me bastaba. Echaba terriblemente de menos la realidad simple de la vida pobre, como en Marruecos, la realidad cotidiana, trivial incluso

Aparentemente, en París estaba tan libre, tan independiente, era tan dueño de mí mismo, tan maduro, tan cultivado… Pero a pesar mío una nostalgia del mundo de antes me habitaba ahora día y noche. No era una nostalgia de la gente de Marruecos y de su dictadura estéril, ni de la familia y todo eso, no, no. Más bien una nostalgia de las sensaciones fuertes, violentas, demasiado violentas, que sentía cuando estaba sumido en aquel mundo. El mundo. Aquí, en París, nadie me miraba, nadie jugaba conmigo, nadie se fijaba en mí. Podía pasar días y días sin hablar con nadie. Sólo yo en mí. En demasiado de mí.

Estaba yo. Solo yo. Después de destruirlo todo para ser por fin aparentemente libre, me daba cuenta de que no construía ya nada más con los otros, con el mundo. Avanzaba, Sí, Evolucionaba. Sí. Pero en la desconexión, en la soledad. Otra forma de soledad.

El mundo en París no me veía.

Y, al acercarme a los cuarenta, de repente quería que se me viera antes de que fuera demasiado tarde, que me molestaran, que me perturbaran, participar en un intercambio verdadero, aunque fuera fútil, y no en un intercambio donde todas las palabras se ven siempre sopesadas antes de que se digan, de que se pronuncien en serio, proclamadas con tanta certeza y arrogancia.

Me volvía como ellos también yo. Hablaba de manera precisa. Hablaba en muy buen francés, perfecto, falsamente dulce e increíblemente frío. Hablaba en un tono muy chic con la sensación de ser un estirado. Y, en el fondo, no decía nada. Nada se decía. Pasaban los días, los meses, la vida, y lo esencial no estaba ahí.

Ya ven qué forma tan certera de describir esa sensación ambivalente, la nostalgia precisamente de las cosas por las que este señor abandonó su tierra para venir a la gran ciudad. Como les he dicho, yo no comparto esa morriña, pero reconozco la maestría de este autor para describirla. La forma de contar una historia es clave, porque las historias han de ser verosímiles, creíbles. Si no, no funcionan. Y la realidad es muchas veces increíble, piensen sólo en la historia del eurodiputado húngaro ultraconservador al que pillaron en una fiesta gay y tuvo que bajar por una cañería haciéndose polvo las manos. La realidad supera siempre a la ficción y eso es lo que viene a expresar esta reciente pintada, fotografiada en algún lugar de la provincia argentina de Tucumán.

Cojonudo el mensaje, pero incorrecto gramaticalmente. Para que estuviera bien escrito tendría que ser: Esto supera la ficción. Debe de ser la realidad. El verbo deber, si no va seguido de un de, expresa un deber, una obligación. Por el contrario, cuando lo que quiere manifestar es una duda o probabilidad, ha de ir seguido de un de. El relato es un elemento clave, pero la ortografía ha de ser correcta para expresar cualquier tipo de mensaje. No muy lejos de Tucumán, otros grafiteros, en este caso de Ecuador, se dedican a ir por las calles de Quito corrigiendo en rojo la ortografía de las pintadas, como pueden ver en esta imagen.

Escribir correctamente es importante. Si ustedes escriben de forma chapucera, los diferentes errores que cometan distraerán a sus lectores potenciales. Un tema clave que hay que cuidar con esmero es la puntuación de los diálogos. Yo que soy un dandy y un snob, me declaro partidario incondicional del guión largo, a la hora de puntuar los diálogos. Pero puntuar los diálogos es una técnica y un arte que se aprende practicando. En una academia literaria que regentaba una amiga mía, usaban como ejemplo de puntuación de diálogos una conversación inventada entre Tarzán y Jane, muy divertida, que les transcribo a continuación. Aquí se recoge la casuística completa de convivencia del guión largo con los demás signos de puntuación. Véanlo con atención; esto no se enseña en las escuelas normales y no todo el mundo lo domina. 

—Jane, ya no te quiero —dijo Tarzán.

—Tarzán —dijo Jane—, siempre te interesaron más los elefantes que yo.

Y Tarzán dijo:

—Hablar con ellos es mucho más estimulante.

—Pues me voy a Baltimore, a casa de mi padre —dijo Jane—. Y me llevo el vestidito de piel de leopardo.

—Perfecto —dijo Tarzán, irónico, y añadió—: Pues yo me quedo en la choza del árbol. Seguro que los babuinos querrán compartirla conmigo.

—¡Y pensar que he estado a punto de renunciar a la civilización por ti, hombre mono! —exclamó ella.

—¿Hombre mono? —repitió él, con una lágrima en el rabillo del ojo—. Ahí te has pasado.

Ya ven, aquí se ha hablado del partido del Villarreal, del conflicto de Gaza, de un novelista marroquí y de reglas de ortografía y de puntuación de diálogos. Cuatro cuadrados temáticos sin aparente interrelación conceptual. ¿Cómo relacionarlos entre ellos? Pues con el punto de festón. Y esta vez el hilo argumental no nos ha llevado a Samantha Fish, otra vez será. Que pasen ustedes un excelente fin de semana preveraniego.

miércoles, 26 de mayo de 2021

1.054. Hey Joe, en la historia del blues

Hoy he quedado de nuevo a comer fuera, en este caso con una pareja amiga con la que hace tiempo que quería verme. Tras una sobremesa moderada, volveré a casa para recoger la guitarra, meterla en su funda y cargarla en modo mochila para acudir a mi clase semanal en Palomeras, uno de los puntos de referencia de mi calendario semanal. Enrique es un buen maestro, paso con él unos ratos muy agradables y aprendo muchas cosas de la estructura del blues, y también de su historia, de la que sabe mucho y le encanta contarme viejas anécdotas. No puedo tomar notas y muchas de las cosas que le escucho se me olvidan. Pero me va quedando una base.

Sería ridículo pretender contar toda la historia del blues en un post de 2/3 páginas. En Internet hay tratados y enciclopedias que pueden consultar si quieren. Todo lo que voy a contar hoy aquí son simplificaciones, supongo que discutibles, pero ya me conocen. El blues es una música que surgió entre los negros que fueron traídos como esclavos a Estados Unidos, desde comienzos del XVII hasta que se prohibió la esclavitud en 1812. Los negros siempre han tenido un sentido rítmico y musical especial y se dice que empezaron con sus cantos en los mismos barcos en que eran traídos de África, en donde entonaban a coro y sin instrumento alguno viejas melodías traídas de sus aldeas natales. En los campos de algodón USA, esas canciones fueron evolucionando, al tiempo que los negros aprendían a tocar instrumentos de los colonos ingleses, españoles y franceses, como banjos, violines y guitarras artesanales.

Alguien dotó a estas músicas de una estructura de doce compases lo que nos lleva al blues de principios del siglo XX, donde se efectúan las primeras grabaciones. Esa estructura primitiva del blues, más la utilización de la escala pentatónica para hacer punteos, se generaliza y estará en el origen del jazz, el rock, el soul, el funk y todos los demás estilos. El blues primitivo suele ser bastante tosco, es frecuente que una frase de la canción se repita tres veces y luego haya un cuarto verso diferente. No se cuentan tanto historias como estados de ánimo. La gente vuelca aquí su frustración por la segregación racial, su reivindicación contenida y la imposibilidad de prosperar en un mundo de blancos. Algunos nombres de este blues más tosco podrían ser John Lee Hooker o Bo Diddley.

Durante los años anteriores a la eclosión del rock, la música de los negros no se mezcla mucho con la de los blancos, es un mercado y un sector productivo diferente, con sus propias listas de éxitos, sus programas de radio y sus seguidores. En la alta sociedad blanca no está bien visto escuchar este tipo de música, ha de hacerse de forma clandestina. Las letras del blues a menudo son machistas y violentas, ya les he traducido lo que dicen algunas de las viejas canciones de los años 20 que ha desenterrado y adaptado Samantha Fish. Se habla a menudo de celos, de cuernos, de castigar a la mujer infiel, de tomar un revolver y liarse a tiros con ella o con su nueva pareja. Imagino que algunos artistas negros del blues incluso exageraron ese rasgo violento por suponer que eso era lo que se esperaba de una población primitiva, salvaje e inferior como ellos.

Pero surgen otros músicos mucho más complejos como Muddy Waters o Jelly Roll Morton. Todos ellos son buenos compositores y basan su música en la voz y en la guitarra, instrumento que se convierte en prototípico y en el que surge un elemento genial: el gran B.B. King. También hay una derivada más centrada en el piano, radicada en el entorno del Delta del Mississippi, sobre todo en Tennessee (Memphis Slim o Willy Dixon) y en New Orleans con el pintoresco y aclamado Professor Longhair a la cabeza. Es esta una variante amable muy ligada a la danza, de letras menos broncas y muy relacionada con los ritmillos del Dixieland, la variante del jazz local que se toca en el Mardi Grass y en los famosos entierros. Me dejo en el tintero muchos nombres de músicos muy grandes, pero hay que abreviar .

Todo eso saltó en pedazos con la irrupción del rock, que revolucionó y mezcló todos los estilos: Elvis cantaba y se movía como un negro y Little Richard hacía bailar a las jovencitas blancas como nadie. El rock fue recibido como una música del diablo por los estamentos más conservadores de Estados Unidos, que iniciaron una caza y captura generalizada de sus músicos, a caballo de las arengas de determinados predicadores religiosos radiofónicos. Y lograron su propósito porque una ola de desgracias asoló a la primera generación del rock, como les contaré en otro post específico. Pero la semilla ya estaba plantada y resurgió en el lugar más inesperado: Gran Bretaña. Allí, una serie de grupos musicales juveniles se hizo con los discos de los pioneros del rock americano, que les traían viajeros del otro lado del Atlántico. Con los Beatles y los Stones a la cabeza. Y sucedió lo que todos saben.

Dice mi profesor de blues que la importancia del rock en la Historia se debe a que es la primera ocasión en que la gente joven se hizo escuchar y habló con voz propia. Que hasta entonces la gente entre quince y veinte años no era nadie, eran tratados casi como unos niños y no se les permitía opinar. Debían empezar a trabajar como peones o aprendices en los niveles inferiores o estudiar en universidades antiguas y autoritarias. El rock fue el grito de esa generación (la mía) que empezó a expresarse y a llevar la contraria a los mayores, algo que hasta entonces era anatema. No tengo elementos de juicio para opinar al respecto, lo dice mi profe y yo me lo creo en principio, aunque me gustaría escuchar o leer opiniones sobre ello.

Ya en pleno esplendor del rock, en USA los pioneros renacen de sus cenizas y surgen músicos que empiezan a bucear en los clásicos, como hace ahora Samantha. Y entre estos hay una figura monumental, grandiosa: Jimmy Hendrix. Poseedor de una técnica guitarrera prodigiosa, Jimmy deja de tocar como solista en orquestas de soul como la de Wilson Picket, se traslada a Gran Bretaña y se monta una banda experimental única para profundizar en la tradición del blues y dar un salto adelante. Esa banda, en formato power trío, contará con dos músicos británicos: Noel Redding al bajo y Mitch Mitchel a la batería. El grupo se bautiza como The Jimmy Hendrix Experience y su primer disco, titulado Are you experienced? (1967) es un auténtico bombazo. Nadie había tocado la guitarra de esa manera.

Y quiero hablarles del primer tema de ese disco extraordinario: Hey Joe. En general, la primera canción del primer disco de los artistas míticos suele ser algo muy especial porque tiene parte de manifiesto, de proclamar un aquí estamos y esto es lo que proponemos (me viene a la memoria el Blitzkrieg Bop de los Ramones o el Agradecido de Rosendo). Hey Joe es un viejo blues de los tiempos arcaicos, del que ni siquiera se conoce su autor. Y su letra no puede ser más significativa: Hey Joe, where are you going with this gun in your hand (Hey Joe, adonde vas con esa pistola en la mano). Y el aludido contesta: voy a buscar a mi mujer, dicen que la han visto en la ciudad con otro hombre y tengo que ir a matarla. Después hay una segunda estrofa, que sucede a posteriori, en la que la respuesta es: vengo de matar a mi mujer, la vieron con otro hombre y he tenido que matarla, y ahora me están buscando y tengo que huir aquí abajo a México. Tremendo tema. Escuchémoslo.

Es increíble que este tema se publicara en 1967, hace más de 50 años. La banda de Hendrix, alabada por todo el mundo, apenas tuvo tiempo de publicar tres discos, porque su líder falleció a la fatídica edad de 27 años, la edad en que han muerto muchos de los genios del rock. Una carrera corta y vertiginosa en la que tuvo tiempo de saborear su éxito estratosférico: su tercer disco, el álbum doble Electric Ladyland fue número uno en USA durante un tiempo y se dice que Hendrix fue el artista que más cobró por tocar en el festival de Woodstock, su caché subía de forma imparable. En Seattle, su localidad natal, hay una estatua suya, un tanto cutre por cierto, que yo visité, fotografié y reproduje en el blog durante mi viaje por esas tierras en 2017.

Muerto Hendrix, la línea artística abierta por este hombre encontró dificultades para progresar. Había en el rock grandes guitarristas como Eric Clapton, Peter Green, Keith Richards o Rory Gallagher, pero de estilos diferentes. La huella de Hendrix la siguieron algunos artistas blancos del sur de USA, con protagonismo especial para Stevie Ray Vaughan, que era un auténtico animal, a caballo del alcohol y de toda clase de drogas, que le llevaban a tocar de una manera acelerada y energética inconfundible. Hubiera acabado muy mal probablemente, pero antes de eso se estrelló con el helicóptero que lo llevaba a un concierto. Sucedió esto en 1990 y el blues progresivo y experimental se quedó ya definitivamente muerto. Seguía habiendo un blues tradicional, con buenos artistas negros veteranos, como B.B. King, Albert Collins, Buddy Guy o Robert Cray. Pero no parecía haber mucho futuro. Los veteranos se iban muriendo y las nuevas generaciones se decantaban por el rap y sus derivados.

Hasta que apareció la generación de Samantha, esos músicos que tienen ahora unos 30 años y que empezaron a los 20. Ya les he dicho los nombres más destacados: Samantha Fish, Larkin Poe, Damon Fowler, Jonathon Long, Eric Gales, Ty Curtis o Jeremiah Johnson entre otros. Sin olvidar al gran Tab Benoit (53 años), el hombre que mantuvo viva la llama desde la muerte de Vaughan hasta el surgimiento de esta nueva hornada, que basa su trabajo en las actuaciones en vivo y cuya eclosión coincide con la decadencia del mercado del CD. Para estos músicos, Hey Joe es como la primera letra del alfabeto, todos la conocen y la tocan de manera destacada. Y quiero que vean un vídeo de la primera Samantha, la que más me gusta, tocando esta canción.

La filmación empieza cuando ya ha cantado, para que veamos la parte de la guitarra. Sam ha invitado al escenario a su antigua colega de giras de Girls With Guitars, Cassie Taylor. Cuando conté la historia de Sam en cuatro posts me referí a sus dos compañeras de gira como unas sosas y un lector me recriminó diciéndome que lo que pasaba es que estaban muy cansadas, agotadas de la gira, mientras que Sam no se cansa nunca. Tenía razón y se puede ver en este vídeo de septiembre de 2013. Quiero recordarles que la primera imagen de esa serie de cuatro posts mostraba a Samantha volando por los aires en pleno salto de la cabra. Esta mujer en directo es puro espectáculo y merece la pena que vean el circo que se monta con su amiga y cómo le vacilan al bajo Chris Alexander. Entre las dos ponen al público en pie, alucinado por lo que están viendo. Pónganse la pantalla grande y disfruten del show de Sam y Cassie.   

Creo que ya son pocos los que, entre mis lectores, piensan que exagero en mi admiración por Samantha Fish. Es una guitarrista fabulosa y lo da todo en sus espectáculos. No creo pasarme si digo que ahora mismo es una de las mejores guitarras en el mundo del blues y del rock, que además canta y compone muy bien y que estoy deseando que salga su nuevo disco para escuchar su progresión. Pero el rock nunca morirá y Sam y los de su quinta ya tienen un continuador. No canta ni compone como Samantha, pero creo que a la guitarra la supera y lo van a ver en el último vídeo que les voy a poner. Estoy hablando del gordo Christone Kinfish Ingram. Ya les conté que a este hombre, al que puteaban en el cole por gordo, encima no le gustaba el rap como a todos sus compañeros, sino los viejos blues que le enseñó su abuelo, un motivo más para que lo tuvieran por un friki.

Samantha lo descubrió hace tiempo y han tocado juntos muchas veces, creo que al menos lo he traído al blog en dos ocasiones. Kingfish, cuyo mote alude a un pescado (un lector comentó que tal vez fuera palometa, por el color) tiene ahora mismo 22 años y debió de empezar a subirse a los escenarios como a los 12. No tiene una voz extraordinaria, pero es consciente de sus limitaciones y canta con mucho sentimiento. Además es bastante simpático. Y con la guitarra es una auténtica maravilla, un portento. Lo van a comprobar en el vídeo de cierre, que es de 2016, o sea que calculen qué edad tenía el angelito. 

Este es finalmente el genuino heredero de Jimmy Hendrix, el que cierra el círculo. Y, como no podía ser de otra manera, se sabe el Hey Joe al dedillo. Y lo toca aquí acompañado por músicos blancos y bastante veteranos (el habitual trío, más un teclista de apoyo). El público que le está viendo tocar, es también cien por cien blanco. Los únicos negros que se ven en imagen son una pareja que está sentada detrás del escenario y que podrían ser sus padres. Es increible la variedad de registros, el juego con el pedal del wah-wah, las referencias a otros temas conocidos del rock. Sin duda la mejor versión de Hey Joe de todos los tiempos. Hala, pantalla grande y a disfrutarla. 

domingo, 23 de mayo de 2021

1.053. De por qué no soy un personaje de Castán

En fin, como prólogo a esta nueva era post-covid que les anuncié el otro día, creo que es bueno ir cerrando algunos temas. Por ejemplo, lo de la derrota de la izquierda en las elecciones de Madrid. En el seno de lo que podemos llamar la izquierda (para entendernos) ha cundido el desánimo y he podido escuchar muchos razonamientos del tipo: ¡Oh! ¡Ah! Qué ruina, nosotros que somos los que nos ocupamos de la gente de abajo y llega una ocasión de votar y la gente a la que nosotros queremos se equivoca y vota a los que les oprimen y no a nosotros que nos desvivimos por cuidarlos. Supongo que ustedes han escuchado esto estos días o incluso algunos hasta lo habrán pensado. Es obvio que ahí está el error.

Reconozco que hay alguno que se ha venido arriba en su arrebato poético y ha dicho cosas realmente hermosas, como un amigo que me mandó el siguiente mensaje: es terrible sentirse parte de una especie en extinción, mientras a tu alrededor todos aplauden a los cazadores. Estupendo. Pero la llamada izquierda va de culo si sigue pensando cosas como esas. Hasta ahora, no había leído ningún análisis un poco atinado (salvo el mío –de orina– y discúlpenme que presuma de ello). Ahora he encontrado dos que lo superan y que dicen con mucha precisión lo que yo traté de esbozar de forma más chapucera.

Les voy a pedir que los lean. Ambos abundan colateralmente en una idea: la irritante superioridad moral de cierta izquierda. Ese rasgo que le impide salir del bucle en el que está. El primer análisis que les traigo proviene de El Triangle, un medio informativo admirable, voz de los catalanistas no secesionistas. Lo firma un tal Caldeiro, cuyo apellido desvela claramente sus orígenes, aunque se desempeña por Barcelona. Lo que dice, como análisis de lo que sucedió en las elecciones madrileñas, me parece perfecto, impecable, brillante. Para leerlo han de pinchar AQUÍ.

¿Lo han leído? A mí me parece que es certero. La gente, después de la pandemia, necesitaba ánimo y alegría y esta señora se lo ha ofrecido. Y ha arriesgado. Su punto de partida fue no hacer un encierro severo, como todas las ciudades de Europa. Mantener abiertos los bares, restaurantes, teatros, cines y museos. Y le ha salido bien, porque las cifras de contagios y muertes de Madrid no son más malos que las de los demás sitios. En el País Vasco, donde los bares llevan cerrados desde octubre, son incluso peores. Le podía haber salido mal, pero le ha salido bien, como llevamos señalando en este blog hace tiempo. Y la gente ha sabido entender ese mensaje: salvemos la economía del sector terciario, de la que vive mucha gente en esta ciudad y aguantemos el tirón.

No le vendría mal a esa izquierda que ahora se lame sus heridas dejar de reírse de la señora Ayuso, que es un personaje que tiene algo que no tiene el fraCasado, por ejemplo. Ella va a su aire. Sin ir más lejos, ya saben que se casó jovencita, luego se separó y durante una larga temporada (incluyendo el momento en que fue elegida presidenta) ha estado conviviendo con su peluquero, con el que mantenía una cuenta de Instagram en el que ambos manifestaban su amor mutuo. No es que estas cosas impliquen un certificado de personalidad innovadora o informal, pero yo no me puedo imaginar al fraCasado dejando a su señora y liándose con una corista de cabaré, por decir algo. Ayuso mantuvo esa relación con naturalidad durante la campaña en la que fue elegida. Y ahora que ha roto con el maromo, lo ha hecho con discreción.

Es cierto que su discurso está lleno muchas veces de simplezas, pero poco a poco va intercalándolas con cosas de más interés y en el único debate preelectoral mantuvo el tipo sin mayor esfuerzo, sólo vaciló cuando Iglesias le dijo que dejara de reírse y le costó cambiar la mueca unos segundos más de lo debido. Un amigo mío de esos que siempre dice maldades bastante graciosas, sostiene que está convencido de que Ayuso lleva un pinganillo en la oreja, por el que MAR le va soplando lo que tiene que decir, lo que pasa es que en algunos momentos el pinganillo falla y es cuando dice tonterías. Un chiste más, y gracioso para mí. Pero como los de la izquierda se limiten a seguir haciendo chistes de Ayuso, dentro de dos años les volverá a ganar.

Pero les he hablado de dos textos con análisis acertados. El segundo lo escribe el veterano historiador José Álvarez Junco, que siempre me gusta por su perspectiva. Este señor va más allá que Caldeiro puesto que mira al futuro y se permite aconsejar a la izquierda cómo salir del punto muerto en el que se encuentra. Este es un artículo de El País y sé que algunos de mis lectores no están suscritos, pero es un problema para el que yo no tengo solución. Pídanselo a un amigo o bajen al kiosco a ver si tiene algún ejemplar de papel. Para el caso de que lo puedan abrir, por ser suscriptores o no haber agotado el número de artículos gratis que se ofrecen a los no suscriptores, han de pinchar AQUÍ.

Con esto doy por cerrado el asunto y paso a contarles alguna cosa más en la línea de lo que quiero que sea esta nueva época del blog. El jueves culminé un par de semanas bastante intensas como les conté. Ese día empecé con mi clase de inglés y seguí con la segunda sesión de dos horas de yoga. Acabé agotado, como de la primera. Mi profesora, Elena, me ha hecho llegar algunos vídeos para que practique en casa si quiero. Pero me parece que, en el nivel ínfimo en que estoy, es más conveniente que vaya a unas clases presenciales con ella, para que me vaya guiando y me corrija lo que haga mal. Estoy pendiente de que me diga qué turnos tiene libres y las demás condiciones. Estaba tan cansado que volví a comer en el Matilda. Tenía mi vacunación a las 16.40, así que subí después de comer a descansar otro rato.

Para ir a la Fundación Jiménez Díaz desde mi casa, lo más cómodo es caminar por las empinadas calles de Lavapiés, hasta llegar a la plaza del mismo nombre, en donde hay una estación de Metro de la Línea 3, que te lleva directo a Moncloa. Consulté en el Google Maps la duración del trayecto y estuve haciendo un poco más de tiempo para llegar puntual. Y en esas andaba cuando rompió a sonar el móvil. Era mi amiga y compañera M. No había vuelto a hablar con ella ni con mi jefa después del Jurado del lunes del que me fui de una forma un tanto abrupta, por cosas que no puedo revelar aquí. No dije ni adiós y en el post pasado ya conté que sentí como si se estuviera cerrando un capítulo de mi vida. Mi compañera trataba de templar gaitas y traerme otra vez al redil, porque me aprecia y quiere seguir contando conmigo. Y bien que lo logró. Pero necesitó una conversación muy larga en la que me explicó algunas cosas que yo desconocía y que me hicieron matizar mi posición.

Pero, a lo que vamos. La charleta se alargaba y se alargaba y yo no podía cortarla, porque era una conversación clave. Por el rabillo del ojo controlaba el reloj de mi muñeca. Tenía que salir ya para la vacunación. Cogí mi cartera, las llaves, el dinero y demás pertrechos, abrí la puerta y salí. Durante la bajada del ascensor se le iba la señal a mi amiga, pero le dije que abajo se recuperaba. Eché a andar, atravesé la calle de Atocha, luego la de Santa Isabel, tomé la empinada cuesta abajo de San Cosme y San Damián, callejeé un poco más por el intrincado dédalo de Lavapiés hasta llegar a la boca del Metro. Mi amiga no cesaba de hablar, pero a mí se me acababa el tiempo. Así que le dije que tenía que entrar ya en el Metro, le agradecí su llamada que realmente tuvo para mí un efecto balsámico, colgué y guardé el teléfono. Sólo en ese momento me di cuenta de que no llevaba puesta la mascarilla, ni tenía ninguna en los bolsillos.

Momento de terror. He de decir que a las cuatro de la tarde en Madrid, el jueves, hacía un calor de la hostia. Por eso había salido yo en mangas de camisa, sin la chaqueta que solía utilizar en los días anteriores, en la que llevo dos mascarillas de repuesto, por si la principal se estropea o se me vuela. Y no podía volver a casa a por otra, porque entonces perdería mi turno de vacunación. La cosa era seria. Pero aquí me van a permitir una divagación literaria. Si yo fuera un personaje de los que protagonizan TODOS los relatos de Carlos Castán, seguramente me hubiera venido abajo, habría desandado mi camino tal vez enterrando la nariz en el interior del codo sumido en un sentimiento invencible de vergüenza, habría subido a casa hecho polvo para ponerme la mascarilla y constatar que ya no podía ir a vacunarme. Y hubiera vivido toda la vida ya con esa culpa sobre mis hombros, sin contar con que posiblemente hubiera contraído el covid, si no la lepra o algo peor.

Creo que entienden lo que quiero decir. Pero yo no soy un personaje de Castán. Y tengo recursos. Ante mí, frente a la escalera del Metro había una frutería regentada por el proverbial pakis (que suelen ser de Bangla Desh). Me acerqué, tapándome la boca con la mano y le pregunté si había alguna farmacia cerca. Me dijo que en la otra punta de la alargada plaza. Caminé hasta allí cubriéndome como podía bajo el sol abrasador. La farmacia era estrecha y alargada, con dos mostradores al fondo. Había dos clientas que estaban siendo atendidas. Asomé la cabeza y, por encima de una de las clientas, la farmacéutica mandona gritó: –¡No puede entrar sin mascarilla! –Es que lo que quiero es comprar una. –Muy bien, espere ahí.

La señora anterior ya se retiraba guardando los vueltos. Pregunté cuánto era y me dijeron que 62 céntimos. Saqué el suelto e hice ademán de avanzar hacia el mostrador, pero la mandona gritó de nuevo: –¡Le he dicho que se quede ahí! –Es que iba a pagarle. –Quédese ahí, yo le acerco la mascarilla, se la pone y luego viene usted a pagar. Así lo hicimos. Me entregó la mascarilla en su plástico, sujetándola con dos deditos, como si estuviera tratando con un apestado, y se volvió a su puesto. Me la puse y por mi mente se cruzó la idea fugaz de echar a correr hasta el Metro y hacerle un sinpa a esa tía borde. Pero con 70 años ya me voy volviendo menos gamberro, estaba cansado del yoga y el calor y pensé que en el fondo la señora tenía razón.

Historietas como esta son las que pretendo que vayan ocupando mi blog, en vez de la tediosa atención a la actualidad. Porque todo el rato digo que yo no soy un analista político, pero siempre acabo picando y comentando la actualidad. Les diré que llegué en hora al punto de vacunación, que ya estoy por tanto inmunizado, así que empezaré a pensar en hacer algún viaje. Y que esta segunda dosis me produjo un poco de reacción: el viernes por la mañana me encontraba bastante baldado, algo que inicialmente atribuí a agujetas del yoga. Pero a mediodía me sentía ya decididamente mal. Me puse el termómetro y tenía 37.6, lo que se suele llamar unas decimitas. Me tomé un paracetamol con una comida energética y me tumbé vestido sobre la cama.

Casi una hora después me desperté empapado en sudor pero ya mejor. Me di una ducha y bajé a la terraza del Brillante donde había quedado esta vez con un amigo que necesitaba mis consejos literarios porque quiere presentarse al premio de novela corta Encina de Plata que yo gané hace años. Pasamos la velada allí hasta que se empezó a hacer de noche. Con la cena repetí de paracetamol, aunque ya estaba bien. Y el sábado ya no tuve fiebre, pero me seguía sintiendo muy cansado. Pasé la mañana leyendo y la tarde siguiendo el Carrusel Deportivo con la emoción del final de Liga y el alegrón de que la ganara el Atleti. Hoy ya he madrugado para salir a correr al Retiro y por la tarde he bajado a tomar un té con una amiga, que la vida sigue.

Si ayer fue la jornada final de la Liga en España, hoy lo ha sido en Francia, con otra alegría: ha ganado finalmente el equipo de Lille, donde vive mi hijo Lucas, el histórico LOSC, que ha resistido la presión del París Saint Germain, que lo triplica en presupuesto. He hablado con mi hijo que ha sacado su móvil a la ventana para que escuchara los cohetes y los cánticos de la ciudad celebrando la machada de su equipo. Es un poco lo que decía el artículo de Caldeiro que les he puesto más arriba: la gente lo ha pasado mal con la pandemia y necesita estas explosiones de júbilo. La celebración esta tarde de los del Atleti con sus coches, motos y bicis por la Castellana ha sido de época. Así que: ¡Aúpa Aleti y Allez LOSC!

Entramos, pues, en una nueva era, basada en el avance de la vacunación, pero yo sigo bastante a lo mío, como han visto. Y les voy a despedir con un vídeo de Samantha, para no perder la costumbre. De esa Sam inicial que me tiene fascinado. La de ahora también me encanta, es una auténtica dama del blues, pero es que esta postadolescente larguirucha llena de energía, con su formato básico de trío era algo ciertamente extraordinario. Esta era la Samantha del pelo rubio largo, lavado con un champú del Todo a Cien, acompañada por Go-Go Ray a la batería y Chris Alexander al bajo y con su guitarra Delaney tuneada del pescadito. Pero ya estaba en todo su esplendor. Y fíjense en un detalle: nadie besa el micrófono como ella. La actuación es en un festival en Portland (el otro, el de Maine, en la costa Este) en julio de 2013. Que la disfruten. Es un chute de energía. Buenas noches.

jueves, 20 de mayo de 2021

1.052. I still haven't found what I'm looking for

¿Cómo dicen? ¿Que no entienden el título del post? Ya empezamos. Pues no sé qué hacen en este blog, joder, esta es una página para gente plurilingüe, como por ejemplo yo, que me manejo en inglés, francés, gallego y otras lenguas vernáculas. Es algo que requiere un esfuerzo, pero al menos hay que intentarlo; si no, se queda uno a dos velas. Ustedes, queridos lectores, a quienes tengo por acreditados políglotas, no deberían requerir traducción para frases como esta. Vale, ya no les vacilo más, lo que dice el título del post es lo siguiente: todavía no he encontrado lo que estoy buscando. Una sensación con la que me identifico totalmente, en mi condición de adolescente de 70 años a punto de recibir la segunda dosis de la vacuna Pfizer o Pfeiffer. Estoy en un momento de cruce de caminos, de decidir qué coño voy a hacer con mi vida de aquí al final. Es una encrucijada en la que debo pararme un instante y meditar.

Todavía no he encontrado lo que estoy buscando. ¿Y qué es lo que busco? Pues tal vez ese centro de gravedad permanente que definió con precisión certera el recién fallecido Franco Battiato, un tipo estupendo del que soy seguidor desde hace mucho. Su canción Centro di gravitá permanente fue todo un hito en la música italiana, que se editó en single nada menos que en 1981. Y yo me compré ese single y bailé muchas veces al ritmo de esa tonada hipnótica que desgranaba una pulsión existencial. Sucedía eso unos diez años antes de que nacieran mis hijos, que andan ya por la treintena, así que ya ha llovido. Pero aún conservo ese single, ciertamente con alguna mancha de cubata, pero intacto, como pueden ver en la foto.

Battiato fue un siciliano de Catania, lo cual es ya un nivel, con una curiosidad infinita por la filosofía, las culturas autóctonas de todos los países del mundo, la pintura, la literatura en todas sus formas y por supuesto la música. Estudió con Stockhausen y otros músicos clásicos y supo compaginar ese lado tan intelectual con unas propuestas al alcance de cualquiera, que demuestran que lo bueno y lo comercial pueden convivir (como en los Beatles) y que la gente se esfuerza por entender cosas complejas cuando se las explicas y se las sabes presentar bien. Franco no perdió nunca su aire de profesor de secundaria despistado, al que para nada se le subió la fama a la cabeza, con su proverbial corbata y su nariz superlativa (era sin duda un tipo con olfato de gol o, habría que decir aquí, de excelencia).

Fue también un hombre comprometido, que intervino en el concierto homenaje al asesinado juez Falcone, celebrado en Palermo, un evento del que se borraron por miedo todos los demás grandes artistas del rock italiano, sólo quedó él, que encima era siciliano. Y de la misma forma fue a tocar a Bagdad en 1992, recién acabada la primera Guerra del Golfo, en donde dio un concierto benéfico contra todas las guerras, en pleno régimen de Saddam Hussein, evento para el que se dejó una barba negra de ayatollah que le permitió integrarse mejor en el contexto. Este hombre siempre ha ido a su bola. Escuchemos su famoso Centro di gravitá permanente. Me fastidia que Youtube tenga este vídeo con una resolución tan baja, pero es lo que hay.

Un músico muy grande Battiato y una canción histórica esta, que se merecería un vídeo mejor. Más abajo tal vez les ponga otra canción de este señor. Pero estamos en lo de la encrucijada y la elección del camino más conveniente en la búsqueda de ese centro de gravedad permanente. Cuando estás en una carrera de running, hay un momento en que ya has adelantado a todos los lentos y estás lejos de todos los rapidillos. En ese instante encuentras un ritmo en el que sientes que podrías seguir indefinidamente sin cansarte y a tu mente llega la sensación de que ya has encontrado tu sitio en la carrera. También en ciertos viajes por carretera hay un momento en el que ya has dejado atrás todo el tráfico pesado, te han pasado todos los cagaprisas y comprendes que ya has encontrado tu sitio en la carretera y la velocidad a la que seguir cómodamente. 

Ahora mismo, estoy yo buscando ese lugar en mi trayectoria vital. Me llama la atención una cosa: el último post ha tenido un número inusitado de visitantes y no entendía por qué. Ahora he caído en que el título era negativo Cuando lo planeado sale mal y muchos de mis lectores se han abalanzado sobre el post para saber si me había pasado alguna putada y recrearse en mi desgracia, que ya está bien de tanto presumir de lo bien que me va todo y cómo me lo estoy pasando. Hay mucha envidia en el mundo, disculpen, no pretendo insultarles, y sucede también que la tristeza y la melancolía venden más que la alegría, en términos estrictamente literarios. El otro día tuvimos la sesión de Billar de Letras con Carlos Castán, un escritor muy bueno, pero siempre con un punto fatalista; a sus personajes casi todo les sale mal, quizá recuerden el cuento que les transcribí, en el que el prota intenta huir de su mundo y lo bloquean su señora y su suegro en la estación de tren de la pequeña ciudad.

Es una constante en la narrativa de Castán la frustración de los sueños de sus personajes, que siempre están pensando en romper con todo y largarse, pero al final renuncian porque les da miedo abandonar el calor del hogar o del grupo, o simplemente de lo conocido; les produce un cierto vértigo dar el salto y quedarse en esa especie de intemperie anímica, en donde tienes que valerte por ti mismo. No comparto ese sentimiento un poco cenizo de Castán, yo he roto muchas veces en mi vida con entornos de confort y puede decirse que finalmente estoy en esa intemperie que temen los citados personajes. En los cuentos de Castán abundan las sensaciones de fracaso, de frustración, la resignación, el tedio, la nostalgia de una situación imaginada a la que nunca se llega, por miedo o por debilidad de carácter. A mí alguien me pronosticó hace décadas que terminaría solo, por mi forma de ser. Y así es como estoy. Para vivir en esa intemperie no sirve cualquiera, pero yo tengo un cierto ramalazo de misantropía y por eso estoy bien (el blog es sin duda una buena ayuda).

Hace como un año por estas fechas (10.05.2020) escribí un post llamado Walking in the street en el que me mostraba cabreado por el hecho de que el número de visitantes del blog se estaba reduciendo por días y donde amenazaba veladamente con cerrarlo. Recibí muchas llamadas, mensajes y comentarios de ánimo. En el siguiente post expliqué por qué estaba tan enfadado, pero ambos fueron textos limpios, sin fotos ni vídeos. A continuación, el 16 de mayo, retomé mi dinámica habitual, con un post significativamente llamado Ya estoy de vuelta, que se cerraba con un vídeo que acababa de descubrir. Fue el primer vídeo de Samantha Fish que les traje al blog. No imaginaba entonces que un año después seguiría enganchado a esta mujer magnífica. Estos tres posts fueron una especie de punto de inflexión en la trayectoria del blog.

Un año después estoy en un momento similar. El lunes estuve toda la mañana en el Jurado de Reinventing Cities y experimenté como una sensación de punto final, como algo que se rompía para siempre y me temo que ya no voy a querer seguir colaborando con el Ayuntamiento en el contexto político en el que estamos. La señora Ayuso y el fraCasado han tocado a rebato y parecen dispuestos a estar dos años de campaña electoral para echar a Sánchez de la Moncloa. Y el alcalde Almeidinha tiene que seguir sus dictados porque es un hombre de partido y ha de hacer lo que le digan. En cuanto a Ciudadanos, parece claro que su estrategia va a ser suplicar que les voten: por favor, por favor, que nosotros también somos de derechas, que incluso somos los que inventamos el término sanchismo, que lo de Murcia fue un paso en falso, pero no vamos a desautorizar toda una trayectoria política por un simple error.

El equipo municipal que gobierna Madrid me parece muy malo, una de las últimas que han hecho ha sido cerrar el Medialab, que sigue funcionando hasta el día 6 de junio porque tenía compromisos contratados, pero luego desaparecerá. Mi ciclo en el Ayuntamiento ha terminado y tengo que asumirlo. A mí ahora el Estado me paga una pensión que me da lo suficiente para vivir, al menos hasta que se pueda viajar y tenga más gastos, y ya no tengo por qué rendir pleitesía a nadie. Así que puede que sea esto lo último que diga al respecto. Tampoco tengo muchas ganas de seguir comentando la actualidad política, es penoso todo lo que está sucediendo en Gaza y en Ceuta y en Colombia y en tantos otros sitios. 

Entre las etiquetas de mayor tamaño del blog (aquí a la derecha en el mapa de etiquetas), destaca una que llamé La Situación. Iba a llamarla Actualidad, pero pensé que lo que está hoy de actualidad, si a ustedes se les ocurre leerlo dentro de dos años ya no estará de actualidad. De ahí lo de La Situación. Pues creo que a partir de ahora voy a hablar menos de la actualidad del mundo y más de temas introspectivos. Pero no duden de que este foro va a seguir teniendo una pretensión de exquisitez, un punto dandy o más bien cool. Es algo que viene de serie en alguien que se tomó sus primeros cafés en lugares como el Cantón Bar o el Galicia, lo más cool de La Coruña. Mmmmmm... aquellos inolvidables cafés solos con su regusto a achicoria. Toda una seña de identidad.

Así que me van a permitir que en adelante me vuelva un poco hacia mi interior. Yo soy un privilegiado del mundo, es antiestético que me queje y cualquier comentario que pueda hacer en este momento sobre la actualidad ha de ser por fuerza negativo. El otro día tuve mi primera sesión telemática de yoga y tal vez eso me ha influido y me está induciendo este discurso que les estoy calzando, Fueron dos horas seguidas de yoga, guiadas por mi profesora Elena, la de los relatos orales de mujeres. Acabé sudando y agotado. Mañana jueves tengo la segunda sesión y luego decidiré si me apunto a seguir en modo presencial (estoy bastante decidido a hacerlo). Ya me voy enterando de los principios y hasta hemos hablado del tercer ojo que, contra lo que yo creía, no tiene nada que ver con lo que en mi familia se llamaba el ojo moreno. El yoga tiene también algo de danza, como esa coreografía cósmica a la que convocaba Franco Battiato en esta otra canción.

Creo que, mientras no se pueda viajar, es posible que mi vida se base en varios pilares que voy teniendo claros: el running, la guitarra, el inglés y el yoga. Y el blog se nutrirá de ellos. Y, por supuesto, del blues y de Samantha Fish y de la literatura y de la jardinería y todo lo demás. Pero no de los periódicos. Esto no es más que una intención, que puede que siga o que abandone enseguida y me ponga otra vez a hablar de las noticias. Por ejemplo, del tema de la necesaria refundación de Podemos, que en mi opinión debería empezar por cambiarse de nombre. Como les dije, a mí ese nombre nunca me gustó. Rezuma populismo barato y se presta a innumerables retruécanos chuscos. Yo recuerdo varios concretos salidos de este blog: Queremos-Y-No-Podemos, Podemos-Cagarla, Unidos-Podríamos. Ahora mismo, yo les llamaría Ya-No-Podemos. Así es que mi consejo es que se cambien de nombre.

Ya ven que empiezo por incumplir mi propósito de no hablar de la actualidad, desde el interior mismo del texto en que lo proclamo. Este post llega bastante retrasado respecto a mi ritmo programado, pero es que en esta semana se me ha juntado un montón de acontecimientos que apenas me han dejado descansar y que han tenido una intensidad bastante marcada, desde el Jurado de Reinventing en el que tuve la sensación de que era un momento de punto final, de que algo se estaba rompiendo para siempre, hasta mi primer contacto con el mundo del yoga, en el que mi sentimiento fue antitético con el anterior, fue más bien una sensación de estarme internando a tientas en un mundo nuevo. Mientras tanto, me he reunido por fin con mis hermanos después de más de un año sin vernos en persona. Todo eso ha hecho que no me quedara margen para ponerme a escribir.



Este post ha querido ser también un homenaje a la figura de Franco Battiato, un alma gemela, un tipo muy inquieto que terminó por volver a los orígenes, a su casa de campo en las faldas del Etna en donde consumió esa fase de intemperie vital en la que uno encuentra finalmente lo que está buscando. Yo no lo he encontrado todavía, pero estoy en ello. Las canciones de este hombre se escribieron en un italiano delicioso que supongo que no ha sido difícil de entender para unos políglotas acreditados como ustedes. Pero, como ya me he reído bastante de ustedes con este asunto de las diferentes lenguas que habitan en nuestra Torre de Babel, pues les voy a dejar con un vídeo sobre la magnífica canción que se titula igual que este post. 

Es ya jueves por la mañana, ayer no me dio tiempo a terminar mi texto y les estoy hablando del grupo U2. En este vídeo, por fin uno con buena definición, tienen la letra sobreimpresa en inglés y en español, sobre una imagen impactante de la gran urbe, ese lugar en el que yo me encuentro tan a gusto en medio del ruido y la polución. Voy a cortar un momento para asistir a mi grupo de inglés y después tendré el tiempo justo de publicar este post antes de mi segunda sesión de yoga y, tras un breve descanso para comer, coger el Metro hasta la Fundación Jiménez Díaz donde me pondrán la segunda dosis de la Pfizer. Pórtense bien y no desfallezcan, esto no ha hecho más que empezar. Pónganse la pantalla grande, please.  


sábado, 15 de mayo de 2021

1.051. Cuando lo planeado sale mal

Día de San Isidro, que he festejado con una buena carrera madrugadora por el Retiro, hoy a temperatura perfecta para correr en camiseta. Ayer no pude adelantar mi post para hoy porque estuve ocupado por la mañana y por la tarde quedé con dos amigas con las que tenía que hablar unas cosas. Nos citamos en un lugar que se llama Toma Café, muy hipster, en las proximidades de la glorieta de Olavide. Y les puedo jurar que las terrazas de la glorieta estaban abarrotadas de gente tomando jarras de cerveza al sol. Esta glorieta surgió del derribo del mercado de Olavide, del que les hablé hace unos cuantos posts, que contribuyó por reacción a generar la cultura de la protección de cascarones a ultranza, un mecanismo similar al que hizo que la presencia de Pablo Iglesias contribuyera a recrudecer y aumentar prodigiosamente el voto de la derecha, algo que el interesado parece por fin haber entendido, ante lo cual ha procedido a cortarse la coleta, sobre lo que ya se han hecho diferentes memes, como este.

Ya ven, uno planifica las cosas con todo cuidado, pero luego a veces salen al revés. Volviendo al tema del mercado y prescindiendo del hecho de que el edificio era una preciosidad y podría haberse reciclado como tantos otros mercados más feos de la ciudad, el objetivo principal de su derribo no fue en su día crear una plaza, sino construir un aparcamiento subterráneo de residentes. Si lo primordial hubiera sido la plaza, tal vez le hubieran hecho un forjado capaz de resistir metro y medio de tierra, como los de Madrid Río, lo que da la capacidad de poner encima árboles de buen porte. Esto es más caro, pero se ha hecho en más sitios, incluidos algunos patios interiores de comunidades de vecinos que lo han querido así y lo han pagado (algunos incluso han salido en revistas de arquitectura, como ejemplo de recuperación de patios). Aquí la cubierta que se puso es la mínima que exigía la ordenanza, que soporta unos 70 cms de tierra. O sea, apenas para unas jardineras.

Ya antes del covid, la propia dinámica urbana había segregado los espacios de manera práctica, ante la imposibilidad de plantar arbolado. El espacio central está destinado a juegos de niños: columpios, toboganes, etc. La corona exterior está completamente ocupada por terrazas de los bares que han proliferado en los edificios que conforman la plaza. Ayer por la tarde, el bullicio que había en ambas zonas era enorme, con la gente de todas las edades celebrando la llegada de los nuevos tiempos. Me despedí de mis chicas en torno a las 21.00 y regresé andando por Fuencarral, Montera hasta la Puerta del Sol y luego atravesando la Plaza de Santa Ana. Todo era una explosión de actividad, de terrazas llenas de gente. Era una especie de catarsis colectiva, una epifanía de la cerveza y las tapas, que yo no me atrevo a criticar, porque soy un forofo confeso de esa vida urbana. Mucho menos diré lo que vienen a pensar ahora muchos amargados tras el voto registrado en las elecciones recientes: ya veréis, ya veréis, os vais a contagiar todos y nos vamos a joder.

Yo espero que no suceda eso, que sería muy malo para todos. Ahora lo que hay que hacer es respetar el resultado, ponerse a trabajar y controlar muy de cerca a los dos gobiernos, el local y el regional. El poder se conquista haciendo una oposición eficaz. Pero yo no quiero hablar de política, joder, qué hartura. Por todo mi recorrido por el centro observé algo en lo que ya venía reparando en mis últimas salidas: los abuelos y las personas mayores han recuperado el espacio público, confiados en las bondades de la vacuna recibida. Y es una gozada ver los bancos de las plazas llenos de ancianos tomando el sol de primavera y charlando de sus reumas y alifafes diversos. Anteayer estuve en el Mercado de Antón Martín surtiéndome de víveres para los próximos días.

En ese mercado, todas las abuelas le van a comprar a mi amigo Luis el Charcutero, que lleva el puesto que antes regentó su padre y antes su abuelo. Ese día, me pidió la vez una anciana, yo creo que cercana a los 90. Cuando la vio Luis, la saludó efusivamente: –¡Señora, qué alegría de verla después de tanto tiempo! –Es que hasta que no me han puesto la vacuna, no podía salir a la compra. –¿Y qué tal está su marido? –Pues tirandete-tirandete; bastante renqueante, pero ahí sigue. –¡Huy! Usted no tenga cuidado, que esos son los que más duran; en cambio, los que estamos sanos, un día hacemos crack, nos da el yuyu y caemos en dos minutos. Un crack, mi amigo Luis el Charcutero, definitivamente el que corta el bacalao en el mercado de Antón Martín.

Por cierto, yo ya tengo cita para el jueves por la tarde en la Fundación Jiménez Díaz, para que me pongan la segunda dosis de mi vacuna Pfizer o, como dice un amigo mío, Pfeiffer, como la Michelle. Mmmmm… extraordinaria mujer. Era una de mis actrices preferidas, la perfección hecha cuerpo. Por ponerle una pega, no era muy elegante al caminar, tenía unos andares de pato que no la favorecían mucho, pero los directores procuraban no sacarla desde atrás mientras andaba. ¿Han visto la película Los fabulosos Baker Boys? Pues si no la conocen ya están perdiendo tiempo para alquilarla en alguna de las plataformas que hay por ahí. Pfeiffer nunca ha estado tan guapa. Interpreta a la chica que contratan como cantante para la orquesta de los Baker Boys, interpretados por los hermanos Bridges, Jeff y Beau. De ahí es este diálogo fabuloso tras una actuación en Nochebuena, que les transcribo.

–¿Quieres que tomemos un café?  

–¿Ahora, en Nochebuena? No. Me desvelaría. Me voy a casa a dormir.

–¿Te acompaño?

–No, gracias… eh… Oye: ¿No te irás a enamorar de mí, verdad? Quiero decir: no empezarás a soñar conmigo y despertarte sudoroso por las noches y luego mirarme como si fuera una princesa cuando suelte un eructo…

–Lo dudo.

–Es que sería muy incómodo, trabajando juntos.

–Anda, date prisa, se te está consumiendo el cigarrillo

Por lo demás, mi vacunación completa cerrará una semana también llena de actividades, que les resumo telegráficamente. Lunes, toda la mañana de Jurado de Reinventing y primera sesión de Ashtanga Yoga por la tarde. Martes, carrera madrugadora, clase de inglés, cita con mis hermanos a los que no veo desde hace año y pico para firmar un poder notarial y luego comer juntos. Por la tarde, asistencia al webinar telemático de lanzamiento de otra iniciativa de C40, Reinventing Retails y a última hora sesión de Billar de Letras sobre Carlos Castán. El miércoles no tengo más que una cita para comer con una amiga y mi clase de guitarra. El jueves, clase de inglés, segunda sesión de Ashtanga Yoga y vacunación. Pero antes de todo eso, mañana a las 11.00 tengo que conectarme por Zoom a la boda de mi amiga indonesia Tantri. Va a ser la primera vez que asista, aunque sea por vía telemática, a una ceremonia de boda por un rito musulmán. Vean la tarjeta de la invitación.

Conocí a Tantri en el workshop de C40 de Portland, Oregón, 2017, en donde ella representaba al Ayuntamiento de Yakarta, para el que trabaja. Convivimos tres días, pero fueron suficientes para saber que podríamos ser amigos indefinidamente. Tantri es arquitecta y se graduó en la universidad holandesa de Delft, por lo que tiene muchos amigos en Ámsterdam y Rotterdam. No tenía yo muy claro que fuera musulmana, yo la he visto comer de todo y beber vino y cerveza sin cortarse (las mujeres de raza malaya comen como limas y no engordan). Puede hasta que fuera cristiana y se haya tenido que convertir para poderse casar con su pareja. Desde 2017 estamos conectados por el Whatsapp y otros medios y nos contamos todas las novedades, aunque ella ya no está en C40. A mediados de 2019 me contó que había roto con su pareja de entonces y estaba un poco de bajón. A finales de año me anunció que tenía una noticia que me iba a gustar mucho, pero no me la decía hasta que estuviera confirmada.

La noticia era que vendría a Rotterdam a pasar unos meses a partir de febrero del año siguiente, para hacer una estancia de prácticas, por lo que podríamos vernos al estar tan cerca. Pero el año 2020 fue finalmente bastante malo para ella, hasta el punto que temí que se viniera abajo. Pero es una mujer muy fuerte y con un alto nivel de resiliencia. Para empezar, el día de Año Nuevo, Yakarta, una ciudad que se está hundiendo en el mar hasta el punto de que pronto van a construir una nueva capital en una cota más alta, sufrió una inundación nunca vista. Tantri me contó que su barrio nunca se había inundado, que la riada se llevó su coche y que se tuvo que refugiar en su azotea. Como consecuencia de la inundación y lo que estas cosas conllevan en cuanto a condiciones higiénicas, contrajo el tifus y estuvo mala un mes, lo que puso en riesgo su venida a Europa.

Con el alta definitiva, pudo por fin viajar. Venía en un grupo con otros ocho o diez, todos mucho más jóvenes que ella y con todas las chicas con velo islámico menos ella, según las fotos que me mandó. Venían para tres meses, que me pillaron a mí muy ocupado, pero tenían pensado hacer un viaje de fin de semana a España. Yo traté de que vinieran a Madrid y Tantri lo propuso al grupo, pero todos los demás dijeron que querían ir a Barcelona. Ya saben: en el extranjero, Madrid no existe; sólo existe Barcelona y un poquito Bilbao. En Barcelona le robaron el bolso con todos sus papeles, tarjetas de crédito, pasaporte, etc. Yo la había advertido de que Barcelona es un lugar lleno de pickpockets (carteristas) y que ellos eran un caramelo para cualquier ladrón, con todas aquellas jovencitas con velo. Pero nada.

Las pasó canutas, le tuvieron que prestar dinero sus amigos holandeses hasta que pudo conseguir un duplicado de su Visa y un nuevo pasaporte a través de la embajada de su país. No sé si lo recuerdan, pero yo tenía ya un billete de ida y vuelta a París, pagado por la Universidad París-8, para dar una clase en el máster de mi amigo Alain, luego acercarme a visitar a mi hijo Lucas a Lille y seguir a Rotterdam a encontrarme con mi amiga. Incluso teníamos ya localizado un restaurante donde cenar juntos. Pero todo eso se fue a la mierda con la pandemia. Yo tuve que cancelar el billete y a ella le suspendieron el curso que estaba haciendo y tuvo que volver pitando a su tierra, después de un viaje espantoso, y luego hacer una cuarentena allí (venía de la peligrosa Europa). Una cuarentena de las de verdad: 40 días completamente aislada.

Pero se recuperó de eso. Volvió a trabajar en el Ayuntamiento, primero telemáticamente y luego poco a poco presencialmente. Y le ha sobrado tiempo para buscarse un nuevo novio. Y yo me alegro mucho por ella. Cuando quedamos en Rotterdam yo no tenía otras pretensiones que verla y renovar nuestra amistad. Era tan absurdo que nos enamoráramos como en el diálogo de Michelle Pfeiffer que les he puesto arriba, viviendo cada uno en las antípodas del otro. Pero hubiera sido una noche romántica inolvidable, de la que obviamente no les hubiera contado los detalles en el blog, por favor, yo soy un caballero. Todo eso lo frustró la pandemia. Pero ¿me han oído quejarme? No creo. Las cosas que no pasan, es porque no tenían que pasar y no podemos hacer nada, porque el hubiera no existe. Pero tienen aquí otro ejemplo de asunto planificado con todo mimo, que se frustra 

Si algún día consigo hacer mi plan de viajar por el mundo a visitar a mis amigas, por supuesto que cuento con visitar Yakarta; Tantri es un cielo de mujer, yo siempre me he llevado bien con los maridos de las mujeres que quiero y hasta puede que les encuentre con algún niño, lo cual haría mi visita aún más placentera y entrañable. Ya les contaré mis impresiones sobre la boda de mañana. Intento acabar este post antes de comer, porque a las 16.00 quiero ver el partido del Depor Femenino, que lo dan por Gol-TV. El equipo de mis chicas lo tiene crudo para evitar el descenso a Segunda, pero aún no es matemático. Mi admirada Athenea del Castillo dice que, si se quedan en Primera seguirá en el equipo. Si bajan quedará libre y no sería de extrañar que la fichara el Real Madrid.

Athenea es una auténtica figura y ya se acordarán de que yo la descubrí, cuando vean a los periódicos nacionales hablar de ella. En La Coruña ya es un personaje; el otro día les traje el enlace de una larga entrevista que le hacía La Voz de Galicia, con unas fotos en las que estaba muy guapa. Ahora es el otro periódico serio de la ciudad, La Opinión-Coruña, quien la entrevista. Aquí la foto es como más auténtica: la de una niña de 19 años, sin pintar, que cuando llegó a Coruña todavía llevaba brackets. Como no ganen esta tarde, ya prácticamente estarán descendidas. Si quieren echarle un ojo a la entrevista, han de pinchar AQUÍ.

Ya saben que una de las cosas que más me gustan es adelantarme a asuntos y cosas que luego se convierten en noticia. Estoy convencido de que ustedes, queridos lectores, verán triunfar a Athenea, igual que a Samantha Fish y se acordarán de que yo les hablé de ellas mucho antes. Otro asunto que se ha suscitado estos días. Hace unos cuantos posts les sorprendí a todos ustedes mostrando sin asomo de duda mi admiración rendida por el actor Arnold Schwarzenegger, ex gobernador republicano de California. Muchos de mis seguidores seguro que pensaron que era otra de mis extravagancias. Pues el otro día encontré un artículo en el que cuentan que este señor se ha convertido en una referencia ideológica y vital en su tierra, donde sus opiniones son cada vez más respetadas. Pueden comprobarlo AQUÍ.

Y otra más. Cuando yo expliqué el altísimo número de votos cosechados por la señora Ayuso, lo atribuí a tres grandes grupos. Uno de ellos era el de los autónomos, que cobran una buena parte de sus ingresos en negro y no quieren que nadie entre a regularizar su situación ni les suba los impuestos. Seguro que aquí también más de uno de mis lectores pensó: otra de las explicaciones de Emilio hablando de lo que no sabe, como el maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela. Pues ahora, a toro pasado, he encontrado un artículo en el que se explican las medidas que está poniendo en marcha el Gobierno del Estado para tratar de perseguir el fraude generalizado de estos señores. Pueden leerlo AQUÍ

Naturalmente, si estos señores oyen el discurso ese de comunismo o libertad, salen cagando leches a votar a la derecha. Porque les cuentan que esto de ser honrados y cumplir con las obligaciones fiscales es sanchismo, comunismo bolivariano, la banda de la Moncloa y la habitación del pánico. El PSOE haría bien en estructurar algún tipo de discurso, el que sea, porque si no, les van a barrer hasta de la Federación de Futbol. Ya está Florentino por ahí intrigando con la Súper Liga, que ha terminado finalmente en aparente gatillazo. Digo aparente, porque este señor nunca pierde, recuerden el caso del fracking frente a las costas de Tarragona. En cuanto empezaron los terremotos y el gobierno paró el proyecto, empezó a cobrar indemnizaciones millonarias que le estamos pagando entre todos. En este caso, lo que se ha cargado el proyecto demencial de la Súper Liga, ha sido la indignación de los seguidores de los clubes británicos. Vean una imagen de los disturbios y una de las pancartas que se exhibieron.


Yo creo que al tito Floren se le ha ido la mano, pero el tema no está acabado ni mucho menos. Veremos. En cualquier caso, ya han visto en este post la referencia de unas cuantas cosas que se planifican perfectamente y luego salen como salen. La suerte es un factor que nunca hay que olvidar. Y toda la matemática cuántica actual está centrada en descifrar el factor aleatorio, algo que por ahora no se ha logrado. Uno va tan contento, pensando en que tiene todo bajo control, y basta con un simple giro del destino, a simple twist of fate, para que se vaya todo al carajo. Así se llamaba una canción extraordinaria, que les voy a dejar de propina, del viejo Bob Dylan, que un día de estos cumple nada menos que 80 años. En fin, que se cuiden y que aprovechen mientras puedan. Buen fin de semana.


miércoles, 12 de mayo de 2021

1.050. Jardinería, política y rock'n roll

Les dije el domingo que pensaba dedicar la tarde a mis labores jardineras: no pude; llovía y hacía un viento del demonio. El lunes tuve toda la mañana ocupada por el Jurado de Reinventing Cities, primera jornada, que me obligó a estar en la oficina a las 8.30, después de atravesar un atasco de los de antes. La sesión empezó a las 9.30 y terminamos cerca de las 14.30. Como se imaginan, no me está permitido comentar nada de este asunto, por ahora. Comí en el restaurante de mis amigos a quienes encontré muy bien, esperanzados con la apertura del FITUR que será el miércoles de la semana que viene. Por la tarde me dediqué a tareas dispersas, estaba cansado y no me apetecía mucho ponerme con las plantas. Ayer por fin cumplí con mis deberes. Entre ellos, tenía que trasplantar a un tiesto más grande mi nueva dipladenia, que sustituyó a la que se cargó Filomena, finalmente la única víctima de la tormenta en mi terraza. Vean cómo se ha puesto. Aquí está ya trasplantada.

Pero tenía una segunda tarea, que tiene su historia. Resulta que mis tiestos de interior provienen en su mayoría de los que salvé de la demolición del edificio histórico de la Gerencia de Urbanismo, antes de que nos desterraran al APOT, un lugar que durante un tiempo fue llamado en este blog la Isla de Alcatraz. Y un buena parte de esas plantas son potos, una especie bastante vulgar que se reproduce con mucha facilidad. Más o menos en Navidad le corté un brote a una de estas plantas y lo mantuve unos meses en agua para replantarlo en otro tiesto.

Cuando tuvo bastante raíz, bajé a la tienda de mis amigos floristas y compré un envase de tierra universal de 5 litros. Hice el trasplante y esperé. El poto iba bien, progresaba normalmente, pero un día vi que le salía algo parecido a una mala hierba, de color morado. Siguiendo mi primera impresión, tiré enérgicamente del tallo de esta hierba okupa, pero resistió como un hombre. Admirado por esa resistencia, decidí indultarla y ver cómo evolucionaba. Un tiempo después, se había convertido en un magnífico trebol gigante de color morado como ven en las fotos de abajo.

Ya ven qué bonita se puso en poco tiempo. No sólo eso, sino que he podido observar que al anochecer se recoge a dormir y pliega sus tres alas moradas para pasar las horas oscuras e inciertas de la noche. Es un ser vivo muy especial y ya he empezado a sentir que me hace compañía. Le hice estas fotos con el móvil y empecé a enseñárselas a todo el mundo. Pero nadie tenía ni idea de qué clase de planta era esa. Hasta que se la enseñé por videollamada a mi hijo Lucas que, según pude comprobar, además de saber un huevo de química, también sabe de plantas. Me dijo que es una planta valiosa, que se llama Oxalis Triangularis (no es coña). También suele ser conocida por trébol mariposa. A partir de eso, bajé a consultar a mis amigos floristas. Me confirmaron que es una planta valorada, de origen brasileño y muy resistente. Y que además da unas flores blancas muy vistosas.

El oxalis sale de un pequeño bulbo que seguramente se había colado de polizón en el paquete de tierra que me vendieron (por eso no podía yo arrancarla). Y me dijeron que es mucho más valiosa que el poto. Me aconsejaron pasarla a una maceta exclusiva y sacarla a la terraza a un lugar a la sombra. Otra alternativa era sacar el tiesto al exterior tal cual y, si el poto se marchita, que se joda. Pero elegí la primera, por una cuestión casi de orden ético. Esta planta ha hecho un largo viaje hasta llegar a mi casa y debo acogerla y protegerla, como un ser vivo portador de buenos augurios. Así que ayer dividí la tierra en dos, y puse cada mitad en un tiesto diferente. Durante toda la manipulación, mi ya querida oxalis se recogió sobre sí misma igual que hace por las noches, de lo cual deduzco que es una planta con capacidad para sentimientos como el recato o el rubor. En el nuevo tiesto, se vencía hacia un lado, así que le hice un trípode con unas cañas que corté para ello. Sólo cuando vio que se sujetaba y que ya la dejaba en paz, volvió a desplegar sus tres alas magníficas, como ven aquí.

Mis amigos floristas me han enseñado a entender las plantas como seres vivos y tratarlas como tales. Por cierto, uno de ellos está muy interesado en que le enseñe a correr, una vez se recupere totalmente del Covid. Le he dicho que la primera clase es teórica, que quedaremos en un bar a tomar un café o una caña (gracias a Ayuso) para que le explique los fundamentos. Esta es una de las ventajas que tiene vivir en un barrio de los de antes. Juanmi Guitar también me dijo que le gustaría salir conmigo al Retiro a ver si consigue no asfixiarse a los cien metros. Aquí formamos un núcleo modesto, Alejandro y Fernando del Matilda, Jurgen de La Pelu, Julian y Juanjo de la floristería, Luis y Vicky de La Pitarra, Juanmi Guitar y algunos otros. Formamos un pequeño ecosistema en el que nos ayudamos y nos apoyamos cuando se requiere.

Y que no se le ocurra al señor Almeida abrir nuestro barrio al tráfico. Ayer se conoció la resolución-o-lo-que-sea, del Supremo contra Madrid Central. Por si lo han olvidado, mi barrio ya estaba cerrado al tráfico de paso, como APR, Área de Prioridad Residencial, junto con otras zonas céntricas en las que el tráfico lo limitó el señor Gallardón. Así que entiendo que no está afectado por la resolución-o-lo-que-sea del Supremo. Lo que hizo la señora Carmena fue englobar todas las APR delimitadas por Gallardón, junto con alguna de nueva creación, en un área unificada que llamó Madrid Central, lo que simplificaba la comprensión por los conductores. Gracias a esa medida, la Unión Europea suspendió las enormes multas que tenía ya preparadas para ponérselas al Estado español por la mala calidad del aire en sus dos principales ciudades.

El tontorrón este de Almeida, presentó un recurso en los tribunales contra la creación de Madrid Central, cuando estaba en la oposición. Si fuera más listo, se hubiera dado cuenta de que no todo lo que hacía Carmena estaba mal. Cuando ganó la alcaldía anuló Madrid Central como había prometido en campaña, pero una semana después tuvo que dar marcha atrás por un triple motivo: esa suspensión fue recurrida también en los tribunales que la anularon cautelarmente, la gente se opuso en una manifestación multitudinaria y Europa amenazó con poner de nuevo en marcha el procedimiento sancionador, que se mantenía latente. Todo esto es una consecuencia de la forma en que la derecha hace oposición, criticando todo indiscriminadamente sin siquiera estudiárselo, sólo porque lo propone la izquierda cuando está en el poder.

Con el tiempo, el equipo de gobierno se ha dado cuenta de que la medida no debía revertirse, pero quedaba el recorrido de su recurso, que el Supremo ha acabado por aceptar, metiéndoles en un lío. Ahora habrá que ver como resuelve semejante embrollo, este (en sus propias palabras) fascista, pero que sabe gobernar. Si Europa nos multa, tiene un recurso fácil: decir que la culpa es de Sánchez, como todo lo demás, incluida la Filomena. Sería, sin embargo, muy apreciado por todo el mundo que algún día reconociera que se equivocaron con ese recurso, como se equivocó Rajoy recurriendo el Estatut, lo que estuvo en el origen del incendio posterior de la situación catalana. El problema es que aquí no se disculpa nadie.

Pero vayamos al fondo del asunto: por qué la derecha se empeña en poner palos a las ruedas de la izquierda recurriendo cualquiera de las medidas que se ponen en marcha. Pues la respuesta es clara: para dar por culo, para desanimar al contrario y quitarlo de un poder que siempre consideran que deberían ostentar ellos, por una especie de derecho de pernada. Se han acostumbrado a hacerlo así, desde el Váyase señor González, gran creación del malévolo MAR. Durante toda la pandemia se ha visto ese modus operandi. Hace poco llegó a mi móvil un meme que me parece genial y que resume ese comportamiento. Véanlo.

No se puede sintetizar mejor la práctica cotidiana del fraCasado y su gente. Se pasaron todo el primer encierro proclamando que Sánchez quería tenernos encerrados para instaurar una dictadura bolivariana y leninista en la que todos viviríamos de las ayudas públicas y nos abrasarían a impuestos. ¿Recuerdan las caceroladas de Nuñez de Balboa? ¿Y la señora Ayuso diciendo que eso iba a ser un juego de niños al lado de la que se iba a montar? ¿Y la manifestación de coches contaminantes de Vox colapsando el centro con las bocinas a todo trapo, al ritmo del Libertad-Libertad-Libertad? Sánchez tuvo que sufrir un auténtico calvario en el Congreso cada vez que pedía prorrogar el estado de alarma. Lógico que ya no lo quiera renovar. Y ahora lo ponen verde por ello.

El fin del estado de alarma ha degenerado en gran botellón en las plazas del centro. No sé qué se esperaban, después de lanzar esos mensajes, de incorporar la palabra Libertad como lema central de su campaña y de ganar masivamente las elecciones. La gente estaba deseando esparramar (por eso votaron lo que votaron) y es comprensible lo que ha pasado, nos guste o no. A ellos les han vendido que el toque de queda y lo demás, eran caprichos de Sánchez y del Coletas; ahora sienten que han ganado el pulso, que le han doblado el brazo al Gobierno, que ya no pide prórrogas porque está vencido. Pues a celebrarlo. Pero ahora resulta que las imágenes de la masa desmadrada han sido motivo de escándalo. Y ¿saben que dice el fraCasado? No es difícil adivinarlo: que esto del botellón masivo ha sido todo culpa de Sánchez (sic). Y Almeida le ha tenido que secundar, porque es su portavoz nacional y no le puede llevar la contraria. Es delirante pero, si han visto que la gente les vota a pesar de todo ese despliegue de desfachatez (des-facha-tez), pues para qué van a cambiar el discurso.

De todas formas, ese escándalo que se ha montado con el despelote botellónico, me parece bastante hipócrita. Desde los presupuestos ideológicos de la derecha que lo ha impulsado, pero también desde otros sectores sociales. Hay que intentar ponerse en la mente de la gente joven. Aunque pueda parecer paradójico, esta situación de la pandemia la estamos llevando mejor los mayores, salvo algunos que están aterrorizados. Los veteranos venimos de pasar por toda clase de situaciones difíciles; tenemos, como suele decirse y perdón por la ordinariez, los cojones negros de cien combates. Y nuestra percepción del tiempo es diferente. Nuestro tiempo corre deprisa, a pesar de que pueda parecer lo contrario. En cambio, cuando yo era joven, los veranos me parecían eternos. Es normal que a los chavales se les esté haciendo esto demasiado largo y piensen que se están perdiendo una parte decisiva de su vida.

Y a ciertas edades, la transgresión tiene también un atractivo adicional. Quien no ha sido nunca joven, no puede entender esto (los hay que nacen ya con barba). Quien no se ha pegado nunca una pasada en una noche enloquecida, excediéndose con el alcohol, practicando sexo sin protección, o conduciendo de vuelta con el nivel de whisky por las cejas, no sabe lo que es ser joven. Algunos no lo han hecho nunca; otros hacen ahora como que no han roto un plato en su vida. Hipocresía. Fariseismo. ¡Ojo! No estoy en absoluto justificando el desmadre. Sólo digo que me meto en la mente de uno de estos chavales y lo entiendo. Y no me siento superior a él por ser mayor y más prudente. Además, antes se les hacía el chantaje sentimental de decirles que iban a contagiar al abuelo y que se iba a morir por su culpa. Pero ahora el abuelo está vacunado.

Esto de la pandemia ha acelerado algunos procesos que ya venían amagando. Por ejemplo, el tema de la soledad urbana. Boris Johnson animó ayer a sus ciudadanos a recuperar los abrazos, ahora que se van relajando las medidas. A mí no me lo tiene que decir, yo no he dejado de dar abrazos a mis amigos y sobre todo a mis amigas, siempre que comprobaba que no les generaba mal rollo. Con mi mascarilla puesta y procurando respirar hacia fuera, he sido consciente de que el beneficio de abrazar a alguien compensaba el riesgo. Pero los ingleses son más fríos y menos propensos a expresar sus sentimientos, especialmente los educados en la Public School. Saben ustedes que en Gran Bretaña existe hasta un Ministerio de la Soledad (también, desde hace poco, hay uno en Japón). Esto de la soledad es algo muy psicológico. Ya saben que es mejor estar solo que mal acompañado. Y, en pandemia, mucho más.

Si me hubiera tocado a mí pasar esto mal acompañado, me podían haber dado los siete males. Además, uno se busca compañías con diferentes trucos. Por ejemplo, mi querida buganvilla treintañera me hace muchísima compañía y tengo ahora una nueva ilusión con esta oxalis que no sé si conseguiré sacar adelante. Y por supuesto, a mí me acompaña Samantha Fish, de la que hablo en todos los posts, pero de la que hace mucho que no les traigo música. Sam está ahora en unos días de interludio antes de reanudar su gira. Tras su concierto en el Tipitina’s en formato solo, fue la invitada especial del DIGF, el Dallas International Guitar Festival. Allí, en el Market Hall, el recinto ferial de esta ciudad texana, hay tres días de festival, con numerosos stands en los que se expone y se vende todo lo relacionado con el mundo de la guitarra. Vean el cartel de este año. 

Ya han visto que Sam era la estrella del festival, su nombre está en tamaño más grande y en el centro. Su actuación, de una hora (pueden encontrarla en Youtube), fue objeto de muy buenas críticas, que destacaron su buena forma vocal y su entrega en un concierto gratuito para los participantes en la feria, en el que apenas había 200 personas. Sam lo da todo siempre, aunque no tenga público. Yo añadiría que ya va recuperando el buen tipo de antes del encierro. Ella suele recolocarse la ropa todo el rato, igual que Nadal se toca la cinta de la cabeza, pero esta vez su gesto más repetido fue tirar hacia arriba del borde superior de su pantalón de cuero, un gesto típico de alguien que está adelgazando y le empiezan a quedar grandes los calzones.

Sam es ahora una mujer espléndida, pero ya saben que yo estoy enamorado de una Samantha Fish que ya no existe, aquella larguirucha de piernas magníficas, minifaldas y tacones, puro nervio, que tocaba un blues ortodoxo (el que yo estoy aprendiendo), con su guitarra Delaney del pescadito y en formato power trio. He encontrado un vídeo cojonudo y no muy conocido de esa época, que les voy a dejar de propina. La cosa transcurre en Rochester, estado de New York, el 20 de agosto de 2014. Sam tiene 25 años y parece tocar en el exterior de una escuela o edificio educativo. Hay un montón de niños con sus madres bailando, que todo el rato tratan de pillar cuadro por el lado izquierdo. Nuestra diva sólo tiene el apoyo de una batería y un bajo que hace bum-bum-bum y que no arranca hasta el segundo compás. El resto del ruido lo hace ella.

La canción es de composición propia, va subiendo de volumen y está bien cantada como siempre. Pero qué guitarra, cómo se nota que esta chica adora a Keith Richards. El bajo y el batería intercambian risas todo el tiempo, como diciéndose: hoy la jefa está sembrada. Por cierto ese ritmo que imprime Sam lo estoy yo ensayando con gran dificultad, porque me cuesta llegar con el meñique al traste correcto. Todo llegará. La canción le da pie a Sam a dos punteos, uno de calentamiento y otro final, a cual más fabuloso, es increíble el sonido que le saca esta mujer a la guitarra. Pónganse la pantalla grande, que esto es puro rock’n roll y realmente merece la pena verlo. Que lo sigan ustedes pasando bien. Y procuren ser felices. Yo por ahora me voy valiendo; toco madera, que la suerte es un factor clave que nunca hay que perder de vista.